El candidato bolivariano Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales de Venezuela del 14 de abril por un estrecho margen. Con el 99,12% de los votos escrutados, hubo una participación del 78,71%. Maduro consiguió 7.505.378 votos (50,66%), y Capriles 7.270.403 (49,07%). Capriles declaró que no reconocía el resultado y exigió una auditoría del 100% de los votos.
Los resultados fueron anunciados por la jefa de la Comisión Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena a las 11.45 pm hora local, después de una espera larga y tensa. La razón de la demora, claramente, fue el hecho de que los resultados estaban tan ajustados, ya que se estila anunciarlos sólo una vez contado un número de votos que hiciera irreversible el resultado. Este fue el caso, especialmente, en la medida que la campaña de la oposición había estado difundiendo rumores de que había ganado y que Capriles anunció que el gobierno tenía la intención de «cambiar los resultados».
Las masas bolivarianas se habían reunido frente al Palacio de Miraflores para celebrar la victoria esperada y Nicolás Maduro les dirigió un discurso. Mientras tanto, el estado de ánimo era sombrío en la sede de la campaña de la oposición. Un pequeño número de partidarios de la oposición organizó disturbios en las áreas residenciales de clase alta, como El Cafetal, en el este de Caracas, quemando neumáticos y bloqueando las calles.
Capriles anunció que no reconocerá los resultados y exigió una auditoría completa del 100% de la votación, alegando que se habían producido más de 3.200 irregularidades. Fue apoyado por el rector de la CNE, Vicente Díaz, quien también pidió una auditoría de todas las urnas. La verdad, sin embargo, es que la oposición había llevado a cabo una campaña implacable durante semanas para tratar de desacreditar a la CNE, y Capriles y otros voceros de oposición denunciaron fraude horas antes de que hubiera sido anunciado cualquier resultado. Esta fue su estrategia desde el principio.
Lo primero que hay que decir acerca de los resultados es que se trata de una nueva victoria electoral de la revolución bolivariana, a pesar de su carácter ajustado. La llamada oposición «democrática» no tuvo ningún problema cuando Capriles ganó la gobernación de Miranda por sólo 40.000 votos, o cuando ganaron el referéndum de la reforma constitucional de 2007 por un estrecho margen (1,4%). En ese momento, la revolución bolivariana aceptó los resultados como democráticos. El patrón es claro, cada vez que la oligarquía gana acepta el resultado, pero cuando pierde, grita fraude.
Como Maduro señaló en su discurso de victoria, Bush fue declarado vencedor de las elecciones presidenciales EE.UU. en 2000, a pesar de conseguir menos votos que su rival (y hubo acusaciones generalizadas de fraude que nunca fueron investigadas). A lo largo de la campaña Maduro insistió en que reconocería los resultados dados por la CNE, incluso aunque éstos le dieran la derrota por un solo voto. Capriles por su parte se había negado a decir que iba a hacer lo mismo, y se negó a firmar un documento por el estilo elaborado por la CNE.
La participación rebasó el 78%, sólo 3 puntos por debajo de la masiva participación del 7 de octubre del año pasado, cuando Chávez fue reelegido. A pesar de todos los intentos de la oposición y del imperialismo de cuestionar el carácter democrático de las elecciones, todos los observadores internacionales coincidieron en que se habían llevado a cabo de una manera libre y justa, y que el sistema de votación era infalible y eficiente.
Las colas de gente para votar el día de las elecciones se habían formado desde la mañana temprano; como es tradicional, los activistas revolucionarios hicieron sonar la diana a las 3am, y un gran número de personas fue a votar a lo largo de la mañana en los barrios obreros. La oposición dio instrucciones a sus partidarios de salir a votar masivamente por la tarde, aunque no parecía haber largas colas en las zonas residenciales de clase media y alta en ningún momento del día. Durante todo el día el ambiente fue tenso, como lo había sido durante los últimos días de la campaña. Paramilitares colombianos y salvadoreños habían sido detenidos en el país, acusados de intentar llevar a cabo acciones desestabilizadoras. Estaban armados y algunos tenían uniformes del ejército venezolano en su poder. Las fuerzas armadas se habían apoderado también de un alijo de armas, municiones y explosivos.
