La lucha por la reducción de tarifas de transporte público, que se inició en São Paulo, provocó un cambio en la situación política del país. La Izquierda Marxista (Esquerda Marxista), fue uno de los iniciadores de esta lucha.
Las manifestaciones populares contra el alza de las tarifas del transporte público fueron enfrentadas inicialmente por los gobernantes con la represión pura y dura. La represión desatada en las manifestaciones, el 13 de junio del 2013, tuvo su culminación en São Paulo (donde el PT gobierna el ayuntamiento y el burgués PSDB la gobernación estadual) donde la policía llevó a cabo una operación de verdadera guerra contra la población. Pero, en vez de desbaratar la manifestación, la represión encontró resistencia y una impresionante solidaridad de toda la población. Al día siguiente, la burguesía y los gobernantes se vieron obligados a cambiar y hacer frente a la situación de otra manera.
La represión espantosa ocurrida tuvo el poder de hacer estallar la situación, de manera prácticamente simultánea en todos los estados. Inicialmente, el alcalde del PT y el gobernador del PSDB justificaron la represión, y el ministro de Justicia, José Eduardo Cardoso (PT) ofreció tropas federales para la represión en Sao Paulo o «donde sea necesario». Estas declaraciones tenían por objeto demostrar que TODOS estaban juntos en la represión contra los manifestantes para sofocar el movimiento.
Sin embargo, la reacción popular fue magnífica y cuatro días más tarde hubo manifestaciones gigantescas que tomaron las ciudades con millones de participantes y forzaron a las autoridades a retroceder. La represión y los gobernantes quedaron aislados y la policía no pudo ya actuar abiertamente. En Sao Paulo, el alcalde Haddad y el gobernador Alckmin anunciaron la revocación del aumento de tarifas del transporte, medida ya anunciada por muchos otros alcaldes y que fue seguida inmediatamente por otros. En los días posteriores se dieron nuevas e incluso mayor manifestaciones para celebrar la victoria. Las manifestaciones se extendieron con la participación de decenas de ciudades y millones de personas en todo Brasil.
El terror de la burguesía y de los dirigentes reformistas que abandonaron a la clase obrera y a la juventud
El malestar de la ciudadanía, la falta de perspectivas, la angustia de vivir en el infierno capitalista que sólo organiza catástrofes, ha salido a la superficie y no va a desaparecer de la escena con discursos demagógicos de los gobernantes. El odio contra un sistema que no ofrece nada a las masas más que sufrimiento sin fin, se expresa en la revuelta de la juventud y en la simpatía popular. Los 20 centavos de aumento del billete de transporte fueron sólo la gota de agua que rebalsó el vaso. Pero es el capitalismo el que no tiene salida.
Son los partidos de derecha los que no tienen nada que decir a los jóvenes y trabajadores. Los partidos de izquierda como el PT, gobiernan de la misma manera que los capitalistas. ¿Quién puede culpar a la juventud de tener ojeriza a los partidos existentes, de no sentirse representada por ellos y de que la burguesía trate de manipularla, queriendo precisamente desviar la revuelta juvenil de la salida política necesaria?
Los gobernantes, la burguesía y sus medios de comunicación, los dirigentes de los partidos reformistas y sindicalistas que colaboran con la burguesía, todos estaban sorprendidos y en pánico. El primer ministro, Gilberto Carvalho, declara: «sería pretencioso pensar que la gente comprende lo que está aconteciendo.» Y es cierto, ellos no están entendiendo nada de lo que pasa en las calles.
Hasta ayer nomás nunca se cansaban de recitar la cantinela acerca de que Brasil era la quinta potencia mundial, que el PIB crecía, que no había más gente en la miseria, que los pobres y los trabajadores estaban «volviéndose de clase media», y que más capitalismo era igual a más felicidad. Ellos cantan alabanzas al avance del capital internacional sobre la nación y la clase obrera, distribuían fondos públicos y continuaban con las privatizaciones. Mientras, se jactan de haber sacado a 40 millones de brasileños de la pobreza porque los ingresos de estos desheredados aumentaron a R$70,00 al mes (unos US$30 al cambio actual). ¡Setenta reales!
