El presidente ucraniano Oleksandr Turchynov declaró ayer en un discurso televisado en vivo que pondrá en marcha una operación militar a gran escala para recuperar el control sobre el este de Ucrania. Tanto si se trata de un farol o de una amenaza real, aún está por verse que el gobierno ucraniano tenga la voluntad y los medios para hacer cumplir su amenaza. Pero hoy, el mismo Turchynov ha declarado que el gobierno de Kiev no está en contra de la celebración de un referéndum en el este de Ucrania y establece una fecha para el 25 de mayo. Mientras tanto, en Kiev se habla de solicitar fuerzas de paz a la ONU. Todo esto muestra el lío insoluble en el que se han metido las autoridades ucranianas.
Donetsk regional admin building (City Hall) April 14, 2014, Soviet flag flying (PIC: Graham W Phillips)Incluso la candidata presidencial, Yulia Tymoshenko, por lo demás bastante tajante en su postura anti-rusa, ha salido a dar el consejo de que la situación en las regiones del sur-este de Ucrania debe resolverse a través de negociaciones y sin utilizar la violencia.
Un ultimátum a los milicianos pro-rusos para que abandonen los edificios gubernamentales y las comisarías de policía ocupados, que tomaron a principios de la semana pasada en una serie de ciudades, ha expirado esta mañana sin ningún efecto. En Sloviansk, las fuerzas de seguridad ucranianas han retomado los edificios gubernamentales ocupados por los insurgentes con fuertes enfrentamientos y pérdidas en ambos lados, pero la insurgencia se está extendiendo a otras ciudades en el momento de escribir este artículo. La última es Gorlovka, con una población de 290.000 – un centro industrial minero y químico.
Si el ejército fuera desplegado para suprimir la insurgencia pro-rusa, que abarca desde Donetsk a Kramatorsk, Sloviansk y muchas más ciudades, esto simplemente representaría un intento desesperado por parte del gobierno de Ucrania de recuperar el control sobre la región. Sin embargo, podría ser la excusa perfecta para que Putin ordenara la intervención militar del ejército ruso, que debe estar listo para actuar, después de haber acumulado fuerzas a lo largo de la frontera con Ucrania durante varias semanas. Esto sería justificado oficialmente por Rusia como un acto en defensa de la subsistencia de la población, principalmente rusa o pro-rusa, amenazada por Ucrania, gran parte de la cual es también de ciudadanía rusa.
Un conflicto abierto entre las fuerzas armadas de Rusia y Ucrania se haría inevitable en esas circunstancias. Pero ¿cuál es la situación real sobre el terreno?
Una vez más, parece que los rusos han estado preparándose para la posibilidad de un conflicto, mientras que los discursos beligerantes de Turchynov tienen pocos medios de ser llevados a cabo en la práctica por las muy desmoralizadas, debilitadas y desestabilizadas fuerzas armadas ucranianas. Las potencias occidentales están apoyando de palabra al gobierno de Kiev. Pero, a pesar de todo el ruido, se mantienen a una distancia segura de una posible implicación directa. En la práctica, han abandonado a su suerte a Turchynov en el momento de la verdad. Por otra parte, Rusia cuenta con el apoyo activo de una parte decisiva de la población de estas regiones. El resultado de esta confrontación, por desgracia para Turchynov, no puede ser otro que favorable para Rusia.
La crisis de Ucrania está escapando a todo control con rapidez y seguridad conforme los acontecimientos están generando una lógica propia. Nosotros explicamos en artículos anteriores que la ocupación rusa del este de Ucrania no sería tan indolora y pacífica como resultó la anexión de Crimea. Una parte considerable de la población del este de Ucrania (incluyendo muchos ucranianos étnicos) se inclina a aceptar una intervención rusa como favorable para sus propios intereses o, al menos, la considerarían un mal menor. Pero también hay una parte de la población, nada despreciable, que se siente amenazada por la posibilidad de una ocupación rusa y se opondrá a ella por todos los medios. Un goteo de cientos de milicianos armados pertenecientes a la extrema derecha, y a grupos neo-nazis y nacionalistas ucranianos están moviéndose a la región para luchar contra una posible invasión rusa. Hay informes de ciudadanos nacionalistas ucranianos que están organizados en milicias armadas en varias de las ciudades del Este. Sangrientos enfrentamientos entre nacionalistas ucranianos y partidarios anti-Maidan ya han tenido lugar en Jarkov.
