En Venezuela se desarrolla una crisis política con características subversivas y conspirativas, creada por la burguesía nacional y el imperialismo al construir condiciones materiales y subjetivas por medio de la guerra económica y acciones terroristas, que concluiría en un golpe de Estado. Ciudades literalmente sitiadas como Mérida y San Cristóbal. Destrucción de bienes públicos y privados en Caracas, Maracay, Maracaibo, Valencia, Barcelona, Chacao, Mérida, San Cristóbal, etc. Son acciones terroristas focalizadas en zonas de la pequeña burguesía (clase media). Y en las ciudades más conservadoras del país como San Cristóbal y Mérida en las que, las acciones fascistas han tenido apoyo de los habitantes de las urbanizaciones o de las zonas de clase media alta.
Es importante señalar que si no comprendemos claramente el proceso de emancipación venezolano, acerca de la significación parcial de las victorias logradas y los difíciles problemas de la fase actual, entonces podríamos vernos barridos por las corrientes turbulentas contrarrevolucionarias en la dirección equivocada: a la derecha del camino.
El gobierno bolivariano a fin de resolver la crisis política optó por lo que denominó “Conferencia Nacional por la Paz”. A pesar del poder de organización y de combate que mostró el pueblo con las movilizaciones populares; a pesar de este apoyo al gobierno y a pesar de la necesidad de defender y preservar el proceso revolucionario, a esta conferencia fueron invitados a participar como actores protagónicos la burguesía y los políticos de derecha y “revolucionarios”.
Esta decisión de convidar a la burguesía y a los grupos políticos e individualidades de la derecha a “conferenciar” no sorprende, porque el gobierno bolivariano está plagado por la enfermedad senil del socialismo no científico: el reformismo; y padece del cáncer de los movimientos revolucionarios no marxistas: conciliación de clases.
Desde que surgieron las protestas de los obreros contra la sociedad capitalista, dos corrientes ideológicas han convivido en el seno de los movimientos populares: el reformismo y el marxismo. La primera tendencia -el reformismo- considera que el capitalismo se puede ir mejorando paso a paso. Reforma a reforma, de allí su nombre, los trabajadores podrían ir avanzando moderadamente a una sociedad mejor. La segunda tendencia, de carácter revolucionaria manifiesta que el capitalismo debe ser sustituido por el socialismo.
Los reformistas asi como la burocracia enquistada en el estado, al considerar que se puede maquillar el “rostro” del capitalismo –ya se acuñó el concepto “emprendimiento social”- niega la tesis marxista de que el capitalismo lleva en su seno los gérmenes de su propia destrucción, y que no puede mantenerse. Asimismo, niega la concepción materialista de la historia: las contradicciones capitalistas, la teoría de la lucha de clases. Los reformistas han ido más allá, no es necesario el socialismo científico, sino una suerte de socialismos nacionales.
En Venezuela tenemos muchos partidarios de la tendencia reformista en las filas de la revolución. Para estos reformistas, la reforma social, es el medio de la lucha de clases. De ahí que los revolucionarios marxistas debemos entender que no se trata de tal o cual medio de lucha, sino de la existencia misma de la revolución. Se trata de la “paz burguesa”, de no permitir que se imponga esa “paz” para explotar extraordinariamente a la clase trabajadora.
Decimos que el problema del reformismo -no se detiene en las reformas sociales, sino que agrega la concertación económica y política con los mismos actores generadores de la crisis política, económica y social- cuando abre las puertas del “palacio del pueblo” a los que no son pueblo -a la burguesía, buscando acuerdos de pacificación de la lucha de clases. Por consiguiente, al conciliar con la empresa privada pone en peligro no sólo la existencia de las empresas de carácter social o estatal, sino que también al desarrollo del proceso revolucionario.
Sabemos sobradamente que el pueblo no entra al “palacio del pueblo” al lado de la burguesía, ni los políticos revolucionarios con los políticos de derecha. Simplemente, porque los intereses del pueblo son contrarios a los intereses de los burgueses; porque la ideología de los burgueses no congenia con la ideología del pueblo revolucionario.
Olvida o desconoce la burocracia estatal, en el aparente “salto pa’tras”, que el “muro de contención” que intenta construir con la “oligarquía criolla” -la que tiene los deudos acá en este suelo, la que viene arrancando desde la época de la colonia el pellejo, luego chupando la sangre del pueblo venezolano- es sólo una partícula cósmica del Universo infinito del imperialismo. Así que no se encuentra a salvo la cúpula que dirige el proceso revolucionario de Venezuela.
El reformismo dentro del proceso bolivariano, al concertar con la burguesía desconoce el carácter de la histórica lucha de clases, desconoce la naturaleza y las formas de las contradicciones del imperialismo contemporáneo. Desconoce que la economía capitalista en Venezuela, no es un sistema de producción aislado del mercado mundial imperialista. Desconoce también el carácter de clase de las relaciones económicas internacionales. Esto es, la burguesía venezolana está ligada a este sistema económico mundial que es el imperialismo o fase superior del capitalismo. Olvida que la burguesía internacional y los trabajadores del mundo dan una batalla en Venezuela por el socialismo. Se trata de un conflicto antagónico, pues capitalismo y socialismo, no coexisten. Uno niega la existencia del otro.
Es inherente a la ideología burguesa ocultar el carácter de clase de los conflictos nacionales e internacionales. Ella representa los conflictos siempre bajo la forma de contradicciones entre sistemas políticos o no, y los analizan bajo el prisma de un entendimiento entre las clases, pero jamás acepta su contenido de clase.
No extraña que oculte el carácter de clase de los conflictos porque la burguesía está siempre obligada a conservar la propiedad privada –ideológicamente la “libre empresa”-, ya que es la base de la sociedad de clases, oponiéndose al mismo tiempo a la propiedad social que es la condición necesaria para la destrucción de la sociedad de clases.
Tampoco extraña la convocatoria de la “paz burguesa” del reformista ya que propagan la enfermedad de la revolución socialista (“reformitis crónica”). Esta enfermedad impedirá la tarea inmediata de la clase trabajadora, esto es, convertir el socialismo en una realidad en movimiento y destruir el capitalismo hasta su raíz –destruir el Estado burgués. Destruyendo este Estado nos colocaríamos en el mismo campo de Marx y Engels, y saldríamos del campo de revisionismo y del reformismo, esto es, de la ideología burguesa.
Vemos camaradas que el reformismo sólo conduce a mantener el Estado burgués con alianzas políticas y económicas. Estos reformistas y burgueses, por igual (aunque por razones diferentes) atacan el marxismo cuando se les crítica.
En suma, lo más que esta alianza, gobierno y burguesía, podrá obtener con su poder -más allá de sus esfuerzos frenéticos por reimplantar su sistema de expoliación- sólo será mantener la “calma”, mientras se produce el ascenso fascista, siendo esta la única manera de doblegar las masas revolucionarias venezolanas.