El 18 de marzo, frente a la Duma de Moscú, el presidente ruso Vladimir Putin pronunció un discurso desafiante anunciando la anexión de Crimea, después de que un referéndum hubiera confirmado el domingo pasado que la gran mayoría de la población de Crimea se mostraba a favor de incorporarse a la Federación rusa. Inmediatamente después de su discurso, las autoridades de Crimea firmaron un tratado que ponía en práctica esa decisión, que estaba en proceso de ratificación por el Parlamento de Rusia, en el momento de escribir este artículo.
El discurso de Putin revela que Rusia se ha quitado los guantes y le ha propinado una bofetada en toda la cara a Obama, exponiendo sin piedad las limitaciones del poder del imperialismo de EE.UU. y de sus aliados europeos.
Como era totalmente previsible, el coro de murmullos diplomáticos occidentales, con sus amenazas veladas y protestas encaminadas a detener a Rusia en su escalada de intervención en Ucrania, ha sido en vano y totalmente ineficaz. El viaje del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, a Moscú fue aún más absurdo, teniendo en cuenta que Rusia tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad. Los intereses en juego son tales que Putin no tiene intención ni puede permitirse el lujo de dar un paso atrás, sino todo lo contrario.
Sobre el terreno, las fuerzas pro-rusas están consolidando su control sobre Crimea, y se apoderaron de dos bases el miércoles, incluyendo el Cuartel General de la Armada de Ucrania en Sebastopol. El gobierno de Ucrania ha anunciado que retirará los 22.000 militares ucranianos desplegados en Crimea.
Las palabras de Putin subrayan la creciente frustración de la clase dirigente rusa contra la constante intromisión de los EE.UU. en lo que ellos consideran su área natural de influencia:
«Somos conscientes de lo que está sucediendo, entendemos que estas acciones fueron dirigidas contra Ucrania y Rusia, y en contra de la integración euroasiática. Y todo esto mientras que Rusia se esforzaba por entablar un diálogo con nuestros colegas de Occidente. Estamos proponiendo constantemente la cooperación en todos los temas clave, queremos fortalecer nuestro nivel de confianza y que nuestras relaciones sean de igual a igual, abiertas y justas. Pero no hemos visto medidas recíprocas.
«Por el contrario, nos han mentido muchas veces, han tomado decisiones a nuestras espaldas, nos han colocado ante hechos consumados. Esto ocurrió con la expansión de la OTAN hacia el Este, así como con el despliegue de infraestructura militar en nuestras fronteras. Y siempre nos decían lo mismo: ‘Bueno, esto es algo que no debe preocuparos’. Eso es fácil de decir.
«Sucedió con el despliegue de un sistema de defensa antimisiles. A pesar de todos nuestros temores, el proyecto está operando y avanzando. Sucedió con las pesadas conversaciones interminables sobre las negociaciones en materia de visados, sobre las promesas de competencia leal y de libre acceso a los mercados mundiales».
Y más adelante:
«En resumen, tenemos razones para suponer que la infame política de la contención, llevada a cabo en los siglos XVIII, XIX y XX, continúa en la actualidad. Están tratando constantemente de arrinconarnos porque tenemos una posición independiente y la mantenemos, y porque llamamos a las cosas por su nombre y no nos dedicamos a la hipocresía. Pero hay un límite para todo. Y con Ucrania, nuestros socios occidentales han cruzado la línea, yendo más allá de lo soportable, actuando de manera irresponsable e indigna.
«Después de todo, eran plenamente conscientes de que hay millones de rusos viviendo en Ucrania y Crimea. Han demostrado carecer por completo de instinto político y de sentido común al no haber previsto todas las consecuencias de sus acciones. Rusia se encontró en una posición en la que no podía retroceder. Si se comprime el muelle hasta llegar a su límite, salta bruscamente con mucha fuerza. Siempre hay que recordar esto.
«Hoy en día, es imprescindible poner fin a esta histeria, refutar la retórica de la guerra fría y aceptar el hecho obvio: Rusia es un participante independiente y activo en los asuntos internacionales; al igual que otros países, tiene sus propios intereses nacionales que deben tenerse en cuenta y ser respetados».
El ejército ruso y la élite burguesa emergente han sido testigos durante los últimos 25 años del colapso de su esfera de influencia que se ha convertido en un coto de caza para las potencias occidentales. Fueron impotentes para impedir el colapso de la URSS y luego de la Confederación de Estados Independientes. Lo que es nuevo, sin embargo, es que la clase dirigente rusa se ha consolidado en los últimos años y ha recuperado, al menos parcialmente, su confianza, su fuerza, y su poder económico y militar; y es capaz de respaldar sus ambiciones con la influencia y el poderío militar.
Las sanciones y represalias
La actuación rusa ha suscitado una oleada de reuniones de emergencia de la OTAN, una cumbre de emergencia de los líderes europeos, y protestas verbales de la administración de EE.UU. y de sus aliados más cercanos amenazando con «consecuencias». Pero el dilema en que se encuentran es que no tienen ninguna voluntad ni intención de llegar a una confrontación militar directa con Rusia, pero necesitan al mismo tiempo limitar el daño y aumentar la confianza de sus inestables aliados en la región, que sienten ser los próximos en la línea de fuego, por lo que tampoco pueden permitirse el lujo de ser vistos como que no hacen nada.
