Este artículo corresponde a la serie de documentos del camarada Ted Grant que estaremos publicando próximamente, a pesar de que estos fueron publicados originalmente durante todo el siglo pasado, sirven como material de formación, por su valor histórico y por las lecciones que en ellos se encuentran para las luchas en el presente. Ted Grant, nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Isaack Blank, fue el fundador de la Corriente Marxista Internacional, con la intención de defender las ideas del marxismo en las organizaciones de la clase obrera. Fimer defensor del Marxismo, se definía a sí mismo como marxista, leninista y trotskista. Sus ideas hacen hincapié en que los revolucionarios deben trabajar dentro, fuera y alrededor de las organizaciones de masas porque los trabajadores comienzan a movilizarse a través de las organizaciones tradicionales y porque fuera del movimiento obrero no hay nada.
La revolución española (1931-1937)
Otoño de 1973
España está en las primeras etapas de un movimiento en dirección hacia la revolución. El régimen fascista está totalmente minado. La clase obrera se ha recuperado de la terrible derrota infligida por las fuerzas de la reacción en la guerra civil. La clase media está llena de odio hacia la dictadura y mira con simpatía la lucha de los trabajadores. La burguesía está buscando una salida porque siente la presión de las masas.
La maquinaria represiva de la dictadura está debilitada y ha perdido todo el apoyo de masas. De ser un Estado fascista totalitario se ha transformado en un Estado policíaco militar basado en la maquinaria estatal de opresión y represión, consecuentemente, se ha transformado más en un régimen bonapartista que en un régimen fascista. Esto marca el principio de su caída.
Cuando los trabajadores, los campesinos y clases media comiencen a entrar en acción de una forma conjunta en todo el Estado, habrá llegado la hora del colapso del régimen. Comenzará la gran venganza de la clase obrera. ¿Pero qué régimen sustituirá a la dictadura de Franco? Esta es la cuestión inmediata a la que se enfrenta el proletariado español.
Los marxistas británicos, siguiendo el espíritu de la solidaridad internacional, (la revolución española también es su revolución como lo es cada revolución en el mundo) están publicando material sobre la cuestión española para discutirlo en sus filas e internacionalmente. Este estudio de los orígenes y el rumbo de la revolución de 1931-1937 no intenta tratar todo, sino más bien los puntos más destacados de este período de la historia del movimiento obrero español.
Si los marxistas españoles no tienen una concepción clara de estos acontecimientos, no serán capaces de orientar el movimiento y preparar una línea política que vaya de acuerdo con las perspectivas actuales para España. Las lecciones de la historia, si no se aprenden, pueden llevar a una situación donde el proletariado puede sufrir una debacle aún más terrible.
Marx y Engels elaboraron sus concepciones teóricas sobre la base de la experiencia de la clase obrera, que ellos generalizaron en la teoría. La concepción de la dictadura del proletariado fue elaborada por Marx basándose en la experiencia de la Comuna de París.
Lenin y Trotsky prepararon la victoria de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia mediante el estudio de las lecciones de la Comuna de París y la revolución derrotada de 1905. Sin esto, el éxito de la Revolución Rusa habría sido imposible. De igual manera, sin un estudio riguroso de las lecciones de la derrotada revolución española sería imposible la victoria de la revolución socialista española. La historia de España es rica en lecciones. “Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla”. Por eso, debido especialmente a las dificultades de los compañeros españoles en unas condiciones de clandestinidad, deben tener acceso al material necesario. Consideramos que es nuestro deber fraternal e internacionalista intentar ayudar, aunque modestamente, en el rearme de los cuadros de los socialistas españoles para las tareas que se les avecinan. Una revolución española triunfante sería una victoria para la clase obrera de toda Europa y prepararía el colapso del capitalismo en América Latina y algunas zonas de África. Tendría implicaciones mundiales. España es clave para la situación internacional. Por lo tanto, la responsabilidad de la dirección del proletariado español es aún más grande. Pero la clave para la victoria en España reside en comprender las lecciones de la revolución de 1931-1937. Por tanto, estudiar las lecciones de este período armará a los cuadros contra la repetición de los errores del pasado.
España sigue siendo aún un país atrasado donde las tareas de la revolución democrático burguesa no se han llevado a cabo. El régimen capitalista-terrateniente con una estrecha base económica, y sin un apoyo de masas, fue derrotado en su guerra colonial contra la independencia marroquí en 1921-1925 y tuvo que ser rescatado por los ejércitos del imperialismo francés. Esta aventura ignominiosa y cara llevó al establecimiento de la dictadura policiaco-militarbonapartista de Primo de Rivera. Esta, como todas las dictaduras bonapartistas, intentó equilibrarse entre las clases para mantener el poder de la clase dominante. La CNT, el PCE y los anarquistas fueron ilegalizados, pero el PSOE y la UGT pudieron seguir su existencia legal. Caballero, dirigente de UGT, ¡incluso se convirtió en consejero ministerial bajo la dictadura!
La recesión económica mundial de 1929 minó las bases del régimen e intentó salvar a la monarquía deshaciéndose de Primo de Rivera en 1930. Pero la profundización de la recesión golpeó duro a España, la burguesía y los terratenientes intentaron poner la carga sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. Ya existía un terrible sufrimiento y hambre entre los trabajadores y campesinos cuando la clase dominante cortó aún más sus salarios y niveles de vida.
En las elecciones municipales de abril de 1931 las ciudades, especialmente las grandes, con la excepción de Cádiz, votó mayoritariamente por los candidatos socialistas y republicanos.
En unas elecciones amañadas, en el campo, bajo la presión de la aristocracia y los terratenientes, los monárquicos consiguieron la mayoría. Pero esto no reflejaba los sentimientos reales de los campesinos, como demostrarían los acontecimientos posteriores, simplemente era una muestra del terror ejercido por los terratenientes y sus agentes.
En las ciudades se celebraron manifestaciones de masas nada más anunciarse los resultados electorales. España se fue moviendo hacia la revolución, tan poderoso era el movimiento que la clase dominante tuvo que sacrificar a la monarquía.
Alfonso XIII abdicó rápidamente y huyó del país. Se proclamó la República. La revolución había comenzado. Según los dirigentes socialistas y republicanos: “Había comenzado una época gloriosa, pacífica y democrática de reconciliación popular”. Después de las elecciones se formó una coalición de republicanos y socialistas. Esta coalición, debido a la crisis capitalista mundial y la crisis del capitalismo y el latifundismo en España, fue incapaz de cumplir sus promesas. Estallaron toda una serie de huelgas de trabajadores que fueron rotas y reprimidas. El campesinado intentó tomar la tierra y se encontró con la respuesta del uso de la policía y los soldados para aplastar estas “actividades ilegales”. La consecuencia de esto fue el aumento de la desesperación, la apatía y la inercia entre la clase obrera y, especialmente, entre los campesinos. La CNT y los anarquistas emprendieron toda una serie de ocupaciones aisladas e insurrecciones locales que fueron reprimidas de manera sangrienta.
El Partido Comunista, en común con todos los partidos de la entonces Internacional Comunista, mantuvo la enloquecida línea política del “socialfascismo”, denunciando a todas las demás tendencias del movimiento obrero como socialfascistas, declarando que el gobierno de coalición republicano-socialista era un “gobierno fascista”. De este modo añadían más confusión y desorganización al movimiento obrero con esta política infantil y ultraizquierdista.
Esta coalición o gobierno de “Frente Popular” no consiguió resolver ni una sola de las tareas básicas de la revolución democrático burguesa en España. (En este momento, cambiando el nombre de esta coalición con los liberales, el PC pretende cambiar la realidad de la correlación de clases).
Hoy, dentro de las filas de los revolucionarios, dentro del Partido Socialista en el Estado español, en nuestra opinión, falta claridad sobre la cuestión de la “revolución democrático burguesa”, así que es necesario hacer un breve análisis de esta cuestión que fue confirmado por la experiencia española. Durante cientos de años, la incapacidad de los capitalistas españoles de realizar hasta el final la revolución burguesa siempre acabó en la derrota de la revolución y en la victoria de la reacción.
La burguesía española entró tarde en escena, como ocurrió con la burguesía rusa. Antes de que estuviera totalmente formada ya estaba desafiando el proletariado su supremacía y su liderazgo de la nación.
Tenía muchos vínculos con los terratenientes e incluso con la aristocracia. Los bancos tenían hipotecadas las tierras. Los terratenientes invertían en la industria. La Iglesia era al mismo tiempo el mayor terrateniente y el mayor capitalista. Consecuentemente, la principal tarea de la revolución burguesa, la redistribución de la tierra y la expropiación de la clase terrateniente, no la podían realizar los capitalistas sin socavar el propio sistema capitalista. Frente a esta situación, los republicanos, igual que los cadetes (Demócratas Constitucionales) en Rusia, siempre prefirieron no tocar a la reacción.
Como demostrará la descripción de los acontecimientos en España, los republicanos, los representantes del capitalismo, no podían resolver las tareas de la revolución burguesa.
Lenin y Trotsky, especialmente el último, en un país con una estructura social similar, comprendieron este problema. Inculcaron a los trabajadores la idea de mantener una actitud implacable e irreconciliable hacia los representantes liberales, cobardes, del capitalismo.
La teoría de la “revolución permanente” adelantada por Trotsky incluso antes de la revolución de 1905, explicaba que como los capitalistas, debido a sus intereses creados, no podían dar la tierra a los campesinos, emprender acciones contra la Iglesia y la monarquía o eliminar el Estado burocrático semifeudal, siempre intentaría llegar a un acuerdo con él, en contra de los trabajadores y los campesinos, por lo tanto, la tarea de llevar a cabo la revolución burguesa recaía sobre el proletariado. Pero el proletariado, una vez en el poder, aboliría la monarquía y ayudaría a los campesinos a tomar la tierra, y no se detendría ahí. El proletariado, después de haber realizado las tareas de la revolución burguesa con el apoyo de los campesinos y la pequeña burguesía, no abandonaría el poder sin emprender las tareas socialistas desposeyendo a los capitalistas, pero el socialismo no se puede construir en un solo país. Con el éxito de la revolución en Rusia, la revolución se extendería a los países más desarrollados de Europa donde el proletariado estaría contagiado y animado por la Revolución Rusa.
La revolución en Rusia se desarrolló como Trotsky había elaborado teóricamente. Provocó una revolución en Alemania, Austria y Hungría, y una situación revolucionaria en Francia, Gran Bretaña e Italia.
Por muchas razones que no se pueden tratar aquí, ninguna de estas revoluciones y situaciones revolucionarias terminó en victoria y, consecuentemente, la revolución en Rusia quedó aislada. Esto llevó a la reacción del estalinismo que supuso un terrible peaje para el movimiento revolucionario en el mundo, especialmente en España.
La coalición de gobierno republicano-socialista de 1931-1933, fue incapaz de resolver los problemas a los que se enfrentaba el pueblo español, porque era un gobierno que incluía a representantes de los capitalistas. Los campesinos llevados por el hambre intentaron tomar la tierra y se encontraron con la represión sangrienta de la policía y el ejército. Los trabajadores en huelga para conseguir salarios más altos se encontraron con la represión y la fuerza del gobierno. La desesperación y la desilusión de los trabajadores y campesinos prepararon el camino para la reacción, especialmente en el campo.
En el periódico del Partido Comunista, International Press Correspondence, mientras defendía la política del frentepopulismo, en la página 94 de su número del 1 de agosto de 1936 había un artículo titulado: Secretos de España, que admite el fracaso de los republicanos a la hora de resolver los problemas de la revolución democrático burguesa.
