El recuento en los cuatro centros de votación de Waziristán del Sur fue descaradamente manipulado. Al candidato marxista al Parlamento, Alí Wazir, se le ha robado su victoria. Pero mientras que el Parlamento es el objetivo final para los carreristas políticos corruptos, para los marxistas la campaña fue sólo un paso en la lucha contra el podrido sistema capitalista.
El martes 21 de mayo, se repitieron las elecciones en Waziristán. El diario Dawn publicó el siguiente informe de los resultados de las elecciones:
«El candidato del PML-N (la Liga Musulmana) Ghalib Jan ganó la elección por la circunscripción NA-41 de la zona tribal-VI (Waziristán del Sur), donde se repitieron las elecciones en cuatro colegios electorales. Él obtuvo 7.950 votos, mientras que Ali Jan, un candidato independiente, se aseguró 7.648 y quedó segundo.
«De acuerdo con resultados extraoficiales, estas nuevas elecciones se realizaron en cuatro centros de votación, incluyendo Wacha Dana, Dabkot, Jankot y Marna Ghundi. A tal efecto se tomaron medidas especiales de seguridad. La votación se llevó a cabo sin problemas y no se informó de ningún incidente adverso en ningún colegio electoral en la volátil área tribal.
«La Comisión Electoral de Pakistán había decidido hace unos días celebrar nuevas votaciones para la circunscripción NA-41 después de recibir informes del funcionario del distrito a su vuelta de Waziristán del Sur.»
Sin embargo, los informes de primera mano de nuestros compañeros de Waziristán indican claramente que este fue el resultado de un fraude a gran escala. Desde el mismo momento en que el primer resultado de la elección fue anunciado el 11 de mayo se hizo todo lo posible para negarle la victoria al candidato marxista Alí Wazir, que tiene un amplio apoyo en esta área infestada de talibanes.
Como los lectores de Marxist.com ya sabrán, Ali celebró una gran concentración pública el 8 de mayo, con la participación de alrededor de 30.000 personas. Esto demostró la popularidad real de que goza en el distrito electoral. En realidad, tal evento subestima la fuerza de su apoyo, ya que, como consecuencia de los problemas sociales extremos, las mujeres no podían asistir a esta reunión pública, a pesar de que emitieron su voto en gran número en la jornada electoral.
Las fotografías de esta reunión son la prueba de su apoyo, y sin embargo los resultados oficiales afirmaron que había recibido menos de 8.000 votos. Esto expone inmediatamente el carácter flagrante de este fraude. Aunque algunos votantes pueden haber sido disuadidos por las amenazas de violencia (hechas explícitamente por la Liga Musulmana), la gran diferencia entre el número de personas entusiastas que asistieron a la concentración el 8 de mayo y el número final de votos declarado habla por sí mismo.
Ayer, los primeros resultados de los cuatro centros de votación donde se repitieron las elecciones mostraban que Ali estaba ganando, y esto incluso se reflejó en las pantallas de televisión de Pakistán hasta las nueve de la noche. A continuación, la situación sufrió un cambio repentino y misterioso. Como resultado de la manipulación más flagrante, los resultados de otros centros de votación donde se celebraron las elecciones el 11 de mayo fueron cambiados para asegurar la victoria del candidato de la Liga Musulmana (PML-N).
Aun así, el resultado se mantuvo en duda hasta el último momento. El escrutador oficial puesto a cargo de las elecciones por la Comisión Electoral de Pakistán no estuvo seguro hasta altas horas de la noche del número de votos que podía cuadrarse para anunciar una victoria de la PML-N. Este hecho, además del tamaño tan ajustado de la diferencia a favor de la supuesta «mayoría», es una prueba más de que Ali había ganado por una mayoría convincente, por lo que los estafadores tenían que andar con cuidado.
Cuando el resultado se anunció finalmente, Alí Wazir dijo que había «perdido» por sólo 302 votos frente al candidato de la PML (dirigida por Nawaz Sharif), Ghalib Jan. El «ganador» supuestamente había recibido 7.950 votos, mientras que Ali como candidato independiente, consiguió 7648 y fue declarado en segunda posición. Todavía tiene que explicarse cómo pudo ser que un candidato (Alí Wazir) que fue declarado ganador con 5.000 votos (el 11 de mayo) luego fuera declarado perdedor en estas elecciones con casi 8.000 votos. Tal aritmética electoral altamente creativa es una expresión gráfica de la naturaleza absurda de la democracia paquistaní que está siendo tan generosamente elogiada por la prensa burguesa internacional.
Esta elección fraudulenta fue preparada con una campaña sistemática de intimidación tanto con amenaza de violencia como de violencia real. El 11 de mayo numerosos votantes de Alí Wazir fueron severamente golpeados por los talibanes como castigo. En Waziristán, un semillero de actividad de los talibanes, el candidato marxista se enfrentó a cada paso con la amenaza no sólo de una paliza, sino de asesinato. Sin embargo, el compañero Alí Wazir no mostró una mínima muestra de miedo, defendiendo con valor sus ideas revolucionarias en cada momento.
