Este artículo corresponde a la serie de documentos del camarada Ted Grant que estaremos publicando próximamente, a pesar de que estos fueron publicados originalmente durante todo el siglo pasado, sirven como material de formación, por su valor histórico y por las lecciones que en ellos se encuentran para las luchas en el presente. Ted Grant, nacido en Sudáfrica bajo el nombre de Isaack Blank, fue el fundador de la Corriente Marxista Internacional, con la intención de defender las ideas del marxismo en las organizaciones de la clase obrera. Fimer defensor del Marxismo, se definía a sí mismo como marxista, leninista y trotskista. Sus ideas hacen hincapié en que los revolucionarios deben trabajar dentro, fuera y alrededor de las organizaciones de masas porque los trabajadores comienzan a movilizarse a través de las organizaciones tradicionales y porque fuera del movimiento obrero no hay nada.

Prepararse para el poder – Perspectivas Revolucionarias y las tareas de la Cuarta Internacional en Gran Bretaña*

Tareas y perspectivas

El mundo entero está ahora inmerso en la agonía de la conflagración imperialista. Los pocos que quedan “neutrales” lo son sólo de nombre. Se han visto obligados a restringir el consumo de las necesidades básicas de la vida de la misma forma que han tenido que hacer los países beligerantes, algunas veces incluso en un grado mayor. Junto a esto, la mayoría de ellos están produciendo armamento al máximo de su capacidad para una u otra de las grandes potencias, con todo lo que esto implica. Pocos de ellos evitarán el actual derramamiento de sangre. Irlanda, España, Portugal, Turquía e incluso la Francia de Vichy1, todos se verán implicados de una u otra manera en la guerra.

La Cuarta Internacional pronosticó por adelantado que independientemente de donde empezara la guerra, inevitable y rápidamente, implicaría al mundo entero. Todo apuntaba a esto: las contradicciones del capitalismo se han agravado e intensificado con el crecimiento de las fuerzas productivas; la agudización de los antagonismos imperialistas en todo el mundo; la incapacidad de la dirección de la Segunda y Tercera Internacionales para resolver estas contradicciones. Entre la primera y la segunda guerra imperialistas, se han engendrado y agravado terribles antagonismos nacionales y sociales. El fracaso de la dirección obrera en arrebatar el poder de las manos de la burguesía inevitablemente llevó a una guerra mundial.

Pero los acontecimientos que han dado a la guerra su universalidad, al mismo tiempo, lejos de fortalecer al imperialismo lo han debilitado en extremo. Las mismas contradicciones que llevaron a los imperialistas a buscar una salida en la guerra, llevarán directamente a la revolución. Ya no es cuestión de intentar buscar donde podría estar el eslabón débil en la cadena del capitalismo. No existen eslabones fuertes. No hay un solo país, ni siquiera los poderosos EEUU, que tenga la posibilidad de escapar a las terroríficas convulsiones sociales e incluso a la guerra civil. Igual que nadie podría afirmar con certeza donde comenzaría la guerra, lo mismo ocurre con la revolución social. Podría ser Japón, China, Alemania, el continente europeo, Gran Bretaña o quizás una revuelta colonial en África. Pero igual que la guerra se ha extendido inevitablemente a todo el mundo, lo mismo ocurrirá con la revolución social de un país a otro, de un continente a otro, con una velocidad incluso mayor.

El declive de Gran Bretaña como potencia mundial

El declive de Gran Bretaña como señora de casi la mitad del mundo se ve mejor en la pérdida de su posición en los siete mares. Britania ha dejado de dominar las olas. EEUU, incluso antes de que se haya producido un solo disparo en su hemisferio, anunció un programa de expansión naval que por sí sólo le garantizará una superioridad imposible de desafiar en una esfera que durante siglos fue considerada dominio exclusivo de Gran Bretaña, una esfera también donde la pérdida de la primera posición deja a Gran Bretaña vulnerable ante cualquier conflicto con el nuevo amo. Gran Bretaña, de este modo, está a merced de su “salvador” trasatlántico.

No sólo la Gran Bretaña metropolitana, sino también el imperio se encuentran en esta posición. Australia ya ha pasado a estar bajo el dominio directo de EEUU. El primer ministro australiano ha proclamado abiertamente que debemos mirar hacia EEUU en busca de socorro. La unión de la industria de EEUU y Canadá es sólo un pálido reflejo de la penetración del capital financiero norteamericano en lo que ahora no es otra cosa que una provincia de EEUU. Nueva Zelanda y Sudáfrica, aunque hasta el momento no en el mismo camino, ya están virando en la misma dirección.

América del Sur, que en el pasado proporcionó el terreno más grande para la inversión británica, se ha convertido en un dominio estadounidense. En el Lejano Oriente la situación es igual de sombría para la burguesía británica. No sólo Malasia y Birmania han caído ante los japoneses, sino que China ahora mira hacia EEUU en busca de ayuda y armas para su guerra contra Japón. Y en la India la influencia estadounidense se deja sentir cada vez más y más.

La burguesía británica y su hombre del momento, Churchill, está obligada a aceptar este dominio del imperialismo estadounidense. No puede hacer otra cosa. La derrota en la presente guerra a manos de Alemania significaría el final de la Gran Bretaña imperialista como potencia de primera fila. Su victoria supondría una decadencia menos espectacular a potencia de segunda fila bajo el patronazgo de EEUU. Esto es lo mejor que puede esperar la clase dominante británica. En realidad, el proceso de declive se lleva produciendo desde muchos años antes de la guerra. La alteración de la correlación de fuerzas entre las potencias ha dejado a Gran Bretaña en una situación cada vez más nominal. Los golpes destructores del imperialismo alemán y japonés han servido para revelar la verdadera situación y desenmascarar la senilidad y decadencia del imperialismo británico.

La revelación de esta debilidad, particularmente con el avance japonés, para cientos de millones de esclavos coloniales en el imperio británico el día de mañana las llevará a la acción. Las masas coloniales están comenzando a salir de su apatía e indiferencia gracias a estos poderosos acontecimientos. Será imposible que la mano paralizadora de Whitehall les mantenga en una esclavización continuada.

Además, la clase obrera de Gran Bretaña cada vez es más consciente y crítica con la vieja escuela patriotera al servicio colonial y las fuerzas armadas, cuya estupidez e incompetencia es sólo un reflejo del hecho de que el sistema burgués británico ha caducado completamente. La comprensión de la debilidad y declive de la clase dominante está comenzando a cristalizar en la conciencia de las masas. En todos los estratos de la población ha penetrado un ambiente de crítica basado en las derrotas pasadas.

La situación interna de Gran Bretaña

Incluso antes de que la crisis del capitalismo mundial se haya resuelto en la agonía de una lucha mortal prolongada entre los rivales imperialistas por el dominio mundial, la clase dominante había percibido la necesidad de un enfrentamiento violento con los trabajadores británicos. La política de la capa dirigente de la burguesía en los años previos a la guerra estuvo condicionada por la preocupación con los problemas y las tareas de la guerra civil.

Mientras que la dirección de las poderosas organizaciones de masas, sindicatos, Partido Laborista y Partido Comunista, por no hablar del Partido Laborista Independiente (ILP), estaban calmando a las masas con la rutina adormecedora del parlamentarismo, la dirección del capital financiero valoraba sobriamente la situación, revisando y reparando sus planes para la lucha armada con las masas. En los dos años precedentes a la presente guerra, las maniobras militares, por primera vez, se basaron en el supuesto de que la guerra civil se estaba agudizando en Gran Bretaña.