“¿Qué te da de comer la República?’ preguntan los campesinos. Esta es una de las grandes cuestiones en España, donde el problema agrario domina la política debido a que de cada cuatro españoles tres son campesinos [en ese momento, TG]… La miseria extrema es sin duda una característica de todos ellos… En 1931, 1.173.000 campesinos poseían 6 millones de hectáreas y 105.000 terratenientes 12 millones de hectáreas, 5 millones de trabajadores agrícolas (proletarios agrícolas) no tenían nada…
“En 1873 la primera república prometió tierra a los campesinos. Fue derrocada porque no mantuvo su promesa. En 1931 la república del 14 de abril renovó la promesa… La ley se aprobó el 15 de septiembre. Afectó a un gran número de extensiones de tierra, que se tomaron con o sin compensación… También las propiedades feudales o no feudales de los jesuitas, así como las de los Grandes de España y los monárquicos que participaron en el golpe de Estado de Sanjurjo, que fueron tomadas sin compensación, granjas cultivadas o escasamente cultivadas, con compensación, en otras palabras, la tierra no se entregó a los campesinos como propiedad de pleno dominio: les fue y les es entregada en arrendamiento, por lo que deben pagar un alquiler al Instituto de Reforma Agraria’… Esta ley fue un compromiso entre la pretensión de los socialistas y la resistencia de la burguesía… Cinco años después del establecimiento de la Segunda República la reforma agraria apenas había comenzado…”
Caballero, líder de los socialistas de izquierda, condenó más tarde la coalición socialista con los capitalistas en los primeros años de la república, pero no sacó de ello todas las conclusiones necesarias.
Cuando se celebraron las siguientes elecciones en octubre de 1933, la reacción se había podido aprovechar del fracaso de los republicanos y socialistas. Las mujeres recibieron el derecho al voto y cayeron bajo la presión de los curas para que votasen a los candidatos reaccionarios. En medio de la desilusión general, los republicanos de Lerroux y los fascistas clericales de Gil Robles consiguieron grandes avances. Los últimos recurriendo a la demagogia habitual de los fascistas.
Pero la llegada al poder de Hitler en 1933 y el aplastamiento de los trabajadores austriacos en febrero de 1934 alarmaron a la clase obrera internacional. Presenciaron la supresión de las organizaciones obreras y la desaparición de derechos duramente conquistados por los trabajadores austriacos y alemanes. Quedaron reducidos a la condición de esclavos. Los trabajadores españoles estaban decididos a que no les ocurriera lo mismo.
Bajo la influencia de este ambiente, Caballero en secreto organizó la importación de armas y armó a muchos militantes socialistas. Caballero hizo una advertencia, cuando el gobierno de Lerroux giró más hacia la reacción y comenzaba las conversaciones con el líder de la CEDA, el fascista clerical Gil Robles. La clase obrera nunca toleraría la entrada en el gobierno de los fascistas porque esto significaría la destrucción de sus organizaciones y derechos.
Lerroux vaciló y después metió a los representantes de la CEDA en el gobierno. El Partido Socialista respondió organizando una huelga general en Asturias, y en Catalunya con una insurrección armada.
Esto provocó la toma de Asturias por parte de los trabajadores y la organización de la Comuna Asturiana. Podría haber triunfado de no haber sido por la estupidez de los anarquistas. Arguyendo que era una “lucha entre políticos” y que la coalición republicano-socialista les había reprimido y hasta disparado, hicieron de esquiroles e incluso transportaron en ferrocarril las tropas envidas para aplastar la Comuna Asturiana. Los moros y la Legión Extranjera bajo el mando del general Franco aplastaron brutalmente el movimiento.
Muchos trabajadores fueron ejecutados y decenas de miles encarcelados, pero como los trabajadores habían luchado con las armas en la mano, el espíritu de resistencia permaneció irrefrenable. A diferencia de la traición de los dirigentes socialistas y comunistas a los trabajadores alemanes, era imposible consolidar un régimen fascista.
Siguió el Bienio Negro, pero la lucha de los trabajadores continuó. El Partido Comunista, a petición del régimen estalinista de Moscú, había cambiado su “línea”. Abandonaron la teoría estalinista del “socialfascismo” sin ninguna explicación. En su lugar adoptaron la desacreditada teoría, condenada implacablemente por Lenin, de coalición con la burguesía “liberal”, que ellos renombraron para que fuera más aceptable para sus militantes y la clase obrera como la teoría del “Frente Popular” o “Frente del Pueblo”.
La burguesía en España se encontraba en dificultades. No podía mantener en el poder al gobierno reaccionario. Sentía la marea ascendente de resistencia de los trabajadores y los campesinos. En estas condiciones tuvieron que recurrir a la “conspiración rompehuelgas” del “Frente Popular” como la calificó Trotsky. El POUM y los anarquistas se unieron con el Partido Socialista, el Partido Comunista y los partidos republicanos de “izquierda” para formar el Frente Popular.
Debido a la experiencia de los trabajadores con los republicanos de “izquierda” en el período de 1931-1933, estaban desencantados con ellos, así que los líderes de los partidos socialista y comunista, a espaldas de sus militantes, presentaron el Frente Popular como una “maniobra” donde ellos estaban “utilizando” a los dirigentes liberales. Esta es la forma en que convencieron a sus militantes para que lo aceptaran.
Sin embargo, en las elecciones de febrero de 1936, debido a la marea ascendente de radicalización de los trabajadores y de los campesinos, el Frente Popular salió victorioso. Como resultado del acuerdo de Frente Popular, los republicanos de izquierda consiguieron más escaños que el apoyo real que tenían entre la población, el resultado fue que su número de diputados en comparación con el de los partidos obreros estaba inflado. El Frente Popular consiguió 268 escaños, de ellos 153 eran de los republicanos de izquierda. El Partido Comunista consiguió 16 escaños y el Partido Socialista 98. Los partidos de derechas consiguieron 157 escaños y los llamados partidos de centro 48. Sin embargo, el voto de la derecha estaba inflado por el terror y la intimidación, especialmente en los pueblos. Así que realmente la victoria del Frente Popular fue mucho más grande.
La clase obrera, que había aprendido a desconfiar de los liberales por su amarga experiencia entre 1931 y 1933, inmediatamente entró en acción. A los pocos días, mediante la acción directa llevaron a cabo el programa del Frente Popular: impusieron a los empresarios las vacaciones pagadas, la jornada laboral de 44 horas semanales y aumentos salariales. Sin esperar la amnistía los trabajadores se dirigieron a las cárceles, derribaron las puertas donde fue necesario y liberaron a 30.000 prisioneros políticos que aún languidecían como resultado de la huelga general y la insurrección asturiana. Impusieron las condiciones a los empresarios no en el programa del Frente Popular.
La razón para la victoria del Frente Popular en las elecciones aparece en International Press Correspondence del 4 de abril de 1936 en la página 461:
“… Ni una de las cuestiones planteadas por la revolución democrático burguesa se ha resuelto. Todo lo contrario, se han agudizado más. La insoportable situación política, social y económica que los partidos de derechas, mediante su política fatal y reaccionaria, ha creado para las masas explotadas, los trabajadores, los campesinos, los oficinistas, los pequeños comerciantes, etc.
“La gran experiencia que las masas han adquirido en todas sus luchas anteriores, y sobre todo, de los movimientos insurreccionales de octubre de 1934, las heroicas acciones de los trabajadores de Asturias.
Los trabajadores bajo ataque
“… Los dos años de gobierno de los radicales y la CEDA se caracterizaron por un constante Estado de emergencia. Los trabajadores y los campesinos fueron privados de todas sus conquistas. Las huelgas y los movimientos de los trabajadores y campesinos por sus reivindicaciones y por las mejoras inmediatas fueron brutalmente ahogados y reprimidos. Los ataques y los asesinatos de trabajadores por parte de las bandas fascistas, era protegidas por el gobierno como algo ‘normal’ que sucedía cotidianamente en España. Las organizaciones de trabajadores eran perseguidas y disueltas, sus locales cerrados, las reuniones y conferencias de trabajadores estaban prohibidas.
“… Cien sentencias de muerte, 30.000 encarcelados y torturados… Los terratenientes y los capitalistas bajaban los salarios y empeoraban las ya miserables condiciones de vida de los trabajadores… Los salarios de los trabajadores en las ciudades pasaron de 10-12 pesetas a 4-5 pesetas. Los salarios en el campo pasaron de 8-9 pesetas a 1,50 para los hombres y 60 céntimos para las mujeres por un día de trabajo que duraba desde el amanecer hasta la puesta de sol…
“El desempleo aumentó de 536.000 en 1933 a 780.242 en 1935. En realidad, sin embargo, había más de 11 millones de parados en España. El presupuesto para 1933 dotaba de 873 millones de pesetas para obras públicas, pero el de 1935 sólo 628 millones…”.
En su número del 29 de febrero de 1936, el IPC trata los resultados de la victoria electoral:
“… Pero España demuestra también algo más, que el Frente Popular no es una coalición parlamentaria (¿!).
“… La gente trabajadora de España, sin embargo, reunida en las calles y gritando con firme resolución: ‘¡No vamos a esperar a que se reúna el Parlamento y derogue o no las leyes reaccionarias! ¡Abrid los clubes de trabajadores y lugares de reunión de una vez por todas! ¡Abrid ya las puertas de la prisión!”.
Las fuerzas armadas aparecieron en escena. Pero como los gloriosos luchadores de la Comuna y en cada revolución popular, las masas confraternizaron con las tropas, las ganaron a su lado…
“… El destino del golpe de Estado (preparado por Franco y los generales) estaba por lo tanto sellado. Por supuesto se abrieron las puertas de las prisiones, como las puertas de los clubs de trabajadores y los lugares de reunión que ya habían sido abiertos…
“… Los trabajadores estatales y municipales, y también el resto de trabajadores que habían sido despedidos durante y después de octubre de 1934 por haber tomado parte en la lucha se reincorporaron y por otro lado, muchos trabajadores que habían actuado como rompehuelgas en octubre fueron despedidos (sólo en el municipio de Madrid más de mil). Las medidas agrarias reaccionarias fueron eliminadas.
“… Leemos en el London Sunday que el Jefe del Estado Mayor, el general
Franco, el amigo de Gil Robles y general en jefe de la Fuerza Aérea, que estaba a la cabeza del golpe militar propuesto, simplemente fue quitado de su puesto en lugar de ser llevado al paredón. Es altamente probable que todas las autoridades, todos los jueces que tomaron parte en el aplastamiento y en los juicios de los luchadores de octubre estén aún en sus cargos”.
Acción independiente
Las masas se movían de manera independiente. Era necesario organizarlas, aumentar y fortalecer su desconfianza en el gobierno liberal. Cuando el Liberal News Chronicle del 20 de julio de 1936 anunciaba el programa del gobierno Azaña decía: “… Con el apoyo de la izquierda (que aún se negaba realmente a unirse al gobierno) su gobierno (es decir el de Azaña) anunciaba un programa que no era más radical que un regreso a la constitución de 1931, con reformas bastante corrientes como escuelas, obras públicas y la revisión del sistema bancario”. Era necesario comenzar la creación de comités independientes y preparar la toma del poder por las masas. Claramente no estaban dispuestas a basarse en los desacreditados liberales. En el mismo número de IPC —en la página 294, en una carta desde España—, informa de tal manera que inconscientemente condena del todo la política del frentepopulismo.
“… Las masas están cosechando los frutos de su victoria de una manera muy diferente de lo que ocurrió tras la caída de la monarquía en 1931. Mientras en ese momento las masas se echaban a las calles con mucho ruido y regocijo ahora su acción es mucho más tranquila y de más alcance…
“En general el movimiento de las masas por todo el país tiene el objetivo de la acción independiente. Todos los esfuerzos del gobierno y su prensa de contener a las masas sólo han tenido el efecto de aumentar su espíritu militante y fortalecer su deseo de actuar por su cuenta”.
Claridad, el órgano de la izquierda socialista de Largo Caballero, escribe lo siguiente:
“Estaremos al lado del gobierno para ayudarle a llevar a cabo el programa conjunto con toda la determinación necesaria, incluso si este programa no nos satisface completamente. Sin embargo, no daremos al gobierno nuestra confianza completa como hicimos en 1931-1933. La lección fue demasiado dura y no renunciaremos a nuestro derecho a criticar para mantener la vigilancia de la clase obrera, que ahora camina hacia el objetivo final de nuestra clase, y, ante el más leve signo de debilidad, poner a la propia clase obrera en contra de sus actuales aliados”. Este rumbo, dictado por la desconfianza de los representantes capitalistas “liberales” por las masas, y su presión, era sin embargo falso. El deber de los socialistas de “izquierda” debería haber sido no depositar ninguna confianza en las falsas promesas de los liberales en las circunstancias de España en aquel momento. Deberían haber reforzado y fortalecido la confianza de las masas y prepararlas para la lucha inevitable, para la construcción de órganos de poder aunque en esa etapa tuvieran aún un carácter incipiente. Por eso estaban luchando las masas, incluso aunque fuera en un sentido inconsciente o sin expresar, como indicaba la actitud y las acciones de los partidos obreros.
