En vísperas de la Cumbre de la OTAN en Gales, la crisis en Ucrania ha visto un recrudecimiento de la retórica. Los mismos que denunciaron las «armas de destrucción masiva» de Saddam han lanzado la alarma acerca de la invasión de miles, tal vez decenas de miles de tropas rusas en Ucrania, exigiendo medidas rápidas para contrarrestar el ataque.
La hipocresía del imperialismo occidental realmente no conoce límites. En su visita a Tallin, Estonia, el Presidente de Estados Unidos acusó a Rusia de «agredir descaradamente» a Ucrania y añadió que es «un desafío a los principios más básicos de nuestro sistema internacional: las fronteras no pueden rediseñarse a punta de pistola, las naciones tienen derecho a determinar su propio futuro».
Es gracioso, viniendo de un país que nunca ha dudado en recurrir a las invasiones, golpes militares, desestabilización encubierta en todo el mundo, que ha dividido a países y redefinido sus fronteras cada vez que ha afectado a los intereses del capitalismo estadounidense. Y no nos referimos sólo a los siglos XIX y XX. Son ejemplos más recientes el golpe de Estado en Honduras, el golpe de Estado en Venezuela, las invasiones de Irak y Afganistán, el bombardeo de Libia, el apoyo a los insurgentes fundamentalistas reaccionarios en Siria, el apoyo a las dictaduras reaccionarias en Arabia Saudita y los Estados del Golfo y un largo etcétera. Cuando el imperialismo de EEUU habla del “derecho de las Naciones a decidir su propio futuro», lo que realmente quiere decir es, «nuestro derecho a determinar el futuro de cualquier nación de acuerdo a los intereses de la banca y el capitalismo».
Hacer un escándalo de la presunta intervención rusa en Ucrania es una cosa, pero a Estados Unidos le cuesta ejercer cada vez más de policía del mundo en un periodo de crisis económica mundial del capitalismo, convulso e inestable. Obama se mostró muy tajante en su denuncia contra Rusia pero muy vago al afirmar su compromiso concreto para responder al ataque de la única manera que sería efectiva: es decir, con una respuesta militar. De hecho, este conflicto en Ucrania ha revelado abiertamente las limitaciones que enfrenta la potencia imperialista norteamericana, las divisiones entre Estados Unidos y sus aliados europeos y las divisiones aún más profundas entre estos últimos.
El imperialismo estadounidense ya se ha visto obligado a salir de Irak y Afganistán, dejando atrás una situación menos estable desde el punto de vista de sus propios intereses. Hay que añadir ahora el ascenso del Estado Islámico (resultado directo de la injerencia de Estados Unidos en la región), el atentado criminal de Israel en Gaza y la crisis en Ucrania. La creciente demanda para que sea Estados Unidos quien ponga orden en el mundo llega en un momento en que las relaciones con su aliado europeo clave, Alemania, vive momentos bajos y en que la ciudadanía estadounidense se muestra extremadamente sensible a cualquier otra operación costosa militar extranjera.
Así lo explicaba, sucintamente, la editorial abierta del New York Times, de David Sanger: «en sus viajes por Europa esta semana y en una larga gira por Asia planeada para este otoño, el Presidente enfrenta un doble desafío: convencer a los aliados estadounidenses y colaboradores de que no tiene ninguna intención de dejar un vacío de poder en el mundo susceptible de ser llenado por sus adversarios, convencer al mismo tiempo a los estadounidenses de que puede enfrentar cada uno de estos conflictos sin someterlos nuevamente a otra década de grandes compromisos militares y fuertes bajas».
El mismo artículo cita al Presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (Richard N. Haas), quien explica los problemas que enfrenta Obama: «si se añaden los recursos necesarios para implementar el eje asiático, comprometerse nuevamente en el Medio Oriente e incrementar nuestra presencia en Europa, no puede hacerse sin dinero y capacidad adicionales. El mundo ha demostrado ser un lugar mucho más exigente de lo que le parecía hace unos años a la Casa Blanca».