Las sanciones fueron anunciadas el 19 de marzo por el presidente de EE.UU. Obama y confirmadas ayer, después de la cena de los líderes de la UE, donde la gran noticia fue que habían logrado, finalmente, ponerse de acuerdo en algo, protestar vibrantemente contra el «referéndum inconstitucional», celebrado en Crimea. Estas sanciones se dirigen a unos pocos oligarcas rusos cercanos a Putin, pero su impacto global real es ridículo.
Obviamente, este tipo de medidas no pueden considerarse como un elemento disuasorio, pero al excluirse la intervención militar directa, ¿cuáles son las opciones que les quedan? Aquí el escenario se vuelve de repente más complicado. Sanciones económicas importantes, que tuvieran como objeto las exportaciones de petróleo y gas de Rusia, afectarían inevitablemente de manera seria a las economías de todos los países de Europa, porque Europa es dependiente energéticamente de los suministros de gas ruso. En el pasado, Putin ya provó cómo estas medidas perjudicarían a Europa más que a Rusia, cerrando el grifo del suministro de gas en varias ocasiones. Las negociaciones sobre un posible embargo a las exportaciones de armas a Rusia fueron vetadas por Francia, que tiene miles de millones en juego en los contratos militares con Moscú. Merkel señaló por su parte que Crimea era una causa perdida, y que la amenaza de imponer sanciones económicas a Rusia debería ser usada sólo si Putin extendiera el conflicto más allá de Crimea. Y a Gran Bretaña le preocupa el impacto de las sanciones en las inversiones de los oligarcas rusos en la City.
El presidente Obama ha dicho que el siguiente paso podría traer sanciones económicas más profundas, pero algo que impactara seriamente en las principales economías europeas tendría inevitablemente consecuencias globales, arrojando el resto del mundo a una profunda depresión. La actitud real de la diplomacia de EE.UU. se vio reflejada en la infame conversación telefónica de la funcionaria de EEUU, Victoria Nuland, en la que esta dijo “que se vaya a tomar por c*** la UE”, y que se filtró en febrero. Aparte de un lenguaje colorido, también mostró que han sido los imperialistas norteamericanos, y no Alemania o la UE, quienes han llevado la voz cantante en Kiev y en la conformación de la Ucrania post-Yanukovich, empujando así a Rusia a intervenir. Si no fuera por las consecuencias globales, los imperialistas estadounidenses probablemente no estarían demasiado molestos al ver a Rusia y Alemania divididas, agotadas y debilitadas por una fuente constante de inestabilidad en su patio trasero, mientras que ellos están sentados cómodamente a miles de kilómetros de distancia.
Pero, incluso, estas sanciones absurdas podrían convertir repentinamente una farsa en una tragedia si las cosas se intensifican aún más, lo que parece muy probable. La parte oriental de Ucrania está en un equilibrio muy precario. Una radicalización de la agenda nacionalista del nuevo gobierno de Kiev podría separarlo aún más, incluso, hasta de aquéllos que no están aceptando con entusiasmo los brazos de Moscú. Cualquier incidente podría desencadenar la intervención militar de Rusia en el este de Ucrania, con la excusa de proteger los medios de vida y los intereses de la población rusa de allí. Lo que está claro, por lo menos, es que el ejército ruso está preparado para intervenir, acumulando fuerzas a lo largo de la frontera.
Rusia ya ha anunciado que tomará medidas contra las represalias, como la prohibición a una serie de líderes políticos estadounidenses de entrar en Rusia. Las medidas de represalia podrían adquirir una lógica propia una vez que empiecen a tomarse. De hecho, Putin en este momento no tiene miedo a las sanciones. Cuanto más duras sean, más fortalecerá su posición dentro de Rusia.
Putin está denunciando inteligentemente la hipocresía de la diplomacia occidental y su doble moral, que permitieron al imperialismo de EE.UU. y de sus aliados europeos desmembrar Yugoslavia y Checoslovaquia con total impunidad, agitando la bandera de los derechos de los pueblos a la autodeterminación. ¿Por qué no deberían aplicarse los mismos estándares a Crimea? El despliegue de tropas rusas sobre el terreno ha sido recibido con alivio por la mayoría de la población de Crimea, y apoyado incluso por los sectores de la población de etnia ucraniana de la región que hablan ruso como lengua materna. El referéndum podría haber sido manipulado o no, pero nadie puede negar realmente el hecho de que la gran mayoría de la población de Crimea está a favor de la posibilidad de unirse a la Federación Rusa, aun cuando muchos de ellos simplemente consideren a Rusia un escudo protector ante una nueva escalada de la crisis en Ucrania.
