«La causa principal de los cambios revolucionarios es el hecho de que un sistema socio-económico particular haya alcanzado sus límites y sea incapaz de desarrollar las fuerzas productivas como antes».
Alan Woods
La sociedad capitalista se apoya en la existencia de dos clases sociales antagónicas: la clase capitalista o burguesa y la clase trabajadora o asalariada.
Cuando se estudia el desarrollo de la humanidad surge el problema acerca de los móviles que hacen avanzar la sociedad. La sociedad humana es el resultado histórico de la lucha por la existencia. Huelga decir que a lo largo de muchos siglos, los trabajadores, ya fueran esclavos, campesinos u obreros, han sufrido una explotación salvaje por parte de las clases dominantes. A destacar, ninguna clase social opresora ha desaparecido voluntariamente. Por consiguiente, la lucha contra la explotación y la aspiración a una vida libre y feliz, por parte de los pueblos del mundo, son indiscutiblemente lógicas y naturales, pero antes es necesaria una revolución que cambie la sociedad opresora existente.
Los trabajadores del mundo tenemos que saber, que nuestro único futuro digno es el socialismo; que no somos una clase social a sufrir eternamente, que nuestra situación, por difícil que sea, puede ser transformada, si luchamos por nuestra emancipación definitiva.
Ahora, de dónde surge la división de la sociedad en clases sociales. Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, esto es, por la forma en que los hombres producen mercancías. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza de la sociedad; una clase social, los trabajadores y las trabajadoras, la producen, y otra clase, la burguesía, se apropia de una porción de esa riqueza. La producción social y la apropiación individual capitalista se manifiesta como la fundamental contradicción antagónica entre capital y trabajo. Por consiguiente, no cabe esperar que en la relación capital-trabajo no haya otra cosa, que una relación antagónica permanente.
A este nivel de reflexión surge otra pregunta, por qué las trabajadoras y los trabajadores ocupan este lugar en el proceso de producción capitalista, es decir, qué condiciones los obligan a ocupar este lugar en la producción de mercancías. En el capitalismo el trabajador y la trabajadora son libres, según las leyes. No están atados al capitalista en la forma en que lo estaba el esclavo al amo, o el siervo al señor. Aclaremos esta afirmación. En el caso de la esclavitud, el trabajador y la trabajadora son instrumentos de producción, una propiedad del amo como lo son la tierra que el esclavo y la esclava trabajan y las herramientas que ambos usan. En esta forma de explotación el amo se apropia de todo. En el caso del feudalismo, el campesino podía controlar algunos medios de producción (herramientas y algunos animales), pero no era dueño de la tierra que trabajaban. Estaban forzados a dividir las horas de trabajo: unas para él y su familia; y otras horas de trabajo excedente para el señor feudal.
En cambio, en el capitalismo la explotación del trabajador y de la trabajadora no depende del sometimiento físico del oprimido al opresor capitalista, sino de las presiones económicas, y sobre todo por el hecho de que el pueblo trabajador no posee los medios de producción. Marx señaló que los «trabajadores son libres en un doble sentido: libres de las viejas relaciones de clientelismo, esclavitud y servidumbre, y en segundo lugar libres de toda pertenencia y toda posesión, de toda forma de ser objetiva y material, libres de toda propiedad».
Lo expuesto anteriormente lo reafirma David Rey en «La clase obrera y el socialismo hoy», cuando dice que la economía capitalista necesita de dos condiciones fundamentales para poder existir: a) la existencia del trabajador libre para que venda su fuerza de trabajo; y b) la separación del trabajador y de la trabajadora de la propiedad de los medios o instrumentos de trabajo.
Cada clase social resulta, por tanto, de su relación con la producción y reproducción de sus medios de vida y de trabajo. En cada formación socio-económica –esclavismo, feudalismo, capitalismo- lo que ha determinado la aparición y el carácter de las clases sociales que identifican cada sistema de producción es la forma en cómo se producen y cómo se apropian los productos del trabajo social.
Nosotros realzamos el rol de la lucha de las clases dentro de la producción –la transformación consciente del mundo material- como la base de las leyes de movimiento de la sociedad burguesa. Esta concepción se registra en el núcleo de la teoría marxista, la cual, expone que la sociedad en su conjunto está siempre en un proceso de cambio. La clave de cualquier sociedad está en la lucha entre la clase dominante y la clase trabajadora (pueblo trabajador). Muy acertadamente Carlos Marx y Federico Engels comienzan enunciando en el Manifiesto Comunista «La historia de toda sociedad jerarquizada existente en la historia existente es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señor y siervo, amo del gremio y oficial –en una palabra, opresor y oprimido- estuvieron en constante enfrentamiento, desarrollado en una lucha ininterrumpida, ahora escondida, ahora abierta; una lucha que siempre terminó en una reconstitución revolucionaria de la sociedad o en la ruina común de las clases dominantes». El principal campo de batalla de la lucha de clases es la plusvalía. Lo que distingue una forma de sociedad de otra –es decir, de la sociedad esclavista, de la sociedad capitalista, pasando por la sociedad feudal- es la forma en que la clase dominante explota a la clase productora, esto es, en la forma en que la plusvalía es apropiada. Bajo el capitalismo, el plusvalor del trabajo social es apropiado por la clase dominante en forma de dinero después de la venta de la mercancía.
Se entiende claramente que el pueblo trabajador no pueda, ni quiera resignarse a ese robo por parte del capitalista. La lucha de los trabajadores y de las trabajadoras contra la burguesía se acentúa, sobre todo, en la fase superior del capitalismo: el imperialismo, cuando las contradicciones económicas y políticas del capitalismo alcanzan un grado insoportable para los trabajadores y las trabajadoras.
La lucha del pueblo trabajador contra la burguesía comprende tres formas de lucha: la económica, la política y la ideológica. Afanasiev, en su obra Fundamentos de Filosofía, describe estas formas de lucha. La lucha económica es la forma más simple y asequible, y consiste en mejorar la situación material y las condiciones de trabajo. Ha sido la forma de lucha más antigua del pueblo trabajador.
Ahora bien, la lucha revolucionaria del pueblo trabajador es la lucha ideológica. Es la lucha contra la ideología burguesa, que predomina en la sociedad capitalista, es la lucha por la ideología socialista. Para derrocar el régimen capitalista, el pueblo trabajador además de constituirse como clase, debe tener conciencia de sus intereses de clase, de su gran misión histórica; para eso necesita una teoría revolucionaría, y ésta es el marxismo-leninismo.
Finalmente, con el crecimiento y desarrollo del pueblo trabajador, la lucha económica converge en la lucha común de los trabajadores y de las trabajadoras contra la clase de los capitalistas en su conjunto. Así, la lucha de clases adopta su forma superior, la forma política. Esta forma de lucha busca encarecidamente destruir la propia base del capitalismo, y significa tomar el poder a fin de construir el socialismo (revolución socialista), que es la fase más alta de la lucha de clases de los trabajadores y de las trabajadoras.