En los medios de comunicación capitalistas se han podido leer toda clase de informes sobre supuestas acciones de violencia contra partidarios de la oposición, pero la verdad es que fueron activistas bolivarianos quienes recibieron todo tipo de provocaciones y de violencia extrema. Vale la pena dar algunos ejemplos. Un grupo de unas docenas de matones de la oposición intentaron prender fuego al edificio del gobernador de Mérida, al final de un mitin de Capriles. Un trabajador de PDVSA, que estaba lanzando fuegos artificiales de celebración al final del enorme mitin de cierre electoral de Maduro el 10 de abril, fue asesinado por dos sicarios en una moto. El 14 de abril mismo, un camarógrafo de la emisora de la televisión comunitaria Barrio TV fue baleado en El Valle mientras informaba sobre las elecciones. Los planes detallados de desestabilización elaborados por la organización juvenil opositora JAVU también fueron descubiertos y publicados. El simpatizante bolivariano, Potro Alvarez, un conocido jugador de béisbol y cantante, fue asaltado por una turba frenética de la oposición mientras iba a votar en el distrito de clase media alta donde vive, en Baruta, al este de Caracas. El mismo día de las elecciones, un grupo de activistas revolucionarios que mantenían un «punto rojo» de información en Los Ruices (este de Caracas) fue rodeado por una multitud furiosa y violenta de la oposición y tuvieron que ser protegidos por la guardia nacional. Cuando se acercaba la hora del cierre de las urnas se produjo un ataque cibernético intenso para piratear las cuentas de Twitter de Maduro, de varios ministros y de destacados activistas bolivarianos, que también resultó en la desfiguración de la página web de la campaña de Maduro y la caída de toda una serie de páginas web del gobierno y de los ministerios. Todo esto fue calculado para crear incertidumbre y miedo en un momento crucial, cuando todo el mundo estaba esperando los resultados de las elecciones. Esta es la verdadera cara de la llamada oposición «democrática», que son exactamente los mismos individuos, partidos y fuerzas económicas que organizaron el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.
Un desglose detallado de los resultados todavía no se ha anunciado, pero por las cifras anunciadas estado por estado se puede ver que la oposición esta vez logró recuperar gran parte del terreno perdido en las elecciones presidenciales del 7 de octubre y en las elecciones regionales de diciembre. Ha ganado en Mérida, Táchira, Zulia, Lara, Nueva Esparta y Miranda, que tenía antes, así como en Anzoátegui, donde ya había ganado en las elecciones para la Asamblea Nacional en 2010. Cabe destacar que la oposición ha ganado en el estado clave de Bolívar, donde se encuentran las principales industrias básicas de propiedad estatal y donde hay un estado de ánimo muy crítico entre la base boliviariana contra el gobernador Rangel y la burocracia en general, debido a su papel en la lucha contra el control obrero. Sin embargo, Maduro ganó en 16 de los 25 estados del país, incluso en el Distrito Capital y en los estados industriales de Carabobo y Aragua.
En su discurso desde el Balcón del Pueblo, en el palacio de Miraflores, Maduro se refirió a un tema que es muy sensible para las masas revolucionarias: la de hacer concesiones o conciliar con la oligarquía y el imperialismo. Él explicó que había recibido una llamada de Capriles una hora antes de que se anunciaran los resultados de las elecciones para ofrecerle un pacto. Maduro dijo que había rechazado cualquier tipo de pacto y que le había respondido que la condición previa para cualquier conversación era el reconocimiento de los resultados electorales, algo que Capriles, por supuesto, se negó a hacer.