Lo que Rusia está mostrando a todo el mundo es que cuando chocan los intereses fundamentales, esto sólo puede ser resuelto por el uso de la fuerza; y en ese sentido Rusia tiene dos grandes ventajas sobre sus rivales: una fuerte base de apoyo entre la población de Crimea y de Ucrania oriental – al menos por el momento – y el poder de movilizar a muchas más tropas, tanques y armas de fuego sobre el terreno – más rápidamente, y con una capacidad de suministro durante períodos más largos – que cualquier otro rival en la región.
Pero ¿cuál es el verdadero objetivo de Putin y cuál es el interés nacional del capitalismo ruso? ¿Va esta crisis a escalar inevitablemente hacia una confrontación militar abierta entre Rusia y el nuevo gobierno de Ucrania en Kiev, respaldado por la UE y los Estados Unidos? Lo que está claro es que un largo periodo de intromisión de las potencias occidentales en Ucrania es lo que ha provocado la crisis actual, y ahora son incapaces de controlar la situación. La intervención rusa se ha intensificado aún más y ahora la crisis está adquiriendo una lógica propia, donde todos los participantes están reaccionando empíricamente con el fin de preservar sus intereses estratégicos.
Los únicos actores que no tienen voz ni voto son los pueblos de Ucrania, Rusia, los tártaros o ucranianos, que van a sufrir las consecuencias de esta lucha por el poder.
El discurso de Putin – un Manifiesto de las ambiciones imperialistas rusas
Las implicaciones de la crisis ucraniana van mucho más allá de Ucrania y ponen en primer plano la fuerte ambición de Rusia de restaurar su esfera histórica de influencia.
Putin advirtió que todas las minorías de habla rusa en las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, como en Ucrania, serán consideradas parte de una sola nación rusa. Esto representaría la base para futuras intervenciones de Rusia en todos los ámbitos, aunque no necesariamente por la vía militar. En caso de que sus intereses sean amenazados, Rusia podría tomar medidas para garantizar su protección. Una de las ideas con las que ha estado jugando Putin es extender la ciudadanía rusa a los rusos étnicos y a la población en general de habla rusa de toda la ex Unión Soviética, legalizando así el derecho de Rusia a utilizarlas como justificación para ejercer más influencia en los países donde residen.
Los casos más explosivos son el enclave de habla rusa de Trans-Dniester en Moldavia, que también ha pedido recientemente unirse a Rusia, y el gran problema no resuelto de la situación de las personas de habla rusa en los países bálticos (que no son considerados ciudadanos de esos países y carecen de derechos políticos), que es particularmente delicado porque las repúblicas bálticas son las únicas ex repúblicas soviéticas que ahora son parte de la UE y de la OTAN.
La competencia entre Occidente y Rusia se ve obligada a extenderse y a incrementarse en toda la región. La invasión relámpago de Georgia por Rusia en 2008, acompañada por la crisis actual de Crimea, reveló ya en aquel momento que los EE.UU. no pudieron defender ni siquiera a un país que estaba a punto de ingresar en la OTAN.
Consecuencias dentro de Rusia
Rusia es el país más desigual del mundo, según el informe anual de Riqueza Global publicado por Credit Suisse en octubre pasado. Sólo 110 ciudadanos rusos controlan ahora el 35 por ciento de la riqueza total de los hogares en todo el país. Esta estadística solamente proporciona una visión del nivel de saqueo que los rusos comunes y corrientes han tenido que soportar desde la restauración capitalista. Putin no es el representante de los intereses del pueblo ruso ordinario, sino de la élite, de los capitalistas, de la jerarquía militar y de las altas esferas del aparato estatal.
La crisis de Crimea ha dado a Putin una nueva oportunidad para conseguir apoyo popular, pero el efecto no durará para siempre. Para los rusos ordinarios la realidad de la vida es demasiado dura para ser ignorada durante demasiado tiempo. Durante el pasado año, un estado de ánimo cada vez más radical se ha desarrollado en Rusia entre los jóvenes, y la crítica contra la corrupción y la desigualdad se ha extendido. En el discurso de Putin hay una clara advertencia de que la élite se está preparando para utilizar la actual situación de confrontación con el imperialismo de EE.UU. para tomar ventaja en el frente interno, si fuera necesario:
«Algunos políticos occidentales ya nos están amenazando no sólo con las sanciones, sino también con la posibilidad de más graves problemas en el frente interno. Me gustaría saber qué es lo que tienen en mente exactamente: ¿la acción de una Quinta Columna, este grupo dispar de «nacional-traidores”, o están esperando ponernos en una situación social y económica cada vez peor con el fin de provocar el descontento público? Consideramos estas declaraciones irresponsables y claramente agresivas en el tono, y responderemos a ellas en consecuencia.»
Lo que Putin está insinuando es que el descontento social no será tolerado. En el próximo período se hará más claro a cualquiera en Rusia lo que esto significa en la práctica. La clase dominante recurrirá a todos los medios a su alcance para defender sus privilegios si los trabajadores y la juventud de Rusia se atreven exigir mejores condiciones para ellos mismos. Estamos seguros de que los trabajadores en Rusia, como en todo el mundo, responderán a los capitalistas en consecuencia.