Tras el escenario, bajo la protección del gobierno del Frente Popular, la conspiración de los generales, los monárquicos y los fascistas comenzó inmediatamente. Empezó una comedia de coros musicales. Franco fue trasladado a Canarias, el general Sanjurjo y Del Llano fueron trasladados a las Islas Baleares, Marruecos y Sevilla. El mando militar se arrastraba alrededor.
Los sindicalistas, el partido socialista e incluso el comunista avisaban del peligro de un alzamiento fascista o militar. Pero el Partido Socialista y el Comunista, todos exhortaron al gobierno para que “emprendiera la acción”.
Esto era imposible, si se acepta el análisis marxista de la sociedad de clases. El poder del capitalismo depende del poder de la maquinaria estatal que está formada por el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., La clase dominante, tanto en su forma liberal, conservadora o fascista, depende del apoyo de los generales y oficiales del ejército de la casta militar, los oficiales de policía y los altos funcionarios, que han sido seleccionados especialmente, elegidos y formados para servir al sistema capitalista. Realizar cualquier acción en su contra sería como socavar y destruir toda la base del Estado capitalista. Pedir a los liberales que hagan esto es pedir a un tigre que se vuelva vegetariano. ¡Por razones de clase es imposible!
Por eso, hasta la insurrección, las quejas de los dirigentes obreros sobre la “acción” del gobierno, de haber tenido algún efecto, simplemente habría sido el de calmar a la clase obrera e impedir que ésta emprendiera por sí sola las acciones necesarias.
El gobierno del Frente Popular no hizo ninguna acción contra los oficiales del ejército fascista. ¿Cómo podrían hacerlo cuando eso significaba la destrucción de la maquinaria estatal sobre la que descansa la clase dominante?
Al mismo tiempo, los grandes capitalistas les suministran servilmente fondos, desatando su arma de reserva, las bandas fascistas, contra las organizaciones de la clase obrera. Poco más de dos meses después de la “gran victoria”, Cesar Falcón se quejaba en las páginas de Press Correspondence:
“Desde la victoria electoral del pueblo las bandas fascistas, recuperadas de la consternación momentánea…, incitadas por los dirigentes reaccionarios y, especialmente, por los grandes terratenientes, han comenzado una campaña de provocación y asaltos por todo el país… Madrid… pueblos… con la plena cooperación de los elementos fascistas en el ejército y la guardia civil… Se basaron principalmente en la pasividad del gobierno del Frente Popular.
“El Ministerio de Interior que se había comprometido a una actitud constitucional y tolerante, vaciló (¿?) para adoptar esas medidas enérgicas que exigían tanto la naturaleza de la ofensa como la opinión popular… el asalto al representante socialista por Madrid… Los jóvenes estudiantes que pertenecían a la Falange Española intentaron asesinar a Largo Caballero y bombardear la casa de Ortega y Gasset, un liberal… La indulgencia del gobierno sólo servía para impulsar más a los fascistas.
“Jiménez Asua […] socialista representante por Madrid. Los fascistas inmediatamente respondieron asesinando a un juez… ¿Qué pasos rápidos y drásticos se tomaron entonces contra los provocadores y criminales fascistas? Ninguno”.
Constantemente, hasta el período de la sublevación militar en julio de 1936, los partidos obreros apelaron al gobierno liberal del Frente Popular para que “tomara medidas”. Se comportaron como los dirigentes socialrevolucionarios y mencheviques bajo la dirección de Kámenev y Stalin hasta la llegada de Lenin, utilizando la fórmula de “apoyo al gobierno provisional hasta que….” Lenin en sus Las Tesis de Abril se opuso y exigió que se hicieran los preparativos para una nueva revolución, explicando esto pacientemente a las masas, consiguiendo ganar a la aplastante mayoría de la base y haciendo posible el triunfo de la revolución rusa.
Si se hubiera adoptado la postura del PC y el PS españoles eso habría provocado el naufragio de la revolución. La política de los dirigentes de estos partidos era como plagiar la política del menchevismo y los socialrevolucionarios. Para ser más correctos, la suya fue una respuesta inútil a las presiones del conflicto de clase y su fracaso a la hora de aplicar una política de clase clara.
La traición de los oficiales
Después de conseguir la promesa del gobierno de que tomaría medidas y disolvería las organizaciones fascistas, dos meses más tarde en el número del 4 de julio del IPC Vicent Uribe escribe: “Los tribunales de justicia, ante los que eran llevados los fascistas, les soltaban o les condenaban a dos meses de prisión, una simple parodia de la justicia. En innumerables casos los fascistas se libraron de los cargos de asesinato. Esta suavidad y complicidad en lo que se refiere a los fascistas, contrasta vivamente con las penas bárbaras impuestas a los trabajadores durante el período en el cual la reacción estaba en el poder y con el castigo aún impuesto por los tribunales a los trabajadores con armas en su posesión”.
Los tribunales, la policía, el ejército y las capas superiores de los funcionarios son la base del Estado y, consecuentemente, era pedir la luna esperar que los políticos liberales, que representan a la burguesía, destruyan su propia maquinaria estatal y se queden totalmente indefensos ante cualquier ataque de las masas, especialmente cuando los oficiales del ejército se habían pasado mayoritariamente a la reacción.
En su número del 4 de julio de IPC en un artículo titulado: Secretos de España, decía lo siguiente: “Sólo hay unos pocos oficiales republicanos. Yo creo que había un 3%… entonces un oficial que trabaja para el jefe del Estado Mayor me dijo… ‘Tu informador es optimista… quizás hay 100 oficiales de los cuales uno puede ser seguro”
Los generales y los oficiales del ejército ignoraban las órdenes, confraternizaban con los fascistas y provocaban a los trabajadores para crear enfrentamientos. Se prepararon incesantemente para un final sangriento para los trabajadores.
Mientras tanto, el Frente Popular era incapaz de llevar a cabo reformas fundamentales en interés de los trabajadores y los campesinos. La cuestión agraria había aquejado a España durante más de siglo y medio. Los liberales eran incapaces de resolver el problema de la revolución democrático burguesa.
Castrillo Santos en su libro: Cuatro años de experimento republicano: 1931-1935, declaraba lo siguiente: “El 95% de las empresas agrícolas en España consisten sólo en 5 millones de hectáreas de tierra, mientas que el 0,35% del total está formado por 9 millones de hectáreas. Un millón de propietarios poseen 6 millones de hectáreas, mientras que 100.000 propietarios poseen 12 millones de hectáreas. Estas estadísticas representan en última instancia los problemas sociales de la agricultura española….”.
IPC dice en su número del 4 de junio: “30.000 terratenientes poseen dos tercios de España” y comentando el papel de los capitalistas españoles dice: “El sabotaje de la revolución agraria cuando ha llegado al poder con la ayuda de las fuerzas revolucionarias, y después el resurgimiento repentino en el campo de la reacción para aplastar con su ayuda la rebelión de los trabajadores y los pobres”. En los 6 meses de Frente Popular, 190.000 campesinos consiguieron tierra. Esto era el 2,5% de los campesinos.
El artículo Secretos de España, continuaba en el número de agosto de 1936 en la página 27, y se ocupa de la actitud de los capitalistas y los grandes terratenientes… “En palabras, declaraban su disposición a reconciliarse con la república democrática creada en España. Pero realmente el sabotaje económico y las intrigas solapadas comenzaron inmediatamente después del derrocamiento de su gobierno.
“La oligarquía financiera comenzó a llevarse el capital al extranjero. Los tiburones más despreciables de la bolsa comenzaron a minar el nivel de la peseta… los grandes manufactureros exigían la anulación de las medidas del gobierno que pretendían aliviar las necesidades de las masas, amenazando con cierres patronales”.
Los grandes terratenientes, apoyados por los grandes banqueros, amenazaron con una “huelga” si el gobierno no desistía en sus planes de reforma agraria… no harían la siembra de otoño… el gobierno desplegó una excesiva tolerancia hacia los elementos reaccionarios que habían sufrido una derrota en las elecciones. A pesar de las advertencias y consejos de las organizaciones obreras, los dirigentes de los monárquicos y los fascistas pudieron seguir en libertad, incluso mantener sus altos puestos en el ejército, la armada y dentro de la maquinaria estatal…”.
“La condición de los campesinos y los trabajadores agrícolas era la del hambre y la semihambruna. Menos de uno por cada cuarenta campesinos recibió tierra como resultado de la reforma agraria: 190.000 de 8 millones… Había pueblos en Las Hurdes, en La Mancha… donde los campesinos absolutamente desesperados ya ni se rebelaban. Comían raíces y fruta… A treinta millas de Madrid, los aldeanos viven de sopa hecha de pan, agua, aceite y vinagre…
“Los caciques todavía tienen algún poder… los usureros todavía continúan con su negocio rapaz y en absoluto se ha desposeído a los grandes terratenientes. Uno ha visto cómo en Almendralejo, en la provincia de Badajoz, veinte millonarios privan de comida a uno de los rincones más ricos de España, negándose incluso a discutir la cuestión de los salarios de los trabajadores agrícolas… La tierra no era cultivada.
“… ¿Qué te ha dado de comer la República? Las cosas deberían haberse acelerado para los campesinos hambrientos … Los dirigentes campesinos calculan que la ley agraria planea 50.000 asentamientos al año, eso significa que se tardarán 20 años para recolocar a un millón de campesinos: más de un siglo para dar tierra a todos”.
En Rusia, antes de la Revolución de Octubre, la burguesía reconocía que se tardaría un cuarto de siglo en medir y dividir la tierra, y por tanto la reforma agraria era impracticable. Los campesinos bajo la dirección de la clase obrera y el Partido Bolchevique consiguieron la revolución agraria en días mediante la ocupación de la tierra.
En España también los campesinos comenzaron a ocupar la tierra, pero a diferencia de los bolcheviques, ni los dirigentes del Partido Socialista ni del Partido Comunista hicieron suya la política de realizar la revolución agraria.
Los campesinos proporcionan la infantería de la revolución. La clase obrera en las condiciones modernas es la clase decisiva y la fuerza motriz de la revolución. Es España las conquistas en salarios conseguidas por la militancia de la clase obrera se las comía la inflación. Se producían constantes enfrentamientos entre los trabajadores y los empresarios. La policía y los fascistas eran utilizados por los empresarios para aterrorizar a la clase obrera. Todos estos intentos fracasaron. Los trabajadores estaban atemperados y curtidos en la lucha. No estaban desmoralizados por los fracasos de los dirigentes sindicales, socialistas y comunistas. La reacción cada vez estaba más alarmada.
Enfrentamientos diarios
Después del asesinato de Calvo Sotelo, portavoz de la reacción monárquica y del fascismo, por miembros de la guardia civil en represalia por el asesinato fascista de su teniente socialista de policía, tanto los fascistas como los monárquicos se retiraron del parlamento. Esto era la preparación del alzamiento fascista.
Este incidente simplemente precipitó los preparativos que los generales del ejército estaban haciendo desde las elecciones de febrero. Los capitalistas estaban alarmados por el ambiente y la combatividad de la clase obrera. Económica, financiera, políticamente, ellos no podían ver otra salida que el aplastamiento de las organizaciones de la clase obrera.
Se producían enfrentamientos diarios entre trabajadores y fascistas. El 5 de julio de 1936 el Times informaba: “Dos fascistas fueron asesinados el jueves … Como represalia, hombres armados ametrallaron el viernes por la noche a un grupo de hombres que abandonaban sus locales sindicales, asesinando a dos e hiriendo a cinco”. El 13 de julio el Times informaba de que el día anterior “seis hombres armados entraron en la emisora de radio sindical de Valencia… y después de haber maniatado al locutor y su ayudante, uno de ellos anunció a través del micrófono que las fuerzas fascistas habían tomado todos los puntos estratégicos de la ciudad. Los hombres habían desaparecido antes de que pudiera llegar la policía. “A pesar de lo avanzado de la hora, los republicanos (¿?) y otros grupos de izquierda organizaron una manifestación de protesta que desfiló por la calles. La multitud incendió los locales del Partido Regional, que es el principal partido de la derecha, y el edificio quedó destruido… (Hubo un) intento de quemar los edificios del periódico… La casa del político de derechas, el señor Lucía, y el mobiliario de uno de los cafés más grandes… varios clubes políticos de la derecha también fueron incendiados”.
