En las últimas semanas la revolución bolivariana ha sufrido ataques desestabilizadores obedeciendo un patrón internacional de la derecha reaccionaria de América Latina y el imperialismo norteamericano. Que ha tenido hasta la fecha un saldo de 29 fallecidos en las protestas violentas llevadas a cabo por estudiantes de clase media alto.

Una tendencia dentro de la dirección del proceso bolivariano define como «fascista» a todo movimiento, gobierno o política reaccionaria de derecha o que impulse una política represiva y de estigmatización contra el movimiento de bases, como ocurre con los llamados “colectivos populares” que se organizaron como expresión del poder popular impulsado por el Camarada presidente Hugo Chávez cuando estaba en vida. A su vez esta burocracia pretende utilizar el llamado a la paz, para ganarse un sector de la derecha ofreciendo concesiones y a la larga desmontando las conquista logradas por el proceso bolivariano

Esta generalización exagerada, iniciada por el estalinismo durante el período en que surgió el fascismo europeo (las décadas de 1920 y 1930), impide comprender y estudiar las verdaderas características de estos procesos y, por lo tanto, proponer las políticas y métodos adecuados para luchar contra ellos.

Pero lo más grave es que quienes utilizan de modo generalizado la definición de «fascista» no aplican las lecciones históricas sobre cómo los trabajadores y las masas deberían combatir al verdadero fascismo. De esta forma, sus propuestas políticas confunden y dispersan doblemente al movimiento revolucionario de bases, quienes están claros en su papel, en la defensa de sus intereses de clase.

Actualmente, este debate se desarrolla alrededor de la discusión y practica sobre las características del movimiento político impulsado por la burguesía venezolana y cómo enfrentarla. Para mejor abordar este tema, es oportuno refrescar algunas definiciones de León Trotsky quien, ante la confusión creada por la Burocracia revisionista, fue el que más seriamente estudió el fenómeno del fascismo y realizó las propuestas más acertadas de cómo derrotarlo, especialmente en la serie de artículos escritos a lo largo de la década de 1930, reunidos en la obra «La lucha contra el fascismo en Alemania».

Algunas definiciones de Trotsky

Veamos las cuestiones centrales desarrolladas por el revolucionario ruso en estos fragmentos de sus artículos:

a) Él define al fascismo como un movimiento político impulsado y al servicio de los sectores más concentrados del capital financiero y monopólico, que recluta a la pequeña burguesía desesperada y pauperizada por la crisis, a franjas obreras desclasadas por la desocupación y a elementos lúmpenes, para atacar y derrotar al movimiento obrero y de masas con métodos de guerra civil.

b) Las organizaciones fascistas son, inicialmente, marginales o pequeñas. Pero rápidamente pueden adquirir un peso de masas debido a que el aumento de la desesperación de esos sectores sociales los impulsa hacia la derecha, en la medida en que la perspectiva de la revolución socialista no se concreta y, por lo tanto, la clase obrera se debilita como alternativa de dirección para ofrecer una salida a la crisis y a la decadencia. En este sentido, Trotsky señala, en 1930, que «si el partido comunista es el partido de la esperanza revolucionaria, el fascismo, en tanto que movimiento de masas, es el partido de la desesperanza contrarrevolucionaria«.

La lucha por la pequeño-burguesía

Por eso, la política que propone Trotsky para combatir al fascismo se concentra en dos cuestiones principales. La primera es que esa batalla era, en gran medida, una lucha para que el movimiento obrero ganase para su lado a la pequeña burguesía o sectores importantes de ella. En épocas de crisis y de procesos revolucionarios, este complejo sector social, incapaz de ser el sujeto de una salida política propia, oscila entre la clase obrera y la burguesía, entre girar a la izquierda o a la derecha.

Si la clase trabajadora venezolana apareciera como un claro polo a lo interno del proceso bolivariano y ofrece una posibilidad cierta de revolución socialista, ganará para esa perspectiva a importantes sectores pequeño burgueses. Aquí entra a jugar un factor fundamental: la existencia de una dirección revolucionaria con un programa claro (o una alternativa de dirección revolucionaria) que impulse esta política.

Por el contario, si la clase obrera venezolana no ofrece una clara alternativa y la perspectiva de la revolución socialista se diluye y se demora, el fascismo gana sectores crecientes y se fortalece cada vez más. En otras palabras, el crecimiento de las organizaciones fascistas es contrariamente proporcional a la fuerza de llamamiento de la clase obrera y sus organizaciones.

Por eso, Trotsky criticó duramente la política de gobiernos de «frente popular» (que se dieron, por ejemplo, en Francia y España) que el estalinismo comienza a impulsar en 1934. Es decir, gobiernos burgueses conformados por las organizaciones y los partidos obreros junto con sectores no fascistas de la burguesía. No es casual el parecido con la realidad en la actualidad venezolana con las llamadas “Mesas de paz o la conferencia nacional de paz”, para lograr llegar acuerdo con sectores no golpistas. Trotsky calificó al frente popular como «la penúltima tentativa de la burguesía para frenar la revolución, antes del fascismo».

Alertaba que, lejos de ayudar a derrotar al fascismo, excusa utilizada por el estalinismo y la socialdemocracia para integrarlos, los frentes populares, por su política de conciliación de clases y de enchalecar la movilización obrera para que no superase los límites del régimen burgués, sólo ayudarían a su triunfo, como ocurrió en España, en 1939.

La necesidad de combatir al fascismo en las calles

El segundo aspecto central de su propuesta se resume en una frase contundente: «Con el fascismo no se discute, al fascismo se lo combate». Expresaba así que, frente a movimientos de este tipo, no se podía actuar de la misma forma que ante otras corrientes, disputando su influencia entre los trabajadores y las masas a través de la actividad política tradicional («Con el fascismo no se discute»).

Para él, el centro de la acción de los trabajadores debía estar en la lucha física, el combate militar con las bandas fascistas («al fascismo se lo combate»). Para ello, proponía la formación de grupos de autodefensa y milicias obreras, capaces, primero, de defender los barrios, los sindicatos, las huelgas y las movilizaciones obreras contra los ataques fascistas. En la medida que se fueran obteniendo triunfos parciales en estos combates, esto reforzaría la confianza y la determinación de los trabajadores e iría desmoralizando a las bases fascistas, permitiendo así pasar a una ofensiva más generalizada para destruir esas organizaciones.

La correlación de fuerza de la revolución bolivariana es muy favorable, el pueblo se identifica con los avances que se han logrado a través de los 15 años de proceso de cambio, esta situación debe de ser aprovechada lo antes posible por la revolución bolivariana para terminar de arrebatar las principales palancas de la economía que siguen en manos de la burguesía, que en estos 15 años ha tenido una política hostil contra el proceso cerrando fabricas y produciendo una huelga de inversión, una muestra clara del fracaso de la burguesía de jugar un papel revolucionario o progresista de desarrollar las fuerzas productivas de Venezuela.

Los trabajadores , campesinos, estudiantes debemos de luchar por las ideas genuinas del marxismo cohesionando los sectores mas avanzando de la lucha del movimiento bolivariano para construir un programa claro y unas perspectivas la construcción del socialismo que impulso el presidente Hugo Chávez en vida.