Todos estos planes de la clase dominante (utopía en cada caso excepto en el caso de parálisis total de la dirección de la vanguardia obrera) han quedado destrozados por el rumbo de los acontecimientos. La guerra ha resultado en una fusión del ejército con la clase obrera mucho más que en cualquier otro período de la historia. (Se podría decir de paso que en un esfuerzo por minimizar o superar esto la burguesía ha hecho muchos esfuerzos para intentar incitar a los soldados contra los trabajadores contrastando demagógicamente los “altos” salarios de los trabajadores con los bajos del ejército).

La casi total destrucción del movimiento obrero europeo en los últimos ocho o nueve años ha ido acompañada de un aparentemente inexplicable fortalecimiento de la burocracia laborista y sindical británica. Sólo en el continente europeo (con las insignificantes excepciones de Suiza y Suecia, las cuales existen sólo por amable consentimiento de Hitler) las organizaciones obreras británicas han permanecido intactas. Esto se explica por el hecho de que mientras sus rivales estaban preocupados por el conflicto social interno o los preparativos intensivos para la guerra venidera, Gran Bretaña intentaba, por última vez quizás, aumentar su comercio en casi todos los mercados cercanos. Gracias a estos medios pudo otorgar algunas mínimas concesiones ilusorias a las masas trabajadoras. Como resultado de esto, los pocos años precedentes a la guerra estuvieron entre los más pacíficos de la historia del capitalismo británico. La lucha de clases sufrió una calma con pocas huelgas y menos amargas en el terreno industrial. La burocracia sindical y laborista cada vez se asoció más a los intereses de los empresarios como sirvientes obedientes e interesados.

Debido a la superexplotación de las masas coloniales, los imperialistas británicos se permitieron dar concesiones a un estrato privilegiado de la clase obrera británica, e incluso hasta cierto punto, aumentar el nivel de vida de todos los trabajadores británicos por encima del de los trabajadores europeos. Basándose sólo en esto, las industrias británicas se volvieron más arcaicas y caducas, en lugar de avanzar como en EEUU y Alemania, basándose en la técnica moderna. Se volvieron anticuadas desde el punto de vista técnico porque Gran Bretaña luchó sobre los hombros de las colonias. Pero la guerra está afectando de lleno a la economía británica.

En los primeros nueve meses de 1941 Gran Bretaña gastó 3.495.761.702 libras, mientras que sus ingresos corrientes durante ese período fueron sólo de 221.567.147 libras. Menos que hace una década en 1931, la oligarquía financiera preparó una crisis para deshacerse de manera ostensible del gobierno laborista por su negativa a reducir el subsidio de desempleo en 2 millones de libras anuales. Hoy el déficit en quince días supera esta cifra y todas las cargas recaen sobre los hombros de los trabajadores.

En cada una de las esferas, la clase dominante ha revelado su total senilidad e incapacidad para ni siquiera dirigir su propia guerra. La corrupción y la incompetencia, industrial y militarmente, llevan claramente a la mente de los trabajadores la cuestión del régimen. En las fábricas el caos, el despilfarro y la mala gestión, la incapacidad de organizar la producción debido a los frenos del sistema de beneficio, asumen un carácter particularmente agudo cuando se contrapone a las exhortaciones cada vez mayores hacia los trabajadores de: ‘¡Adelante!’ Esto es así especialmente cuando las derrotas militares se justifican por la “falta de equipamiento”. Mientras tanto, los grandes combinados y monopolios están asumiendo un dominio completo de la vida económica de la nación. Una camarilla desenfrenada de monopolios capitalistas que controla los bancos, la manufactura de armamentos y la alimentación, están consiguiendo cada vez más dividendos y más que en ningún otro momento. No es simplemente el expolio de la clase obrera, sino que hasta la clase media se está arruinando totalmente. Los pequeños comerciantes y empresarios, los profesionales y artesanos, han sido duramente golpeados por la guerra.

La decadencia de la clase dominante es tan grande que sectores importantes están comenzando a perder confianza en sí mismos. Por ahora, no tienen sustituto para Churchill. Las quejas de los miembros conservadores del parlamento sobre la ineficacia de la industria y el ejército dejan entrever las fisuras y la lucha intestina que se está abriendo dentro de las filas de la clase dominante. ¡Y esto en un momento en que las masas todavía no han entado en acción! Todos estos síntomas son un reflejo de los profundos procesos que se están desarrollando dentro de la sociedad británica. La desilusión y el profundo descontento por ahora no encuentran una salida, pero están hirviendo profundamente dentro de las masas. Todas las condiciones para explosiones sociales están madurando rápidamente.

Las posibilidades del fascismo en Gran Bretaña

La aceptación reticente de las armas por parte del imperialismo británico para defender sus intereses, le obligó a basarse en el odio de la población hacia el fascismo e incluso, demagógica y confusamente, a intensificar ese odio. Automáticamente, esto obligó a la clase dominante a prescindir de su arma de reserva, la organización fascista de Mosley2. Habiendo sido robado de su base, como los fascistas en la Europa ocupada, Mosley se convirtió, lógicamente, en un agente del imperialismo alemán, un traidor británico. En estas circunstancias no podía esperar mantener el pequeño apoyo que había conseguido antes de la guerra. El fascismo encuentra su base de masas esencialmente entre la pequeña burguesía y el estrato más atrasado de la población. El fascismo británico no había penetrado en los sectores decisivos de la pequeña burguesía, por no hablar del estrato más atrasado de la clase obrera. La posición de Mosley era insostenible y los capitalistas tuvieron que ponerle en un lugar seguro (confortablemente para ser más exactos) tras las rejas como una protección frente a la clase obrera y una concesión para la opinión pública. De no haber hecho esto habría terminado hecho añicos por una clase obrera británica enfurecida. Su organización despareció de la escena. Se puede ver por tanto que en el período que se aproxima no hay lugar para el fascismo en Gran Bretaña. Mosley sólo podría haber llegado al poder sobre la base de las bayonetas alemanas.

La burguesía en el momento actual no tiene armas de reserva. La clase media arruinada, los trabajadores insatisfechos, la falta de confianza de los gobernantes en sí mismos, todo pone la base, no para un giro en dirección al fascismo, sino para el período más revolucionario de la historia británica. Las frágiles bases del dominio de la burguesía descansan en el fracaso de la dirección de los trabajadores a la hora de ofrecer una alternativa al dominio capitalista, que ellos justifican con la amenaza del “fascismo extranjero”.

Sin embargo, la desconfianza y hostilidad hacia la clase dominante está aumentando dentro de todos los sectores de la población. Los ojos de los trabajadores no pueden permanecer cerrados ante la incapacidad y la corrupción del gobierno burgués. Lo tienen delante en cada esfera de su vida cotidiana. Este despertar está preparando una oleada revolucionaria de proporciones tan titánicas que incluso las grandes luchas de España y Francia parecerán liliputienses.

El fascismo sólo podría surgir en el caso de una derrota de este movimiento después de una traición de los partido estalinista y laborista, y si no conseguimos ganar el apoyo del sector decisivo de los trabajadores británicos. Sobre la base de esta derrota, la burguesía gradualmente recuperaría la confianza y prepararía su venganza. Basándose en la clase media desesperada e incluso sectores atrasados de la clase obrera desencantados ante el fracaso de la oleada revolucionaria, la burguesía podría, en un corto espacio de tiempo, organizar un movimiento fascista, una “Sociedad de Protección del Imperio Británico”, o alguna organización similar, un intento de establecer un gobierno precario a través de la represión sangrienta y horrible de la clase obrera. Sin base social, enfrentando con el hecho de que la clase obrera es el sector decisivo de la población —75%—, un régimen fascista en este país necesitaría ser incluso más despiadado que el de Franco.