Las necesidades estratégicas del imperialismo ruso no se pueden resolver con la partición de Ucrania. A mediano plazo, Putin necesita reafirmar la influencia rusa en el conjunto del país vecino; a largo plazo, la ocupación de Ucrania sería insostenible para Rusia. Moscú no tiene fuerzas militares lo suficientemente poderosas como para disuadir a Turchynov de que siga agravando el conflicto. Pero sí tiene influencia económica bastante importante contra el gobierno de Ucrania, que actualmente está llevando a cabo medidas de austeridad muy severas impuestas por el FMI a cambio del rescate de Ucrania. Estas medidas tienen el riesgo de desestabilizar aún más al gobierno de Kiev, minando su apoyo popular en los próximos meses. Putin ha anunciado cifras que demuestran la extrema dependencia de la economía ucraniana de los suministros de gas subsidiado procedentes de Rusia, y ahora está procediendo a vender gas a precios del mercado internacional.
Por estas razones, las intenciones originales de Putin podrían haber sido utilizar una combinación de presiones económicas y la insurgencia pro-rusa en el este como un medio para ejercer presión sobre el gobierno de Kiev a fin de retomar de nuevo su influencia en todo el país en un plazo de tiempo razonable. Pero cualquiera que sean las intenciones de Putin, las cosas están desatándose bastante rápidas en dirección a una intervención rusa, mientras que las reacciones extremadamente débiles y confusas del gobierno de Kiev al enfrentarse a la creciente crisis en el este de Ucrania podrían haber convencido a Putin de aumentar la presión.
¿Un complot ruso?
Los medios de comunicación internacionales de Occidente están presentando a la insurgencia pro-rusa como si estuviera formada por fuerzas especiales rusas disfrazadas, simples provocadores y matones enviados desde el exterior por el Kremlin con el fin de provocar un conflicto. Los principales canales de noticias y medios repiten obsesivamente que los hombres armados que están ocupando los edificios del gobierno y las comisarías de policía en una ciudad tras otra están organizados, entrenados y bien equipados con armas rusas, pero no llevan identificación. Por lo tanto, insinúan que tienen que ser fuerzas especiales rusas encubiertas.
No dudamos de que el Kremlin tiene muchos agentes operando en el este de Ucrania. Sin embargo, esto no agota la cuestión de lo que representa la insurgencia. Todo lo contrario.
De hecho, Moscú no necesita enviar a nadie Hay un montón de fuerzas organizadas en Ucrania, que están bastante dispuestas a apoyar a Rusia desde dentro. La policía especial ucraniana, la Berkut, fue disuelta por el nuevo gobierno de Kiev el 24 de febrero, pero sus unidades no se han disuelto y sus estructuras permanecen en gran parte todavía en su lugar en una serie de regiones, fuera del control gubernamental. Además, hay personal del ejército, de la policía y sectores de los servicios secretos que están en contra del nuevo gobierno y podrían proporcionar algún apoyo a los insurgentes por razones propias.
Resultados – segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2010 (Vasyl` Babych – wikipedia)Pero, si el movimiento no fuera más que el resultado de bandas de matones a sueldo de Rusia, procedentes de la misma Rusia, junto con las fuerzas especiales y personal militar rusos, ¿por qué Turchynov siente la necesidad de prometer un referéndum? La cuestión decisiva es el apoyo popular a la insurgencia. En todas las ciudades que han sido tomadas por los insurgentes, el Partido de las Regiones pro-ruso del ex presidente Yanukovich obtuvo entre el 80 y el 90 por ciento de los votos contra Tymoshenko en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2010. Los resultados son incluso superiores que en Crimea, como muestra este mapa de los resultados electorales [Zonas azuladas, apoyo a Yanukóvich; zonas anaranjadas, apoyo a Tymoshenko].
Muchos informes de periodistas independientes, que han encontrado poco eco a nivel internacional, pintan un cuadro bastante diferente al de los principales medios del mundo. Las milicias pro-rusas que han estado reuniéndose y empezando a tomar forma en el curso de los acontecimientos muestran a cientos y miles de hombres y mujeres de todas las edades y sectores de la población en un esfuerzo de auto-organización auténtica, en una situación en la que la insurgencia tiene un apoyo masivo. Sólo para dar un ejemplo, los periodistas en Sloviansk mostraron una foto de un hombre de mediana edad con uniforme militar que abría su chaqueta para mostrar una medalla del Ejército Rojo por su papel de combatiente en Kandahar. La imagen fue utilizada para «demostrar» la presencia de soldados rusos en la ciudad; pero, por supuesto, en el momento de la guerra de Afganistán, Ucrania era parte del ejército soviético y hay una gran cantidad de este tipo de hombres de mediana edad que son veteranos de la guerra de Afganistán.