La situación económica según se explica en el artículo del Times del 14 de julio de 1936 casi en víspera de la insurrección era la siguiente: “El déficit presupuestario se ha hecho crónico. La peseta se está hundiendo mientras el comercio languidece debido al aumento de los costes de producción y el fracaso en el pago de las importaciones”.
Enfrentamiento final
Los capitalistas tenían la necesidad de aplastar a los sindicatos y organizaciones obreras para poder seguir reduciendo los niveles de vida de los trabajadores. Debido al callejón sin salida, económico y político, en el que se encontraban, estallaba un conflicto tras otro entre trabajadores y empresarios en la industria y por la cuestión de la tierra. Entre febrero y julio, hubo 113 huelgas generales y 228 parciales en distintas ciudades del país. Por esa razón, los capitalistas exigían la restauración del “orden”, es decir, la utilización del terror para subyugar a la clase obrera.
Las clases preparaban sus fuerzas para el enfrentamiento final. El Times del 15 de julio de 1936 decía lo siguiente: “Los monárquicos y los tradicionalistas publicaron una declaración: el asesinato del señor Calvo Sotelo fue un verdadero ‘crimen de Estado’ sin precedente en España.
“… El (asesinato) fue posible como resultado de la incitación a la violencia contra los diputados de la derecha expresada en el parlamento. La nota añade que los monárquicos no pueden continuar colaborando en un Estado sumido en la anarquía”.
Al otro lado, las autoridades prepararon el funeral del teniente Castillo para las 6 de la tarde y de este modo evitar las manifestaciones. A pesar de esto, la multitud era inmensa, el cuerpo era saludado con los puños cerrados. El ataúd estaba cubierto con una bandera roja… Las milicias socialistas desfilaban con banderas.
El escenario estaba preparado para una lucha a muerte entre los trabajadores y las fuerzas del capitalismo y el latifundismo. Toda la política equivocada de los dirigentes del movimiento obrero desde febrero y durante toda la guerra civil se pudo ver en la declaración de Largo Caballero en una entrevista con el London News Chronicle el 9 de julio de 1936: “¿Cree usted que el cambio de este gobierno republicano por un gobierno socialista se consumará en las urnas?… Eso no lo se, realmente no habría republicanos sin nosotros. Somos su fuerza y si les retiramos nuestro apoyo ellos no existen”.
Palabras significativas cuando se tiene en consideración el rumbo de la guerra civil y las acciones de Largo Caballero y otros dirigentes obreros en el posterior enfrentamiento.
Los generales y oficiales del ejército llevaban preparando la sublevación desde los primeros días del gobierno de Frente Popular. El alzamiento comenzó en Marruecos y en las Islas Canarias el 17 de julio. El gobierno del Frente Popular intentó ocultar las noticias al pueblo español. Cuando ya no podían ocultarse, el primer ministro Quiroga y el gobierno, intentaron convencer a la población de que esta sublevación no afectaría a la península. La radio de Madrid, bajo control del gobierno, anunció el 18 de julio que “nadie, absolutamente nadie en la península española, ha tomado parte en este complot absurdo, que rápidamente sería suprimido” (The Times, 20 de julio de 1936).
Las noticias de la rebelión fueron transmitidas por radio a los trabajadores a través de los marineros de la flota española que habían ocupado los barcos en los puertos marroquíes.
Cien mil trabajadores se manifestaron en Madrid exigiendo armas. Quiroga, el primer ministro, no dudó en anunciar que: “cualquiera que entregue armas a los trabajadores sin órdenes será ejecutado”. Mientras tanto, en toda Andalucía seguían los preparativos de los conspiradores, comenzaron las sublevaciones. Según Hugh Thomas, el académico “historiador” de la guerra civil: “Casi en todas partes, el 18 de julio, los gobernadores civiles de las grandes ciudades siguieron el ejemplo del gobierno de Madrid y se negaron a cooperar plenamente (¡!) con las organizaciones de la clase obrera que clamaban pidiendo armas” (The Spanish Civil War, p. 185).
En Sevilla, Granada y Córdoba, los oficiales fascistas tuvieron éxito, porque después de la manifestación y la exigencia de armas, los dirigentes socialistas y comunistas convencieron a los trabajadores de que regresaran a sus casas. Esa misma noche, los oficiales armados con listas de nombres, fueron a los locales obreros y ejecutaron sumariamente a cada secretario sindical, comunista, socialista y a cada militante destacado que pudieron encontrar.
El gobierno de Quiroga intentó llegar a un compromiso con los generales fascistas. El gobierno de Quiroga dimitió y ocupó su lugar en el gobierno alguien aún más a la derecha: Martínez Barrio.
El compromiso
Ellos querían llegar a un acuerdo con los oficiales fascistas. Si hubiera dependido de los liberales, todos se habrían entregado al fascismo sin luchar. Temían el movimiento de las masas mucho más de lo que temían la llegada al poder de Franco. Esto era una cuestión de clase. Sin la traición de los liberales burgueses, los fascistas nunca habrían sido capaces de tomar ni una de las ciudades españolas. La insurrección habría nacido muerta. Pero por mucho que temieran a los fascistas españoles, los políticos liberales temían mil veces más a la clase obrera armada.
El gobierno permaneció pasivo frente a la arremetida del ejército. El temor patológico de clase de los liberales ante una clase obrera armada, se puede ver en los informes procedentes de todo el país. Uno de los casos más ilustrativos fue la situación en Valencia dos semanas después de la insurrección. En un informe del propio periódico oficial del Partido Comunista, IPC, en su número del 5 de agosto de 1936 en la página 987 bajo el título: Valencia, podemos leer lo siguiente:
“Durante catorce días, desde el 18 de julio, se ha mantenido en la ciudad la tropa amotinada del 18 Regimiento de Caballería. Los trabajadores de Valencia, la mitad de ellos militantes de la UGT, la otra mitad de la CNT, llevan exigiendo días que se arme a la población, para reforzar la milicia y que se fortalezca suficientemente a los regulares [¿cuántos?, Nota de TG] para saltar sobre el cuello de los fascistas. Los miembros del gobierno de la Unión Republicana de Valencia (la tendencia republicana moderada de Martínez Barrio) vacilaron y finalmente se negaron a distribuir armas. Los trabajadores declararon una huelga general que duró dos días antes de que la presión de las masas, finalmente, consiguiera que el gobierno y los líderes militares decidieran tomar los barracones de la caballería… a los pocos minutos, los trabajadores levantaron barricadas de motocicletas… la milicia antifascista, los soldados y los trabajadores fortalecieron sus posiciones y estaban dispuestos al asalto a pesar de la indecisión de los dirigentes… los trabajadores asaltaron los barracones y tomaron los rifles sin preguntar nada”.
Esto dice mucho de la actitud del “Frente Popular” burgués y los “aliados” del Partido Comunista. Apenas requiere comentarios.
Sin embargo, ante la insurrección y la contrarrevolución de los fascistas, la revolución de la clase obrera respondió. Empezando por los inmortales trabajadores de Barcelona, la clase obrera tomó la iniciativa.
Respondiendo a la llamada de los marineros, que en muchos casos habían arrojado por la borda a los oficiales fascistas, los trabajadores barceloneses marcharon contra el ejército.
Citando de nuevo al corresponsal estalinista del IPC en el mismo artículo titulado Barcelona:
“Los acontecimientos han refutado totalmente la teoría reformista según la cual es imposible que la clase obrera en las ciudades, con esas amplias calles modernas, pueda hacer frente a un ejército equipado con armamento moderno. Las masas de Madrid, Barcelona y docenas de otras ciudades de España, con unas pocas pistolas, navajas y sus puños desnudos, han hecho frente a un ejército de combate… Barcelona… los trabajadores nos dijeron cómo capturaron la primera ametralladora: corrieron a través de la enorme plaza con sólo una pequeña fuerza en el medio como cobertura, frente a las filas de un fuego furioso, los trabajadores de las primeras filas caían muertos o heridos, pero ninguno flaqueó, el avance continuó hasta que los trabajadores tomaron la ametralladora… cuando aparecieron en la calle las baterías de artillería… los trabajadores montados en camiones de motor ligero, los dirigieron repentinamente desde los lados de las calles, a una velocidad de 120 kilómetros por hora, contra el flanco de la artillería.
“Madrid.
“Con la excepción de los cuerpos volantes toda la guarnición se amotinó, fueron las masas de trabajadores de las Juventudes Socialistas, Comunistas y Republicanos los que se movilizaron con asombrosa rapidez y determinación, capturando las principales posiciones del alzamiento fascista”.
Según los informes de los corresponsales burgueses, el coraje y la ingenuidad de los trabajadores eran insuperables. Marcharon contra los barracones con patas de sillas, cuchillos de mesa y unas cuantas armas deportivas cogidas de los escaparates de las tiendas de deportes”.
The Times del 24 de julio de 1936 informa desde Barcelona: “San Martí… calles arrebatadas de hombres… armados con carabinas y pistolas… mujeres armadas… en algunos camiones… hemos tomado todas las armas de los barracones de San Andreu”.
Se podrían escribir libros enteros sobre la forma en que la clase obrera desarmada, espontáneamente, sin la guía de sus dirigentes, tomó medidas contra la amenaza de los fascistas y los derrotaron en la mayoría de las ciudades y en dos tercios del territorio español. Sin la vacilación de la dirección del Partido Comunista y del Partido Socialista en el sur, eso habría ocurrido en todo el país.
Pero ahora, en la llamada España Republicana, el ejército estaba aplastado. La policía había desaparecido y sólo había una fuerza armada decisiva: la clase obrera.
En el análisis de la sociedad hecho por Marx y Lenin, explicaban que el poder del Estado se puede reducir a cuerpos de hombres armados y sus apéndices: tribunales, prisiones, etc. En ese sentido, los trabajadores habían aplastado el Estado capitalista. Ellos tenían el poder: el “gobierno republicano” estaba suspendido en el aire. La mayoría de los propietarios de fábricas habían huido y estaban apoyando a Franco. Los trabajadores tomaron las fábricas y comenzaron a dirigirlas sin los capitalistas.
Los trabajadores instintivamente intentaban cambiar la sociedad y comenzar la revolución socialista. La clase capitalista apoyaba a Franco. Azaña y compañía no representaban nada. Los dirigentes del proletariado se negaban a aceptar esta iniciativa de las masas. Formaron una coalición no con los capitalistas, sino con la sombra de los capitalistas, como señaló Trotsky, los abogados, parlamentarios, etc., de los partidos liberales que en esta situación no representaban a nadie excepto a sí mismos.
Los capitalistas comprendían claramente la situación. El corresponsal antes citado en el mismo artículo continuaba su relato a The Times: “Un hombre me dijo… muchos oficiales se han ido y otros fueron arrestados. Se les dijo a los soldados que podían irse a donde quisieran. No es agradable que los trabajadores tengan armas y poder”. Este trabajador de base comprendía, como lo hacía instintivamente la masa de trabajadores, que el poder de facto estaba en sus manos. Eran los dirigentes de sus propias organizaciones los que bloqueaban el camino de la revolución socialista y de este modo traicionaron la revolución, llevándola al camino de la terrible derrota.
El portavoz de la clase capitalista comprendía claramente cuál era la cuestión. Ellos planteaban el problema en términos serios, desde el polo opuesto de la lucha de clases, como hacían los marxistas. El 23 de julio de 1936 en un artículo publicado en The Times se comentaba con seriedad: “El proletariado armado estaba en posesión de la ciudad (Barcelona). ¿Quién iba a desarmarlo? ¿Cuál sería el colofón? ¿El alzamiento militar y de las fuerzas armadas preparó el camino para que el proletariado gobierne en Catalunya? Esas eran las preguntas en boca de todos y en los cuarteles de ‘guerra’ del gobierno era evidente que esta cuestión era su principal preocupación”.
Una vez más, mostrando la verdadera situación, The Times el 25 de julio informaba: “Barcelona: los comités revolucionarios compuestos por anarquistas y comunistas han intervenido en las fábricas hasta nada menos que su incautación… el personal de oficina y técnico está trabajando bajo la supervisión de los proletarios… El gobierno catalán publicó un decreto declarando su intención de intervenir en toda la banca de la región… nombrando una comisión bancaria”. (Así impedían que los trabajadores tomaran el control de la banca, una medida vital sin la que no podría avanzar el desarrollo de la revolución socialista. Marx señaló que el fracaso de la Comuna de París al no tomar los bancos como primer paso, fue uno de los principales factores de su caída. Uno de los primeros pasos de los bolcheviques después de la Revolución de Octubre fue la ocupación de los bancos).