Esto es lo que los marxistas han estado diciendo durante algún tiempo. La idea de que el colapso de la Unión Soviética abriría un mundo de paz y prosperidad era falsa desde el principio. Un editorial de The Guardian lo resumía de esta manera: «la guerra fría era peligrosa pero relativamente simple. El nuevo mundo es, por desgracia, cada vez más difícil hoy en día.»
Volviendo a Ucrania, fueron las acciones provocativas del imperialismo occidental las que desataron la actual crisis. EE.UU apoyó el retiro de Yanukovich y el establecimiento de un gobierno en Ucrania que creara alianzas firmes con la Unión Europea y, posiblemente, pasara a convertirse en miembro de la OTAN. Esto supuso para el Kremlin lo que un trapo rojo a un toro y los estrategas estadounidenses debían haberlo sabido. La anexión de Crimea fue el único paso lógico a tomar desde el punto de vista de Rusia con el fin de garantizar el control permanente de una base naval rusa de gran importancia estratégica. A pesar de todas las advertencias de Estados Unidos sobre «líneas rojas que no se pueden cruzar» y las «consecuencias» que traería consigo, la verdad es que no fueron capaces de hacer nada al respecto. Las «fronteras inviolables de un Estado soberano» se vieron “dibujadas a punta de pistola» y Estados Unidos se ha visto totalmente impotente.
Crimea no ha sido el único objetivo ruso en este conflicto. El Kremlin no puede permitir que Ucrania caiga completamente en la esfera de la influencia de Occidente y ha utilizado el levantamiento en el Oriente del país, así como su control sobre el suministro de gas, como fichas de negociación para asegurarse que continúa teniendo la voz cantante en la política ucraniana. A pesar de ello, EE.UU respaldó al Gobierno reaccionario de Turchynov-Yatseniuk-Poroshenko en Kiev y lo empujó a lanzar una guerra contra su propio pueblo en Donbass. A cada gran ofensiva de la denominada «operación antiterrorista», le ha precedido la visita de algún alto rango militar estadounidense en Kiev. Y cada operación ha sido un fracaso.
En pleno agosto, parecía que el ejército ucraniano y los batallones de la extrema derecha «patriótica» creados por Kiev, avanzaban finalmente en su guerra contra los rebeldes de Donbass. Los expulsaron de sus bastiones en Slavyansk y Kramatorsk por medio de un brutal asedio. Luego lograron rodear Luhansk y Donetsk, para separarlos de la frontera rusa.
Las tropas ucranianas bombardearon indiscriminadamente zonas civiles, escuelas, hospitales, mercados, bloques de viviendas, sistemas de abastecimiento de agua en importantes centros urbanos como Donetsk y Luhansk, así como pequeñas ciudades y pueblos. Todos fueron considerados como blancos legítimos en la guerra de Kiev contra Donbass. Más de 2.000 personas han sido asesinadas, ha habido decenas de miles de heridos y hasta 1 millón de personas se han visto obligadas a huir de la región. Sin embargo, no hubo ni protestas, ni signos de indignación de la «comunidad internacional». Estos crímenes fueron recibidos con un silencio ensordecedor en Washington, Londres y Berlín.
Para avivar el apoyo público a la guerra, el gobierno de Kiev tuvo que recurrir a una campaña de histeria patriótica cada vez más virulenta, que ha terminado con la supresión de cualquier voz opositora. Las organizaciones de izquierda se han hecho clandestinas, se han llevado a cabo actos judiciales para prohibir el Partido Comunista, se ha atacado a la prensa en ruso, miembros del Parlamento han sufrido agresiones físicas durante las sesiones, las redes sociales están vigiladas, los canales rusos prohibidos, los activistas izquierdistas y pacifistas arrestados sin orden judicial, etc.. Una vez más, no ha habido una sola palabra de condena desde Occidente.
