A tres meses de la partida física del comandante, ¡Debemos defender el legado del presidente Chávez ante el avance del reformismo!
Apenas tres meses, es decir, escasos 90 días, han pasado desde la desaparición física de nuestro querido camarada presidente Hugo Chávez, y a pesar del muy corto tiempo que ha transcurrido desde aquella dolorosa jornada, han sido muchos los cambios que se han dado en la situación política de nuestra revolución.
En nuestros escritos sobre el futuro de la Revolución Bolivariana, después de la desaparición física del presidente Chávez, explicábamos que el presidente era como una barrera, como una muralla que frenaba y contenía las acciones de los sectores reformistas de nuestra dirigencia, sectores que desde hace tiempo han tratado de establecer conciliaciones de clase con la burguesía y han hecho lo posible por frenar el proceso revolucionario. Ahora que el presidente ya no está físicamente con nosotros, obviamente estos sectores podrán jugar con mayor fuerza un papel claramente negativo en la dirección de la revolución.
Como hemos explicado en la edición anterior de nuestra columna, ¿Qué es el reformismo? (Lucha de clases nº 4), estos sectores, han degenerado burocráticamente producto de los privilegios que han adquirido al asumir cargos de elección popular o funciones públicas en el aparato de estado burgués, y que han obtenido gracias al pueblo revolucionario.
De hecho, la mayoría de estos compañeros, que hoy en día gozan de lujos y prebendas, eran trabajadores, campesinos, estudiantes y dirigentes comunitarios comunes y corrientes, como cualquiera de los y las camaradas que hacemos vida en el PSUV, en la CSBT, en el GPP o en nuestros consejos comunales, pero que, en ése proceso de adquirir más y más privilegios, y de acomodarse a la nueva situación de comodidades y lujos, fueron degenerando burocráticamente.
Como se lo planteó el mismo presidente en una oportunidad al camarada Alan Woods de la Corriente Marxista Internacional: «Hay demasiados gobernadores y alcaldes que, después de ser elegidos, se rodean de hombres ricos y mujeres hermosas y se olvidan del pueblo».
En todo caso, lo que en la edición de hoy queremos resaltar, es el peligro que significa la burocratización y la degeneración reformista de sectores de nuestra dirigencia revolucionaria, ya que, una vez que un dirigente se acomoda y acostumbra a los privilegios con los que ahora vive, no querrá renunciar a ellos sino que más bien, peleará por defenderlos, y en muchos casos, peleará por ellos cueste lo que cueste. He ahí un gravísimo peligro para nuestra revolución.
Con ello, queremos decir que la historia nos ha mostrado, a través de innumerables ejemplos en cada una de las revoluciones del siglo XX, que una vez que sectores de la dirigencia del movimiento obrero y popular se burocratizan, éstos prefieren pelear a muerte contra las bases, contra el pueblo revolucionario, antes que abandonar sus privilegios y comodidades.
Es decir, que en el proceso de lucha de clases que se vive en la sociedad, y de la cual la revolución es una etapa aguda y crítica de tal lucha, una etapa de definiciones, los sectores burocráticos y reformistas, al ver que el avance revolucionario de la clase obrera y del pueblo oprimido, significa una amenaza para sus privilegios, prefieren entonces luchar contra éstos, incluso aún y cuando ello significara favorecer a la burguesía y a la derecha, antes que renunciar a sus privilegios. Esta cuestión, constituye una lección fundamental, que debemos aprender de la historia de la revoluciones del siglo XX.
Como hemos dicho, el comandante presidente era un freno para estos sectores nefastos que están enquistados dentro del proceso revolucionario, y ahora su ausencia física significa un fortalecimiento de estos sectores y de su accionar político dentro del proceso, lo que puede evidenciarse en los distintos diálogos y acuerdos a los que se ha llegado con la burguesía nacional, después de las elecciones del 14 de Abril, desde los muy obvios, como los del ámbito económico, hasta los acuerdos menos obvios en materia comunicacional, en los que, en vez de radicalizar las acciones revolucionarias, no renovándole la concesión a Globovisiòn de una vez por todas, y reiterándole el apoyo a los sectores críticos dentro del movimiento bolivariano, de los cuales camaradas como Vladimir Acosta y Toby Valderrama formaban parte, se prefirió silenciar estas voces, quizás a cambio de que los nuevos burgueses parásitos que compraron Globovisiòn, ahora hagan de él un canal ecuánime, imparcial, que difunda informaciones veraces (¡Como si un medio de comunicación burgués pudiera hacer tal cosa!), olvidando que al fin y al cabo, esta revolución afecta los intereses de la oligarquía, y por lo tanto ella se la jugará a muerte cuando tenga la oportunidad, para acabar con la revolución de manera definitiva.
Vemos pues, que la ausencia de nuestro querido presidente ha marcado un cambio en la dirección de la política revolucionaria, lo cual, si no se corrige, tendrá graves consecuencias para la revolución en el futuro.
Por lo tanto, nos toca ahora a nosotros, a los hijos e hijas de Chávez, a los obreros, campesinos, amas de casa, estudiantes y a todos los oprimidos, a las masas revolucionarias que somos el sostén de este hermoso proceso revolucionario, que con dicha hemos vivido durante los últimos 14 años, ponernos al frente de la revolución, para radicalizarla y completar la expropiación de la oligarquía. Es la hora de radicalizar la revolución, no de dialogar con la burguesía. A tres meses de la partida física del comandante presidente, ¡Debemos defender su legado con hechos, no con palabras!
¡Chávez vive, la lucha sigue!
¡Compañero Maduro, es la hora de radicalizar la revolución!
¡Expropiación de la oligarquía y control obrero!
¡No volverán!