Hasta que el mundo cayó sobre sus cabezas.
El carácter de las manifestaciones, la acción de los grupos fascistas y la realidad detrás del humo
Las manifestaciones contaron principalmente con la participación de los jóvenes de la clase obrera y de la pequeña burguesía. En ellas se expresaba el profundo rechazo de las masas jóvenes a los partidos que dicen una cosa y hacen otra, que hablan del socialismo, pero sólo trabajan duro para los capitalistas. Pero esto no cambia en nada el carácter profundamente popular de las manifestaciones. Expresaban las necesidades más profundas de los trabajadores y los jóvenes que no son atendidas por los capitalistas y sus lacayos.
Los medios de comunicación burgueses intentaron controlar las manifestaciones a través de las consignas de «contra la violencia», cuando la misma sale de la juventud y la criminalización de los «alborotadores», hablando de los sectores de jóvenes a los que la situación llevó a la desesperación y que reaccionan sin rumbo ni objetivo. Rousseff se unió al canto de «no violencia» como lema central.
La participación de los grupos anarquistas y la ausencia de sindicatos, la falta de dirección organizada, permitió que las manifestaciones furean «sin dirección», y con los grupos más diversos de participantes.
Eso abrió el camino para que los medios de comunicación intentaran imponer consignas como «sin partido» y «sin banderas», «todo por Brasil», «contra la PEC 37» (un proyecto de ley rechazado por la derecha), etc. Después de la operación militar que expulsó a las organizaciones obreras populares, y a los partidos de izquierda de la manifestación del 20 de junio en Sao Paulo y Río de Janeiro, hubo un gran alboroto a través de Internet alertando sobre el inminente control total por parte de los fascistas. Algunos incluso dicen que los fascistas habían tomado control de las manifestaciones.
Si esto hubiera sucedido en realidad, se abrirá en Brasil inmediatamente un período de guerra civil o de reacción total. Pero esto está lejos de ser cierto.
El trabajo sucio lo hizo la PM disfrazada de manifestantes
Tanto en Sao Paulo como en Rio de Janeiro no fueron las organizaciones fascistas las que expulsaron a la izquierda de las manifestaciones. Fue una operación organizada por los Policías Militares. Con cientos de policías de paisano disfrazados de manifestantes, con el apoyo de grupúsculos fascistas y nacionalistas, la PM entró en la manifestación de Sao Paulo, primero haciendo una barrera por detrás del bloque de la izquierda, y luego bloqueando el frente con otra barrera, para después de haber rodeado a todos, avanzar en forma de cuña para empujar a todos fuera de la avenida. Fue una verdadera operación militar.
Ningún grupo fascista en Brasil tiene la capacidad, la experiencia de combate de calle, militancia ni organización para «expulsar a la izquierda» de una manifestación seria. No hay organizaciones fascistas de masas en Brasil y ni siquiera capaces de hacer una operación quirúrgica en una manifestación como fueron las tres celebradas simultáneamente en la misma manifestación en Sao Paulo el día 20. Una expulsó al bloque del MST, CUT, PT y el PCdoB. Otra retiró al bloque de PSTU, PSOL, PCB, PCO, etc. La tercera expulsó al Movimiento Pase Libre y los anarquistas de la cabeza de la manifestación. Incluso el mismo Hitler sólo llegó a tener organizaciones fascistas capaces de hacer frente a la izquierda en la calle después de años y años de lucha y de la desmoralización de la izquierda por la política de los gobernantes socialdemócratas y las divisiones dentro del PC alemán.