Incluso en este momento, la situación militar no está totalmente bajo el control del ejército de Kiev. Cientos de soldados ucranianos han quedado atrapados entre las fuerzas rebeldes y la frontera rusa, sin acceso a los suministros. Kiev ha sido incapaz o reacia a enviarles comida o municiones, sin embargo les ordenó que resistieran y que no se rindieran. Cientos de soldados cruzaron finalmente la frontera y se entregaron el ejército ruso. Algunos fueron, entonces, sometidos a juicio por deserción.
Para las autoridades de Kiev, los soldados ucranianos no son más que carne de cañón. No es extraño, por lo tanto, que haya habido continuas protestas de los familiares de los soldados en todo el país. Con la nueva ola de movilización, se están reclutando a cientos de trabajadores. A estos desafortunados se les envía a Donbass con muy poco entrenamiento, equipamiento escaso y muy poca comida. Mientras tanto, los hijos de los funcionarios estatales y ricos pagan sobornos para evitar que los envíen al frente. Una de las consignas planteadas por el movimiento de las madres y esposas fue: «enviar a los hijos de jueces y políticos al frente primero!». Otros argumentaron que la guerra había sido provocada por el movimiento de Euromaidan y, por lo tanto, aquellos que lo idearon deberían ir a luchar. El movimiento contra la movilización en el ejército ha sido particularmente fuerte en las regiones donde se encuentran las minorías nacionales, pero no sólo allí.
¿Invasión rusa?
La ofensiva de las fuerzas de Kiev parecía imparable. Más tarde, cuando se acercó el final de agosto, la marea comenzó a virar. Los rebeldes se defendieron, rompiendo el cerco de Donetsk y Luhansk, tomando el control del aeropuerto en ambas ciudades, abrieron un nuevo frente en Novoazovsk y ahora avanzan hacia el puerto clave de Mariupol. Los batallones fascistas paramilitares (Azov, Donbass, Dniepr) se llevaron una derrota particularmente severa en la batalla crucial de Ilovaisk y algunos de sus principales dirigentes resultaron heridos.
El gobierno de Kiev, ahora completamente alarmado, comenzó a bramar sobre la existencia de «miles de tropas rusas» en suelo ucraniano y presuntos escuadrones de tanques cruzando la frontera. Fue en este punto donde las capitales occidentales comenzaron a hacer sonar la alarma – no sobre el uso por parte del ejército de Kiev de la artillería y de los bombardeos aéreos contra objetivos civiles, sino sobre una supuesta «invasión rusa». Para respaldar esta afirmación, la OTAN ha publicado unas fotos de satélite granuladas. Estas son las mismas personas que nos aseguraron que Saddam Hussein no sólo tenía armas de destrucción masiva, sino que también poseía medios para desplegarlas y estaba dispuesto a hacerlo. Las «evidencias» viniendo de estos señores deben considerarse con un alto grado de escepticismo.
A Kiev le interesa exagerar la amenaza potencial de Rusia en un intento por obtener apoyo militar concreto de occidente para una guerra. Ahora está perdiendo claramente. Sus afirmaciones acerca de una «invasión rusa» son, por lo tanto, muy sospechosas. Por supuesto, el Kremlin no puede permitir que los rebeldes de Donbass sean aplastados. En primer lugar, perdería una carta importante en su negociación para lograr sus objetivos en Ucrania. En segundo lugar, le asestaría un golpe severo a la popularidad de Putin en Rusia si se viera que los abandona a su suerte. Con el fin de impedir que esto suceda, Rusia ha ayudado sin duda a los rebeldes proporcionado servicios de vigilancia e inteligencia, suministro regular de armamento, «voluntarios» y un pequeño número de tropas especiales.
