El siguiente artículo que publicamos, escrito por un camarada tunecino, ofrece una crítica a la idea de un «Gobierno de Salvación Nacional’ como solución a la actual crisis política en el país y defiende, en cambio, una solución revolucionaria.
Tras el asesinato de Mohamed Brahmi, el diputado naserita y miembro del Frente Popular, el 25 de julio, los dirigentes de izquierda y los partidos de derecha, junto a la principal organización sindical, la UGTT y la patronal UTICA, se reunieron en una iniciativa política llamada «Frente de Salvación Nacional». Como objetivos principales se encuentran la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente, así como la creación de un «gobierno tecnocrático». Dicho gobierno se encargaría de tomar medidas urgentes en materia de «seguridad económica, social y política». Los firmantes exigen la creación de un «Comité de expertos», que se haga cargo de redactar una Constitución y que ésta sea sometida a un referéndum. Escandalosamente, el Frente Popular (coalición de izquierda y partidos nacionalistas árabes) y el sindicato UGTT se unieron a la iniciativa, codo con codo con Nidaa Tounès y UTICA, el partido y la organización de los capitalistas, respectivamente.
Béji Caïd Essebsi, ex Primer Ministro y líder de Nidaa Tounès, se presenta a sí mismo como principal opositor contra Ennahdha, el partido islamista en el poder. Su ideología se remonta a una larga tradición filosófica tunecina («modernismo»), que aboga por una forma pequeña burguesa de emancipación femenina y de apertura a la cultura occidental. Esta ideología se opone resueltamente a la tradición filosófica de los Hermanos Musulmanes, defensores del regreso a una sociedad de acuerdo a la ley islámica y en contra de la influencia de las tradiciones sufíes y occidentales.
En las últimas elecciones, se dieron enfrentamientos verbales muy violentos entre estas dos ideologías, se ocultó en la misma medida el problema principal, que es la miseria y el subdesarrollo que afecta a muchas regiones del país, particularmente en el interior. La coalición Alternativa Revolucionaria Comunista-Naserita fue la única organización política en defender un programa de acuerdo a las prioridades de las clases desfavorecidas y la juventud.
Desde el 27 de febrero hasta el 24 de diciembre de 2011, período durante el cual fue Primer Ministro, Béji Caïd Essebsi, éste inició una política decididamente pro-capitalista, a las órdenes del Banco Mundial y el FMI, y la que se ha dado en llamar “Asociación de Deauville” (lanzada en la cumbre del G8 en Deauville, Francia). Esta política dio lugar a reformas reaccionarias para los trabajadores tunecinos y grandes capas de la sociedad. El Estado tunecino quedó bajo los dictados del FMI y el Banco Mundial en todo lo referente a los flujos de capital, deuda pública y regulación social.
Decidida de manera anti-democrática por un gobierno no electo, esta política se llevó a cabo bajo el gobierno de la Troika, que llegó al poder el 23 de octubre de 2011, y Ennahdha como componente principal. Entre todos los partidos de la oposición, sólo el Frente Popular, heredero de la coalición Alternativa Revolucionaria, ha estado denunciando este delito. Unos días antes de ser asesinado, en febrero, su líder Chokri Belaïd, hizo fuertes denuncias contra el sometimiento del país al FMI/BM. Al igual que el diputado Mohamed Brahmi, quien denunció los vínculos entre Ennahdha y Nidaa Tounès, pocos días antes de ser asesinado también. Es más, el 30 de julio, uno de los representantes de Ennahdha propuso un gobierno de “unidad nacional” a los partidos de oposición, incluyendo a su “enemigo” Nidaa Tounès!
El hecho es que el supuesto antagonismo entre religión y laicismo es un mito, bien mantenido por los dos partidos. Por un lado, es obvio que la aplicación de la sharia sería catastrófica para todas las mujeres en Túnez. Por el otro lado, el feminismo pequeño burgués beneficiaría sólo a unas pocas mujeres tunecinas. Sus representantes son los mismos que dirigen las empresas capitalistas, quienes ocupan altos cargos dentro de la administración y todas las mujeres que pertenecen a la clase media acomodada con un alto estándar de vida. Pero el resto de mujeres del país, como las trabajadoras oprimidas en la industria textil, o las señoras de la limpieza que se han visto explotadas desde su infancia por familias burguesas y víctimas de todo tipo de acoso, o las mujeres jóvenes con formación que buscan desesperadamente un futuro, en resumen, la mayoría de las mujeres, no sacarían ningún beneficio. Sólo la liberación de la clase obrera tunecina puede dar lugar a la emancipación social y política de todas las mujeres de Túnez.
Cegados por la rapidez de los acontecimientos, la UGTT y el Frente Popular no toman en cuenta las movilizaciones masivas que están teniendo lugar en regiones enteras del país. Los trabajadores y los desempleados han arrasado gobernaciones y ayuntamientos de regiones enteras en el interior del país y decidieron iniciar una marcha hacia la capital de Túnez. Ante la idea de un gobierno de Salvación Nacional, la alternativa es una Asamblea revolucionaria, basada en comités revolucionarios de los centros de trabajo y barrios, en las ciudades y regiones, que elijan representantes para una genuina Asamblea Constituyente Revolucionaria, la cual tome las riendas del país. Los revolucionarios tunecinos necesitan desesperadamente una expresión política de su movilización. En lugar de participar en el «Frente de Salvación Nacional», esta última encarnación de colaboración de clases, el Frente Popular y la UGTT deben confiar en su base social y conquistar el poder y, de este modo también, poner en marcha la revolución árabe socialista y mundial.