Maduro reiteró lo que ya había dicho más temprano ese día, que no habría ningún diálogo con la burguesía y que ya pasó el tiempo en que las cosas se negociaban «a espaldas del pueblo». Si bien no rechazaba tener charlas o una conversación con «portavoces razonables de la oposición», insistió en que lo que se necesitaba era un auténtico diálogo «con el trabajador, con el soldado» y que el debate debe ser abierto «en las fábricas, en los barrios, con el fin de desarrollar el Plan de la Patria (el programa electoral con el que Chávez se había presentado) y el legado de Chávez «, y dijo que éste era la «construcción de un país socialista».
Explicó que durante la campaña se había topado con una sistemática campaña de guerra y sabotaje económico. «En cada estado que visité hubo un apagón del suministro eléctrico, y la energía sólo era restablecida cuando me iba», explicó. Como cuestión de hecho, unas 23 personas han sido detenidas acusadas de participar en el sabotaje de la red eléctrica. Lo mismo puede decirse del sabotaje de la cadena de suministro de alimentos, con la especulación y el acaparamiento. Por último, reconoció la necesidad de la autocrítica y de una «rectificación a fondo» y de que el pueblo participe en ese proceso.
La dura verdad es que esta fue una victoria, pero sólo por un estrecho margen, que debe servir como una llamada de advertencia seria para la revolución. Desde el 7 de octubre la revolución bolivariana ha perdido 680.000 votos, mientras que Capriles ha ganado el mismo número. El ambiente entre las masas revolucionarias es de celebración por haber logrado una nueva victoria, pero al mismo tiempo hay un malhumor combativo y autocrítico. El descontento acumulado contra la burocracia y los reformistas «bolivarianos» se está convirtiendo en una exigencia para que se tomen acciones combativas contra los saboteadores y los elementos infiltrados dentro del movimiento revolucionario, y en particular contra todos esos alcaldes, gobernadores regionales, y funcionarios locales y estatales que juran por Chávez y se ponen una camisa roja, pero en realidad son sólo arribistas, oportunistas o, peor aún, corruptos. Hay llamamientos crecientes para una purga en el PSUV.
Maduro tiene razón al decir que a lo que la revolución se enfrenta es a una guerra de desgaste económico por parte de la clase dominante. Todas las conclusiones necesarias deben extraerse de esto. La única manera de completar la revolución y defender sus masivas conquistas sociales, es asestando golpes al poder económico de la clase capitalista, que es utilizado para sabotear la voluntad democrática de la mayoría. Esto significa expropiar los medios de producción, los bancos y latifundios, a fin de permitir la planificación democrática de la economía en interés de la mayoría de la población. Esto en sí mismo permitiría a la revolución hacer frente a problemas tales como la inflación, el acaparamiento y la especulación, que están teniendo claramente el impacto deseado de desgastar la base social de apoyo a la revolución entre los trabajadores y los pobres.
Los problemas de la corrupción y de la burocracia sólo pueden abordarse mediante la introducción del control y de la gestión obrera en todos los niveles de la economía. ¿Cómo es posible que en una empresa estatal como Corpoelec, generadora y distribuidora de electricidad, haya sabotaje generalizado? Los trabajadores revolucionarios de la empresa han venido denunciando esto desde hace algún tiempo. La manera de tratar esto es a través del control obrero, que es la misma manera como pueden ser tratados los problemas de robo e ineficiencia a gran escala de las empresas básicas de Guayana.
El obstáculo en el camino de la adopción de estas medidas no es tanto la fuerza de la oposición. A pesar de su buen resultado electoral del domingo, todavía el 70% de la gente piensa que la presidencia de Chávez fue buena para el país. La inmensa mayoría de la población apoya los programas sociales introducidos. Si un número significativo ha sido convencido por los cantos de sirena de Capriles, es en parte debido a la incapacidad del gobierno para hacer frente a los problemas de desorganización económica que son el resultado de la continuación de la existencia del mercado capitalista, no al contrario. Los dos últimos meses han demostrado que las masas bolivarianas están todavía motivadas y que son muy superiores a las fuerzas de la oposición en lo que respecta a la movilización de masas en las calles.
