El levantamiento espontáneo de las masas sirias, inspiradas por los acontecimientos de Túnez y Egipto, ha degenerado en un baño de sangre sectario. Privados de una dirección revolucionaria, los comienzos prometedores se han transformado en una tragedia. Por otro lado, los zig-zags hipócritas y belicosos del imperialismo EEUU son una farsa total y absoluta, y gráficamente ilustran los límites del poder de EEUU.
Siempre acostumbrado a salirse con la suya sin hacer preguntas, el manejo de Obama de la situación de Siria ha puesto de manifiesto la nueva relación de fuerzas a escala mundial. Aunque todavía es la potencia imperialista por excelencia, el sueño de una «Paz Americana» bajo los auspicios de Estados Unidos se ha reducido a escombros, con implicaciones de largo alcance.
Doce años de derramamiento de sangre y el drenaje ruinoso de la tesorería nacional han reducido considerablemente el apetito de los estadounidenses por la guerra. Después de las aventuras humillantes en Irak y Afganistán, el imperialismo de EEUU está tratando de liberarse de Oriente Medio. En la última década, se ha descuidado en gran medida de Asia, y ahora tiene que recuperar el tiempo perdido en su intento de contrarrestar el ascenso de China, por no hablar del resurgimiento de Japón como una presencia militar regional. Pero las cosas no serán tan simples para los estrategas del Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado.
Una época de crisis, guerra, revolución y contrarrevolución
Todo el Medio Oriente se ha salido del control de los imperialistas. Varios regímenes han caído ya, y la revolución hierve a fuego lento bajo la superficie, en un país tras otro. Gran Bretaña y Francia, cuyas flotas, comerciantes y ejércitos una vez estuvieron esparcidos por todo el mundo, son ahora patéticas sombras de lo que fueron, aunque sus líderes parecen no haberse dado cuenta. La eurozona está envuelta en problemas internos intratables. Rusia, golpeada y humillada después de la caída ignominiosa de la Unión Soviética, busca reafirmar su influencia en la región, y está “golpeando más allá de su peso real». El «hombre fuerte» de Turquía, Erdogan, ha sido sacudido por un levantamiento revolucionario dramático. En Irán, años de movilizaciones revolucionarias y de sorpresas electorales han cambiado la ecuación. Incluso Israel tiene que caminar por la cuerda floja, ya que las protestas masivas en el país y una inestabilidad que asola en todos los lados lo han forzado a ser más prudente de lo que sus líderes están acostumbrados. A esto hay que agregarle los cálculos despiadados y los miles de millones de dólares que los chinos, saudíes y qataríes han estado vertiendo en la región, y entonces tendremos un verdadero polvorín a punto de estallar.
En este contexto inestable, los EEUU no puede permitirse el lujo de echarse dócilmente a un lado. Y, sin embargo, tiene pocas opciones, ninguna de las cuales es especialmente apetitosa. Obligado a irse de Irak con el rabo entre las piernas, y de manera similar derrotado en Afganistán, debe mostrar al mundo que su abrumador poderío militar no es un tigre de papel. De ahí las palabras llamativas sobre las «líneas rojas» y las armas químicas, que evocan el mensaje de «línea en la arena» de George H. Bush a Saddam Hussein. A pesar de su duro discurso, Obama probablemente imaginaba que Assad no cruzaría la «línea roja», permitiendo así a los EEUU la postura de hablar fuerte sin tener que verse obligado a actuar sobre el terreno. Después de todo, Assad estaba haciendo un buen trabajo sacrificando decenas de miles de sus ciudadanos y pulverizando ciudades enteras sólo con armas convencionales ¿Por qué se arriesgaría para atraer a los imperialistas a una intervención directa? Assad es un bastardo despiadado, pero no es un bastardo totalmente estúpido.
