Un malestar real que halle en sus entrañas una reivindicación política con que expresarse, se concreta, organiza y se convierte inevitablemente en factor de la historia. “Potosí Federal”, una bandera bien plantada en la historia de la Villa Imperial, ha vuelto a resonar en las marchas y desfiles de protesta del Comité Cívicos Potosinista (COMCIPO) antes y durante las celebraciones en el aniversario de las gestas libertarias del 10 de noviembre. El 28 de noviembre el COMCIPO convoca a un cabildo que pretende lanzar a todo el país la propuesta del federalismo.
El malestar removido y sacado a luz por estas movilizaciones no solo tiene fundamento real sino que es un espejo bastante fiel de las contradicciones de Bolivia. Para ponerlo en cifras, del INE y del último Censo, Potosí es uno de los departamentos – en algunos casos el departamento – con el menor acceso a servicios básicos: salud, empleo, educación, redes de información y comunicación (radio, televisión, internet, teléfonos etc.). La tasa de abandono escolar de Potosí es la más alta del país. El 30,69% de los hogares potosinos no tiene energía eléctrica, el 44,38% no tiene conexión a agua de cañería de red, el 58,47% no tiene servicio sanitario.
En la capital hay la más baja tasa global de participación al trabajo de todo el país (50,22%) y la segunda más alta tasa de desempleo abierto (10,32%) después de Sucre. Es decir que de cada 10 personas en edad de trabajar, 4 tienen empleo, uno lo busca y no lo encuentra y otros 5 ni se atreven. Sin embargo Potosí es con Tarija y Santa Cruz uno de los tres principales departamentos exportadores del país, con un promedio de 1.638 millones de dólares de exportaciones cada año desde el 2007, concentrados al 85% en la minería en su totalidad cooperativizada y multinacional.
Cuando uno se pregunta porque a pesar de las inversiones comprometidas por el gobierno y del hecho que el principal partido de oposición local, Alianza Social (AS), tenga un acuerdo entre bastidores con el MAS para garantizar la continuidad del Alcalde, el COMCIPO haya recuperado capacidad convocatoria enarbolando la consigna del federalismo, ahí tiene la respuesta. Si uno se pregunta qué quiere decir el presidente del COMCIPO Johnny Llally cuando reclama que “no pueden tratarnos como a entenados… nuestro aporte tiene que ser reconocido no solo por el gobierno sino por todo el país”, ahí tiene la respuesta. Las potosinas y potosinos crecemos con el peso de la historia de la Villa Imperial que los monumentos del casco viejo cuentan a los turistas, y con el presente de Potosí que es informalidad, desempleo y pobreza injustificables. Y lo contamos a nosotros mismos diciéndonos: “somos la vaca lechera de Bolivia”.
Pero: ¿Quién es la vaca lechera de quién? La aclaración no es nada secundaria. La actividad principal de Potosí, ciudad, es la minería. Unos 20 mil mineros cooperativistas entre los cuales son (demasiado) frecuentes accidentes laborales, trabajan en los socavones del Cerro. Son en su aplastante mayoría campesinos e indígenas que llegan a la ciudad para incorporarse, a veces periódicamente a veces de manera estable, a las cuadrillas de peones y van poblando con chozas de adobe las faldas del Cerro y otros lugares inhóspitos como el Alto Potosí. Comercializadoras extranjeras tienen oficinas en las calles del centro. Una multinacional canadiense (Manquiri) que bombardea la población con propagandas sobre su “responsabilidad social” va extrayendo 9 millones de onzas de plata (3 veces más que en la colonia) de los desmontes del Cerro y también de su interior, en virtud de un acuerdo con dirigentes de cooperativas que patrocinaron y asistieron a la firma de su contrato. Del valor exportado las multinacionales pagan todavía un 4% al Estado y las cooperativas un 1% más los arriendos. Así que es más correcto decir que campesinos e indígenas convertidos en mineros son todavía la vaca lechera de las elites industriales mineras potosinas y de las multinacionales.
El MAS es, por su naturaleza, el único partido que podría revelar esta verdad ocultada y traducirla en programa político. No lo hace porque esto sacaría también los esqueletos de los armarios de cierto cooperativismo minero, su aliado electoral. Sin embargo para las elites industriales mineras, dirigentes cooperativistas enriquecidos y dueños de ingenios, esta alianza es coyuntural. Si la nueva ley minera cambiara el régimen tributario de cooperativas e ingenios, no cabe duda que con un giro de 180º estos reivindicarían ante el gobierno y la población la paternidad de la consigna federalista.