En cualquier caso, incluso esta operación militar sólo pudo tener éxito porque los dirigentes del PT, PCdoB, la CUT y el MST, estuvieron ausentes. No estaban allí y no habían movido un dedo para movilizar. Los sindicatos siguen aceptando órdenes de no tener vehículo de sonido, no tener una coordinación y orientación, lo que permite que cualquiera pueda desorganizar la manifestación. ¿Quién puede creer que, en una manifestación donde los batallones pesados de la clase obrera, los aparatos de los poderosos sindicatos y partidos sean movilizaran de verdad, se podrían imponer los policías y las bandas fascistas?
Es por ello que la Izquierda Marxista, que desde el principio tuvo una posición inflexible de no bajar las banderas, de preferir una derrota física antes que una desmoralización política, defiende la unidad de las organizaciones en defensa de la libertad de expresión y las libertades democráticas.
En todas partes donde se organizó un Comité unitario y democrático, las manifestaciones no pudieron ser desorganizadas ni tomadas por la derecha, y sus consignas y las banderas de la izquierda se mantuvieron altas. Hay numerosos ejemplos en diferentes ciudades del país.
El río se desbordó y el agua no volverá fácilmente al viejo lecho
La CUT y otras centrales se vieron obligadas a convocar para el 11 de julio una jornada de «manifestaciones, huelgas y actos.» Las reivindicaciones más sentidas todavía no se han logrado, y nada se puede resolver con la crisis que se acentúa y la continuidad de la política pro-capitalista del gobierno. La política del gobierno de Dilma es una receta acabada para la próxima explosión, que va a tocar al PT de lleno.
Estamos en un mundo muy parecido a lo que fueron los años 30 del siglo XX. Una crisis económica para la que la burguesía no tiene una salida inmediata, y una rebelión abierta de las masas de un país a otro. La característica dominante de la situación es que las masas resisten e imponen una correlación internacional de fuerzas favorable a sus luchas.
Y la burguesía no tiene hoy ningún partido capaz de hacer frente a las masas, derrotarlas en las calles e imponer un giro hacia la contrarrevolución. Los viejos aparatos que controlaban a la clase obrera, y evitaron en los años 30 que las masas derrocaran al capital, el aparato internacional estalinista y la internacional socialdemócrata, o ya no existen, o ya no tienen la capacidad contrarrevolucionaria que tenían para controlar a las masas.
La ausencia de partidos revolucionarios de masas es el principal problema de la situación actual y la tarea central de los marxistas. Esta tarea debe ser desarrollada en esta etapa, fortaleciendo los núcleos marxistas e integrando a nuevos militantes, atrayendo a nuevas capas de la juventud y preparando la situación para las futuras oleadas revolucionarias.
En cada momento reafirmamos nuestra concepción marxista de que la clase obrera es la clase fundamental de la sociedad capitalista y que es la única clase consecuentemente revolucionaria. También se reafirma nuestra comprensión de que la juventud es la primera cuerda que vibra al son de la revolución. Las enormes manifestaciones de junio hicieronn temblar a la burguesía y a los dirigentes reformistas de las organizaciones de masas, así como a todo el gobierno. Las próximas movilizaciones, cuando entren en escena y salgan a las calles los batallones pesados de la clase obrera, harán temblar a todo Brasil, de arriba a abajo.
En Brasil, después de las grandes manifestaciones, la represión policial y las provocaciones de la extrema derecha, el mero anuncio de la movilización general del 11 de julio, convocada por los sindicatos, barrió de las calles a los provocadores, que apoyados por la policía infiltrada, atacaron las banderas rojas. La burguesía teme, con razón, la indignación de las masas. Si bien intentó la maniobra de azuzarlas contra «los rojos», cambió rápidamente de táctica y desapareció de las calles cuando vio organizarse a la resistencia. La clase obrera brasileña no está derrotada y todavía se siente fuerte por las victorias alcanzadas.