Doble poder
“… Vuestro corresponsal ha obtenido ya el permiso del comité revolucionario de Puigcerdá para regresar a Barcelona…”.
Esto demuestra la existencia de lo que denominamos los marxistas doble poder. El gobierno en Barcelona y Madrid no tenía fuerzas armadas sobre las que basarse. Estaba suspendido por un hilo. Sólo podía existir debido a la tolerancia de la dirección de los partidos obreros, que no estaban dispuestos a dejarlos de lado, por lo que de este modo traicionaron la revolución. De momento, habían tolerado el incipiente poder de los trabajadores. La participación en esta traición o su falta de comprensión se dieron en la dirección de todos los partidos obreros: socialistas, anarquistas, poumistas. Aunque sobre todo, la principal fuerza de la contrarrevolución en el campo de los trabajadores fue la dirección del Partido Comunista. Ésta se resistió a todos los esfuerzos de los trabajadores y abortó la creciente revolución.
En un artículo aparecido en el periódico liberal News Chronicle el 21 de julio, el corresponsal relata lo siguiente: “Mi jornada de anoche en coche desde Madrid a Barcelona… fuimos detenidos cada pocas millas bien por gendarmes o por piquetes de trabajadores y campesinos”.
“… Ellos (hombres del Frente Popular) atribuían el colapso de su población en las ciudades del sur en parte al hecho de que en Sevilla y Granada, por ejemplo, las autoridades locales no consiguieron seguir las instrucciones (¿?) del gobierno central y armar a los trabajadores”. (Ya hemos citado a Casares Quiroga y se ve que no existían instrucciones del gobierno central. Los republicanos liberales estaban sin policía ni fuerzas armadas).
El corresponsal del Chronicle continuaba: “La parte de Catalunya contigua a la frontera francesa está en manos de un comité revolucionario compuesto por anarquistas y comunistas. La bandera soviética [roja, TG] está ondeando en el Ayuntamiento de Puigcerdá… El Frente Popular está formado parcialmente por trabajadores, parcialmente por campesinos…”.
El 23 de julio el News Chronicle publicaba lo siguiente: “Las tripulaciones de todos los barcos de guerra han tomado el control….”. En la misma fecha este periódico de los capitalistas liberales de Gran Bretaña, hermanos de sangre del partido republicano burgués español, escribía sobre el temor y la inquietud: “Cualquiera que pueda haber sido la amenaza del comunismo [es decir, la revolución socialista, TG], que los generales fascistas eligieron como pretexto para levantarse contra la república, es una realidad ahora”.
“La milicia socialista y comunista, y sus elementos en el ejército y la armada, han sido la columna vertebral de la defensa contra el ataque fascista. Están luchando por la república y el Frente Popular bajo la bandera roja.
“Las banderas rojas ondean desde Málaga además de las banderas con la frase Unión Hermanos Proletarios, la célebre frase de la insurrección proletaria de Asturias.
“Si los generales son golpeados por las tripulaciones de los barcos de guerra que han tenido una prueba de sangre y las tropas han vencido a sus oficiales, ¿estarán dispuestos a trabajar en serio, incluso que los oficiales republicanos y los trabajadores de las ciudades se reconcilien con la república burguesa cuando prácticamente se han defendido ellos solos?”.
La revolución traicionada
El mismo número continuaba con el siguiente tema: “En el norte de Catalunya ayer los comunistas, socialistas y anarquistas, armados con armas, capturadas de las tropas rebeldes derrotadas, tienen el control. En Puigcerdá el ejército de trabajadores tomó el ayuntamiento, se hizo con el control de la ciudad”. El 24 de julio el corresponsal informa… “Hablando con estos miembros de la milicia obrera… trabajadores curtidos, artesanos cualificados, jóvenes aprendices… Algeciras… los trabajadores incendiaron las casas de los fascistas… aunque la ciudad ocupada por el ejército fascista… los republicanos ven el régimen ya aplastado. El Frente Popular es ahora una historia pasada.
“Es difícil imaginar elementos socialistas, comunistas y sindicalistas que se han hecho cargo de la lucha por la defensa de la república en el sur continuando bajo la tutela de un puñado de republicanos puramente burgueses”.
Este “puñado de republicanos burgueses” iba a retener el control decisivo debido a la política de la dirección de todas las organizaciones obreras: anarquistas, poumistas, socialistas y comunistas. En un sentido u otro, traicionaron la reacción heroica y espontánea contra el alzamiento fascista. Traicionaron el movimiento elemental de clase de los trabajadores, colaborando con los corruptos dirigentes republicanos burgueses, que en esta ocasión no representaban a nadie excepto a sí mismos.
En este trabajo sucio de contrarrevolución “democrática”, la dirección del Partido Comunista jugó el papel principal. Lo hicieron siguiendo las instrucciones de Stalin. En esta ocasión los partidos de la Internacional Comunista se habían convertido en agentes de la política exterior de la burocracia rusa. Esta última estaba aterrorizada ante la posibilidad de que triunfase una revolución socialista en España o en cualquier otro país de Europa Occidental y que pudiera socavar su poder, llevar a su derrocamiento y a la restauración de la democracia obrera en Rusia. En realidad, la revolución en España animó a los trabajadores rusos más que cualquier otro acontecimiento desde la usurpación del poder por parte de Stalin. En un intento de mantener su poder, a través de Stalin, la burocracia se vio obligada a lanzar la “caza de brujas”, asesinando a cientos de miles de militantes del Partido Comunista. Esto fue en parte debido a las repercusiones de la revolución en España. La victoria del socialismo habría sonado a toque de difuntos para la burocracia soviética.
Además, los burócratas no estaban interesados en la diplomacia revolucionaria, como hizo Lenin, sino simplemente en consideraciones puramente nacionalistas. Ellos querían en aquel momento aplacar a los capitalistas británicos y franceses, conseguir una alianza contra Alemania. No deseaban alterar esta situación con una conflagración revolucionaria que se habría extendido a Francia y destruido totalmente el equilibrio social y político mundial.
En España, el Partido Comunista puso el ritmo a la traición de la revolución y de este modo a la terrible derrota de la clase obrera. Pero el Partido Comunista no fue el elemento decisivo. Mucho más poderosos eran los anarquistas y el Partido Socialista, la CNT y la UGT.
Los anarquistas traicionaron todos los preceptos del anarquismo, por no hablar del socialismo. Los principios de no apoyar a ningún gobierno fueron pisoteados entrando en un gobierno burgués, y en un momento en que las bases de apoyo para ese gobierno, con la correlación real de fuerzas de clase, habían desaparecido.
Los socialistas de derecha de Prieto defendían la colaboración con la burguesía republicana, pero en ese momento tenían poco peso dentro de la base. Si Caballero y el ala de izquierdas del Partido Socialista hubieran estado firmemente en contra de este rumbo, como hicieron Lenin y Trotsky en Rusia en 1917, la situación habría cambiado radicalmente. La situación, objetivamente, era mucho más favorable que en Rusia después de la revolución de febrero de 1917. Los trabajadores eran prácticamente la única fuerza armada. Intentaron tomar la industria, como los campesinos intentaron tomar la tierra. Así los trabajadores anunciaban las tentativas de una revolución socialista que ellos instintivamente intentan emprender.
Si Caballero y los socialistas de izquierda hubieran organizado comités de trabajadores o sóviets, en las fábricas y en los barrios, si hubieran defendido la creación de un gobierno obrero, librándose de los remanentes de los capitalistas y los representantes de los republicanos, políticos capitalistas que ya ni siquiera reflejaban, directamente al menos, ni a su clase… No se dio ningún paso en dirección a la organización de un gobierno obrero y tampoco una lucha victoriosa de la clase obrera que hubiera llegado a una lucha socialista contra Franco.
Los poumistas en Catalunya siguieron la cola de los anarquistas y entraron en el gobierno burgués de Catalunya. Así prepararon su terrible destino a manos de los estalinistas.
Caballero, rendido a la presión de los estalinistas y en lugar de iniciar la lucha por el poder, esto es una exageración, habría sido sólo una cuestión de barrer hacia un lado a los representantes republicanos desacreditados que sólo se representaban a sí mismos, convocando a los trabajadores para la creación de sus juntas revolucionarias y organizando el poder socialista y la dictadura del proletariado. Los estalinistas habrían sido incapaces de resistirse. Después de haber hecho esto habrían perdido la mayoría aplastante de sus seguidores obreros. Los anarquistas se habrían visto obligados a seguir esta dirección. El POUM (centristas situados entre el reformismo y el marxismo) lo habría apoyado y el ala de derechas de Prieto en el Partido Socialista se habría quedado aislada e incapaz de ofrecer resistencia. Un gobierno obrero podría entonces haber iniciado una guerra socialista revolucionaria contra Franco y haber hecho un llamamiento a la clase obrera internacional en busca de apoyo. Caballero y los socialistas de izquierda no consiguieron entender la oportunidad y los peligros, eso preparó inevitablemente el camino para el descarrilamiento de la revolución y la posterior victoria de Franco.
El Daily Worker del 27 de julio de 1936 informaba de un discurso del dirigente del Partido Comunista británico, Harry Pollitt:
“A la luz de los acontecimientos actuales ahora se puede ver que fue un gran error no destituir a todos los oficiales del ejército contrarios al Frente Popular.
“… el objetivo (de la contrarrevolución) sin duda era destruir la España popular y salvaguardar los intereses de los terratenientes, familias feudales, grandes capitalistas y monárquicos, y controlar una nueva posibilidad de avance de los trabajadores”.
“… Los trabajadores del mundo tras el pueblo español son su medio de victoria…”.
La inútil petición de los republicanos burgueses de desmantelar el baluarte del dominio burgués, el guardián de su dominio y derechos de propiedad, el ejército, se repitió sólo cuando el movimiento espontáneo del proletariado ha demostrado su estupidez, su adormecimiento del proletariado, dejándole indefenso ante la reacción. También pedir a los capitalistas que voluntariamente donen su propiedad al proletariado, como hicieron los socialistas utópicos, es pedirles que desmantelen el aparato de su dominio, la maquinaria estatal de cuerpos de hombres armados y sus distintos apéndices.
Las acciones de los fascistas estaban determinadas por los intereses de los terratenientes, familias feudales y grandes capitalistas, dice Pollitt, y fue repetido ad nauseam por los dirigentes de los partidos comunistas del mundo. Pero derrocarles era precisamente la tarea de la revolución socialista. “Defender la propiedad” y el “orden” era defender los intereses de los organizadores y los financieros de la contrarrevolución fascista. Las palabras de los dirigentes del PC eran totalmente contradictorias. Traicionaron a los trabajadores mientras pronunciaban inconsistentes declaraciones anticapitalistas.
La milicia de los trabajadores
El 27 de julio de 1936 Frank Pitcairn, el corresponsal del Daily Worker en Barcelona escribía: “… Entre las reivindicaciones ya planteadas por las distintas organizaciones, sin embargo, está la inmediata nacionalización de toda la marina mercante y la entrega de varias fábricas vitales a los sindicatos…
“… Las milicias obreras armadas permanecerán como cuerpos permanentes de defensa, haciéndose cargo de la mayoría de las funciones del ejército. Gran número de soldados oficialmente de permiso que están alejados de la influencia de los oficiales fascistas se han enrolado ya en la milicia”.
Y una vez más el 29 de julio: “… En todas partes encontré una confianza tranquila y un avance rápido allí donde los trabajadores desarrollaron su control de la situación en la defensa contra el fascismo”.
“… Por ejemplo en Tárrega el presidente del comité local me dijo: ‘La socialización de todos los productos esenciales se ha conseguido aquí desde el pasado miércoles’. ‘Cosecha, aceitunas, vino y todos los demás principales productos agrícolas de la región ahora son propiedad de los trabajadores, a través de sus cooperativas. Estos cultivos anuales serán totalmente propiedad de los campesinos pobres. Primero era necesario llevar a cabo la reorganización de la cooperativa de los terratenientes que, hasta la semana pasada, constituía tanto a campesinos pobres como ricos donde estos últimos naturalmente dominaban la política. Ahora los grandes terratenientes… son rechazados… la cooperativa, que está totalmente en manos de los campesinos pobres, ha tomado toda la cosecha.