Que las armas químicas fueron utilizadas en Siria no hay duda. Pero quién ordenó su uso es otra cuestión. ¿Fue un solitario comandante del ejército sirio desconociendo órdenes? ¿Fue alguna facción de los rebeldes con la esperanza de provocar la intervención extranjera? ¿Fue el propio Assad? La verdad puede que nunca se conozca, y hasta ahora, no hay pruebas concluyentes. Pero la «opinión pública» mundial—es decir, los medios burgueses occidentales—fueron rápidamente convencidos de que Assad había atacado con armas químicas a su propio pueblo. La «línea roja» había sido cruzada ¿Qué hacer entonces?
Solo ante el peligro
Las posiciones de los tradicionales aliados de Estados Unidos variaron enormemente: desde un mandato de la ONU para golpear y defender la acción unilateral, una breve campaña de bombardeo quirúrgico para degradar las instalaciones de armas químicas, apoyar decisivamente a los rebeldes a través de una guerra aérea prolongada, hasta una prolongada intervención con tropas sobre el terreno para derrocar a Assad y su régimen alauita (posición defendida por Turquía y Arabia Saudita). Gran Bretaña y Francia, que viven en los humos del pasado, fueron los primeros en la fila dispuestos a la acción militar. Pero Cameron sufrió una humillante derrota en el Parlamento sobre esta cuestión, y Francia invocó rápidamente a las Naciones Unidas. Alemania expresó inicialmente su apertura a la acción militar, e incluso la pequeña Dinamarca sumó su voz a aquellos que claman por la guerra. Pero pronto se retractaron y dijeron que iban a ceder ante las Naciones Unidas.
Esto dejó al «hombre más poderoso del mundo» con pocos amigos y aliados. Obama había «hablado con el ejemplo» y ahora él tenía que «recorrer el camino» solo. ¡No es tan fácil ser el policía del mundo en una época de crisis y declive capitalista! Pero los EEUU no podían dar la impresión de debilidad. Una demostración de fuerza era necesaria. Un mensaje tenía que ser enviado a Irán, Rusia, China, y a las pequeñas y numerosas pequeñas potencias que pueden oler la debilidad y la oportunidad de ganar a costa de EEUU.
Bajo el fuego devastador de la retórica moral del Secretario de Estado, John Kerry, Obama había declarado inicialmente su intención de atacar Siria tan pronto como fuera posible, de forma unilateral y sin aprobación de la ONU si fuese necesario. En las encuestas de opinión que se inclinaban pesadamente contra esta línea de acción, la «línea roja» aparentemente no era tan clara después de todo. Obama luego cambió de marcha, esta vez convocando al Congreso a votar sobre el asunto.
Pero los incondicionales derechistas vieron esto como una oportunidad para paralizar al presidente a menos de un año del inicio de su segundo mandato, y estuvieron cínicamente y temporalmente afligidos con inclinaciones pacifistas. Bajo la presión de la abrumadora opinión pública en contra de la intervención de EEUU (hasta el 80% según algunas encuestas), manadas de demócratas oportunistas lo abandonaron. Se quedó con la compañía solitaria de luminarias tan belicosas como su ex rival presidencial, el eterno halcón John McCain, dueño de la infame «bomba de bomba, bomba de la bomba atómica de Irán» (cantado por una melodía de los Beach Boys «Barbara Ann»).
Cambios agudos y repentinos
En la cumbre del G-20 del fin de semana, los principales contendientes en el juego cínico que se está reproduciendo sobre los huesos y cenizas del pueblo sirio —Estados Unidos y Rusia—“acordaron estar en desacuerdo» sobre el plan de EEUU para atacar Siria. El estancamiento continuó con Obama trabajando para conseguir apoyo para un ataque. Pero en esta época de turbulencia y de inestabilidad, los giros y cambios dramáticos están en el orden del día. Los eventos de los últimos días se han movido rápidamente y siguen siendo muy fluidos. Muchos resultados siguen siendo posibles.