El papel del partido laborista en la sociedad británica

Inmediatamente después de la declaración de la guerra, la pata hendida de la burguesía quedó a la vista. La legislación draconiana, que de aplicarse convertiría a Gran Bretaña en un Estado totalitario, fue puesta en un código de leyes con el apoyo tácito de los dirigentes laboristas. Sin embargo, a diferencia del aliado “democrático”, Francia, no se hizo ningún intento inmediato de poner en práctica estas leyes. La burguesía francesa debido a la severidad de la crisis social y al ambiente encarnizado de los trabajadores estaba obligada a poner en práctica de manera inmediata su legislación represiva y, en última instancia, en el momento decisivo, como una salvaguarda frente a sus propias masas, para rendirse a Hitler. La misma crisis militar que llevó a la desaparición de Blum, Jouhaux3 y compañía en Francia, puso más firmemente a los dirigentes laboristas de Gran Bretaña en puestos ministeriales. Más que en la pasada guerra, los capitalistas tienen que basarse en los agentes laboristas. El rumbo de la lucha en el continente, las cadenas que el imperialismo alemán ha remachado sobre los pueblos conquistados y sometidos, ha permitido a la burocracia laborista moverse con confianza y seguridad en el camino de la rendición abierta a la burguesía. La clase obrera, no sin quejas, afrontaba la situación sin ninguna alternativa, excepto el totalitarismo nazi o el apoyo a su “propio” gobierno, apoyado por la entrada de los ministros laboristas en el gobierno. De este modo, el empeoramiento de la situación internacional y las dificultades del imperialismo británico fortalecieron el papel de la burocracia laborista en los cálculos internos de la burguesía. Morrison y Bevin se han situado en aquellos puestos donde la burguesía esperaba que existiría más presión de las masas: ministerios de interior y trabajo. Bajo el indicador anti Hitler, los dirigentes laboristas han defendido el sumo esfuerzo por parte de los trabajadores ejemplificado en la consigna de Morrison: “¡Adelante!” En la última guerra la coalición ministerial del laborismo con la burguesía, que comenzó en 1915, terminó en 1917 debido a la presión de los trabajadores desilusionados y exasperados por las privaciones en casa y la política imperialista depredadora en el exterior. La Revolución Rusa tuvo un tremendo efecto que repercutió inmediatamente en Gran Bretaña. El amplio giro a la izquierda se reflejó en la actitud de los dirigentes laboristas que, percibiendo el peligro, se vieron obligados a realizar discursos pseudorrevolucionarios para mantener su control de la base.

La izquierda revolucionaria, que más tarde cristalizó en el Partido Comunista de Gran Bretaña, perdió su oportunidad de ganar una base de masas, precisamente porque no consiguió comprender la necesidad de mantener un estrecho contacto con los sentimientos poco claros y aspiraciones de las masas, que en sus inicios no podían sino ir en dirección del Partido Laborista. Como Lenin dijo en cierta ocasión sobre los ultraizquierdistas, es muy útil hacer una crónica de los crímenes de la burocracia obrera pero eso no es suficiente para ganar a las masas. Esta fue la clave de la debilidad de las fuerzas revolucionarias en los primeros años. Esa es la clave de todos los acontecimientos subsiguientes, acompañados por supuesto, por la traición del estalinismo.

La experiencia del primer gobierno laborista demostró una vez más las fuertes raíces que el reformismo tiene dentro de la clase obrera. El Partido Comunista, en ese momento no había aún degenerado totalmente, no consiguió ganar un apoyo de masas, a pesar de que el laborismo se había mostrado completamente incapaz de introducir ni siquiera una reforma importante en interés de las masas. Los explotados amargados pasaron de la lucha política a la lucha industrial. Comenzó la radicalización revolucionaria de las masas. Alcanzó su culminación y mayor expresión en la huelga general de 1926. El ala sindical de la burocracia laborista debido al auge ascendente tuvo que situarse a la cabeza del movimiento, al que odiaba y temía, para que ese movimiento no se escapara totalmente de su control. Para disimular sus actividades utilizaron a los sindicatos rusos a través del Comité Anglo-Ruso4. Pudieron hacerlo debido a la política de Stalin.

La derrota de la huelga general en lugar de desenmascarar “finalmente” el papel de los dirigentes sindicales y laboristas ante los trabajadores organizados, llevó al reforzamiento de la burocracia laborista. La lucha de las masas encontró un desahogo en la formación del segundo gobierno laborista. Pronto siguió la debacle de 1931, la dirección reveló sus verdaderos colores y se pasó abiertamente al campo del enemigo de clase. Todavía, a pesar de esto, las masas de trabajadores, con las filas casi intactas, permanecieron bajo la bandera del laborismo. Por supuesto no sin contradicciones internas, la presión desde dentro forzó una escisión del ala de izquierdas, el ILP rompió con el Partido Laborista.

El giro a la izquierda de la burocracia laborista

Desde la crisis de 1931, incluso antes del estallido de la guerra, la capa superior de la burocracia laborista y sindical había degenerado totalmente y cada vez estaba más estrechamente integrada con la maquinaria estatal burguesa. Simultáneamente, han adoptado la perspectiva y la ideología de la burguesía. Mientras los capitalistas se basan cada vez más en esta capa, la dialéctica del proceso revela que bajo la presión de los acontecimientos un sector de la burocracia cada vez está más separado de cualquier base de masas. Cuanto más profundo es este proceso, más se encontrará la burguesía apoyándose en el vacío. Sólo es la inercia e inacción temporal de los trabajadores lo que permite a estos dirigentes jugar el papel actual. Pero el despertar de las masas destruirá totalmente su base. La burocracia laborista siempre ha manejado el Partido Laborista como si fuera una maquinaria electoral. Simplemente para este propósito toleraba cierto grado de actividad. Pero con el estallido de la guerra y la fusión de la burocracia con el Estado burgués, no hay actividad como tal en las agrupaciones del Partido Laborista. Además, la burocracia encuentra fastidioso cualquier síntoma de vida dentro del partido, porque sólo puede provocar colisiones con la base. Por otro lado, los sindicatos, que siempre han sido la columna vertebral del Partido Laborista, continúan su existencia y cada vez están más vivos. Eso se reflejó en el movimiento de millones de trabajadores hacia su organización.

Pero también los sindicatos están cada vez más alejados del estrato de la burocracia que ha entrado en el gobierno y sobre el que se tiene que apoyar más la burguesía, de este modo le hace entrar en un profundo conflicto con los trabajadores. Esto está llevando directa e inevitablemente a una división dentro de la burocracia laborista y sindical. La experiencia de MacDonald5 más adelante se representará una vez más, pero ahora con diferentes implicaciones sociales. Esta tendencia ya es visible en las escaramuzas preliminares entre Citrine y Bevin6 por un lado, y mas manifiestamente en el desarrollo de un ala de izquierdas dentro del Partido Laborista. Incluso en el reflejo distorsionado del parlamento, la presión de la base es evidente. Aneurin Bevan, Shinwell, Laski, etc., representan esta tendencia. La “rebelión” sobre la cuestión de la conscripción de las masas es sólo un primer indicativo de lo que está por venir. Aunque la “izquierda” se dio prisa por llegar a la paz con el pretexto bienvenido de la entrada de Japón en la guerra, mañana las diferencias dentro de la clase obrera asumirán proporciones más amplias y amargas.

