Mi madre siempre decía, desde que yo era muy niña, que había quienes nacían “contrarios”. Pero esto de pertenecer a “Los Contrarios” no es un asunto fácil. No se trata de oponerse a todo, o de descartar todo, sin argumentos y sin razones, sino que simplemente, hay personas que tienen la habilidad de cuestionarse el mundo que les rodea, de no aceptar que todo lo que se les dice, sea verdad, sólo porque sí. Con frecuencia la mayoría de las personas no cuestionan lo que la sociedad tradicionalmente ha establecido, quizás porque es más cómodo recibir la información que buscarla por uno mismo. Pero existen quienes, por tener curiosidad o sed de conocimiento, necesitan investigar e indagar el porqué de las cosas. Evidentemente, es un camino tortuoso porque la mente humana es demasiado limitada, la vida es muy corta y el conocimiento de todas las cosas es infinito, por tanto es una sed que jamás será completamente saciada.
Pero los avances de la humanidad en el ámbito filosófico y científico, entre otros, prácticamente no se hubieran dado, si las personas no se hubieran cuestionado lo que tenían en frente. No olvidemos la rebeldía heroica de nuestro Eterno Comandante, materializada aquél glorioso 4 de febrero de 1992, pero que venía sembrada en él desde niño, y que en su paso por la academia militar le traería más de un inconveniente, por no poder callar ante la injusticia y cuestionarse las cosas. Dicha rebeldía originaría el proyecto político, la revolución Bolivariana, por la cual seguimos luchando día a día. Chávez cambió para siempre nuestras vidas, escribió y sigue escribiendo las páginas de la historia de nuestra Venezuela, de Latinoamérica y del mundo.
Las personas que nacen con esa especie de inquietud o rebeldía, o que la adquirieron en algún punto por razones diversas, por lo general intentan vivir sus vidas cultivando la paciencia, tratando de ser menos impulsivos y más reflexivos ante las situaciones que se presenten, y esperan poder resolverlas sin mayores sobresaltos. Pero, -porque siempre hay un pero- a veces parece que el destino, la vida, o Dios, siempre se empeñan en poner frente a éstos, realidades que los golpean con tal fuerza que es imposible no reaccionar. Los sucesos relatados a continuación, originarían una reacción, y ésta, constituye la razón de mi reflexión.
El día viernes 21 de junio, era el cierre de la jornada de inscripción y actualización de datos en el Registro electoral para las elecciones municipales del próximo 8 de diciembre. Acudí ese día a actualizar mis datos, -asistí el último día, pero no por desidia- intenté acudir en días anteriores, pero el horario era limitado desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, y muchas personas –entre ellas yo- por razones de trabajo y otras ocupaciones, tenían dificultad para acudir en ese horario, lo que hizo que en más de una ocasión, -y aquí hablo específicamente del punto de inscripción del metro de Plaza Venezuela- cerraran el punto de inscripción con gente aún en la cola, quienes quedaban sin atención ese día. Ese viernes, después de un peregrinar, que comenzó en la estación de metro de Sabana Grande, siguiendo en la estación de Plaza Venezuela, terminé acudiendo finalmente, a la sede del CNE a eso de la 1 de la tarde, por recomendación de un joven acreditado, quien explicó a los presentes en el punto de Plaza Venezuela, que los funcionarios del Registro eran apenas dos, que no tenían remplazos y que éstos harían un pequeño receso para comer, y no habría atención hasta las 2 de la tarde, cuando reanudarían sus actividades hasta las 4, sin prórrogas. Y que en la sede del CNE había 5 puntos de atención que sí funcionarían en horario corrido. Ciertamente, la información era correcta y efectivamente la cola era mucho más corta y se movía con mayor fluidez.