El último giro en la «comedia dramática», fue la declaración del lunes de los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y Siria, Sergei Lavrov y Walid Muallem, de que el gobierno sirio estaría dispuesto a aceptar una propuesta de Rusia para poner los arsenales sirios de armas químicas sujetos a fiscalización internacional. Como parte de la propuesta, las armas serían destruidas y Siria podría adherirse a la Convención sobre Armas Químicas. Esta propuesta, al parecer proveniente de Rusia y Siria en el último momento, ha sacado el poco de vapor que quedaba en el deseo beligerante de Obama de ir a la guerra. También parece ofrecer una «salida honorable» a todos los implicados.
En respuesta a la propuesta rusa, que fue aceptada con entusiasmo por el régimen sirio, Obama aún no ha cambiado de rumbo, y ahora ha pedido al Congreso mantenerse a distancia de la votación de la acción militar, mientras que la diplomacia sigue su curso (ua votación que no estaba seguro de ganar). Mientras se mantiene la fachada de tipo duro, Obama ha aprovechado una salida a una situación de evidente derrota.
El argumento retórico de Kerry
El incidente que abrió camino para el último cambio dramático en la situación proviene de una conferencia de prensa dada por el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, quien estaba de gira por Europa para apuntalar la moral y la determinación de los tibios aliados de Estados Unidos. Según ha informado la BBC, el 9 de septiembre:
“El Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, de gira en Europa para obtener apoyo para la acción militar, inadvertidamente comenzó la charla de Siria para que renuncie a sus armas químicas el lunes por la mañana.»Cuando se le preguntó en una conferencia de prensa si había algo que el presidente sirio Bashar al-Assad podría hacer para evitar la acción militar, el Sr. Kerry respondió que él podría entregar todo su arsenal de armas químicas la próxima semana.»
¿Estaba el comentario de Kerry destinado a ser una apertura a una solución diplomática, o era otro ultimátum al parecer irrealizable? El New York Times informa que el origen de esta forma de salir de la crisis en realidad se puede remontar a una conversación entre Obama y Putin en la cumbre del G-20. Donde quiera que la idea surgiera, al principio la administración Obama rápidamente se retractó de los comentarios de Kerry. El corresponsal de la BBC informó que «los funcionarios estadounidenses aclararon posteriormente que el Sr. Kerry estaba haciendo un ‘argumento retórico’ en lugar de una oferta seria.»
Pero «el argumento retórico» de Kerry fue hábilmente acogido con ambas manos por el gobierno ruso. Funcionarios sirios inmediatamente respaldaron el plan ruso, socavando así las bases ya inestables de la unidad de EEUU para la acción militar.
Escapando lo mejor posible de una mala situación
En cuestión de horas, Obama tuvo que reconocer que tal acuerdo podría de hecho ser «posible», aunque instó a la vigilancia contra cualquier truco por parte de los sirios. No obstante, proclamó que si se ejecutara correctamente, un plan de este tipo contribuiría a lograr los objetivos declarados de Estados Unidos del ataque planeado contra Siria: detener el uso futuro de armas químicas. Sin embargo, la realidad es que cualquier plan para controlar y destruir el arsenal sirio de armas químicas en una situación de sangrienta guerra civil será muy difícil de aplicar. Según el New York Times:
«El esfuerzo de vigilar esa propuesta, incluso si Siria estuviese de acuerdo, sería un esfuerzo laborioso y prolongado, especialmente desde que el gobierno de Assad ha envuelto su arsenal en secreto durante décadas. Así como los inspectores de Naciones Unidas lo descubrieron en Irak después de la guerra del Golfo Pérsico en 1991, incluso un programa de inspección invasiva puede tomar años para dar cuenta de las existencias de productos químicos sin estar seguros de una completa cooperación, algo que el presidente George W. Bush utilizó para justificar la invasión de Irak en el año 2003».