“Estas cooperativas están bajo el control supremo del comité de defensa, sobre el que la Alianza Obrera, y los pequeños partidos burgueses, están también representados…
“… Ahora no estamos trabajando para los ricos, sino para nosotros mismos y para los trabajadores de Barcelona y otras ciudades de Catalunya.
“… Barcelona… existe un control estricto de los precios y se impone una multa fuerte a la explotación.
“… Los anarquistas han dado instrucciones para la formación de escuadrones volantes para ocuparse de los saqueadores”.
Estas citas en los primeros días de la revolución demuestran la situación que se estaba desarrollando en España, los trabajadores querían hacer la revolución y los campesinos de Catalunya y Aragón, siguiendo su dirección, ocuparon la tierra yendo más allá que los campesinos rusos en los primeros días de la revolución, y colectivizaron la tierra.
Harry Pollitt, escribiendo en el Daily Worker el 29 de julio desde París:
“… Los fascistas han hecho bien sus preparativos. Cuando se dio la señal de revuelta hace quince días, sólo un regimiento en toda Catalunya se negó a unirse. “Pero la iniciativa y la osadía de las masas rápidamente se dejó sentir. Armados con las armas disponibles, los trabajadores tomaron el terreno y, en 36 horas, habían aplastado el alzamiento fascista en y alrededor de Barcelona.
“La milicia obrera tomó los barracones, capturó rifles y artillería, improvisó tanques, capturó las emisoras de radio y rápidamente pasó de la defensiva a la ofensiva.
“Los soldados en los regimientos rebeldes comenzaron a desertar y se pasaban a la milicia obrera. Aquellos que eran capturados eran internados en los barracones y se enviaba a trabajadores para que confraternizaran con ellos, que les explicaran la locura para la que intentaban utilizarles sus superiores…”.
Así se dibujaban claramente las líneas de clase. Todo lo que hacía falta a los trabajadores, bajo una dirección marxista, era organizar su propio Estado, la dictadura del proletariado, y comenzar una guerra revolucionaria contra Franco. Pero el PC, obedeciendo los dictados de sus maestros estalinistas en Moscú, deliberadamente creó confusión. En el Daily Worker del 27 de julio se dice:
“Cualquiera puede ver ahora que los fascistas en España eran capaces de organizar una revuelta militar no porque el gobierno fuera demasiado ‘revolucionario’, sino precisamente porque creían (como los dirigentes obreros) que podrían ‘moldear y adaptar el Estado para su propósito democrático”.
Si el gobierno español hubiera echado a los oficiales fascistas de las fuerzas armadas, si hubiera despedido a los oficiales fascistas de la policía, si hubiera creado una milicia obrera para defender el gobierno e imponer su decisión, no se habría producido la rebelión fascista y se habrían salvado miles de vidas. Pero el pueblo español había aprendido su lección incluso aunque los dirigentes laboristas británicos estén ciegos para ver el significado de la heroica lucha española”.
¡El ciego dirigiendo al ciego! Los estalinistas se negaron a plantear los problemas en términos de clase. Preferían considerar las medidas republicanas burguesas de Casares Quiroga, de los Azaña y Companys como “errores” en lugar de estar motivadas por sus intereses e ideología de clase. Así abandonaron totalmente el método marxista. Marx, Lenin y Trotsky constantemente insistían en la necesidad de abandonar la retórica abstracta y descubrir despiadadamente los defectos de los argumentos de los demócratas burgueses.
En un momento en que el poder real estaba en manos de la clase obrera, los dirigentes socialistas y comunistas preferían devolver el poder a los desacreditados representantes de la burguesía republicana, mientras que la propia burguesía se había pasado mayoritariamente al lado de Franco, en eso reside la tragedia de la revolución y la guerra civil españolas.
Si en España no había una revolución social ¿a qué se supone que se parece una revolución social? Los pocos abogados, médicos y parlamentarios que estaban al lado de la República, constituían una minoría pequeña, las primeras victorias sobre los fascistas las consiguieron los trabajadores luchando por objetivos obreros.
El Partido Comunista era la vanguardia de lucha de la contrarrevolución democrática de la España republicana. Arrastró tras de sí a los dirigentes socialistas y anarquistas. La dirección del PS no había elaborado una perspectiva propia y fue arrastrada por el PC, el ala de derechas apoyó con entusiasmo y el ala de izquierdas alrededor de Caballero simplemente protestó. Pero el ala de Caballero no estaba dispuesta a mantenerse firme. Si lo hubiera hecho, los acontecimientos en España habrían tomado un rumbo totalmente diferente y habría sido posible una victoria socialista.
El POUM era la organización más de izquierdas, presentándose como marxista, pero siguió a los anarquistas en Catalunya al gobierno y preparó el camino para su destrucción. Pasaron de ser un partido con 1.000-1.500 a 30.000 militantes en seis semanas. Según algunos informes esta cifra subió a 60.000. En proporción a la población eran más fuertes que los bolcheviques en los primeros días de la revolución rusa. Además, la situación en España era mucho más revolucionaria.
La milicia obrera estaba organizada como un ejército obrero. Pero el PC en España tenía sus órdenes. El 5 de agosto de 1936, poco más de quince días después del intento de contrarrevolución y el movimiento de respuesta, publicó la siguiente declaración:
“El comité de control del Partido Comunista de España… el pueblo español, en su lucha contra la rebelión, no está luchando por el establecimiento de la dictadura del proletariado sino que sólo tiene un objetivo: la defensa del orden republicano al mismo tiempo que respeta la propiedad.
“… Este trabajo… cuenta con la cooperación… de partidos conservadores como el Partido Nacionalista Vasco, cuyos militantes son católicos. Este hecho desmiente la declaración hecha por el general Franco del ‘peligro marxista’ en España, y demuestra que el deber impuesto a todas las personas amantes del orden, sin excepción, es el de ponerse al lado de los defensores del orden, en España”. Esto aparecía en el Manchester Guardian el 6 de agosto, el periódico liberal tradicional de Gran Bretaña.
Qué llamamiento tan inspirador y edificador de la moral para las masas españolas: éstas no deberían tomar medida alguna contra la propiedad de los millonarios terratenientes e industriales, que habían promovido y financiado el movimiento de los fascistas y la insurrección de los generales del ejército. Estas palabras estaban incluso a la derecha de la posición de los republicanos de izquierda. José Giral, el primer ministro en Madrid, maniobrando bajo la presión de los trabajadores y temeroso de que ellos tomaran los bancos, informó sin comentarios al Daily Woker el 8 de agosto:
“Explicando las medidas para el control de la industria y los bancos, el señor Giral dijo: ‘Es necesario socavar las bases económicas del fascismo. Los grandes bancos y la gran industria han sido los maestros adinerados del fascismo, suministrando fondos con los cuales los generales fascistas han sido capaces de llevar a cabo su ataque criminal sobre nuestro pueblo. Por eso es ahora necesario el control vigilante”.
¡Qué argumento tan contundente para la expropiación de los terratenientes, banqueros y capitalistas! ¿Qué significaba ‘control’? Simplemente preservar las bases del capitalismo hasta mejores tiempos o la victoria de Franco. Los trabajadores no se sacrificaban y derramaban heroicamente su sangre por esto.
Tomando unos pocos despachos aleatorios del periódico liberal Guardian que tratan las medidas adoptadas por los trabajadores españoles. El 23 de julio de 1936 el Guardian informa desde Madrid:
“Un comité de organizaciones sindicales ha tomado hoy el control de todos los servicios ferroviarios de Madrid, echado al director, a los subdirectores y funcionarios de la Compañía Ferroviaria del Norte, sustituyéndoles por republicanos probados”.
Después un despacho de Barcelona del 27 de agosto de 1936: “Un decreto del gobierno publicado este fin de semana hace efectiva la jornada laboral de 40 horas semanales y un 15% de aumento de los salarios para los trabajadores industriales que ganan menos de 600 pesetas al mes. El PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya) y los anarquistas proponen una jornada semanal de 36 horas semanales. 10% para los salarios inferiores a las 500 pesetas mensuales. Un 25% de reducción en los alquileres. El pago de los días de huelga, indemnización para los desempleados. Control de la producción por parte de los trabajadores. Supresión de distintos sectores del ejército. La continuidad de las milicias populares. Un consejo de guerra sumario para los jefes militares de la insurrección actual”.
Esto fue aceptado —en palabras— por el presidente catalán Companys como una maniobra desesperada e inútil para ganar tiempo con la esperanza de que la situación mejorara.
En el mismo número se habla de la huída de extranjeros de Barcelona:
“Los viajantes dijeron que la huelga fue el contragolpe de los trabajadores a los fascistas… Al día siguiente no había sirvientes en el hotel y quedaba poca comida”.
En el Guardian del 29 de julio de 1936 había una entrevista con un francés
propietario de un garaje de Barcelona que había huido a Toulouse:
“… Nadie en Barcelona obedece ya al gobierno, o, más bien lo que es la izquierda del gobierno. El poder ha pasado a manos de grupos de trabajadores, que a menudo son guiados por sus pasiones sociales y políticas. La gente obedece a los dirigentes de estos distintos grupos, muchos de los cuales son anarquistas y comunistas. Es bastante curioso encontrar que el Ayuntamiento de Port Bou es el único de izquierdas que todavía funciona normalmente bajo el control de la guardia civil. En todas partes se han creado comités locales en otros edificios y los ayuntamientos han sido abandonados. En el campo los campesinos continúan trabajando las tierras y son pagados en aves de corral, ganado y otras provisiones en bonos. La mayoría de estos bonos están firmados por el Partido Comunista o el Partido Trotskista Unificado de los Trabajadores [en realidad el POUM, formado por ex trotskistas y nacionalistas catalanes anteriormente militantes del Partido Comunista, TG]… Los bancos están abiertos y reciben cheques firmados pero no los pagan…”.
Y después de nuevo el 3 y 4 de agosto desde Barcelona:
“Los servicios públicos están funcionando eficazmente bajo la dirección de sindicalistas que ahora controlan todo el transporte, incluidos los ferrocarriles catalanes y ciertas industrias importantes”.
Y otra vez el 4 de agosto de 1936:
“Todos los servicios públicos como el agua, el gas, la electricidad, los tranvías y los ferrocarriles, están ahora administrados por los trabajadores. Los anteriores administradores y externos técnicos están, no obstante, retenidos y consultados donde es necesario. Pero mientras que los salarios de los trabajadores han aumentado un 30%, en los servicios técnicos se ha limitado estrictamente a 1.500 pesetas al mes”.
Algunas veces la esencia de un acontecimiento se puede discernir en cosas sin importancia, que son sintomáticas de procesos más profundos. El Daily Worker del 7 de agosto de 1936 habla al mismo tiempo de cómo el comité central español del Partido Comunista está balbuceando sobre el orden y la defensa de la democracia y la propiedad.
“Las ciudades controladas por las tropas del gobierno español ven como se cambian los nombres de las calles. Los nombres que tienen alguna conexión con el capitalismo se cambian. Las calles Libertad Proletaria y Carlos Marx las sustituyen”.
Este informe de la propia prensa estalinista demuestra los deseos y aspiraciones reales de la clase obrera armada en aquel momento. Ellos estaban intentando imponer una política revolucionaria a la dirección que estaba demasiado ciega o acobardada, o en el caso de la dirección del PC y de los socialistas de derechas, también escéptica, cínica y traidora para comprender la realidad de la situación. En el mismo número del Daily Worker su corresponsal en Madrid escribe:
“…. La fábrica de aviación de Cuatro Vientos está funcionando directamente bajo control de un comité obrero, formado por representantes de trabajadores de todas las ramas…
“… De manera similar la mayoría de las fábricas, ferrocarriles, tranvías y plantas de energía están funcionando bajo el control de los comités de fábrica… “… Todas las operaciones bancarias también están bajo el estricto control de comités formados por representantes del sindicato de oficinistas, de este modo garantizan la imposibilidad de que los adinerados fascistas puedan hacer operaciones perjudiciales para la causa republicana”.