Cuando por fin la jornada parecía culminar exitosamente, cerca de las 2 de la tarde, faltando apenas cuatro personas delante de mí para ser atendidas, infortunadamente uno de los ciudadanos de la cola, perteneciente a las FANB –creo que su rango era cabo- apareció con aproximadamente veinte soldados más aludiendo que él les estaba “guardando el puesto” y que todos ellos estaban en la cola, por delante de todos los que estábamos allí hacía como una hora esperando. He allí uno de esos momentos donde es imposible no reaccionar, al menos para alguien cuya sed de justicia es, tanta o más grande, que su sed de conocimiento. Sólo unos pocos, a lo sumo 5 personas se quejaron. Por ser siempre la que no se calla, dos de los soldados que parecían ser los de más alto rango, se dirigían a mí, me invitaban a bajar la voz y a aceptar que eso “ya estaba hablado”, ¿Hablado con quién? –decía yo. No me quedé callada y con el apoyo de esos pocos, se logró que no se llevara a cabo, lo que para mí era, un abuso de autoridad. De hecho el personal del CNE no avaló su comportamiento. Incluso cuando por fin fui atendida, uno de los funcionarios del Registro me instó a no permitir que nadie irrespetara el orden de la fila. Finalmente, y lamento tener que comentar esto, uno de los soldados, que dirigía a los otros, se acercó a mí y me dijo, delante de todos los presentes “No se preocupe iremos a hacer la cola al final, pero veremos cuando aquí pase algo, si Ud. es la que va a salir a la calle”. Y alguien podría pensar que este fue un hecho aislado, pero una señora de los votantes que estaban allí, me indicó que ella venía del punto de Sabana Grande, y se había marchado de allá porque sucedió exactamente el mismo hecho, con tal suerte que, lamentablemente allá, los efectivos militares sí se metieron en la fila por delante del resto de los ciudadanos presentes.
Analizando lo sucedido, primero que nada, no puedo dejar de expresar en este punto mi incapacidad para comprender, por qué siendo tan importante, para la revolución, el proceso comicial que se avecina, se dio un plazo tan corto para realizar esta actividad del cronograma electoral. Me perdonan pero, entre lo vivido por mí el viernes, las colas durante todos los días de inscripción -de las que fui testigo- y el mismo hecho de que tuvieron que extender la jornada de este 21 de junio, último día, hasta la medianoche, demuestra una gran falla en la organización de esta jornada por parte de CNE. O el tiempo fue muy corto, o se requería mayor cantidad de puntos de inscripción y mayor cantidad de personal atendiendo los casos. Segundo y no por eso menos grave, me pregunto, si las Fuerzas Armadas y el CNE son ambos entes gubernamentales, y si las FANB por sus labores de protección y salvaguarda de la Patria deberían tener prioridad en estas actividades, entonces ¿Por qué no se organizaron jornadas especiales para el registro y actualización del componente militar? O podrían haber puesto un punto o una fila, especialmente para las FANB. ¿Por qué crear situaciones de malestar donde se creen problemas entre los soldados y el pueblo, que deben estar más unidos que nunca? ¿Por qué crear situaciones de malestar en el pueblo con disciplina consciente, que faltando a sus obligaciones de trabajo, cumple su deber de ir a registrarse y demuestra su voluntad democrática?
Pero haciendo una reflexión más profunda de este acontecimiento, y en el espíritu que nos embarga en el 192 aniversario de la Batalla de Carabobo, gesta heroica del 24 de junio de 1821, en el día del Ejército Nacional Bolivariano e inspirados en el amor que sentía y profesaba nuestro Comandante hacía sus soldados, es necesario hacer un ejercicio de crítica y autocrítica que nos involucra a todos los venezolanos, Gobierno, Pueblo y Fuerza Armada.
Si bien todos los seres humanos nos comportamos siguiendo ciertos valores morales, bajo ciertas normas dentro de la sociedad, esta moral ha sido construida para justificar la hegemonía de los intereses de la clase dominante, es una moral de clases, es decir, en nuestro caso estamos hablando de un sistema de valores Capitalista impuesto por el viejo modelo social que no termina de morir en nuestro país. Este modelo capitalista impulsa una serie de conductas que terminan siendo más bien un conjunto de antivalores como el egoísmo, la ambición, la corrupción, la explotación, etc. Por tanto el problema de fondo radica en que cuando elegimos el socialismo como sistema para nuestra sociedad, en realidad, nos estábamos comprometiendo no sólo a un cambio de modelo económico sino a una transformación espiritual, a un cambio en nuestro sistema de valores, nos estábamos comprometiendo a una nueva orientación ética y moral revolucionaria. Pero en la práctica este cambio no se ha concretado o se ha desarrollado muy poco y muchos ni siquiera saben en qué consiste ese nuevo código de conducta que no sólo se refiere al individuo y a la unidad familiar, sino que se amplía hacia el Estado y todas sus instituciones.