Potosí Federal se escuchó por primera vez en las luchas de los pequeños productores mineros que se resistían a la elevación de impuestos decretada por el gobierno Peñaranda (1940-1943). Se trataba de una reivindicación formalmente justa en un país donde los “barones del estaño” gozaban de infinitos privilegios, pero también reaccionaria porque no cuestionaba ni estos privilegios ni que el imperialismo imponía sus precios a la venta de minerales. Así la resistencia a pagar impuestos se reducía a un reclamo corporativo que iba en contra de las necesidades del pueblo. Volvió a plantearse entre los destrozos de la oficina de Impuestos Nacionales (2008) organizados por elites industriales mineras contra el pago del IVA. Pobres elites que pretenden que se le llame “mineros” para no hacer distinción con sus peones, lucen carros lujosos, equipos de futbol y propiedades inmobiliarias como las 14 que fueron embargadas por el SIN a un solo propietario de ingenio por evasión de impuestos.
Finalmente fue asumida por la Central Obrera Departamental y presentada como propuesta política en el Congreso de Tarija de la COB. Así la COD potosina ausente de las reivindicaciones sindicales contra los empresarios locales, de las campañas de sindicalización y organización de obreros y desocupados, del debate sobre la ley minera, abandona la lucha de clases y abraza el regionalismo pequeño burgués por vulgares cálculos políticos.
Técnicamente federalismo difiere de la autonomía en este sentido: en régimen autonómico el Estado delega parte de sus atribuciones a los gobiernos locales, para que estos tengan un papel propositivos enmarcados en las políticas decididas a nivel central. En el federalismo ocurre al revés y son los gobiernos locales que delegan atribuciones al gobierno central. En el federalismo, los EEUU son un ejemplo, la justicia y las políticas fiscales (impuestos) son administradas (hasta cierto límite) a nivel local. Es por esto que la reivindicación federalista suscita interés y aprobación por la oligarquía de la Media Luna y una derecha que no logra darse un perfil nacional.
Para el pueblo, para la vendedora del popularísimo mercado Uyuni que acata la convocatoria de COMCIPO, federalismo quiere decir poderaprovechar de nuestros recursos y autogobernarnos. Pero en las actuales condiciones son las elites industriales y las multinacionales quienes se beneficiarían de los recursos y gobernarían. Para desarrollar el potencial minero, generar empleos y fábricas, debemos primeramente poseerlo y no dejar como ahora que las multinacionales y las comercializadoras extranjeras se lleven la tajada más grande o, a lo mejor, decidan como explotar los yacimientos.
Para no ser “vacas lecheras” e impedir que las cooperativas sean testaferros de multinacionales y comercializadoras extranjeras, COMIBOL debería asumir el monopolio del comercio de minerales, asesorar técnicamente y vigilar el mejoramiento de las condiciones laborales de los cooperativistas y sobre esta base de consenso modificar el régimen tributario, todo lo contrario de lo que plantea la nueva ley minera en discusión. Para autogobernarnos deberíamos luchar por el poder popular, para que el poder de decidir sobre la economía etc., recaiga en los comités de fábricas y las asambleas populares y sus delegados elegidos y revocables democráticamente.
El gobierno se está moviendo de manera muy torpe, atacando los dirigentes de COMCIPO por sus afanes políticos, que hay, y aludiendo a una supuesta vinculación con intereses chilenos, sin entender nada del sentimiento de las potosinas y potosinos. Por ejemplo el Ministerio de Comunicación hace campañas reivindicando, entre otros, las inversiones para la realización de un aeropuerto internacional en Uyuni y no es capaz de ver que esto causa rabia en la Villa Imperial, la única capital departamental sin un aeropuerto que funcione. En este contexto se pierde de vista incluso el hecho que tener un aeropuerto sin plata para volar no le sirve al pueblo.
En ausencia de propuestas alternativas y con esta grosería gubernamental, la propuesta federal está destinada a crecer en la población de la Villa Imperial. Como marxistas de Potosí sabemos que para nosotros se abre una fase de navegación contra la corriente, en qué pero estamos seguros que encontraremos a los sectores más avanzados de la juventud, el movimiento obrero y campesino – indígena que quieren reponer las cosas en su lugar. Que como nosotros a su ciudad le dicen cada día: “Potosí te quiero justa, igualitaria y prospera para tus hijos. En una palabra: te quiero socialista”.