Los casos de Edward Snowden, ex asesor de la CIA que develó el espionaje masivo de la agencia en Internet, del soldado yanqui Manning, que filtró a Wikileaks miles de informes secretos del gobierno de EEUU, y de Julien Assange, fundador de Wikileaks, traen a la mente un poema de Bertolt Brecht:
General, tu tanque es más fuerte que un coche
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.
General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.
Es sorprendente cómo, pese a toda la maquinaria represiva basada en el desarrollo tecnológico más sofisticado en manos de los gobiernos más reaccionarios del planeta, sus avanzados sistemas de seguridad, sus poderosos aparatos de Estado cebados con cientos de miles de millones de dólares, y sus ejércitos de agentes secretos, policías y criminales de toda índole a su servicio; resulten a la postre tan frágiles como para que baste la voluntad de un solo individuo del mediano y bajo escalafón, perdido y olvidado en un oscuro rincón de una oficina o de un cuartel del ejército, para develar a la faz del mundo todas las aguas sucias de las cloacas del poder que éste se afana por mantener en máximo secreto, como un avaro codicioso mantiene ocultos sus tesoros.
No pudo documentarse en ninguno de los 3 casos que lo hicieran por dinero o para pasar la información a una potencia enemiga a cambio de una vida dorada. No ganaron un status de vida mejor. Uno de ellos, Manning, detenido, se enfrenta a la cadena perpetua e incluso a la pena de muerte; los otros dos son perseguidos ferozmente por todo el mundo por el imperialismo de EEUU con la complicidad de los demás gobiernos imperialistas, y lo estarán hasta el final de sus días o hasta el final de este sistema infame. Quienes escaparon a las garras de sus perseguidores, Assange y Snowden, no encontraron refugio en ninguna gran potencia o “democracia”, sino en un país pequeño, humilde y digno, como Ecuador, también en la mira del imperialismo norteamericano.
Desde el punto de vista personal, se necesita un grado de audacia y valentía extraordinarios para hacer lo que hicieron estos tres individuos; y también hay que decirlo, cierto carácter aventurero. Pero esto no puede explicar todo. Para vencer el miedo a las consecuencias de sus actos, también se precisa desarrollar un sentimiento de profundo desprecio por el medio venenoso que te rodea, y un deseo irresistible de servir a la humanidad toda para denunciar la inmundicia de la arbitrariedad del poder del que uno es testigo y fue partícipe. La idea dialéctica de que de lo putrefacto puede brotar lo sano, de que de las más sucias aguas también puede brotar el agua clara, de lo viejo lo nuevo, encuentra aquí una reivindicación incontestable.
Ciertamente, Manning y Snowden, pilotaban artefactos del señor de la guerra, pero compartían el defecto de todos los pilotos, al final del día no dejaban de ser humanos, podían pensar, y además eligieron actuar en consecuencia.
Para quienes desfallecen, se repliegan o dudan: Son este tipo de individuos y sus actos los que nos reconcilian con el ser humano, nos llenan de confianza en la humanidad y en sus más altas cualidades.
Si decenas de millones salen a las calles en todo el mundo, si el sentimiento de rebelión aparece cada día más extendido por todo el planeta en desafío abierto al sistema imperante, y hasta de dentro de la máquina del poder surgen aliados imprevistos ¿quién puede dudar de que el miedo empieza a cambiar de bando y de que la victoria aparece cada día más probable?
Fuente: Bertolt Brecht, Snowden, Assange y el soldado Manning