“No es una guerra económica” dice la burguesía, mientras acapara y esconde los productos cuando los precios regulados de los alimentos de la cesta básica no son los que quiere. Pero, al día siguiente de que el gobierno autoriza el aumento de precios – producto de la presión que la burguesía viene ejerciendo sobre el gobierno desde hace meses, y ahora en el marco de las mesas de negociación llevadas a cabo por el gobierno – se reducen en gran medida las colas y aparecen en los establecimientos los productos que desde hace meses no se veían en abundancia. Este hecho fácilmente comprobable en las calles de Caracas y otras de las principales ciudades del país, es suficiente para demostrar que la burguesía de forma voluntaria sabotea la economía, llevando a cabo una guerra económica criminal en contra del pueblo en general (opositores y chavistas por igual).

¿Por qué el acaparamiento?

Cualquier persona que crea una empresa privada, lo hace sólo con la intención de obtener un beneficio por medio de ganancias para sí mismo, y no para satisfacer las necesidades reales de los consumidores, es por esto que para el empresario la mejor inversión es aquella donde puede ganar mucho, invirtiendo poco o absolutamente nada, y no escatimarán las acciones que puedan llevar a cabo para cumplir esta meta. Está es la razón de todos los males propios de la economía capitalista. Simple sentido común, el empresariado juega a la inflación y la especulación sin duda, ya que esto le permite mayores ganancias, con una menor inversión. Grandes monopolios – empresas que controlan la mayor parte de la producción total de cierto bien o servicio – y oligopolios – grupo de empresas que por medio de acuerdos controlan en conjunto producen la mayor parte del mercado – pueden si quieren, manipular los mercados (y de hecho lo hacen).

Y esto es posible siguiendo las reglas del libre mercado (mayor producción y/o menor consumo bajan los precios – menor producción y/o mayor consumo aumentan los precios) estas grandes corporaciones pueden bajar su producción un poco o simplemente no sacar su producción a la calle por un tiempo determinado, con lo que inmediatamente aumentan los precios – al haber menos productos a la disposición de los consumidores – ya que su porcentaje de participación en el mercado es suficientemente alto como para que se sienta la ausencia de tal mercancía (por ejemplo: empresas pequeña, como las del estado, no pueden afectar el mercado de la harina de maíz precosida, como si puede hacerlo la Polar).

Pero también pueden aumentar su producción, con lo que se reducen los precios, lo cual hace que las empresas menos grandes no puedan competir bajo estos precios – ya que los costos de producción de estás pequeñas y medianas empresas son más elevados que las grandes, porque estas últimas tienen mayor capacidad, mejores maquinarias, etc. – lo cual a la larga termina llevándoles a la quiebra u obligándoles a vender sus empresas (Esta es la razón objetiva de porque la Polar, sólo por mencionar un empresa nacional, es dueña de un sin fin de otras marcas que antiguamente competían contra ellos).

¿Cómo intenta combatir esto el gobierno?

Estas reglas del libre mercado no pueden aplicarse totalmente en Venezuela como en otros países, ya que el gobierno nacional, para impedir que la burguesía estableciera los precios de los productos en base a sus intereses propios – ganando lo más que se pueda –, decidió establecer una regulación de precios. De esta manera se le pone un tope máximo a los bienes de primera necesidad, con la única intención de defender a los consumidores, y evitar que los monopolios (nacionales e internacionales) que hacen vida en el país controlen los precios, algo que ocurría comúnmente en épocas anteriores.

Sin embargo, como explicamos al inicio, la principal regla del capitalismo, es que el empresariado sólo produce para obtener un beneficio personal, y más aún, no está dispuesto a producir si la tasa de ganancia no es lo suficientemente alta como quiere.

Esto pone de manifiesto una división de intereses en la sociedad, una pequeña minoría conformada por la burguesía, quienes son dueños de las empresas o medios de producción, y otra mayoría conformada por todos aquellos que no son dueños de empresas, y que por lo tanto deben trabajar para la burguesía, a cambio de un salario, y que además deben luego comprar los bienes y servicios que se producen en estos medios de producción.

Mientras la burguesía espera aumentar los precios de las mercancías que produce a los niveles más altos que la gente sea capaz pagar – y esto implica que entre más necesidad tiene una persona por tal o cual bien o servicio, más dinero se ve obligado a gastar –, por otro lado los trabajadores esperan compran las cosas que necesitan a precios lo suficientemente bajos como para poder tener una vida digna. Este conflicto o lucha de intereses, donde un sector de la sociedad espera poder imponer sus intereses, se denomina “Lucha de Clases”, es el conflicto principalmente, entre la clase burguesa y la clase trabajadora.