Es inevitable una escisión dentro del Partido Laborista. Los elementos completamente podridos y decadentes del ala de extrema derecha se pasarán al campo de la clase dominante como hizo MacDonald. La izquierda romperá la coalición y formará una oposición abierta en el parlamento y, es más, casi con seguridad ganará la mayoría. En 1931, a pesar de la desmoralización entre las masas, sólo la burocracia más corrupta y degradada se pasó abiertamente al campo del enemigo de clase. Ya existen los primeros signos de un despertar del espíritu crítico, la “izquierda” laborista ha tenido que pasar a la oposición. Sobre la base de una oleada ascendente de descontento con potenciales implicaciones revolucionarias, es inevitable que el sector decisivo de los burócratas sindicales y laboristas, incluido la mayoría de los representantes parlamentarios, tenga que enfrentarse abiertamente con la clase capitalista y romper la coalición. Al menos en palabras, asumirá una actitud muy radical. Este proceso dependerá en gran medida de varios factores, especialmente de los acontecimientos que tengan lugar en los frentes militares. Estos tendrán mayor o menor efecto sobre la conciencia subjetiva de las masas británicas, aumentando o reduciendo el crecimiento del movimiento de masas. Por ejemplo, las derrotas continuadas en el Lejano Oriente en un contexto de éxitos rusos indignarán a los trabajadores y acelerará su diferenciación y reagrupamiento hacia la izquierda. Por otro lado, una derrota de la Unión Soviética temporalmente tendría repercusiones profundas tanto sobre la clase obrera británica como internacional. En estas circunstancias, los trabajadores no verían otra alternativa sino aferrarse a los faldones de la burguesía. La actividad de los estalinistas aplazará las manifestaciones más extremas de los trabajadores, los procesos sin embargo tendrán una lógica inexorable en su desarrollo y dirección. Cualquiera que sea el retraso que impongan, éste no podrá tener una larga duración, incluso en el caso de la mayor catástrofe que haya sufrido el movimiento de la clase obrera, la derrota de la Unión Soviética. A pesar de todos los esfuerzos de los dirigentes laboristas para canalizar y dar una expresión parlamentaria al movimiento de los trabajadores, será imposible triunfar para ellos. En este período el grupo de socialpatriotas de izquierda Tribune probablemente de pasos adelante como el principal centro organizador del ala de izquierdas.

El partido comunista

A pesar de las desventajas de la política estalinista, las tradiciones revolucionarias de la Revolución de Octubre y la actividad militante dirigida por el partido durante un período de años dieron como resultado que militantes clave en varias zonas girasen hacia el Partido Comunista. Sin embargo, los estalinistas consiguieron penetrar sólo en la capa avanzada de la clase obrera sin ganar un apoyo amplio entre las masas.

Durante el período “antiguerra”, a pesar de su política industrial aventurera, consiguieron extender su influencia entre los sectores avanzados de los trabajadores industriales. Es un hecho que el trabajo incansable de los mejores militantes del PC (sin una dirección real desde arriba) redundó para el crédito y el prestigio del Partido Comunista. En el sur de Gales y en algunas zonas de Escocia consiguieron capturar posiciones dirigentes entre los mineros.

En Clydeside, entre los sectores con más conciencia de clase de los trabajadores británicos, sus raíces se extendieron profundamente en la industria de ingeniería y construcción naval. En otras partes del país han conseguido ganar puntos de apoyo influyentes. El National Council of Engineers and Allied Shop Stewards estuvieron totalmente bajo el dominio del CPGB. Con la extensión de la industria aeronáutica ellos tenían esperanzas en dominar completamente la dirección de los trabajadores. En realidad, en el caso de un gran auge entre los trabajadores, el Partido Comunista tuvo la oportunidad de conseguir un papel destacado, como ocurrió con el Partido Comunista Francés al principio de las huelgas en Francia.

Sin embargo, con el nuevo giro hacia la colaboración de clase y rompe huelgas, algunos sectores del partido, ya desilusionados con los rápidos giros en la política de arriba, están aturdidos y desorientados. Cientos de los mejores militantes han sido expulsados del partido por “trotskistas” y “agentes de Hitler”. Mientras tanto, amplios sectores en las fábricas y los sindicatos que seguían la estela del estalinismo debido a su militancia pasada en el terreno industrial, comienzan a alejarse. Esta política rompehuelgas ha hecho eso posible, con una dirección audaz y militante en las fábricas y los sindicatos sería posible ganar a aquellos militantes políticamente poco claros que seguían al estalinismo en el pasado.

Las perspectivas del Partido Comunista dependen en gran parte de la suerte de la Unión Soviética. Se está desarrollando una situación peculiar por la propia lógica de la lucha, donde el partido tiene su mayor arraigo, entre los trabajadores avanzados, aquí está perdiendo rápidamente terreno. Pero entre la capa atrasada que ahora está entrando en la actividad política, en parte sobre la base de su chovinismo y en parte por su asociación con Rusia, el PC está reclutando nuevos militantes en todo el país. Este giro era especialmente perceptible en la composición de los delegados de su congreso de 1942, donde más de la mitad de los delegados no llevaban en el partido más de tres años. Los nuevos elementos reemplazan en gran número a aquellos que han caído desilusionados o que intentan hacer una oposición a la “nueva” política. Pero por supuesto no son tan activos como a los que sustituyen. Sin embargo, a pesar del giro, un gran número, quizás con recelos secretos, incluso la gran mayoría de los antiguos militantes, sigue dentro del partido.

Los grandes éxitos de la Unión Soviética o el fracaso de la ofensiva de Hitler no pueden sino llevar a un apoyo mayor para el “comunismo” que encontrará una expresión distorsionada en el Partido Comunista. El estancamiento en el frente oriental tendrá un resultado similar.

La destrucción completa de la Unión Soviética por otro lado llevaría a la destrucción de la tendencia estalinista, el sector más corrupto del aparato, como con Doriot7 en Francia, pasando directamente a la burguesía, otro sector se fusionará con el laborismo y la burocracia sindical, mientras el resto se retirará de la política.

Dada la continua resistencia de la Unión Soviética, la oleada revolucionaria llevará inevitablemente a un fortalecimiento temporal del PC. Pero esta influencia no podrá durar mucho. La política rompehuelgas que ya está repeliendo a un sector de la capa avanzada de los trabajadores los obligará a alejarse de los estalinistas.

A pesar de las expulsiones e intentos de sofocar las críticas con el uso de un régimen policial dentro del partido, el descontento de los trabajadores se reflejó en las filas del partido. Un reflejo de esto se encuentra en la declaración del Buró Político publicada a mediados de 1942, donde admite que la militancia del partido gastó más energías discutiendo la política electoral de apoyo a los tories que llevando a cabo la agitación del partido por un “segundo frente”. Esta crítica, que se extiende a todos los aspectos de la política del partido, ha llevado a la dirección a decir que los trotskistas que han entrado en las Juventudes Comunistas y en el Partido Comunista están haciendo un serio daño al partido. A esta oposición, que es esencialmente revolucionaria, hay que llegar y ganarles como militantes de la Cuarta Internacional. De aquí se podrán ganar a algunas de las mejores fuerzas de la Cuarta Internacional.

