Para nadie es un secreto, que en gran parte de las mentalidades de la sociedad actual, la meta es estudiar para profesionalizarse en algún campo laboral. Trabajar para así conseguir ese «éxito» anhelado.
Ese supuesto éxito, es aquel que nos infunden en nuestro círculo social y laboral, e incluso desde el ámbito educativo y desde el seno familiar. El de tener una vida prospera; salir de un estatus económico menos favorecido, a otro más acomodado y privilegiado.
Me atreveré a citar la frase de un compañero: “Nos inculcan preocuparnos para lograr ser exitosos. Pero, ¿Qué éxito? ¿El que queremos o a lo que la sociedad llama éxito?” Alberto Lara.
Para alcanzar este objetivo, se requiere trabajar exhaustivamente desde un principio, e ir ganando posiciones más adecuadas siempre y cuando se manifieste ante los superiores, estar de acuerdo con sus políticas y condiciones, llegando incluso al punto, de dejarse domar por ellos, hasta lograr las condiciones materiales para poder emprender tú propio negocio.
La educación es víctima de esto, ya que está basada en el sistema actual en que vivimos, y nos preparan para sobrevivir en el sistema, exponiéndonos a una competencia permanente, moldeándonos una meta donde el principal objetivo es alcanzarla superando al otro, y muchas veces a costa de su fracaso, de su miseria, de su sufrimiento.
Es injusto que en muchos casos no se pueda estudiar lo que nos apasiona por su escasa oferta en el mundo laboral. ¿Y esto a que se debe? A que este sistema busca explotar en el empleado sólo lo que les interesa a las clases dominantes, lo que les sea productivo, sólo con un fin lucrativo, repercutiendo de manera nefasta, en nuestras decisiones sobre qué estudiar para poder alcanzar un “mejor futuro”.
El sistema capitalista, para dejar más en claro a cuál sistema nos referimos, nos ha acostumbrado a seguir este patrón de vida y hasta preconizarlo. Nos hace creer que con nuestro incontable esfuerzo (pintándonos una falsa libertad), seremos capaces de llegar a ser como esos grandes magnates multimillonarios, que salen en magazines de negocios como Forbes y en la TV, sin tomar en cuenta las diferentes oportunidades que tiene cada persona, determinadas a su vez por la división de clases que existe en la sociedad.
Nos venden una inexistente y manipuladora imagen de lo bueno que es tener muchísimo dinero, pero jamás nos revelarán que ellos son usufructuarios de tales riquezas a expensas del trabajo de otros. Federico Engels, quien junto a Marx desarrolló ése cuerpo de ideas para la transformación revolucionaria de la sociedad, que es el Socialismo Científico, lo dejo bien claro: «Desde el momento mismo en que nació la burguesía lleva en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados.»
La explotación en el capitalismo no es ningún invento. De hecho, la explotación del hombre por el hombre se ha visto desde mucho antes del nacimiento de los mercados, con características diferentes, pero con la misma intención y filosofía: «La riqueza de pocos depende de la miseria de muchos.«
Este adiestramiento lo tornan en realismo, tomemos como ejemplo, las famosas multinacionales de marcas que todos reconocen, pero que a su vez, su funcionamiento desconocen. Están presentes en todos los continentes con países oprimidos, coloniales y semi coloniales, donde se aprovechan de la fuerza de trabajo de personas con situaciones económicas deprimentes, que se ven obligadas a venderse como mercancía, a dejar su vida en el trabajo, dependiendo de las decisiones de sus jefes, e incluso llegando a morir por causa de accidentes o enfermedades laborales, situación que podemos en todo el mundo, sobre todo en los mal llamados países “tercermundistas” o “subdesarrollados”, donde estas transnacionales son reinas, y hacen enormes fortunas a costa del sudor, el sufrimiento y la sangre de millones de seres humanos que se ven obligados a vivir peor que animales.
“El proletariado es la clase social que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo, y no del rédito (renta) de algún capital; es la clase, cuyas dicha y pena, vida y muerte y toda la existencia dependen de la demanda de trabajo, es decir, de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones de una competencia desenfrenada». Así describió Engels a la clase trabajadora.