Pero el mismo artículo también traiciona el alivio que sintieron los círculos de la clase dominante cercanos al gobierno de los EEUU por la apertura repentina de una estrategia de salida:
“Las declaraciones del Señor Obama sobre el plan construido al azar [es decir, el plan ruso] aparecieron para ofrecerle una estrategia de salida para un ataque militar que había sido renuente de ordenar, y llegó como un apoyo en el Congreso para una resolución cuya autorización se le estaba escapando de las manos. Incluso algunos legisladores que habían anunciado su apoyo cambiaron de opinión».
En una entrevista con CNN, Obama calificó la propuesta rusa de «potencialmente positiva», pero insistió en que la amenaza de la presión militar debe continuar. Él se atribuyó el resultado al afirmar que el plan de Rusia y la voluntad del régimen sirio de cumplir con él habría sido imposible sin la amenaza concreta de una intervención militar de EEUU Fue un intento de hacer girar esto como una victoria para la diplomacia de los EEUU, cuando en realidad era una pluma en el sombrero de Putin y Assad. El titular de la CNN proclamaba «Siria Considera el Acuerdo». Pero los que saben son muy conscientes de que la realidad es diferente.
División dentro de la clase dominante estadounidense
Los problemas de Obama en el país han aumentado y van de mal en peor en las últimas semanas, en paralelo con la situación internacional cada vez más complicada. De los programas sociales de Obama al abismo fiscal, de la reforma inmigratoria a los recortes en la Seguridad Social, todas las políticas favoritas de Obama han quedado en suspenso o como resultado de la crisis de Siria. Todo esto es una indicación de las divisiones en desarrollo dentro de la clase dominante de EEUU sobre cómo abordar el futuro tormentoso.
La crisis está forzando aún más la relación ya tensa entre la Casa Blanca y el Pentágono. Robert H. Scales, un Mayor General retirado del Ejército y ex comandante de la Escuela de Guerra del Ejército de los EEUU, ha expresado abiertamente el estado de ánimo de los escalafones superiores de los militares de EEUU en las páginas del Washington Post:
«Se avergüenzan de estar asociados con la inexperiencia de los intentos del gobierno de Obama de elaborar un plan con sentido estratégico. Nadie en el personal de la Casa Blanca tiene ninguna experiencia en la guerra o la entiende. Hasta ahora, al menos, este camino a la guerra viola todos los principios de la guerra, incluyendo el elemento de sorpresa, alcanzar la masa crítica y tener un objetivo claramente definido».
Y más adelante:
«Están indignados por el hecho de que lo que puede pasar es un acto de guerra y la voluntad de arriesgar vidas estadounidenses para compensar un error lingüístico sobre «líneas rojas». Actos para retribuir y restaurar la reputación de un presidente.”
El hecho de que algunos sectores de los militares de EEUU sientan la necesidad de expresar públicamente sus opiniones en estos términos debería enviar señales de alarma a toda la clase dominante de EEUU.
¿Cuáles son los intereses en juego?
Para entender las contradicciones subyacentes tenemos que tratar de ver más allá de las apariencias. El verdadero problema no es y nunca ha sido la cantidad de armas químicas de Siria o su uso. Se trata de la capacidad del régimen sirio para derrotar a los rebeldes, que Assad y el ejército sirio son perfectamente capaces de hacerlo sin utilizar armas químicas. Al comprometerse a destruir su arsenal de armas químicas, el régimen sirio no debilita sustancialmente su posición en el terreno. De hecho, puede ser aún más fuerte, ya que se puede afirmar que está cumpliendo con las exigencias internacionales, mientras que tiene una mano libre para moler a los rebeldes con armas convencionales.