El partido laborista independiente

Después de años de total aislamiento de las masas, el ILP está comenzando a recuperarse. Varios trabajadores, especialmente de la juventud, disgustados con la política del Partido Laborista y hostiles al estalinismo, particularmente con su vergonzosa fase actual de apoyo a Churchill, están girando hacia el ILP. La política de “izquierdas”, encubriendo confusión centrista, ha llevado a un aumento claro de la militancia. Aunque en los últimos años había perdido totalmente el contacto con los trabajadores en los sindicatos y el movimiento industrial, ahora está comenzando a penetrar en los márgenes del movimiento. Como la única fuerza de oposición de importancia nacional en las elecciones, ha conseguido cierta posición entre los trabajadores desilusionados con el gobierno actual.

Además, la larga tradición del ILP dentro de la clase obrera como ala de izquierdas del movimiento obrero hace inevitable que sin ninguna otra organización a la vista, el movimiento a la izquierda de los trabajadores gravite casi automáticamente hacia el ILP.

En los próximos años y meses será inevitable un crecimiento sostenido. Las repercusiones revolucionarias empujarán hacia el ILP al sector más a la “izquierda” de los trabajadores. En estas condiciones el ILP será el terreno de crecimiento más importante para el partido revolucionario. No se excluye que, en el caso de una insurrección de masas, se pueda producir una fusión entre la extrema izquierda del Partido Laborista y el ILP, para formar una nueva organización centrista. Pero incluso si se convirtiera en un partido de masas, el ILP no podría existir durante mucho tiempo. Las corrientes en conflicto dentro de él se romperían en luchas fraccionales, se producirían escisiones y una desintegración, rápidamente se rompería en pedazos. El ILP ni siquiera podría mantener la relativa estabilidad que consiguió el POUM durante la revolución española. La cohesión actual en el ILP se basa en su alejamiento de la necesidad de realizar cualquier tipo de actividad real. Su entrada en la arena de la política de masas lo condenaría a la completa destrucción.

Por otro lado, un cambio de rumbo del Partido Laborista, siempre sensible al ambiente de las masas, podría llevar a la dirección del ILP a colgarse de los faldones del Partido Laborista. Pero cualquiera que sea el curso de los acontecimientos que se den en el ILP, es necesario que la organización se prepare ya para influir en los trabajadores revolucionarios de ese partido. Una gran parte de nuestra actividad debe dedicarse al ILP. Incluso ahora existen un número importante de secciones donde hay trabajadores que están totalmente insatisfechos con la política corrupta de compromiso de la camarilla parlamentaria y el conjunto de la dirección centrista. Ellos están buscando una salida, están honesta y sinceramente buscando la política revolucionaria del bolchevismo.

La capa más veterana de centristas confirmados y encostrados, ha sido sustituida por una capa más joven y fresca que en un gran número de casos es la primera vez que entran en política. Muchos han entrado desde la guerra y no están anclados al ILP como los elementos más viejos y conservadores. Es especialmente necesario suplantar la presión de los revolucionarios desde dentro por la presión en el ILP desde fuera. Hay que hacer propuestas de actividades conjuntas contra la burguesía, además de contrarrestar la campaña de calumnias estalinistas, etc., para intentar romper la hostilidad que la dirección intenta impulsar hacia los trotskistas.

La táctica de nuestra organización hasta ahora, e incluyendo los primeros dieciocho meses de guerra, fue poner el énfasis principal en el Partido Laborista y especialmente en las Juventudes Comunistas. Que esto fue correcto hasta el estallido de la guerra se comprobó por la orientación del ILP. Encontrándose aislado de la corriente principal del movimiento obrero y cayendo en la total decadencia, el ILP tuvo que, por la fuerza de los acontecimientos, girar hacia la organización de masas de la clase obrera. La dirección inició las discusiones y las negociaciones para su reentrada en el Partido Laborista.

Ese consejo de Trotsky que ellos rechazaron con ligereza en 1934, girar hacia el Partido Laborista, lo adoptaron tardíamente antes del estallido de la guerra, dándole un matiz oportunista y no encontrando otro rumbo excepto la capitulación ante los dirigentes laboristas. En esa etapa, el rumbo más probable de los acontecimientos parecía indicar que el despertar político de las masas seguiría el rumbo tradicional y que éste pasaría por el Partido Laborista.

Pero el estallido de la guerra transciende al desarrollo de los acontecimientos y provocó un modelo diferente. Lejos de crecer en actividad y militancia política, la maquinaria del Partido Laborista en la mayoría de las zonas ha quedado hecha pedazos. Los grupos y agrupaciones, las ejecutivas de sectores y ciudades no se reúnen desde hace meses.

En estas circunstancias la inmersión total en el Partido Laborista sólo podría servir para alejar a los revolucionarios de las luchas reales de los trabajadores. Esta perspectiva es absurda y sólo puede servir para que una capa caiga en la total inactividad. La idea de impulsar la táctica entrista es para entrar en una organización reformista o centrista que está en estado de efervescencia, donde la vida política está en su punto álgido y donde la militancia está girando sostenidamente hacia la izquierda. Es esencialmente una perspectiva de trabajo a corto plazo en un ambiente donde existen perspectivas favorables para obtener resultados en espacio de tiempo relativamente corto. Está dictada principalmente por el aislamiento de las fuerzas revolucionarias y la relativa dificultad de llegar al oído de las masas. Ninguna de las condiciones para esta táctica existe en el momento actual.

Cualquier organización que siga esta táctica está condenada al estancamiento sin posibilidad de crecer. En estas condiciones se hace necesaria una reorientación radical de la vanguardia. En aquellas zonas donde el Partido Laborista todavía muestra signos de vida, con un trabajo consistente se pueden conseguir resultados. Pero a distinción de la postura anterior, este trabajo debe estar subordinado a la estrategia general de la construcción del partido de la Cuarta Internacional. En el momento actual la vida política dentro de la clase obrera existe en los sindicatos y en las fábricas. La mayoría de los militantes de las Juventudes Laboristas han sido llamados a filas o trabajan largas horas en la industria. Ya endebles por la mano pesada del Transport House8, las Juventudes han desaparecido como fuerza política. Es en los sindicatos, en los comités de fábrica y empresa donde se encuentran los trabajadores militantes en un ambiente receptivo a las ideas revolucionarias.

La situación dicta que nuestras tareas están en dar a conocer nuestra bandera entre la capa más amplia de la clase obrera, luchando por la dirección entre las organizaciones reaccionarias y reformistas.

El período actual está caracterizado por la radicalización y el fermento dentro de la clase obrera, sin que exista un desahogo político para masas ante este desencanto. En cuanto a los trabajadores que actualmente se están moviendo, éstos se están expresando en el terreno industrial.

Al final girarán hacia el Partido Laborista. Pero llegar a los trabajadores que han avanzado lo suficiente como para buscar una salida con el disfraz de “ala de izquierdas del Partido Laborista” resultaría idiota. Estos trabajadores se volverán hacia el ILP o el PC, pero no hacia los llamados “Socialistas de Izquierda del Partido Laborista”.

Los que proponen la entrada en el Partido Laborista tiene sus ojos pegados en la cara futura del Partido Laborista y no a su presente posterior. Utilizando el ejemplo de la guerra pasada, ellos dicen bastante correctamente, que la primera gran oleada revolucionaria inevitablemente supondrá una recuperación del Partido Laborista. Es verdad que existen ya síntomas de un cambio y que son vistos por parte de los dirigentes laboristas, especialmente por los parlamentarios más tramposos que están reflejando la creciente exasperación de las masas. Pero la historia nunca se repite exactamente de la misma forma. Las masas de trabajadores, sobre todo la capa avanzada, tienen un cierto escepticismo y cinismo hacia los dirigentes laboristas. La experiencia de las últimas dos décadas y la colaboración con los tories en el gobierno han conseguido dejar tras de sí rastros en la conciencia de los trabajadores.