Un Tsunami político ha golpeado Brasil
Los marxistas supieron analizar la situación en Brasil y tomaron medidas para ello, en particular el lanzamiento del boletín semanal Hoz y Martillo (Foice & Martelo), sobre la base de la perspectiva que tenían para la situación política. El lanzamiento del boletín resultó ser muy acertado y ayudó a mantener la unidad y la acción de los marxistas durante la revuelta juvenil que recorre Brasil. La «Resolución sobre la revista bimestral y un boletín semanal» afirmaba:
Vivimos en el mundo y en Brasil, una nueva situación. Hay una profundización de la crisis global con un empeoramiento de la crisis europea. China, India y Rusia ven su crecimiento económico disminuir significativamente. El intento de EE.UU. para superar la crisis a través de un esfuerzo concentrado en el complejo militar-industrial es un esfuerzo que no tiene futuro, frente a su deuda monstruosa. Y Brasil alcanza un crecimiento del PIB del 0,9% en 2012. En ningún país el futuro es brillante ni el capital está esperanzado. Al contrario, el panorama es sombrío e incluso los optimistas esperan una crisis prolongada de muchos años o décadas.
…La crisis internacional avanza también en Brasil y aquí los ataques también se multiplican. El gobierno de Dilma es un gobierno de «austeridad», es decir, de recortes en los presupuestos sociales y ataques a los servicios públicos, la privatización de las empresas estatales y entrega de los recursos naturales, así como de ofensiva contra las conquistas de los trabajadores.
…En esta situación, los marxistas, están llamados a desempeñar un papel más activo desde el punto de vista de las tareas y de la elaboración, de las respuestas frente a los acontecimientos venideros. Se está abriendo una nueva situación.
…Los instrumentos adecuados para nuestras necesidades de construcción deben ser aquellos que impriman un ritmo semanal, ayuden a la formación y a la cohesión política de la organización.
…La Conferencia de la Izquierda Marxista aprueba pasar a la edición de un boletín semanal que parte de la Nota Política Semanal … «
El potencial de la lucha de clases en Brasil aún no ha despertado. Pero la revuelta de la juventud, primero contra el aumento del transporte y luego contra la represión, mostró toda su fuerza en las calles y el potencial de una explosión revolucionaria. Si bien la clase obrera como tal, con sus organizaciones, no participó masivamente en las manifestaciones, no se puede negar, sin embargo, que las manifestaciones eran tremendamente populares y contaron con la simpatía de la clase obrera.
Crisis política, divisiones entre la burguesía y un torpe intento de recuperar la iniciativa
Sin partidos capaces de controlar la situación, la burguesía está cada vez más dividida sobre qué hacer. Sus partidos siguen en crisis y buscan soluciones a menudo contradictorias. Un sector tiene la intención de continuar la colaboración con los dirigentes de las organizaciones de trabajadores y una gran coalición de clases. Otro sector insiste en la línea que prefiere desencadenar acciones en el sentido de liquidar las organizaciones de clase, es el sector que está buscando el camino del totalitarismo, criminalizando las organizaciones y las luchas de los trabajadores y la juventud.
Aécio Neves, de la oposición de derecha y candidato a la Presidencia, anunció que la caída de la popularidad de Rousseff afecta a todos los políticos. Una sensación de pánico invadió las cúpulas después de las grandes manifestaciones de junio. Y si la burguesía no sabe qué hacer, no significa que estén dispuestos a aceptar las maniobras que la propia dirección del PT intenta hacer. Por otra parte, la propia dirección del PT no sabe exactamente qué hacer y se lanza en un camino que sólo conducirá a su propia desmoralización, presentando como «salida» a la crisis la «Reforma Política con Constituyente Exclusiva y Referéndum.» Fue un intento de recuperar la iniciativa política que habían asumido las calles, presentando una orientación para canalizar hacia las instituciones la revuelta que ha llevado a millones de personas a las calles en todo Brasil.