Como hemos explicado ya, el gobierno de EEUU ha estado utilizando la cuestión de las armas químicas como excusa para justificar la intervención militar directa. Pero eso es sólo una excusa. Obama, Cameron, Hollande y Putin no están en absoluto interesados en el sufrimiento de las masas sirias, que son sólo pequeñas monedas de cambio en sus maquinaciones geopolíticas. El verdadero objetivo de la intervención de EEUU es degradar las fuerzas del régimen sirio lo suficiente como para garantizar un punto muerto en la guerra, con el fin de que ni los rebeldes ni el gobierno puedan tener una ventaja decisiva. Ellos eventualmente dirigirían los exhaustos antagonismos hacia una solución negociada en la que los intereses estratégicos de las distintas potencias imperialistas podrían estar mejor conservados.
Para que esta estrategia funcione, es necesario que la guerra civil se prolongue aún más, con la esperanza de que ambas partes estén suficientemente debilitadas. Hasta ahora, al menos 100.000 personas han muerto en este conflicto. Además la prolongación significará más muertes, de miles y posiblemente decenas de miles de sirios. Pero eso sería aceptable, ¡ya que no habrían sido asesinados por las armas químicas! La hipocresía de Obama (y de Hollande y de Cameron…) es un ruido repugnante de sables para todos.
Su resultado preferido es la caída controlada o la salida tranquila de Assad, mientras se mantiene la mayor parte de su régimen intacto. No quieren repetir el error que cometieron en Irak, donde no sólo derrocaron a Saddam, si no que desmantelaron todo el aparato militar y burocrático, lo que llevó a una conflagración sangrienta que aún está lejos de haber terminado. Aunque apoyan a los rebeldes contra Assad, no tienen confianza en sus aliados rebeldes. «Muchos de ellos son yihadistas vinculados a Al Qaeda quienes desencadenarían un baño de sangre sectario que haría que Irak y el Líbano parezcan una fiesta en el jardín, si ellos fueran los que tienen que llenar el vacío dejado por la caída del régimen de Assad. Pero la oportunidad de darle una ventaja a los rebeldes puede haber sido olvidada por Obama, cuyas manos están atadas por el momento por la oposición de masas en casa a la intervención y el nuevo rumbo diplomático propuesta por los rusos.
Al final, se podría alcanzar una solución que permita a todos «salvar la cara”. Pero todo el mundo sabe la verdad: Obama y Kerry fueron superados en la táctica por Putin y Assad. El hecho de que el coloso del capitalismo haya sido obstaculizado en su último intento de flexionar su poderío imperialista no pasará desapercibido. Lo que estamos presenciando no es un detalle incidental, sino que es la consecuencia inevitable del poder en descomposición del imperialismo de EEUU en la escena mundial, una fruta amarga que Obama ahora debe tragar.
En cuanto a la situación de los trabajadores, campesinos y jóvenes sirios, sigue siendo tan desesperada como siempre. No hay una solución sobre la base del capitalismo, al igual que no hay una solución dentro de los límites de la propia Siria. El pueblo de Siria, a ambos lados de la actual división, desesperadamente quiere ver el fin de la actual carnicería. Por desgracia, la única capa de la sociedad que podría ofrecer una salida, la clase obrera de Siria, los campesinos y la juventud radicalizada, se han quedado sin dirección y confundidos. Esa es la verdadera tragedia de la situación siria. Si hubiera habido una organización de masas que pudiera haber unido a las masas trabajadoras detrás de un programa de cambio social radical, de la transformación socialista, la situación sería muy diferente hoy en día. Pero no existe tal organización, y por eso otras fuerzas reaccionarias han pasado al primer plano y han desviado el movimiento contra Assad en el camino de un conflicto religioso-étnico sectario.
La única manera de avanzar es construir laboriosamente el factor subjetivo— un partido obrero de masas basado en el programa del genuino marxismo—necesario para canalizar las aspiraciones revolucionarias de las masas de Siria para derrocar al odiado régimen de Assad y sustituirlo por un régimen democrático de trabajadores, como parte de la revolución socialista en todo el Oriente Medio y el Norte de África. Es una tarea ardua, pero es la única manera de salir del callejón sin salida.