Estas pocas citas y el material de las anteriores páginas sólo proporcionan un pálido reflejo de la magnificencia de la revolución, de la revolución obrera, debemos llamarla por su nombre, la revolución socialista que se estaba desarrollando en España. Los trabajadores estaban intentando romper con el capitalismo, tanto en las pequeñas cosas como en la cuestión del poder. La dirección de sus organizaciones y a través de ellas las propias organizaciones, bloqueaban su camino. No había partido o fracción en los partidos, dispuesta a oponer resistencia, como hicieron los bolcheviques en Rusia o Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania.
Los bolcheviques, de una pequeña minoría, se convirtieron en la mayoría en la revolución rusa y llevaron a los trabajadores a la victoria. En España en una situación excepcionalmente favorable, no existía un partido ni una dirección capaces de hacer una estimación correcta de la situación, sacando las conclusiones necesarias y dirigiendo a los trabajadores firmemente hacia la toma del poder. Todo lo que era necesario en esta situación era explicar a los trabajadores la correlación real de fuerzas, los pasos vitales y necesarios, demostrarles dirigentes y sus organizaciones suyos, cuál era el camino.
El poder estaba en manos de los trabajadores, pero no estaba centralizado ni organizado. Se deberían haber organizado comités, juntas o sóviets, el nombre no importa, en cada fábrica y distrito, elegidos por los trabajadores, amas de casa y en todos los sectores de la población trabajadora, incluidos los campesinos y por supuesto en las milicias obreras. Estas a su vez deberían haber estado vinculadas a través de delegados para formar un comité de área, regional y nacional. Esto podría haber formado el marco de un nuevo régimen que echara a un lado al inútil y despreciable gobierno, y estableciera la dictadura del proletariado.
Los revolucionarios aislados
El ambiente y las acciones de la clase obrera habrían conseguido una respuesta mayoritaria. Fuera de España, día a día, León Trotsky y los trotskistas, hicieron el análisis correcto, pero en ese momento en España no había ninguna autoridad ni organización capaz de influir en los acontecimientos. La aplastante mayoría de los militantes activos del PSOE, PCE, POUM y militantes anarquistas, desgraciadamente no tenían acceso al material publicado por los trotskistas y de este modo no podían reaccionar ante él. Esa fue la tragedia de la revolución española, que la condenó a la derrota y preparó el camino para la victoria de Franco en la guerra civil.
Aquí podemos tratar los acontecimientos de la guerra civil sólo de una forma incompleta e incluso como una sinopsis. Si es necesario regresaremos a este tema con la documentación necesaria. Sin embargo, Félix Morrow ha escrito un clásico del marxismo: Revolución y contrarrevolución en España, que es un registro inestimable de los hechos. Esperamos que pronto esté disponible en castellano para el beneficio de los compañeros de las Juventudes Comunistas y Socialistas. José Giral, como primer ministro de un gabinete formado exclusivamente por republicanos de izquierda, cada vez era más y más incompatible con la correlación real de fuerzas. Consecuentemente, Giral dimitió el 14 de septiembre y entregó el gobierno a Caballero, que formó un gobierno que consistía en socialistas —de derecha e izquierda—, comunistas, republicanos de izquierdas e incluso republicanos de derechas. De ese modo, en lugar de desmantelar el Estado burgués, Caballero y los socialistas de izquierda colaboraron con los estalinistas en apuntalarlo con las formas parlamentarias “correctas”.
Ellos no representaban a los sectores decisivos de la burguesía pero tampoco a un sector considerable del proletariado. Estaban en el limbo, sin ni siquiera la base normal de un Estado burgués: el control de las fuerzas armadas. Las milicias obreras estaban bajo el control de las organizaciones obreras y miraban a ellos en busca de guía y dirección.
En lugar de alentar a los trabajadores en sus intentos de tomar el control, Caballero prometía un mundo mejor… ¡Después de la guerra! En las Cortes anunciaba: “… Es importante afirmar inmediatamente que la estructura del país cambiará después de nuestra victoria y que el primer artículo de la constitución irá de acuerdo con que España es una república de las masas oprimidas se podrá por fin conseguir…” (International Press Correspondence, 19 de septiembre de 1936, p. 1.260).
¡Pero la esencia de una guerra civil es que las masas no pueden esperar! Un cambio en la estructura social se tiene que llevar a la práctica inmediatamente si se quiere tener un efecto en los trabajadores y especialmente los campesinos. Se las ha engañado en tantas ocasiones que se han vuelto escépticas e indiferentes ante las promesas. Las declaraciones de cambios sociales, especialmente cuando son tan vagas, y las frases indefinidas pueden no tener efecto, especialmente para los campesinos.
Ellos quieren hechos y no palabras en una situación donde las palabras están acentuadas por las balas. Lenin explicó hace tiempo que: “una onza de experiencia vale más que diez de teoría”. Especialmente en lo que se refiere a promesas. Si las masas tienen que hacer grandes sacrificios de sangre y sufrimiento deben ser por un objetivo que merezca la pena, y no la desacreditada “república” burguesa que había preparado el camino para la contrarrevolución fascista.
Embelleciendo la “república” como había hecho Caballero, puede que no convenza a los campesinos. Ellos piensan en términos de tierra. Esa es la realidad para ellos. Cuando la propaganda por los altavoces al ejército rebelde estaba dirigida a las trincheras, la respuesta de los campesinos conscriptos en el ejército de Franco a los llamamientos a pasarse a la república era: ¿qué ha hecho la república por nosotros? Para ellos era una lucha entre generales. No querían luchar pero no eran capaces de ver la diferencia fundamental entre los dos bandos.
¿Para qué arriesgarse a las represalias contra sus familias o arriesgar sus propias vidas si se pasaban? Consecuentemente, luchaban por su propia esclavización, así como la de los trabajadores y campesinos de toda España.
Para dejar claro que no era cuestión de cambios sociales reales, el secretario general del Partido “Comunista”, José Díaz, escribía en el mismo número: “Ante la alarma de la opinión pública internacional [¿qué opinión? La de los capitalistas, TG] sus enemigos han afirmado que es un gobierno socialista-comunista, en realidad no es nada más y nada menos que la continuación de los ministros republicanos y democráticos”. Esto es por una vez correcto ¡y ya hemos visto los hechos de estos ministros! “Allí donde los campesinos en masa han emprendido la lucha armada contra los rebeldes ahora están organizando la lucha guerrillera en la retaguardia de los bandidos reaccionarios…”.
Buscando ejemplos de esa criatura mítica en condiciones modernas, la “burguesía revolucionaria”, el escritor del Partido Comunista continúa: “El éxito considerable del partido de Martínez Barios en las elecciones (de febrero de 1936) no se puede explicar de otra forma que por los sentimientos antifascistas de una parte de la burguesía… (después de la insurrección fascista de julio)”. José Giral, Francisco Barnes, Casares Quiroga (su papel se ve suficientemente en sus amenazas de dar instrucciones de ejecutar a cualquier que armara a los trabajadores), Enrico Kames y Manuel Blasque Garón. Los industriales y los terratenientes que forman parte del ministerio de José Giral…”. En realidad ellos representaban no a su clase sino a sí mismos como individuos, dentro del campo republicano maniobraban desesperadamente contra la revolución socialista.
Aparte del hecho de que los primeros días y horas del alzamiento fascista antes de que ellos hubieran perdido el control de los acontecimientos, el gobierno liberal intentó llegar a un acuerdo con los gánsteres de Franco. El artículo, continúa con un humor horroroso e inconsciente: “…. De haberse desarrollado los acontecimientos de manera diferente es posible que algunas de estas personas hubieran buscado un compromiso con la reacción…”.
El artículo continúa: “… No puede haber duda de que la aplastante mayoría de la burguesía simpatiza con los insurgentes y los apoya, pero hay grupos de la burguesía, especialmente entre las minorías nacionales. Por tanto estos grupos no deben quedar excluidos en el campo antifascista… Una amplia base social en un momento de una lucha tan profunda es uno de los factores que garantían el éxito de la revolución… El Frente Popular antifascista español, como forma pacífica de la unificación de las distintas clases frente al peligro fascista… Al mismo tiempo la peculiaridad del Frente Popular español… el ritmo relativamente lento mediante el cual las masas del campesinado están entrado en la lucha armada…”.
“Añadir” combustible a las llamas difícilmente aumenta las fuerzas. Tener el apoyo del remanente de la burguesía, como demostraron los acontecimientos, sólo debilitaba y socavaba, no fortalecía la lucha contra Franco. La medida de expropiar a los terratenientes y los capitalistas habría fortalecido el campo de los trabajadores un millón de veces más. Pero en realidad los estalinistas, siguiendo instrucciones de Moscú, intentaban desesperadamente restaurar el régimen republicano burgués. En Catalunya, y España, como el partido que defendía la “ley” y el “orden”, “la defensa de la propiedad privada”, ellos se convirtieron en el partido de la clase media en las ciudades y los campesinos ricos en el campo. En aquel momento dos tercios de la militancia estaba formada por tenderos, capataces, pequeños empresarios, campesinos ricos, técnicos de alto nivel, etc., Sólo un tercio estaba formado por trabajadores, la mayoría el sector más atrasado de la clase obrera.
¿Ejército de trabajadores o ejército capitalista?
Los estalinistas como defensores de la “burguesía revolucionaria” estaban intentando restaurar la situación en la España republicana que existía antes de la revolución. Esto requería la contrarrevolución —sangrienta y vil— dentro del campo republicano.
Tan pronto como en octubre de 1936, persuadieron a Caballero para que comenzara el proceso de transformación de la milicia en un “ejército regular”. Actualmente está claro que en una guerra civil es necesario un mando centralizado. Pero la cuestión fundamental de un ejército en la sociedad moderna es ¿sobre qué intereses está organizado? ¿Qué base de clase tiene? ¿Cuál es su motivación? ¿De qué clase procede el personal general y los oficiales? ¿Qué intereses representan? ¿Qué bases de clase tienen? Ningún llamamiento mítico a la unidad antifascista puede evitar las cuestiones de clase mientras permanezca existiendo la sociedad de clases.
Trotsky y los bolcheviques construyeron un ejército también desde cero. Pero el ejército de los trabajadores estaba en el poder. Utilizaron decenas de miles de oficiales del ejército zarista, pero estaban bajo el control estricto de los comisarios obreros leales al Estado obrero y a los ideales de la revolución socialista.
Si se construye un ejército centralizado sólo puede ser herramienta de un Estado capitalista o de un Estado obrero, no puede ser un ejército sin clase, es imposible esa neutralidad mítica de clase. Consecuentemente, temeroso o incapaz de consumar la revolución socialista, Caballero y los otros dirigentes ayudaron a llevar a cabo la organización de un ejército capitalista. Esto una vez más tuvo consecuencias desastrosas para la guerra civil.
Como ya se ha demostrado, la aplastante mayoría de los oficiales y los generales estaban con los fascistas, mucho más a la vista incluso que en Rusia. En una lucha puramente militar ellos claramente contarían con ventaja. Pero la guerra, incluso una guerra civil amplificada, es la continuación de la política por la fuerza. En la guerra, dice Napoleón, la relación de la moral con la fuerza física es de 4 a 1.
Con la creación de un ejército no basado en el modelo del Ejército Rojo de 1918-1920, sino en un ejército capitalista, toda la base de la lucha de clases era socavada. Sistemáticamente, en Barcelona y Madrid, los estalinistas se afanaron por recrear el Estado burgués. El primero de los grandes éxitos se había conseguido gracias a los métodos de la revolución social. Las milicias al primer impulso conquistaron Aragón. Se tomó la tierra en Catalunya y Aragón. Ese era un avance mayor al que consiguió la Revolución Rusa en sus primeros días, como respuesta a generaciones de propaganda anarquista la tierra fue colectivizada por los propios anarquistas. La milicia se quedó a las puertas de Huesca, Teruel y Zaragoza.
Pero el gobierno central privó a este frente de armas y suministros por temor a las consecuencias sociales revolucionarias que supondría la victoria del mismo. Caballero se permitió ser chantajeado por el PC bajo amenaza de que los rusos dejarían de suministrar armas, el grueso eran enviadas al frente de Madrid, donde el PC jugó un papel importante.
El creciente conflicto entre las aspiraciones de los trabajadores y el regreso gradual a la “normalidad” burguesa es lo que precipitó la crisis conocida como las “Jornadas de Mayo de 1937”.