Pero incluso esta propuesta fue bombardeada inmediatamente y no resistió 24 horas. Dilma tiene que retroceder públicamente sobre la propuesta de Constituyente Exclusiva para intentar un acuerdo con la «base aliada» (los partidos burgueses con los que el PT está aliado en el gobierno) sobre el Referéndum. Pero después de un primer «acuerdo» con los partidos de la coalición gobernante sobre el plebiscito, el principal «aliado», el PMDB, se encarga de dinamitar la tentativa adoptando la posición de que no es posible aprobarla a tiempo de que fuera válida para las elecciones generales de 2014. Y, como el presidente de la Cámara de Diputados es el PMDB, eso significa que no se someterá a votación en el tiempo requerido.
Al mismo tiempo, con las calles en pánico, Dilma intentó un «pacto» con todos los gobernadores y alcaldes de todos los partidos, que no es más que un intento disfrazado de «unión nacional», cuyo primer punto es mantener el ajuste fiscal. He aquí el «pacto» que propone:
«1 – Pacto para la responsabilidad fiscal de los gobiernos federal, estatal y local;
2 – pacto para la reforma política, incluyendo un referéndum sobre el tema y la inclusión de la corrupción como un ‘crimen atroz’;
3 – Pacto por la Salud: «importación» de los médicos extranjeros para trabajar en las zonas del interior del país;
4 – pacto en el transporte público: para dar un «salto de calidad en el transporte público en las grandes ciudades», con más metros, tranvías y carriles-bus;
5 – pacto sobre la educación pública: Habla de más recursos para la educación y hace hincapié en la necesidad de que el Congreso apruebe la asignación de 100% de los recursos de las regalías del petróleo para la educación.
Los marxistas saben lo que significa ese el discurso y no se dejan engañar. Nada se resolverá por estas propuestas ni por un gobierno de coalición con la burguesía. El resultado sólo profundizará la situación actual, que ya provocó lasinmensas manifestaciones de masas.
Rousseff pide «responsabilidad fiscal y estabilidad: Todas las agencias federales deben esforzarse por mantener la inflación y el gasto bajo control.»
Todo el mundo sabe lo que significa la «austeridad». La responsabilidad fiscal es invención del FMI / y los Tucanos (el partido burgués de oposición PSDB) para atacar a los servicios públicos. Y de esta manera, poder pagar la deuda interna y externa al mercado financiero.
Habla sobre «acelerar los gastos de salud» ¿Qué significa eso en el sistema actual en el que todo se privatiza? ¿Equipar hospitales para entregarlos a los empresarios a través de supuestas «organizaciones sociales» y fundaciones?
Ni una palabra sobre re-estatizar lo que se ha entregado y garantizar la salud pública y gratuita. Continuamos en el paraíso de los Planes de Salud o muriendo en el Sistema Universal de Salud.
Transporte: Más beneficios fiscales para los empresarios. Otros $ 50 mil millones para la «movilidad urbana», lease para mejorar las condiciones de transporte y la explotación del transporte público por parte de tiburones privados. Ni una palabra sobre abolir el lucro privado o re-nacionalizar el transporte.
Educación: más dinero ¿para la educación privada subvencionada con dinero público o para las escuelas públicas?. Más dinero ¿para los tiburones de la enseñanza, las becas y la financiación o la abolición del examen de ingreso y plazas para todos?
De hecho, las manifestaciones empujaron al gobierno a la derecha y Rousseff prepara el paquete más grande de privatizaciones, en valor, que nunca se hizo en Brasil, con las subastas de la explotación del petróleo de la capa Presal, los puertos y aeropuertos, hidroeléctricas, vías férreas, carreteras, hospitales y otros servicios públicos.
La pregunta es «¿Reforma política o revolución?»
Sí, la rebelión existe y ruge, y la revuelta no se va a parar y las medidas de Dilma tienden a agravar la situación. Por otra parte, la burguesía, con la crisis económica, no puede mantener la situación actual.
