Habiendo obtenido la derecha su tercera derrota en 6 meses podemos ver como escandalosamente saltan la talanquera desde la derecha denunciando el paquete neoliberal de la extrema derecha y exigiendo «dialogo y cambios» desde luego hacia la derecha, y no faltan quienes desde «izquierda» llamen a dialogar con ellos, a construir una «oposición democrática» ofrezcan tender puentes y llamar de nuevo a la reconciliación, con el fin de «unir al país«.
Esta política no es nueva, es la estrategia de los reformistas de siempre cuando se pierden elecciones, concluyen que hay que frenar el proceso porque el «nivel de conciencia es muy bajo«, y cuando se gana, concluyen que hay que frenar, por «reconocimiento del contrario y la unidad nacional«, lo importante es frenar impidiendo el avance del movimiento popular y del logro de un verdadero socialismo. Esta política se repite en lo económico, los reformistas continúan planteando la economía mixta como el último descubrimiento del siglo y los llamados a los empresarios no se hacen esperar para que sean buenos e inviertan en el país.
El carácter de la burguesía nacional
Al igual que en el resto del llamado tercer mundo, la burguesía venezolana nació arrodillada a sus viejos amos. Parasita e incapaz, llamada «sector privado«, jamás desarrollo las fuerzas productivas, condenando a Venezuela a ser un país monoproductor, a mantener una desangrante economía de puerto que históricamente lanzo a la pobreza y a la informalidad a millones de hombres y mujeres.
En los 40 años de la cuarta republica la clase dominante (empresarios y terratenientes) no fueron capaces de desarrollar una economía productiva que lograra crear empleos suficientes y de calidad como para absorber el crecimiento de la fuerza laboral la cual aumentaba desenfrenadamente con la tasa de natalidad, el abandono del campo, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la deserción escolar. Este déficit empujó a la informalidad y el desempleo a gruesas capas de la población, provocando una caída del ingreso por debajo de la cesta básica y minando de cordones de miseria a las ciudades venezolanas.
La inversión, el crecimiento y el sector privado
Si hablamos de creación de empleo y crecimiento sostenido, hablamos de formación de capital fijo. Es decir, infraestructura, plantas industriales, maquinarias y equipos, capacidad instalada, esto está íntimamente relacionado con la creación de empleo y la generación de riquezas que tiene un país y que se conoce como PIB (Producto Interno Bruto), el cual venia en picada desde 1957 y cuya tasa de reinversión en capital fijo la ha acompañado en esa caída, que en el mejor de los casos solo llego a formar una quinta parte del PIB registrando desde ese entonces un hasta ahora irreversible desplome de la inversión del «sector privado». De hecho, en la última década se han encontrado en los niveles más bajo en 50 años.
El promedio de crecimiento de la economía venezolana desde los 80 hasta el 2.005 fue de 1,53%. Esto con una tasa de reinversión del sector privado de no más del 15% del PIB, lo cual no es suficiente para crecer, dado que la inversión que no pesa a largo plazo sino solo en el año en que se invierte, se mantiene entre un 4 y 6% y la depreciación del capital invertido en plantas industriales, equipos y maquinarias, se calcula en un 7% anual. Si ambos se suman queda claro que la inversión real apenas alcanza para mantener la capacidad instalada y el crecimiento de la capacidad productiva es nulo.
La idea de que el sector privado invertirá en el desarrollo industrial es una fantasía reformista que choca con la realidad. La burguesía en Venezuela tiene una huelga de capitales que data de más de 40 año. En algunas épocas se hicieron inversiones y todo el parque industrial se instalo con dinero del Estado y créditos bancarios que luego pasaron a ser deuda pública; en muchas fabricas que han sido nacionalizadas se encuentran maquinarias con placas de adquisición mediante créditos de bancos como el Banco «Latino», el «Consolidado» y otros que se declararon en bancarrota y jamás pagaron a los ahorristas. Las grandes inversiones las realizó el Estado venezolano a través de infraestructura, vialidad, plantas hidroeléctricas, telecomunicaciones, etc., luego estas inversiones eran pasadas a los privados quienes sin arriesgar capital administraban peajes, distribuían electricidad y desmantelaban empresas estadales para favorecer sus negocios, como el caso de la línea aérea «VIASA». La ecuación es simple, la burguesía jamás ha invertido en el desarrollo del país ni en la solución de los problemas de la sociedad, no lo hicieron cuando eran gobierno y el capitalismo estaba en auge, y mucho menos lo harán ahora que son oposición y han perdido de manera parcial el poder de decidir directamente sobre las gestiones económicas del país ¿Será que los reformistas no aprenden?