Toda revolución ha presenciado movimientos similares de los trabajadores cuando sentían que la revolución estaba siendo traicionada. Las Jornadas de Junio en Francia en 1848, las Jornadas de Julio en Rusia de 1917 y las Jornadas de Enero en Alemania en 1919. Las masas sentían que el poder se les escapaba de las manos. Se levantan convulsivamente, en un movimiento elemental, para protestar por la “capitulación” ante la burguesía.
El poder en manos de los trabajadores
La causa inmediata de la insurrección de la clase obrera en Barcelona y Catalunya fue el intento de los estalinistas de retomar el control de Telefónica para el gobierno catalán. Ésta estaba bajo el control de los trabajadores de la CNT desde los primeros días de la revolución y representaba un elemento de control obrero.
Los estalinistas en la Generalitat, el gobierno autónomo catalán, envió algunos tanques y tropas para tomar el control del edificio. Los trabajadores respondieron con una huelga general. Aparecieron barricadas en Barcelona y otras ciudades catalanas. El gobierno se sentía impotente. Se intentó enviar tropas de asalto desde Valencia y enviaron a las Brigadas Internacionales para sofocar el movimiento de los trabajadores, pero este intentó colapsó por la negativa de las tropas a emprender acción alguna contra los trabajadores.
Una vez más ¡el poder estaba en manos de los trabajadores! No había tropas en Barcelona ni en ninguna otra parte sobre las que se pudiera basar el gobierno para aplastar el movimiento.
Aquí la CNT y el POUM salieron al rescate del reactivado Estado burgués. Argumentando que era imposible comenzar una guerra civil dentro de la guerra civil, estos “marxistas” apelaron a los trabajadores para que regresaran al trabajo. Para acabar con el conflicto habría que llegar a algún tipo acuerdo entre los trabajadores y el gobierno. Durante cuatro días los trabajadores controlaron las calles. ¡Si el POUM hubiera llamado a la toma del poder ninguna fuerza les habría detenido! Los anarquistas y el POUM convencieron a los trabajadores para que “regresaran al trabajo”. ¡La crisis estaba terminada! La oportunidad de transformar la situación se había perdido.
Si el POUM hubiera tomado el poder podían haber ofrecido al gobierno de Madrid un frente único contra Franco. El gobierno no tenía tropas en las que basarse. Rápidamente las masas de Madrid, Valencia y en los otros frentes se habrían reunido bajo la bandera del socialismo en Barcelona. El poder del gobierno de Madrid se habría derrumbado y desaparecido.
El POUM fracasó. Había entrado en el gobierno burgués catalán con los anarquistas y esperaba milagros. En palabras estaban contra la colaboración de clase, pero en los hechos colaboraban con la sombra de la clase capitalista.
A las seis semanas recibieron la recompensa por su cobardía y falta de perspectiva. En una revolución las masas aprenden rápido, pero estos “dirigentes” no habían aprendido nada. Los estalinistas aprovecharon la oportunidad que les daba el hecho de que las masas hubieran quedado reducidas a la pasividad y la desesperación. Utilizando el pretexto de que el POUM estaba implicado en un complot con Franco, fue ilegalizado. Nin y otros dirigentes fueron asesinados por agentes de la GPU en España. El partido desapareció de la escena.
Caballero se había negado a la supresión del POUM. Por consiguiente debía ser sustituido. El PC ideó un complot con Prieto, el ala de derecha socialista y los burgueses republicanos del gabinete. Caballero fue sustituido por Negrín, que era más manejable en manos de los estalinistas. La Pasionaria lo aclamó como el “¡gobierno de la victoria!” Hubo algunas victorias militares. ¡Muy pocas! Pero la transformación de la lucha en algo puramente militar hizo que se sembrara una de las semillas para la derrota. Los oficiales burgueses que tenían formación militar no eran de confianza.
Después de la disolución de las milicias, Málaga y el País Vasco fueron traicionados por un sector de los mandos en manos de los fascistas.
Pero en cualquier caso, como una lucha puramente militar, la guerra no se ganó. Las excusas generales, sin tratar el tema en absoluto, explican la derrota como lo hacen los reformistas y los estalinistas, ¡la intervención extranjera y los moros! Hitler y Mussolini suministraron armas, 100.000 italianos y de 20.000 a 60.000 alemanes, decenas, si no cientos de miles de moros estaban en el ejército de Franco.
Pero en la Revolución Rusa también, hubo intervención de tropas extranjeras. Veintiún ejércitos de todas las grandes potencias intervinieron. Rusia estaba bloqueada. En las primeras etapas de la guerra civil sólo una provincia junto con Petrogrado permanecía en manos de los bolcheviques. El resto de Rusia estaba en manos del Ejército Blanco y de los ejércitos de intervención.
Los bolcheviques no ganaron porque tuvieran armas o habilidades militares superiores, sino porque dirigieron la guerra civil como una lucha social. Tierra para los campesinos, libertad para las nacionalidades oprimidas, fábricas para los trabajadores e internacionalismo proletario eran el método de los bolcheviques. Por consiguiente, cada ejército blanco enviado contra los bolcheviques, los trabajadores, los campesinos rusos y su poder, se amotinaba y tenía que ser retirado. Detrás de las líneas capitalistas e imperialistas los campesinos y los trabajadores saboteaban la lucha. Suministraban al Ejército Rojo información valiosa sobre sus enemigos. Organizaron la guerra de guerrillas. Los Ejércitos Blancos al sentir esa hostilidad de la población se desmoralizaban. Decenas de miles de conscriptos desertaban para pasarse a los rojos. Los trabajadores rusos salieron victoriosos en la guerra civil.
En China, Mao Tse-Tung y el PC chino, llevaron adelante una guerra semirevolucionaria y consiguieron la victoria. La guerra civil comenzó con una aplastante mayoría de las fuerzas de Chiang Kai-Shek, tanto militar como numéricamente. Tenían el equipamiento más moderno en tanques, aviones y armas, suministrado por el imperialismo estadounidense. La mayor parte de China estaba en sus manos. Pero entregando tierra a los campesinos, reservando un pedazo de tierra a los soldados de los ejércitos de Chiang en las aldeas donde llegaban, ganaron a las tropas. Por cientos de miles, divisiones enteras, desertaban hacia el Ejército Rojo. Con la guerra social —una guerra semirrevolucionaria— también consiguieron victorias militares, gracias a la elevada moral de las tropas. Desde los oficiales campesinos hasta el cabo más inferior, esa es la manera, aunque se carezca de material sofisticado, aunque los puntos de ventaja militares parecían estar aplastantemente contra ellos en el territorio, tanto en número como en material, pero triunfaron.
Cuando se examina la guerra civil se pueden ver los procesos contrarios. La magnífica iniciativa de los trabajadores, que sin armas consiguió victorias deslumbrantes en dos tercios del territorio español. La flota se pasó al lado de los trabajadores. Parte de la Fuerza Aérea y la Artillería.
Pero la revolución no se consumó. Palmo a palmo los trabajadores eran barrenados. La contrarrevolución democrática en la retaguardia socavaba la lucha en el frente. La tierra en Catalunya y Aragón era devuelta a los terratenientes. Las fábricas gradualmente reconquistadas por los capitalistas. Se restauró el Estado y el ejército burgués. El poder estaba en manos del “capitalismo democrático”.
¿Cuáles son las consecuencias? Los moros eran las tropas de choque de Franco. ¿Por qué lucharon para esclavizarse a sí mismos y a sus hermanos, los trabajadores y los campesinos españoles? Abd El Krim, que dirigió la lucha por la independencia morisca de España y Francia, estaba en el exilio en una isla en el Mediterráneo. Él ofreció al gobierno republicano ir a España y hacer un llamamiento a los moros para que se pasaran al lado de la República. Todo lo que pedía era la devolución de la autonomía de Marruecos. Pero dar autonomía a Marruecos sería ofender a las “democracias” de Gran Bretaña y Francia, porque socavaría sus imperios en África. Además, ¿no se comprometió el gobierno del Frente Popular a mantener todo el territorio español? Al no seguir métodos revolucionarios en la guerra la oferta fue rechazada. Durante todo el conflicto los moros permanecieron como las mejores y más feroces tropas de Franco. Lo más irónico de este hecho particular es que más tarde, temerosos del colapso y ante el temor de tener que enfrentarse a una guerra colonial, Franco concedió, no la autonomía, sino la independencia. De este modo ¡los fascistas fueron los primeros en arriesgar lo que el miserable gobierno del Frente Popular no estaba dispuesto a conceder cuando estaba luchando por su vida!
Es verdad que Mussolini y Hitler suministraron enormes cantidades de material y también tropas a Franco. Pero estas tropas eran campesinos y trabajadores italianos, campesinos y trabajadores alemanes. Se podía llegar a ellos, pero sólo con un llamamiento socialista internacional como hicieron los bolcheviques en Rusia. Pero a pesar de todo, las tropas extranjeras y los moros eran auxiliares. El cuerpo principal de las tropas de Franco eran españoles, principalmente campesinos conscriptos al ejército de Franco. Sólo se les podía ganar mostrando las diferencias sociales fundamentales entre los dos ejércitos. Tierra a los campesinos, fábricas a los trabajadores, libertad para las nacionalidades oprimidas en España y África, ese era el único programa para la victoria.
El programa de devolver el poder a los terratenientes y capitalistas no podía tener ningún efecto sobre las tropas del ejército de Franco. La superioridad militar en oficiales, tanques, en este nivel todas las ventajas estaban en el lado de Franco. Llevando a cabo la lucha como una “guerra militar”, no como una guerra social por armas, garantizaron la derrota. El “Frente Popular” francés y la “democrática” Gran Bretaña no enviaban armas a la España “republicana” con la farsa hipócrita de la “no intervención”. La Rusia estalinista participó en esta farsa. Sólo proporcionaron armas, después de que se perdieron unos meses preciosos, y sólo a condición de detener la revolución social.
La política de los partidos obreros en la revolución y en la guerra civil garantizó la derrota. Pero debemos asumir por un momento que se hubiera conseguido algún fantástico milagro militar sin una victoria social, ¿entonces qué? El poder había regresado a manos de los capitalistas y terratenientes. Los remanentes de la vieja casta de oficiales y clase media habían tomado sus empleos y reconstruido el ejército burgués. El país estaba arruinado y hecho trizas por la terrible guerra civil.
Al reprimir la iniciativa de los trabajadores y su naciente control de las fábricas se habían desmoralizado y frustrado los ideales de la clase obrera. Los generales, situados al mando del renovado ejército decidían todo. Al final de la lucha era evidente que la victoria estaba lejos.
El incontrolado mando del ejército, del ejército regular restaurado, tenía el poder para intentar y promover un compromiso con Franco (¡!): el general Casado y el general Miaja. Miaja con un carné de militante del Partido Comunista en su bolsillo ¡estableció una dictadura militar! Como recompensa por ser la vanguardia de la contrarrevolución democrática dentro de la revolución, el Partido “Comunista” fue ilegalizado y obligado a pasar a la clandestinidad. Ahora había dos dictaduras en España: ¡a ambos lados de las trincheras!
Incluso si la España “republicana” hubiera ganado la guerra civil ¡el resultado habría sido un Estado policíaco militar en España! Esta fue la condena final de la política de todas las organizaciones obreras.
España, después de más de tres décadas de dictadura se mueve de nuevo hacia la revolución. Los dirigentes del PC, después de no haber aprendido nada, juegan el mismo pérfido papel.
La tarea de las Juventudes Socialistas españolas es llevar las lecciones de la guerra civil a la clase obrera y por supuesto a la base de los luchadores del Partido Comunista. Tanto interna como internacionalmente la perspectiva es favorable. El anarquismo está desacreditado en su “último reducto latino” y es muy débil. El Partido Socialista y el Partido Comunista son dos fuerzas reales dentro de la clase obrera. La base del PC responderá ante la dirección audaz del PS y las JS si se basan en las ideas del marxismo.
La victoria de la revolución socialista en España puede transformar la situación internacional. El único camino de los trabajadores españoles para garantizar el éxito de la revolución, es aprender las lecciones de la revolución española de 1931-1937 y de la guerra civil. Sin esta comprensión estarían condenados a cometer errores similares y sufrir el destino de sus padres y abuelos.