No cabe la menor duda de que el camarada Ali ganó las elecciones y se le impidió tomar su escaño por el engaño y el fraude electoral más descarados. Miles de votos fueron claramente desechados o entregados al candidato de la PLM-N. El hecho de que el resultado «oficial» fuera tan estrecho (una diferencia de apenas 300 votos) equivale a una confesión virtual de que la «victoria» de la PML-N fue una farsa.
Esta es la segunda vez que las autoridades han amañado las elecciones en Waziristán con el fin de evitar que ganara Alí Wazir. Ellos hicieron exactamente lo mismo en las pasadas elecciones de 2008. Pero esto no es en absoluto el final de la historia. La campaña electoral de Ali fue un gran éxito y prepara el terreno para lo que va a venir. Un capítulo ha terminado y otro, infinitamente más importante, acaba de comenzar.
¡La lucha continuará!
Toda la charlatnería sobre la supuesta «victoria de la democracia paquistaní» es propaganda barata. Esta supuesta democracia es un fraude descarado tan evidente como lo fue la elección amañada de ayer en Waziristán del Sur. Los bandidos y los ladrones son «elegidos» para la Asamblea Nacional, que es la mayor cueva de ladrones de Pakistán, mientras que a los representantes honestos de los trabajadores se les niega sistemáticamente lo que es suyo por derecho.
Nawaz Sharif, el nuevo primer ministro y líder de la Liga Musulmana, es el hombre más rico de Pakistán. Los líderes extranjeros se han deshecho en felicitaciones hacia él por su maravillosa elección «democrática». Barones de la droga, mullahs, terratenientes, ladrones, ladrones y prostitutas políticas de Pakistán ya están haciendo cola en la puerta de su residencia palaciega en Lahore dándose empujones para pedir favores.
Sharif vive en palacios con campos privados de cricket, pajareras con pavos reales variados, y ciervos correteando por sus parques. Tiene agua y electricidad todos los días del año, e incluso, en palabras de The Economist «filas de farolas de estilo victoriano, jardines recortados y canteros de flores que harían avergonzar a una ciudad costera como Sussex.»
Dentro de su enorme casa, se nos informa, «está toda llena de candelabros enormes, cortinas de terciopelo con adornos de oro, espejos del tamaño de una pared para mejor reflejar su modelo de la Meca, una variedad de espadas en las paredes, jarrones de cristal tallado y una caja de chocolates del tamaño, literalmente, de un ataúd (presumiblemente un regalo post-electoral). El mobiliario no habría estado fuera de lugar en la Francia pre-revolucionaria.»
Sin embargo, para millones de personas pobres que luchan por lograr una existencia miserable en los suburbios malolientes y en los estrechos callejones de Lahore o en el sofocante infierno de pueblos sin electricidad de todo Pakistán, la vida es muy diferente. Ellos saben que no hay nada que esperar del nuevo gobierno, sino aún más opresión, sufrimiento, robo y explotación. Sharif invita a los periodistas occidentales a una mesa «gimiendo de kebabs, curries variados, pilas de Biryani y pan al vapor». Para millones de personas pobres no hay nada sobre la mesa.
Nuestro valiente camarada Alí Wazir peleó en su campaña electoral con la vieja consigna revolucionaria de los obreros y campesinos de Pakistán: ¡Roti, Kupra aur Maqan! ¡Pan, Ropa y Techo! Se les sigue negando esas condiciones más elementales de existencia humana a la mayoría de la gente de este gran país. Millones de niños se acuestan con hambre cada noche, mientras que los ricos parásitos engordan chupando la sangre del pueblo.
¿Para qué sirve esta supuesta democracia si es sólo otro nombre para la dictadura de los ricos sobre los pobres? ¿Qué sentido tiene dar a las personas el derecho a votar cada cierto tiempo si la única opción ante ellas es ser gobernadas por una banda de ladrones o por otra? Los trabajadores y campesinos sacarán sus propias conclusiones. La nueva banda de saqueadores pronto quedará expuesta ante el pueblo, que demandará sus derechos más básicos: Pan, Ropa y Techo. Y puesto que no van a conseguir estas cosas de la Asamblea Nacional, buscarán obtenerlas en otros lugares.
La lucha por los derechos de los trabajadores no comienza ni termina con las elecciones. La verdadera lucha será librada, no en los pasillos de la Asamblea Nacional, sino en las calles, en las fábricas, en los pueblos y campos, en las escuelas y universidades. Esos son los lugares que los marxistas pakistaníes sentirán como propios.
Pueden usar todos sus trucos para trampearle al compañero Alí Wazir una elección, pero nunca podrán impedirle a él, ni a muchos otros como él, que se pongan a la cabeza de las masas en lucha. Ya se está preparando esta lucha. Está llegando. Es inevitable. Y la victoria final dependerá sobre todo de la calidad de la dirección.
Los obreros y campesinos saben muy bien en quién pueden confiar. Ellos saben quiénes son sus verdaderos dirigentes: no son los escurridizos e «inteligentes» políticos de Islamabad, que mienten, engañan y frustran, sino los revolucionarios honestos que defienden los intereses de la clase obrera. Ellos, y sólo ellos, pueden dirigir a las masas a la victoria.
Londres, 22 de mayo