El obstáculo en el camino de completar la revolución hacia el socialismo no es el «bajo nivel de conciencia de las masas», como argumentan los reformistas ¡Todo lo contrario! ¿Qué más se puede pedir a las masas de obreros, campesinos, jóvenes, mujeres y pobres bolivarianos? Una y otra vez han demostrado tener un fino instinto revolucionario, una comprensión política muy desarrollada y una voluntad de combate. Ellos son quienes han salvado la revolución en todos los momentos cruciales, como ayer, y la han propulsado hacia adelante después de cada victoria.
La presión sobre la dirigencia bolivariana para que concilie será ahora muy poderosa. Los medios de comunicación burgueses internacionales ya han construido el discurso de un «país dividido», el «llamamiento desvanecido del chavismo», que Maduro no tiene «ningún mandato», etc. The New York Times estuvo presionando para una reconciliación con los Estados Unidos cuando se publicó una declaración del representante de la OEA, y ex gobernador de Nuevo México, Bill Richardson en el sentido de que tanto Maduro como el canciller Elías Jaua se habían aproximado a él:
«Bill Richardson… dijo que Maduro lo llamó aparte después de una reunión de los observadores electorales el sábado y le pidió que llevara un mensaje. «Me dijo: ‘Queremos mejorar la relación con los EE.UU., regularizar la relación'», dijo Richardson. El ministro de Relaciones Exteriores, Elías Jaua, se reunió con Richardson el domingo, y le dijo que Venezuela está dispuesta a reanudar las conversaciones que se habían cortado, dijo Richardson»
De lo que el New York Times y la clase dominante de EE.UU. están hablando no es tanto la reanudación de las relaciones diplomáticas sino de que Maduro debe girar a la derecha y conciliar con el imperialismo. Este fue también el significado del mensaje envenenado de apoyo a Maduro del ex presidente brasileño Lula, cuando dijo que debe «formar alianzas con otros sectores». Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y principal representante de ATTAC, estaba empujando en la misma dirección anoche en Telesur, cuando se refirió a un «diálogo político con los empresarios, inversores, sectores de la oposición». Con el asesoramiento de amigos como éstos, ¿quién necesita enemigos?
Una capa de burócratas y arribistas ahora comenzará a considerar si el campo bolivariano es el que les da las mejores garantías para promover sus propias carreras, que es lo único que les interesa. Una serie de gobernadores regionales ya se han unido a la oposición en los últimos años y ahora la presión para que abandonen el barco será mucho más fuerte.
Si la oligarquía fuera inteligente (y eso no es cierto), debería jugar para el mediano plazo, con la combinación de la presión sobre la cuestión del llamado «fraude electoral» y la auditoría de los resultados con el sabotaje económico, mientras que al mismo tiempo ofrece una mano a los diferentes sectores de la burocracia bolivariana.
El pueblo revolucionario trabajador es la única garantía contra estas maniobras, que significarían una sentencia de muerte para la revolución. La vanguardia revolucionaria, que está presente en cada barrio obrero, comunidad campesina, fábrica, y cuartel militar necesita organizarse urgentemente en torno a un programa claro de cómo completar la revolución, la forma de llevar a cabo el legado del presidente Chávez de constuir un país socialista.
El fortalecimiento de la corriente marxista dentro del movimiento bolivariano, que se agrupa alrededor del periódico Lucha de Clases es por lo tanto crucial, ya que el marxismo revolucionario es la única ideología que puede proporcionar una expresión acabada a las aspiraciones revolucionarias instintivas de las masas bolivarianas.
¡Defender el resultado electoral a través de la movilización y la vigilancia de masas!
¡Luchar contra el sabotaje por medio del control obrero!
¡Luchar contra el sabotaje económico a través de la expropiación de los medios deproducción, los bancos y las grandes haciendas!
¡Construir una fuerte corriente marxista en el movimiento bolivariano!