Estas personas, que por cierto son la mayoría de los que habitan este planeta, están dispuestas a convertirse en esclavos de los magnates de las industrias (que desdeñan y están desinteresados del modo de vivir de estas personas). En numerosísimos casos ni siquiera se les respetan las horas legales de trabajo, y deben enfrentar condiciones laborales realmente precarias, así como otras barbaridades, y a pesar de ello, no tienen a donde correr, no hay escapatoria a la barbarie en el marco del propio sistema capitalista. Como todo trabajador del mundo, dependiendo de su situación económica se verá forzado y coaccionado por esa situación de necesidad, a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, terminando en la mayoría de los casos adaptándose al mismo, aunque ello no niega que pueda despertar de tal letargo. La lucha de clases y la revolución socialista, son la única alternativa real a esta existencia de miseria y sufrimiento.
Según investigaciones de la organización Human Rights Watch (que no es precisamente una organización revolucionaria, sino más bien burguesa, y bastante burguesa), sobre mujeres y niñas que trabajan en El Salvador, Guatemala, Indonesia, Malasia, Marruecos, Filipinas, Arabia Saudita, Singapur, Sri Lanka, Togo, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos: Las obreras tienen que tolerar diariamente una explotación que profana su capacidad mental y física con recargadas horas de trabajo sin descanso, sufren maltratos físicos y sexuales, así como la negación de alimentación y sanidad, los retrasos con el pago de salarios y el confinamiento forzado.
Hablemos por ejemplo de Dubái, aquel país que todos alaban por su fisionomía, pero al respecto del cual, casi nadie indaga sobre la situación de miseria y explotación brutales, en que se encuentran los verdaderos protagonistas de las construcciones, de todas esas maravillas arquitectónicas que constituyen los íconos de esta región.
Dubái es uno de los más perfectos ejemplos del Esclavismo en el Siglo XXI, donde sus trabajadores, entregados totalmente a los designios de sus jefes, viven en las condiciones que se señalaron anteriormente, en campos de concentración en situaciones de verdadera barbarie. Si se quejan se les amenaza con deportarlos a su país (la gran mayoría son extranjeros), y hasta pueden congelar sus cuentas bancarias si se tienen deudas pendientes con los bancos, además de que pueden ir a prisión. Todo esto ha traído consigo terribles consecuencias, como una tasa de suicidios muy elevada entre obreros inmigrantes de la India que allí laboran, por ejemplo.
La BBC News, que también ha investigado estos acontecimientos, informó que es muy difícil filmarlos, ya que al gobierno de Dubái no le gusta que se esclarezcan estas informaciones.
Manifestando otro ejemplo: En Camboya se ha denunciado a la multinacional Nike, ya que sus fábricas no son los lugares menos aptos para el trabajo. Allí, el calor junto al exceso de trabajo, son culpables de miles de desmayos entre los trabajadores. No obstante, hace poco tiempo se despidió a casi 400 camboyanos, por realizar huelgas de protesta ante las nefastas condiciones de trabajo, y por exigir además un incremento de sus sueldos. Todos estos casos obligaron a la Organización Internacional del Trabajo a “investigar” la situación.
Pero esto se permitirá siempre y cuando exista un Estado servil sometido a los mandatos de la burguesía, por eso los trabajadores y trabajadoras debemos desmantelar el aparato de estado burgués, y construir un estado de la clase obrera, para la clase obrera y por la clase obrera.
Como hemos podido observar, este modelo económico, además de acarrear el modo brutal de explotación con salarios de miseria y hambre, que les suele ser más barato de pagar, a fin de poder compensar los intereses personales de esta minoría adinerada en la venta de sus productos, busca la dominación total del mercado por medio de los monopolios empresariales, en medio de una total anarquía de la producción, que trae consigo consecuencias como las crisis cíclicas, hecho que se deriva de la sobreproducción de mercancías, ya que las industrias funcionan individualmente sin regulación de algún tipo, buscando acaparar todo el mercado.
Esto se podrá erradicar de manera definitiva, abriendo paso a una era de prosperidad, verdadera paz y goce pleno de la existencia, para todo el conjunto de la humanidad, cuando se planifique el conjunto de la economía, con el objeto de satisfacer las necesidades reales de la humanidad con un fin social, y no con un fin de satisfacer el más descarnado afán de lucro, y se les otorgue a los trabajadores y trabajadoras el poder total sobre la conducción de tales industrias.
