El día 27 de octubre, la policía militar del gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, mató a otro joven. El asesino dijo que disparó el arma sin querer. Murió Douglas Martins , tenía 17 años y vivía en el barrio de Jaçanã, famoso por la canción Trem das Onze cantada por Adoniran Barbosa.
Tras el asesinato de Douglas, un levantamiento violento se produjo en el barrio. Sucedió después de su funeral, como protesta. Cientos de habitantes salieron a las calles a protestar. La reacción represiva fue inmediata. El secretario de seguridad del gobierno de Alckmin solicitó tropas federales a su amigo y ministro de la presidenta Dilma Roussef, José Eduardo Cardozo.
La población furiosa ocupó los carriles de la autopista Dutra, una de las principales del país. Tomó camiones, apedreó y quemó autobuses, levantó barricadas, enfrentándose como podía a los gases lacrimógenos y las balas de goma de la policía. Faltó poco para que la rabia, tristeza y angustia de la población se convirtieran en un levantamiento insurreccional.
El día 29, cuando tuvo lugar una manifestación en el Parque Nuevo Mundo, que limita con Jaçanã, en protesta por el asesinato de Douglas, la policía militar mató a otro joven. Esta vez fue Jean, de 16 años. La PM dijo de él que era un criminal. Los vecinos lo niegan. Una vez más el pueblo se levantó expresando su ira.
Después de las jornadas de junio la población ha comenzado a perder el miedo. Los poderes establecidos, los gobernadores y el gobierno federal, temerosos, organizan la represión.
Por mucho que el gobierno anuncie reformas y declare que la voz de la calle será escuchada , va quedándole cada vez más claro a un mayor número de jóvenes y trabajadores – con menor o mayor rapidez – que el sistema capitalista y su gobierno no pueden resolver los problemas más sentidos de la gente.
Sin embargo, estas manifestaciones carecen de organización y dirección. Así que las luchas siguen atomizadas. En realidad, existe esta organización y es el PT. Pero la dirección mayoritaria del partido se esconde tras una alianza de clases ciega y vergonzosa con la burguesía, sobre la cual se sostiene la coalición de gobierno.
Así es como esta dirección está acabando con la credibilidad que le otorgaba la población. Aferrándose a la colaboración de clases, frena y desconcierta a la población. La gente se aleja cada vez más del partido y llegará un punto en el que le dará la espalda por completo, abriendo su propio camino en la dolorosa búsqueda de una salida organizativa y política que de rienda suelta a sus aspiraciones más básicas.
La lucha tiende a alcanzar un punto de cólera y explosión generalizada. Este caldo constituirá el fermento de la recuperación de las tradiciones del pasado, que guiaron y llevaron originalmente a la construcción del PT.
Una escalada de represión y opresión
En 2009, por quinto año consecutivo, en el estado de Mato Grosso do Sul se concentró la mayoría de asesinatos de indígenas en el país. De los 60 asesinatos registrados en ese año, 33 ocurrieron en Mato Grosso do Sul. La tasa de suicidios entre los Kaiowás actualmente asciende a 44 por cada 100.000. Esta cifra es casi 10 veces superior a la media nacional y entre las más altas del mundo.
En los oscuros años de la dictadura militar, 380 personas murieron o desaparecieron. Entre 2000 y 2012, más de 450 activistas campesinos e indios fueron asesinados por tropas regulares o no. Cientos de sindicalistas, huelguistas y activistas de movimientos populares están siendo criminalizados, los militantes del Movimiento de Fábricas Ocupadas están siendo procesados y acusados de conspiración. Las fuerzas de represión son lanzadas de forma permanente en contra de los movimientos que luchan por la vivienda, en contra de los estudiantes de la USP, UNICAMP y UNESP. El Supremo Tribunal Federal (STF) pretende encarcelar a dirigentes del PT, acusados de corrupción, sin prueba alguna. Recientemente, después de las jornadas de junio, se llevaron a cabo cientos de detenciones. El gobierno federal ha lanzado sus tropas para reprimir y atacar a los trabajadores del sector petrolero, maestros y manifestantes que luchan por sus derechos.
Amarildo de Souza era un albañil de 42 años que fue detenido para ser interrogado por la policía en el barrio de Rocinha, en Rio de Janeiro el día 14 de julio. No se le volvió a ver y su familia y amigos temen que podría haber muerto como resultado de la tortura. ¿Cuántos más Amarildos morirán antes de que los partidos de izquierda – o los que dicen representar a los trabajadores, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, se levanten? ¿Para que exijan el fin de la represión, de la criminalización, de la Ley de Seguridad Nacional? ¿Para que reclamen un castigo para los que asesinaron o mandaron matar a militantes que lucharon contra la dictadura militar y para aquellos que siguen matando impunemente en la actualidad?
El gobierno de Dilma Rousseff, al lanzar sus tropas contra los manifestantes que se opusieron a la subasta petrolera del Campo de Libra, profundizó las medidas represivas del Estado contra los que luchan por sus justas reivindicaciones. Levantó la tapa del caldero del infierno y de él salieron los demonios de derecha, los gobernadores, los militares y burgueses nostálgicos de los años de la dictadura, los nuevos millonarios reaccionarios, el viejo Opus Dei, los activistas de Tradición, Familia y Propiedad . Y como si no fuera suficiente, Dilma declara solemnemente ofrecerles ayuda para garantizar la ley y el orden.
¿Puede la policía garantizar la libertad de expresión y manifestación? ¿Pueden las tropas federales garantizar estos derechos? La esencia de estos aparatos es la defensa del derecho a la propiedad privada de los medios de producción sobre el que descansa toda forma de explotación y opresión. El Estado burgués es por excelencia el cuerpo armado de los terratenientes, banqueros e industriales. Este cuerpo que se erige en contra del pueblo en nombre de la defensa nacional y del patrimonio público y privado. Su forma pública son las fuerzas armadas, la policía y sus milicias mercenarias en las favelas y latifundios.
Las repetidas manifestaciones en contra de los gobernadores Cabral en Río y Alckmin en Sao Paulo se enfrentan a una fuerte represión, porque no solo luchan por sus reivindicaciones sino que tienen como objetivo provocar la caída de estos gobiernos. Es por ello que aumentan la represión. Nuestra respuesta debe ser exigir la disolución de la Policía Militar, así como la disolución de las instituciones represivas heredadas de la dictadura militar. Tenemos que construir nuevas instituciones. La voluntad soberana del pueblo debe gobernar en paz y libertad, sin explotación. Ninguna reconciliación, ningún pacto, ninguna confianza en los cantos de sirena de los opresores. Hoy pintan sus porras y balas de goma de color rosa, mañana dispararán a los luchadores con balas reales.
Sólo una lucha unida y decidida de todos los movimientos, de todos los órganos de representación de los trabajadores y la juventud, puede detener la escalada represiva del gobierno federal y de los gobiernos estatales.
¡Abajo la represión!