No hay ninguna razón para dudar de la presencia de soldados rusos en Ucrania oriental. Las afirmaciones rusas de que tropas fronterizas podrían haber cruzado la frontera «por error» no pueden tomarse en serio. Pero hablar de invasión rusa es un invento del régimen de Kiev con la intención de ocultar las verdaderas razones de sus reveses militares. El cambio de suerte de las tropas ucranianas en el este se explica por otros factores: la incompetencia del alto mando de la “operación antiterrorista», la amalgama de fuerzas que están luchando del lado de Kiev (que incluye a las tropas del Ministerio del interior, al ejército, batallones de voluntarios neo-nazis, otras unidades de voluntarios adscritos a diferentes fuerzas políticas o a oligarcas individuales), la corrupción y la traición absoluta.
Incluso antes de la derrota actual, el autoproclamado comandante del batallón de los voluntarios de «Donbass», Simon Semenchenko, se quejaba: «hay una creciente brecha entre los comandantes de unidad y los líderes de la ATO [Operación Anti-Terrorista] (dicen “¿por qué nos masacran a nosotros y por qué nadie es castigado?”); un desastre absoluto en cuanto a las armas, falta de gestión en la coordinación y comunicación; corrupción y caos en el apoyo con alimentos y ropa para los voluntarios».
La humillante retirada de las fuerzas de Kiev amplió aún más las divisiones en su campo. Los batallones de “voluntarios patrióticos» acusan al Ministerio de Defensa y el Presidente de la falta de apoyo y unas mil personas se reunieron en una protesta en Kiev a finales de agosto exigiendo más armas, más hombres y más fondos para la guerra. Se convocó otra protesta conjunta de todos los batallones de voluntarios para el 4 de septiembre y hay constantes rumores de intentos de eliminar el actual gobierno por estos matones fascistas en un «nuevo Maidan».
Esto significa que el ejército ucraniano es un fiel reflejo de todas las contradicciones de la sociedad ucraniana y la podredumbre y la corrupción del capitalismo ucraniano. Sobre todo, la derrota del ejército ucraniano es el resultado de la falta de moral de los reclutas y soldados reservista que no entienden la razón para esta guerra y carecen de voluntad para luchar. Por otro lado, las fuerzas rebeldes están librando una guerra para defender sus hogares y familias. Están luchando contra las cuerdas y, por lo tanto, pelean con un coraje y determinación que nace de la desesperación.
El hecho de que el ejército de Kiev está, en efecto, luchando en territorio enemigo, no contra «bandas de mercenarios extranjeros», sino más bien contra una población hostil que ha levantado un ejército de milicianos, minará aún más la moral de los reclutas civiles ucranianos. Un informe de la CNN, a la que no podemos acusar de ser portavoz de propaganda rusa, describió fielmente el estado de ánimo de los civiles en Donetsk: (véase el informe aquí).
El estado de ánimo de la población ha cambiado en las últimas semanas al ponerse en evidencia la naturaleza viciosa de las fuerzas de ocupación. Al principio, muchos ciudadanos vieron la guerra como algo temporal, una interrupción inoportuna en sus vidas normales que desaparecería eventualmente, permitiéndoles volver a la rutina diaria. Aunque consideraron el nuevo régimen de Kiev con profunda desconfianza, siguieron siendo espectadores pasivos, sin intención de participar activamente en la lucha. Pero ahora el estado de ánimo se ha endurecido.
Así lo analiza el periodista Tim Judah en un artículo para la revista New York Review of Books titulado, «Una derrota catastrófica»: » la zona rebelde de Luhansk entró en un virtual estado de sitio y fue fuertemente bombardeada por las fuerzas ucranianas, aunque aún es posible, inexplicablemente, llegar a la ciudad en un tren suburbano. Las fuerzas ucranianas también bombardearon amplias zonas de Donetsk. Algunas áreas han quedado gravemente dañadas y cientos de civiles han sido asesinados en el proceso, fruto de un bombardeo desatinado. El resultado es que, en agosto, mucha gente que no mostraba mucho interés por quien la gobernaba ha odiado al gobierno de Kiev y de Ucrania por igual».