Es inútil basar las tácticas de hoy en las posibilidades de mañana, o más precisamente, sin preparar el terreno basándonos en la situación que hoy existe sería imposible influir en lo más mínimo en las masas que mañana puedan entrar. Mientras tanto, todas las oportunidades favorables para levantar la bandera de la Cuarta Internacional que se presentarán en el próximo período desaparecerán. Cada vez más y más trabajadores romperán esos lazos con los cuales los dirigentes laboristas les han atado a la suerte del Capital y avanzarán en el camino de la acción independiente.

Se debe prestar una cuidadosa atención a los procesos que están teniendo lugar dentro de la clase obrera, pero la actividad principal sigue girando alrededor de las reivindicaciones agitativas y transicionales, incluido que el laborismo rompa con los capitalistas y tome el poder con un programa socialista.

Sindicatos y comités de fábrica

En Gran Bretaña, quizás más que en cualquier otro país del mundo, es necesario que el joven partido revolucionario tenga una política correcta hacia los sindicatos y comités de fábrica. Sin una actitud correcta en esta cuestión nuestra organización estaría condenada a vegetar en el aislamiento sectario. Este es especialmente el caso hoy cuando los trabajadores están comenzando a desperezarse y despertar del período de relativa “paz” industrial que siguió a la debacle del Partido Laborista en 1931, y cuando toda la clase obrera está en el proceso de transformar toda su perspectiva.

Este despertar de la clase obrera se puede ver en el número de huelgas que se están produciendo en zonas anteriormente atrasadas y que sólo estaban parcialmente organizadas antes de la guerra. Comenzando con Bettershanger Colliery, al malestar entre los mineros —siempre un barómetro de la temperatura de los trabajadores británicos— han seguido huelgas en un pozo tras otro. Ha habido pequeñas huelgas entre los estibadores, ferroviarios, ingenieros y trabajadores de astilleros. Todo esto por ahora se ha limitado a una escala local. Pero son los primeros temblores que avisan de la inminente erupción.

La burguesía y la burocracia laborista están mirando con alarma estos signos de descontento entre los trabajadores y han tenido que retirarse y llegar a un compromiso. Temen que con una oposición demasiado terca pudieran desatar unas fuerzas que escapen a su control. Este proceso, sin embargo, se está desarrollando de una manera contradictoria. Se pude ver, por ejemplo, que a pesar del terrible descontento entre los trabajadores con mayor conciencia de clase del Sur de Gales y Clydeside, no se ha producido un gran movimiento en estos centros tormentosos tradicionales. La razón de esto no está en la poca disposición a luchar de los trabajadores. Sino que está en el completo dominio ejercido por los estalinistas sobre sus principales militantes y delegados sindicales en estos distritos. Sin lugar a dudas, de no ser por estas características, ya habría habido una huelga general en Clydeside, al menos entre los trabajadores de los astilleros. Si los estalinistas hubieran mantenido su línea pseudoizquierdista del período de “gobierno popular”, hoy estarían a la cabeza de un movimiento de masas en todo el país. No es una exageración decir que probablemente habrían ganado a la militancia de base en cada sindicato de industria. Pero el cambio de línea del partido después del ataque de Hitler a Rusia, reveló la verdadera cara del estalinismo: el Partido Comunista se ha presentado como la principal fuerza rompehuelgas a servicio de la clase dominante.

Esto ofrece una tremenda oportunidad para la Cuarta Internacional y debe ser utilizada en el mayor grado posible. Una vez más debemos insistir ¡a las fábricas, a los sindicatos y a los comités de fábrica!

Es imposible para los estalinistas embalsar la marea de militancia de los trabajadores británicos durante mucho tiempo. Sus intentos de desviarla hacia los Comités de Producción conjuntos simplemente servirá para finalmente desacreditarles. Los trabajadores aprenderán de la experiencia que este camino no lleva al aumento de la producción y sí al aumento de la esclavitud. Los revolucionarios deben tener en cuenta la actitud de los trabajadores hacia la cuestión de la producción. De una manera falsa y distorsionada, los estalinistas se han erigido con la cuestión del “control” de la producción a través de estos comités. Su fracaso en conseguir resultados llevará a los trabajadores a sacar conclusiones sobre el control obrero al día siguiente.

Es digno de mencionar que militantes por todas partes en las fábricas y sindicatos ya son más conscientes del papel de los Comités de Producción conjuntos y el papel rompehuelgas de los estalinistas. Esto es así especialmente donde tenemos militantes capaces de cristalizar este ambiente de oposición.

En el pasado, los mejores trabajadores que buscaban una política industrial militante eran casi automáticamente arrastrados hacia la estela del estalinismo, incluso donde no tenía apoyo la política del Partido Comunista. Ahora, muchos de ellos se niegan instintivamente a aceptar la política de colaboración de clase del Partido Comunista. Estos trabajadores pueden ser ganados para el programa de la revolución. ¡Deben ser ganados a ese programa y a la bandera de la Cuarta Internacional! Hoy nuestro programa de transición es de carne y hueso ante nuestros ojos.

La respuesta a nuestras consignas industriales y propaganda ha subrayado la importancia vital de las reivindicaciones transicionales y parciales. Nuestra voz débil y nuestras insuficientes fuerzas han recibido una respuesta maravillosa de esa parte de la clase obrera a la que hemos podido llegar. Con una aplicación enérgica de nuestro programa de transición esta influencia puede multiplicarse por cien en el período que se avecina.

Los estalinistas han añadido sus chillidos de “regresar al trabajo” al aleluya del coro de los dirigentes laboristas, justo en el momento en que los trabajadores se oponen cada vez más a la traición del Transport House. Los demagogos estalinistas son, por supuesto, mucho más habilidosos a la hora de plantear su política rompehuelgas, pero armados con un programa y actitud correctos, nuestros compañeros pueden ocuparse en el acto de estos caballeros.

Hay que poner en práctica una lucha contra la burocracia sindical igual que contra el estalinismo. Ahora debe hacerse notar el programa para echar a los rompehuelgas de la dirección de los sindicatos. Dentro de los sindicatos se está desarrollando una actitud crítica hacia la dirección. Algunos de los dirigentes locales de los sindicatos se están radicalizando y presentándose como dirigentes militantes. Otros de los dirigentes locales han permanecido con la burocracia mediante la inercia. O aprenden o tendrán que hacerse a un lado. Lo que es excepcional en el momento actual es que la base esté a la izquierda incluso de aquellos elementos más militantes de la dirección. Pero sólo un pequeño sector de los trabajadores ha sacado las conclusiones lógicas del sabotaje de la dirección. La mayoría está en la oposición de la oficialidad rompehuelgas, pero no son plenamente conscientes del siguiente paso en la lucha. Nuestra tarea es proporcionar esa conciencia. Debemos luchar por la renovación de incluso la capa más alta de la dirección sindical, debemos luchar por convertir los sindicatos en órganos de la revolución.

Incluso más vital que el trabajo en los sindicatos es el trabajo entre los delegados sindicales en las fábricas. Ahora están directamente bajo la presión de los trabajadores en el trabajo y esto garantiza que los viejos elementos reformistas (y ahora estalinistas) están siendo sustituidos por una capa más fresca de militantes. Los trabajadores que anteriormente no tenían un interés activo en los asuntos sindicales hoy se presentan como delegados sindicales alternativos “no oficiales”.