Así también, además de suprimir la explotación del hombre por el hombre y el carácter anárquico de la producción en el capitalismo, se erradicará de igual manera el poder para especular y cualquier otro mecanismo, que permita el sabotaje económico por parte de los capitalistas (quienes por naturaleza tienen intereses contrarios a los de los obreros), contra todo proceso progresista, cosa que todavía pueden y podrán seguir haciendo a su antojo, mientras tengan control total del mercado y sobre todo, de la producción.
Usted quizás pensará que estos casos son aislados y no tienen vínculo con la situación de los trabajadores y trabajadoras en nuestro país, aunque en muchos casos se sigue viendo este tipo de explotación. Pero de lo que se trata, es de trabajar pacientemente para que aflore la conciencia de clase en las y los lectores, que éstos conozcan, como ya hemos explicado, que gracias al trabajador se producen las riquezas en la sociedad, mientras el patrón tan sólo busca utilizar a las personas siempre y cuando le convenga para su propio bien, sin mover un dedo, ya que, EL CAPITAL QUE GANA LO PRODUCE EL TRABAJADOR, además, el descaro de estos señores es que se llevan el mayor porcentaje. Es un tema que se ve a nivel mundial todos los días, a todas horas, en todos los rincones.
Quienes por simple razonamiento lógico se han dado cuenta que este sistema no es el apropiado, debido a sus injusticias, claramente obvias, les encanta reprochar de éste, pero no buscan formarse de tal manera que puedan influenciar a los demás para erradicarlo, prefieren ser neutrales lo cual es inaceptable, ya que el sistema capitalista como tal no se le reforma, se le elimina y se le cambia por otro sistema.
Al reformar el capitalismo desde un punto de vista “centrista”, aunque se quiera es imposible humanizarlo y eliminar sus contradicciones tanto económicas como de clase, y no se logrará transformar las bases del sistema que le da vida, aquella donde es necesaria la existencia de los de arriba y los de abajo. No se conseguirá acabar esos principios individuales, egoístas y de codicia, donde “los vivos” tienen que mandar sobre el resto, y el pez grande se come al pequeño; En que unos se especialicen en ganar y otros en perder.
Ahora bien, la pobreza mental también existe, un ejemplo claro de ello es el acto egoísta de pensar sólo en uno mismo, cuando en el mundo existen millones que mueren de hambre, sin las oportunidades de surgir que tienen otros. Convertirse igualmente a la larga, en los cipayos de los burgueses.
En un mundo totalmente globalizado bajo un sistema capitalista, es importante tener en claro nuestros ideales, o acostumbrarnos a seguir con este régimen tal y como es, y aceptar también que muchas de las innovaciones tecnológicas se hacen solamente influenciados por un pensamiento lucrativo y nada más, ninguno social.
Pero mientras que los trabajadores en estas o mejores condiciones no se perciban de esto, debido a su poca experiencia en la lucha de clases, o debido al poco estudio y formación política, que les permita analizar esta barbarie que azota a la humanidad, como consecuencia directa del despojamiento de las mayorías trabajadoras del mundo, por parte de la burguesía mundial, y estén alienados hasta el punto de padecer el síndrome de Estocolmo, se seguirá ejecutando este modelo infame.
Mientras traten de ocultar estas injusticias con reformas, en respuesta ante protestas y huelgas por parte de los oprimidos, ante la influencia de asambleas y organizaciones de trabajadores, sindicatos pro socialistas enormemente formados, se mantendrán las mismas contradicciones dentro del capitalismo que igualmente producen y continuarán produciendo mayores crisis.
Mientras que al hombre trabajador y la mujer trabajadora no se les respete su importantísima posición en la sociedad (cabe destacar que ellos hacen toda la labor de producir y distribuir las mercancía, mientras sus jefes se llevan más de la mitad del precio de lo vendido sin mover un dedo), y los medios de producción pertenezcan a esta clase hegemónica, que por lógica y sentido común deben pertenecer a quienes realmente trabajan y producen.
Mientras se sigan aprovechando de la fuerza y del intelecto de la clase trabajadora para llenar sus bolsillos.
Mientras la riqueza de algunos dependa del Proletariado.
Mientras que nos pinten esa falsa libertad capitalista. No descansaremos en esta lucha, la lucha de clases.
«¡Proletarios de todos los países, Uníos!» Karl Marx