Se hace urgente, entonces distinguir qué comportamiento es virtuoso o beneficioso para nuestro proyecto y qué comportamiento es perjudicial. Si se busca cuál debe ser el modelo referencial de la nueva moral, la nueva ética de la Revolución Bolivariana, justamente debemos acudir a la ética, al código de conducta creado por el Libertador Simón Bolívar y fortalecido por nuestro Comandante Hugo Chávez Frías. Nuestro Libertador a través de sus escritos construyó este código de conducta basado en la práctica de los valores o virtudes individuales del honor, la honradez, la reputación, la rectitud, el decoro, el optimismo, la gratitud, la humildad, la constancia, la sinceridad, la moderación, la prudencia y la sabiduría. Y nuestro Comandante los amplía con una serie de valores cristianos como la solidaridad y el amor al prójimo. Además Bolívar establece como virtudes de un gobernante o servidor público la honradez, el apego a la ley y hacer cumplir las leyes, el juicio, la moderación, el patriotismo, aprender a oír al pueblo y la humildad, entre las más destacadas. Y finalmente repudia los antivalores negadores de toda existencia buena y digna, representados en el egoísmo, la ambición, la traición, la corrupción, el burocratismo y la impunidad fundamentalmente.
Sin profundizar en las definiciones de estos valores o antivalores, se puede advertir cómo a nivel de nuestros gobernantes y servidores públicos, todavía persisten antivalores como la corrupción, el burocratismo y la impunidad. Todos saludamos los esfuerzos que se están haciendo para combatir la corrupción en la actualidad y esperamos que se profundice la batalla contra este mal que tanto daño ha causado a este proceso; pero en cuanto al burocratismo, el hecho de que cada trámite implique malestar, pérdida de tiempo y horas de trabajo e incluso riñas que afectan a los ciudadanos indica que hace falta mucho esfuerzo en la erradicación de este antivalor arraigado fuertemente en nuestra sociedad. Y con respecto a la impunidad, el tema podría desarrollarse exponencialmente, son públicas y notorias las fallas de nuestro sistema judicial, este aspecto obviamente también requiere una amplia revisión y corrección. En la erradicación de estos males que aquejan a nuestra sociedad, a mi parecer, se juega el futuro la revolución Bolivariana.
En cuanto al componente armado, primero hay que decir que nuestro Comandante hacía énfasis en lo que atañe a la formación dada a nuestros soldados, en la incorporación de dos condiciones, el amor por la profesión y el espíritu de sacrificio. Y el Libertador hace múltiples referencias al patriotismo que debe poseer un soldado y al sacrificio de su vida por la felicidad de su país: “la gloria, el móvil de la noble profesión de las armas, es el más poderoso estímulo, para que los hombres arrostren los peligros, olvidándose de sí mismos, por la felicidad de sus conciudadanos” . Me parece evidente que estos valores de amor patrio y sacrificio no están profundamente arraigados en algunos sectores de nuestra Fuerza Armada, cuando un soldado afirma que su motivación para salir a defender la patria, está condicionado a que reciba un tratamiento especial por parte del resto de la sociedad. Y por tanto la enseñanza y promoción de estos valores requiere de una revisión y profundización, y además la actuación de nuestros soldados debe estar en consonancia con la ética que debe regir a un servidor público.
Ahora bien, tanto en el Gobierno, como en las FANB y en el resto de la sociedad, a nivel individual, persisten los antivalores del capitalismo, como lo son el individualismo o egoísmo, la ambición, la deshonestidad y la falta de solidaridad, y aquí todos debemos hacer un enorme esfuerzo de reflexión y de autocrítica para encontrar nuestros errores y corregirlos.
Honestamente, creo que nosotros como pueblo –me incluyo por supuesto- debemos desarrollar y profundizar valores como la honestidad, respetando los derechos de los demás así como queremos que respeten los propios; la solidaridad hacia nuestros compatriotas, desechando el egoísmo y el individualismo, haciendo a veces ciertos sacrificios por el bienestar de otros; la gratitud hacía quienes nos hacen un bien; la humildad; la responsabilidad; la vocación de trabajo. Seamos pues revolucionarios. Hagamos la necesaria transformación espiritual y rijámonos por una nueva ética socialista, como lo soñaron Bolívar y Chávez, nuestros Libertadores.
“No habrá verdadera Revolución si no tocamos la fibra moral de la nación, para elevarla hasta lo más sublime del ser humano” Hugo Chávez Frías.
Waikimilla Hernández
carajitamilla@gmail.com