Según se desarrolle la lucha ésta se extenderá mediante los esfuerzos de los dirigentes locales a las fábricas, de luchas localizadas a luchas regionales y finalmente a nacionales. Espontáneamente los trabajadores crearán comités de lucha a escala nacional y local que abarcarán no sólo una industria, sino a todas las industrias de la zona afectada. Este movimiento dará expresión a las energías largamente adormecidas y al poder del proletariado británico que adquirirá un alcance tremendo. Los dirigentes estalinistas y laboristas utilizarán frases de “izquierda” para intentar desviar estas energías hacia los canales de la burguesía. Sólo lo conseguirán si nosotros no somos capaces de hacer nuestra parte en la lucha.

La dirección de este movimiento puede ser ganada si nuestros militantes clave en las zonas decisivas son capaces de dar una dirección a los trabajadores. Nuestras pequeñas fuerzas deben ser formadas y preparadas para dar esa dirección a los trabajadores en todos los problemas a los que se enfrentan en la industria. Nuestras oportunidades en las fábricas son ilimitadas. Con una política correcta y una verdadera orientación podemos crecer a un ritmo tremendo, un ritmo que nos permitirá afrontar con confianza las gigantescas tareas a las que nos enfrentamos.

Gran Bretaña entra en un período prerrevolucionario

Entre los elementos atrasados en las filas tanto civiles como de soldados, se puede observar una corriente subyacente de sentimientos reaccionarios y antisemitas. La burguesía ha intentado canalizar estas tendencias adecuándolas a sus propios intereses, particularmente dirigiendo su campaña contra el mercado negro desde un punto de vista veladamente antisemita. Pero estos sentimientos no se basan y no representan a la corriente dominante que está a la izquierda.

Bajo la influencia de la guerra y el cambio de posición de Gran Bretaña en el mundo, están teniendo lugar procesos profundos en la conciencia de amplios sectores de la clase obrera. El viejo “conservadurismo” de las masas británicas tenía sus bases reales en la posición privilegiada de Gran Bretaña en los mercados del mundo, y en la superexplotación de las masas coloniales. Ahora, con esa base en ruinas, también lo está la perspectiva sobre la que se había construido. Las principales cargas de la guerra ahora están sobre los hombros de los trabajadores británicos. Millones de ellos han sido expulsados violentamente de su rutina e inercia debido a la guerra. Las bases de la “vida familiar” se han destruido.

Las mujeres, la capa más oprimida y atrasada de la clase obrera, así como la juventud, se han visto obligadas a entrar en la industria y en las fuerzas armadas. La vieja concepción de una existencia “tranquila” y “ordenada” ha quedado hecha añicos por los acontecimientos. Y cómo las condiciones de las masas han cambiado, también lo ha hecho su conciencia. Ahora son receptivos a nuevas ideas y perspectivas. La vieja fe en la clase dominante y la aceptación de la coexistencia continua de clases prácticamente ha desaparecido. Los parados se han reproletarizado y los elementos desmoralizados situados bajo la disciplina y la organización del ejército y la industria. Grandes sectores de las capas medias han quedado reducidos al nivel de proletarios y obligados a entrar en las fábricas.

El ambiente de descontento está hirviendo a fuego lento entre los trabajadores y clases medias pero todavía no se ha expresado. En realidad, una gran parte se ha dirigido, por ahora, hacia los canales patrióticos.

Surgido principalmente por la incompetencia de la clase dominante en la “lucha contra el fascismo” y apoyado por las lecciones de Francia, donde la clase capitalista actuó como capituladores directos ante Hitler, este descontento no ha encontrado ningún canal que lleve a una genuina lucha contra el fascismo. Los partidos comunista y laborista aceptan el dominio de los capitalistas y lanzan avisos estridentes de que cualquier ruptura de la “unidad nacional” significará ¡la victoria de Hitler! El ILP sólo ofrece pacifismo.

A pesar de esto, los cambios moleculares dentro de las filas de los trabajadores han mantenido su ritmo. El “mito Churchill” ha pasado ya su apogeo y ahora está en descenso. El ambiente de las masas cada vez es más crítico y sus olas están golpeando incesantemente contra los muros de la colaboración de clase. A pesar de los esfuerzos de los Bevin y los Pollitt9 para detener con sus puños las primeras fisuras en el dique, la poderosa presión de masas no puede resistirse durante mucho tiempo. En un espacio corto de tiempo el muro se derrumbará. Si la clase dominante, bajo la amenaza de la revolución, intentara capitular ante Hitler como hizo la burguesía francesa, inmediatamente provocaría una insurrección entre las masas. Este intento de capitulación obligaría a los dirigentes laboristas a situarse al frente de las masas para continuar la guerra. Debido al sentimiento que surgiría entre las masas, y porque sus propias cabezas estarían en juego, se verían obligados a iniciar una lucha para tomar el control en sus propias manos. Al menos el ala de izquierdas lo haría. Esto precipitaría inmediatamente la revolución socialista. Pero este proceso es en extremo improbable.

Por otro lado, si Gran Bretaña (en realidad EEUU) consiguiera una victoria total sobre Alemania y Japón, esto tampoco podría evitar repercusiones revolucionarias entre las masas. El programa del capital financiero es utópico y loco. La idea de que las masas británicas tolerarían la subyugación forzosa del continente de Europa y Asia, por no mencionar África, es absurda. Una vez las masas comparen las relucientes promesas sobre “después de la guerra”, de las que incluso hoy ya son escépticos, su indignación alcanzará unos niveles sin precedentes cuando se enfrenten a la realidad.

Liberadas de la pesadilla de la victoria de los nazis, ni los trabajadores ni los soldados tolerarían durante mucho tiempo el resultado del conflicto que están preparando los capitalistas. Las explosiones revolucionarias serían inevitables.

La perspectiva de un empate y una paz acordada es aún más remota. Los antagonismos que llevaron a la guerra y que se han profundizado ahora han alcanzado una tensión insoportable. El compromiso sólo podría venir después de que los países beligerantes estuvieran totalmente agotados y que todo el mundo estuviera exhausto. Esto sólo podría llevar a nuevas explosiones. Mucho antes de que la guerra alcanzara tal etapa se requerirían varios años, la resistencia de las masas alcanzaría un punto de ruptura y la estabilidad de los regímenes imperialistas sería puesta a prueba. La revolución comenzaría en Europa o Asia y alteraría toda la correlación de fuerzas.

Las tres posibilidades con relación a la guerra, por tanto, llevan a la misma conclusión. La lucha entre las clases en Gran Bretaña inevitablemente debe llevar a la revolución socialista.

En el caso de un fracaso de la clase obrera a la hora de mostrar una salida a la crisis en la que ha situado la burguesía a la sociedad, en Gran Bretaña se desataría una terrible reacción social y política. La peor situación del imperialismo británico en el mercado mundial dictaría la necesidad para la burguesía de destruir toda la resistencia de la clase obrera a su imposición de bajos niveles de vida, etc., El fracaso en la próxima oleada revolucionaria provocaría estallidos de desesperación y desesperanza entre la pequeña burguesía y el estrato atrasado de la clase obrera. Basándose en este ambiente, la burguesía, en un espacio corto de tiempo, crearía un partido fascista e intentaría obstruir las organizaciones de la clase obrera. Pero esta reacción sólo llegaría tras una derrota de la inevitable revolución.

Tomando la situación en su conjunto, se puede ver que existen oportunidades más favorables para los trotskistas británicos y para el éxito de la revolución socialista en Gran Bretaña que casi en cualquier otro país.