Lo que ha sido objeto de burla en los medios de comunicación, al describir el ambiente casi como un arrebato de nostalgia soviética, tiene profundas raíces en la masa de la población del este de Ucrania. El uso generalizado de banderas rojas y las referencias a la Unión Soviética en la insurgencia también se corresponde con el rechazo masivo a lo que trajo la desintegración de la URSS y la restauración capitalista. La realidad post-soviética es una miríada de estados capitalistas mafiosos débiles, donde las condiciones de vida de la mayoría de la población se han convertido en una pesadilla, mientras que un puñado de oligarcas han acumulado una enorme riqueza mediante el saqueo de los bienes públicos de estos países. Este sentimiento es particularmente fuerte en la clase obrera del este de Ucrania, e incluso podría tomar un giro peligroso para los poderosos oligarcas y ricos como Ajmetov, el hombre más rico del país, que nominalmente simpatiza con la insurgencia y ahora se presenta y se hace pasar por un mediador con el gobierno de Kiev, en un intento de mantenerla bajo control.
La nostalgia por la Unión Soviética, del tiempo anterior al colapso social terrible que trajo la desintegración de la URSS, también contiene algunos elementos progresistas, y esto se refleja en la declaración inicial de la República Popular de Donetsk [como ha denominado la insurgencia a la provincia ucraniana de Donetsk bajo su control], que contiene referencias a la propiedad colectiva y contra la explotación laboral. Lo que es más, la primera demanda de los insurgentes de todas estas ciudades no es la anexión a Rusia, sino más bien un referéndum sobre la federalización; es decir, un mayor grado de autonomía dentro de una Ucrania unida. Sin embargo, estos elementos progresistas también se mezclan con los demás, el nacionalismo ruso y el apoyo a Putin – que por supuesto es reaccionario – e incluso las banderas y los símbolos imperiales rusos.
Lo que los medios occidentales a menudo se olvidan convenientemente de decir es que en Ucrania ha habido una buena cantidad de intromisión extranjera, pero no sólo de Rusia, sino de todas partes. De hecho, el eco de la lucha de poder entre los EE.UU. y la UE por un lado, y Rusia por el otro ha sido una característica central de la política ucraniana en las últimas dos décadas, y estaba en el centro mismo del movimiento Euro-Maidan. La intromisión extranjera no es la causa en sí misma de la crisis, pero ha acelerado su estallido. De hecho, Rusia en los últimos 20 años se ha visto desafiada constantemente en su esfera tradicional de influencia en las antiguas repúblicas soviéticas, especialmente por los EE.UU., pero también por Alemania y las principales potencias europeas. Lo nuevo es que ahora Moscú se encuentra en la posición de lanzar una contraofensiva y recuperar algo del terreno que había perdido.
La infame Subsecretaria de Estado de EE.UU., Victoria Nuland, se jactó en diciembre durante una conferencia de negocios internacional de que los EE.UU. habían invertido 5.000 millones de dólares en la promoción de la «sociedad civil y una buena forma de gobierno» desde la declaración de la independencia de Ucrania en 1991. En palabras llanas, los EE.UU. han gastado enormes cantidades de dinero en efectivo con el fin de arrastrar a Ucrania lejos de la influencia de Rusia, por cualquier medio posible. La naturaleza de esta «sociedad civil» que han estado promoviendo se ha hecho evidente en los últimos meses con el surgimiento de organizaciones nacionalistas ucranianas de extrema derecha, incluyendo bandas de neo-nazis.
Fue el brutal nacionalismo ucraniano del nuevo gobierno que llegó al poder después del derrocamiento de Yanukovich el que provocó la insurrección autonomista en el este de Ucrania, donde se concentra el grueso de la población de etnia y habla rusa. No olvidemos que la primera ley que el nuevo gobierno en Kiev intentó aprobar fue la prohibición del ruso como lengua co-oficial, una medida destinada a apaciguar a los nacionalistas ucranianos, pero que envió un mensaje claro a la masa de la población del este de Ucrania, donde se concentra el grueso de la clase obrera industrial del país.
Este movimiento está desatando fuerzas que son mucho más peligrosas para la oligarquía capitalista corrupta de Ucrania, de todas las ex repúblicas soviéticas y, por último pero no menos importante de todo, de Rusia.
Desde el punto de vista de la clase obrera, lo que se necesita es una posición independiente tanto del nacionalismo ucraniano como del nacionalismo ruso, y traer los problemas de la clase a la palestra. En el este piensan que el camino a seguir desde el colapso económico que trajo el acercamiento a la UE y el rescate del FMI está en la vuelta de la URSS. Pero la URSS, por supuesto, no existe y el capitalismo ruso no está interesado en apuntalar viejas industrias oxidadas en el este de Ucrania, que competirían con las suyas. En la parte occidental piensan que el camino a seguir es una integración más estrecha con la UE para poder emigrar y encontrar puestos de trabajo y, tal vez, conseguir algo de inversión extranjera. Ambas «soluciones» son una ilusión. Ya es hora de que una solución de clase sea presentada a los trabajadores ucranianos, enraizada en la lucha contra el nacionalismo reaccionario de ambos lados y contra los ladrones oligarcas reaccionarios que están utilizando el nacionalismo para avanzar en sus propios intereses privados de acumular dinero.