Es por esto que no hay un punto medio entre ambos intereses, o se regulan precios para beneficiar a los trabajadores, o se aumentan para beneficiar a la burguesía. Por lo tanto no hay medidas políticas que puedan beneficiar a ambos intereses, porque son antagónicos. Más aún, no se puede esperar que el empresariado este dispuesto a dejar de lado sus intereses personales y aceptar tasas de ganancia que no considera suficientes – es importante aclarar que las regulaciones que aplica el gobierno no hacen que el empresario produzca a pérdida, sino que lo haga bajo tasas de ganancias razonables -, más aún cuando en todos los gobiernos de derecha en el pasado podían, salvo excepciones muy particulares, decidir a través de las cámaras de comercio, y sin control del estado, a qué precios ofrecer sus productos. Todo esto es parte de lo que conocemos como neoliberalismo, y todos sabemos que estas políticas desembocaron en lo que fue el Caracazo.

Por lo tanto, cómo esperar que la burguesía acepte políticas que le ponen límites de ganancia (por más justas que sean estas tasas de ganancias), cuando los políticos opositores al gobierno bolivariano, agrupados en los partidos de derecha, de retomar el poder, les permitirían la libertad plena que ejercieron en ese pasado. No es casualidad entonces que la burguesía como bloque y en conjunto apoye abiertamente a la derecha y haga vida dentro de la oposición. Llevando a cabo todas las acciones que pueda para facilitar la llegada de un gobierno “aliado”, desde el ámbito en que pueden aportar, y esto es a través de la desinversión, el acaparamiento, y el sabotaje voluntario y a propósito de la economía.

¿Cómo resolver el problema de raíz?

No se trata de que los empresarios sean buenas o malas personas, o que tengan intereses ocultos y malvados (aunque en algunos casos todo esto sea cierto), sino de que las reglas que establecen el sistema capitalista no sólo permiten la imposición de los intereses de la burguesía sobre los intereses del pueblo en general y de la clase trabajadora en particular, sino que le dan una base legal que lo justifican.

Si era legal la esclavitud en la latinoamérica colonial, para que pudiéramos hacer algún cambio real, no sólo debimos conformarnos con atacar la base moral del esclavista, acusándolo de sus actos inhumanos, de su egoísmo hacia los oprimidos, etc. y haciéndoles un llamado a liberar los esclavos – estos llamados serían en vano, debido a que la economía colonial, así como las riquezas del esclavista, se sustentaba en el mero hecho de esta explotación –. Por el contrario para acabar con la esclavitud, debimos llevar a cabo una revolución para cambiar la base económica y legal, que lo justificaban.

En nuestra época nada es diferente, no podemos conformarnos con criticar el egoísmo del capitalista, y hacer llamados a la buena voluntad de estos – esto no sirvió en el pasado colonial de Venezuela y no servirá en el presente capitalista –, sino por el contrario, debemos también acabar con las base económica y legal que le permite a la burguesía usar los medios de producción para desestabilizar al pueblo.

Mientras los medios de producción estén en manos de unos pocos, estos pocos siempre van a usarlos en base a su beneficio personal. Esta es la base económica y legal que justifica al capitalismo. Una revolución que plantee construir el socialismo, y más aún acabar con el capitalismo, debe entonces acabar precisamente con la raíz del problema. Si los medios de producción están en manos de todos y de forma democrática, el interés individual no podrá estar por encima del interés del colectivo, ya que no hay forma de que unos pocos se beneficien con privilegios que otros no tienen .

Y esto sólo es posible arretabando de las manos de la burguesía todo el poder económico y ponerlo en las manos de los trabajadores del país. Sólo el pueblo salva al pueblo, por lo tanto, sólo una economía dirigida de forma democrática por la clase trabajadora puede resolver de una vez por todas y para siempre los problemas económicos del país.

Si la burguesía como clase social, lleva a cabo una criminal guerra económica en contra del pueblo, esto sólo es posible porque tienen la propiedad privada sobre los medios de producción, y esto les permite hacer con su propiedad lo que les venga en gana. Por lo tanto, debemos quitarle dicha propiedad, y con esto acabar con el poder económico que les permite sabotear la producción del país. Esto significa expropiarles las palancas de la economía, conformadas por los monopolios (nacionales e internacionales), los latifundios, y la banca privada, y ponerlas bajo Control Obrero (no control burocrático).

Sólo una economía dirigida por los trabajadores puede resolver los problemas económicos del país en beneficio del pueblo en general – desde el acaparamiento hasta el desempleo, entre muchas otras cosas –, y no sometiendo la voluntad de las mayorías, para beneficiar a una pequeña minoría de empresarios y patronos.