La primera lección, de orden geopolítico, es magistral. La misma da cuenta de cómo las masas populares venezolanas lograron derrotar de nuevo al imperialismo, a pesar de la guerra económica, de la propaganda antirrevolucionaria. Las masas populares y sus dirigentes bolivarianos han continuado dando lecciones desde 1998 hasta hoy día; las mismas se han concretado en derrotas consecutivas tanto para la burguesía nacional, como para la transnacional.

Pero el imperialismo tiene necesidad de destruir el movimiento revolucionario venezolano. Por ello, su objetivo es acabar con el peligro que representa para el capitalismo la concreción de la revolución socialista en un país que cuenta con un recurso muy valioso para las sociedades llamadas industrializadas como es el petróleo. Por consiguiente, el imperialismo no puede permitir el mal ejemplo que dan las masas venezolanas a los demás pueblos que ya no aguantan el yugo del imperialismo. La lección desde el comienzo hasta el fin consiste en que, por ahora, no han podido derrotar a un pueblo con conciencia social que ha decidido derrotar el capitalismo.

La conciencia social es un conjunto de ideas, teorías y opiniones de los hombres y de las mujeres que reflejan su existencia social. Catorce años de lucha política y de organización a través de movimientos sociales, consejos comunales, unidades de batallas han logrado introducir cambios en la masa del pueblo: cambios de una conciencia individual a la conciencia social. Una nueva existencia social de transformaciones sociales, de organización y de lucha política durante catorce años permitió surgir estos cambios.

Aún queda pendiente el objetivo fundamental, la batalla de expropiar los monopolios que determinan tanto la economía capitalista del país como la cultura que le es propia, y que aún bebe de esta cultura la sociedad venezolana. Hasta tanto no ocurra la expropiación de las industrias y de la banca de carácter privado, el peligro de los zarpazos de la contrarrevolución a la revolución seguirán con la intención de herirla mortalmente.

La segunda lección se relaciona con la primera en el sentido que el contenido de aquella permitió la derrota del imperialismo. De ahí la importancia de esta segunda lección que nos deja una enseñanza política tremenda a los revolucionarios y a las revolucionarias. Esta lección acabó con el mito en tanto y en cuanto que la revolución habría de involucionar con la desaparición del líder.

El proceso revolucionario venezolano dio inició el 27 de febrero de 1989 con el Caracazo; luego fue confirmado el 4 de febrero de 1992 con la rebelión militar; y posteriormente refrendado en diciembre de 1998 cuando el Comandante Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales; y este 8D de 2013 confirmó que el proceso revolucionario continúa. Existía la idea antes del 8D –por parte de los contrarrevolucionarios y de los reformistas- que la revolución bolivariana se mantenía y avanzaba por la figura del gran líder Comandante Chávez. La realidad ha refutado esta idea falsa.

En ese sentido, una de las lecciones del 8D muestra que el liderazgo del Comandante no era mesiánico. Nos enseña, que no era un Mesías el líder de la Revolución Bolivariana, ni la masa del pueblo unas ovejas. La historia reciente demuestra que a pesar de la ausencia del Comandante, la revolución se desarrolla con avances y retrocesos, tal como sucedía en vida del líder.

El marxismo no se equivoca al enseñarnos que la historia la hacen las masas populares. Asimismo nos habla la doctrina marxista de la necesidad de que existan dirigentes expertos y maduros. Sin dirigentes, la clase de vanguardia –los trabajadores y trabajadoras- es incapaz de conquistar el dominio político, de mantener y consolidar el poder político, de construir el Estado socialista y luchar con éxito contra sus enemigos de clase. Lenin escribió “Ninguna clase ha logrado en la historia instaurar su dominio si no ha promovido a sus propios jefes políticos, a sus representantes de vanguardia, capaces de organizar el movimiento y dirigirlo”.

Justamente el Comandante Chávez fue un dirigente que contribuyó con toda su vida y con todos sus actos al avance ideológico de la sociedad venezolana. No escatimó fuerzas, lucha por lo progresivo, por lo nuevo y ayudó a crear las condiciones objetivas para que una parte importante de la masa del pueblo tuviese conciencia social. El marxismo ha establecido que cuanto más profundas sean las transformaciones sociales -expropiación de fábricas, expropiación de latifundios, democratización del poder- y más serias las tareas planteadas a la clase trabajadora – derrocar el capitalismo, e instaurar el socialismo- tanto mayores serán las masas de gente que participan en el proceso histórico, tanto más activas serán las masas populares.

Cabe señalar, que la fuerza del Comandante Chávez fue ante todo la fuerza del movimiento social progresista, del que fue dirigente y al cual pudo expresar. Fue grande –y es grande- porque supo comprender la marcha objetiva del proceso histórico de Venezuela. Y su fuerza estribó en que sirvió a los intereses de la clase de los trabajadores, de las masas populares, y por eso gozó de su confianza y apoyo ilimitados.

La gran obra del Comandante Chávez fue –y es- lograr organizar las masas del pueblo, convirtiéndose las mismas en el movimiento más progresista de la revolución venezolana, acabando con el mito contrarrevolucionario del mesianismo, y a la vez las masas del pueblo sepultaron la idea reaccionaria en cuanto a que el Comandante era –o es- el Mesías salvador del pueblo venezolano.