La burguesía no sabe aún si va a aprobar el plebiscito de Dilma, si va a adoptar la «reforma política» y someterla a referéndum. Todas las corrientes del PT, por el contrario, se esfuerzan por explicar que salir de la situación es una «reforma política», el Plebiscito, etc. Se equivocan. Eso no va a resolver nada. Más bien, sus propuestas para «la financiación pública exclusiva de la campaña electoral» sólo empeorará las cosas, estatizando los partidos, sin resolver ninguna de las reivindicaciones más sentidas del pueblo trabajador.
Incluso el ala izquierda del aparato del PT, la Corriente O Trabalho (lambertistas), apoya la «Reforma Política», la financiación pública exclusiva de la campaña , así como también apoya la «reforma judicial» y otras perlas reformadores. El PSOL y el PSTU también defienden el «financiamiento público de las campañas.» Sólo los marxistas defienden la independencia de clase y la financiación del partido con el apoyo de sus simpatizantes y militantes. Sólo la Izquierda Marxista rechaza tanto la tan cacareada «reforma política» (que no es más que estatizar los partidos a través de la financiación pública exclusiva de las campañas electorales), como siempre rechazó el dinero público del Fondo Partidario para apoyar al partido.
Quieren «reformar» el Estado burgués brasileño, que mantiene intactas las fuerzas de la represión de la época de la dictadura militar. Y que mantiene impunes a dictadores y torturadores. Son los mismos que reprimen a los jóvenes y los trabajadores. Son ellos o sus aliados en el poder judicial los que criminalizan a los movimientos sociales.
La única salida es expulsar del gobierno a todos los capitalistas y empezar a gobernar para la mayoría. Sólo un verdadero gobierno de la clase obrera puede resolver los problemas y el malestar, el dolor que llevó a millones de personas a las calles y que va a llevar a muchos más millones, cuando la próxima chispa encienda el país.
La gente está harta del capitalismo, pero sus dirigentes históricos no quieren abrir otra salida. Sin embargo, la rueda de la historia es más fuerte que los aparatos. La revolución se impondrá a pesar de todos los discursos reformistas porque lo que mueve a las masas es siempre su situación concreta.
Ninguna reforma política de este sistema y de este estado burgués pueden resolver los problemas de las masas trabajadoras y la juventud. Los bolcheviques marxistas no quieren reformar el Estado burgués y el capitalismo. Lo que se necesita es una revolución para establecer nuevas instituciones donde la mayoría puede realmente expresarse y gobernar para el bien de todos y ver resueltas sus reivindicaciones. Luchamos para destruir el Estado burgués y el capitalismo y establecer el Gobierno de la República de los Consejos, la gestión democrática de una economía de propiedad estatal, colectiva y planificada en interés de la mayoría. Más que nunca, estamos ante el dilema de «socialismo o barbarie.» Sólo la revolución socialista puede iluminar el camino de la humanidad.
Los marxistas en la situación actual
La tarea de los marxistas en esta situación es explicar pacientemente lo que está sucediendo. Y continuar agitando las banderas de:
Fin de la subasta del petróleo, fin del factor de jubilación, jubilación integral para todos los trabajadores, la exigencia del no pago de la deuda (interna y externa), re-nacionalización de todo lo que fue privatizado (transporte, Vale do Rio Doce, aeropuertos, puertos, carreteras, telefonía, energía, etc.), la reforma agraria y la estatización del sector financiero, las compañías farmacéuticas y de salud.
Nuestra orientación central se expresa en las manifestaciones en las consignas:
!Públicos, gratuitos y para todos! !Transporte, Salud, Educación!
!Fuera los ministros capitalistas!
Este combate se expresa en nuestra participación en las elecciones internas del PT con la lista de «girar a la izquierda, reatar con el socialismo.»
La única conclusión seria para la participación de los marxistas en los combates que tenemos por delante, es la construcción de una corriente revolucionaria, la Izquierda Marxista, sección de la CMI, en la clase trabajadora y entre la juventud, sector de los luchadores en los que hemos centrado nuestros esfuerzos de construcción.