La clase obrera británica no ha sufrido una derrota severa desde la huelga general de 1926 y la debacle del laborismo en las elecciones generales de 1931. No ha habido ninguna lucha de clases grande en los años previos al estallido de la guerra. Los trabajadores británicos están frescos y descansados. Tienen un aplastante peso en la sociedad británica. Concentrados como están en las grandes ciudades industriales, Londres, Glasgow, Birmingham, Liverpool, Leeds, Manchester, Swansea, etc., la clase obrera tiene un peso social aún mayor.

Que dos años y medio después del estallido de la batalla más sanguinaria por la supervivencia entre las potencias imperialistas, la mayoría de los derechos democráticos de la clase obrera, aunque formalmente abolidos, estén aún intactos, es un hecho testimonial no de la fuerza del imperialismo británico, sino que indica su talón de Aquiles.

La clase dominante está obligada a buscar una salvación en el engaño y la demagogia, en lugar de la fuerza. La existencia continuada, aunque precaria, de los derechos democráticos nos da posibilidades de crecer en las condiciones más favorables. Eso plantea la necesidad por parte de la clase dominante de enmascarar su guerra imperialista como algo entre la democracia y la dictadura. También surge, por supuesto de la dependencia actual que tiene la burguesía del cascarón de las organizaciones de la clase obrera. Todo esto nos da una oportunidad única para realizar nuestro trabajo legalmente, sin el estorbo de los impedimentos que el fascismo y la ocupación sujetan a nuestros compañeros en el continente.

El futuro es nuestro

Existe la posibilidad de un crecimiento sin precedentes en influencia y número en un espacio de tiempo lo más corto posible. Hoy el problema consiste principalmente en preparar las bases para un aumento rápido del crecimiento y la influencia. La Workers International League aumentará con el crecimiento del ala de izquierdas. Es necesario romper profunda y conscientemente, como ya está haciendo el grupo, con la psicología y las perspectivas del pasado. El período más difícil está en el pasado, en la militancia aislada y la hostilidad o indiferencia de las masas. Los grandes movimientos y acontecimientos en los que podremos influir están ya en el orden del día. Los acontecimientos no pueden pillar al grupo por sorpresa.

Es necesario que la militancia sistemáticamente se ponga delante de los trabajadores y penetre entre las masas. Sobre todo, es necesario situar a la Cuarta Internacional ante las masas de trabajadores como una tendencia independiente.

Es necesario que la organización haga frente de forma crítica al más vital de todos los factores: la dirección y la organización están por detrás del desarrollo de los acontecimientos. Objetivamente, se están desarrollando y ya se han desarrollado las condiciones que harán más rápido y más favorable el crecimiento y el atrincheramiento de nuestra organización. Pero la debilidad básica reside en la falta de cuadros preparados. La militancia son en su mayor parte jóvenes sin experiencia y con falta de formación teórica. La organización, a pesar del salto en influencia, todavía mantiene la mayor parte de los hábitos y la actitud mental del pasado, es decir, de círculos de propaganda más que de grupos para la agitación entre las masas. Las dificultades y las tareas del período pasado de la vida del grupo todavía se reflejan en sus ideas y trabajo. Sobre la base de la nueva perspectiva se debe dar una profunda ruptura con el pasado.

Se puede decir sin exageración que la cuestión decisiva, si la organización será capaz de hacer frente o no a los acontecimientos, estará determinada por la dirección y la militancia, si en el más breve espacio de tiempo es capaz de adecuarse a estas perspectivas e implantarlas en el trabajo cotidiano de la organización. Echar raíces profundas y firmes, ser conocidos como tendencia y organización en todo el país, y sobre todo, entre los trabajadores avanzados en las fábricas, esa es la tarea básica de la organización.

La desproporción en la situación de Gran Bretaña reside en la falta de relación entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez y debilidad de nuestra organización. La perspectiva de un rápido impulso de las masas, que provoque un crecimiento espectacular de la organización en las líneas del POUM durante la revolución española, está implícita en la situación. Pero sólo si nos damos cuenta del alcance de las tareas y las posibilidades que la historia sitúa ante nosotros. Sólo estaremos a la altura de la situación si construimos un esqueleto de cuadros por todo el país. Estos cuadros serán como los huesos sobre los que se podrá sostener el cuerpo de una poderosa organización, a partir de nuevos militantes frescos que llegarán a nosotros según se vaya desarrollando la crisis.

Estas tareas se deben cumplir. Nuestra organización, todavía no formada ni probada, dentro de unos años será arrojada al torbellino de la revolución. El problema de la organización, el problema de la construcción del partido, van de la mano con la movilización revolucionaria de las masas. Cada militante debe comprender que la clave de la historia mundial está en nuestras manos. La conquista del poder está en el orden del día en Gran Bretaña, pero sólo si encontramos el camino hacia las masas.

La audacia revolucionaria puede conseguir todo. La organización de situarse y verse conscientemente como el factor decisivo de la situación. No faltarán posibilidades para transformarnos de un minúsculo grupo en una organización de masas en la oleada de la revolución.

Junio 1942


Notas:

* Documento de Tesis aprobado en la conferencia precongresual de la Workers Internacional League, 22 y 23 de agosto de 1943, y revisado para su publicación.

1. En junio de 1940 el primer ministro francés, Petain, firmó un armisticio con Hitler que establecía que un tercio de Francia seguiría ocupada con un gobierno en Vichy. El régimen de Vichy colaboró con los nazis.

2. Oswald Mosley entró en la política británica como tory, giró al laborismo, después se escindió para formar el New Party, que se transformó en el sindicato de los fascistas británicos en 1932. Después, organizó varios grupos fascistas. El término Quisling (traidor) procede de Vidkum Quisling, un oficial del ejército noruego y colaborador nazi, que se convirtió en ‘ministro presidente’ en la Noruega ocupada por los nazis desde 1940.

3. León Blum, del Partido Socialista Francés, fue primer ministro en el gobierno del Frente Popular de 193637, León Jouhaux era el secretario general de la federación sindical, la CGT (1909-1940).

4. Formado en 1925 como un bloque de direcciones sindicales, ayudó a dar un giro a las credenciales de izquierdas de los dirigentes sindicales británicos que traicionaron la huelga general de 1926. El comité se plegó cuando ellos lo abandonaron en 1927.

5. Ramsay MacDonald fue primer ministro en 1929-1931 dentro de un gobierno laborista. Cuando fue incapaz de conseguir el apoyo para recortar los subsidios de desempleo en 1931, se fue del Partido Laborista para formar un gobierno nacional con los tories y los liberales.

6. Walter Citrine fue secretario general del TUC en 1925-1947, Ernest Bevin, secretario general del TGWU en 1921-1940 y ministro de trabajo en la coalición en tiempos de guerra de Churchill. Aneurin Bevan fue considerado durante años como el dirigente de la izquierda en el Partido Laborista (de aquí el término bevanistas utilizado por la izquierda del partido en los años cuarenta y cincuenta), editor de Tribune de 1940 a 1945. Harold Laski fue presidente del partido en 1945-1950. Emanuel Shinwell fue ministro en 1945-51.

7. Jacques Doriot, dirigente del PC fue expulsado en 1934. Giró a la derecha y fundó el profascista Partido Popular Francés.

8. Transport House, la sede del TWGU (sindicato de transportes), también sede central del Partido Laborista durante muchos años.

9. Harry Pollitt fue secretario general del Partido Comunista Británico desde 1929 a 1956, excepto durante el período del pacto Hitler-Stalin, cuando estuvo de acuerdo en el acuerdo soviético con los británicos en lugar de con el imperialismo alemán.