Un artículo de Roland Oliphant en el Telegraph, describía la actitud de los residentes locales de Komsomolskoye hacia los batallones paramilitares fascistas de la Guardia Nacional, que habían ocupado su área por unos días a principios de septiembre: «no nos defendieron, nos robaron. Aparecieron, dijeron que iban a bloquear la ciudad y tomaron el control de la estación de policía utilizándola como sede. Cuando nos quejamos de que nos habían bombardeado debido a esto, nos dijeron que no era de nuestra incumbencia. Después de esto, no me quedan dudas. Sólo estamos esperando a que llegue la DNR (República Popular de Donetsk).»
Un enviado de la AFP en la misma ciudad cita las palabras de un minero, miembro del ejército rebelde: «nuestra contraofensiva está confirmada», dijo Durnya, un minero de Lugansk que aprendió a conducir un tanque en el ejército hace 28 años».
Comparando el estado de ánimo en ambos lados de la guerra no es difícil concluir que no se requiere la hipótesis de una «invasión rusa» para explicar la última derrota de las fuerzas de Kiev.
Bravatas y fanfarronerías de la OTAN
La guerra es una ecuación compleja y dinámica. El intento de Kiev de aplastar a los rebeldes fracasó completamente (presumiendo que Putin no estaría dispuesto a involucrarse más en ayudar a los rebeldes) y ahora es Kiev, la que se ha visto obligada a una humillante retirada. Poroshenko está desesperado por obtener el apoyo de la OTAN y ha acudido como invitado a la Cumbre de la organización en Gales.
Envalentonado por las provocativas declaraciones que hizo el General Rasmussen, el Primer Ministro de Ucrania, Yatseniuk, insiste en que su país quiere un estatus de «aliado de primera clase» y pedirá la entrada en la OTAN tras las próximas elecciones parlamentarias. Valientes palabras verdaderamente! Pero el hecho es que el intento de Poroshenko para que la OTAN tome medidas militares para detener la «invasión rusa» ha fallado miserablemente y la petición de Kiev para ingresar en la OTAN ha sido recibida con una respuesta cortés pero sin compromiso y muy templada.
Estados Unidos ha hecho mucho ruido sobre la necesidad de apoyar a Ucrania y sobre su integridad nacional pero, en realidad, sus aliados europeos se muestran muy reacios a comprometerse y el desastre en Irak ocupa ahora un lugar más alto en su orden de prioridades. En la reunión de la OTAN en Gales, llovieron las condenas, se llevaron las manos al cielo e invocaron la ira divina sobre la cabeza de Vladimir Putin y – no se hizo nada.
Una vez más se ha hablado de «duras sanciones económicas». Pero ya hemos escuchado eso antes. La verdad es que, aunque la economía rusa podría verse perjudicada por las graves sanciones, las economías de Europa, ya en un estado muy frágil, sufrirían aún más. Varios países europeos, incluyendo Alemania, están a punto de caer en recesión otra vez. La aplicación de sanciones más severas podría ser la última gota. Rusia podría entonces cortar el suministro de gas a Europa del que son fuertemente dependientes Alemania y otros países.
Los hogares alemanes podrían verse en la oscuridad y las fábricas alemanas verse paralizadas con la llegada del invierno, lo que no es la perspectiva más atractiva para Angela Merkel. Por lo tanto, Alemania quiere llegar a una solución negociada, y eso significa que sea aceptable para Rusia. No cabe la menor duda de que un trato se está negociando debajo de la mesa, aún cuando se sigan haciendo estrepitosas denuncias.
Hay importantes condiciones que empujan en esa dirección. Al mismo tiempo que expresan públicamente su apoyo a Ucrania, en privado las capitales occidentales están afirmando que no hay nada que puedan hacer y creen que Kiev debe firmar un acuerdo tan pronto como sea posible. Un artículo en el periódico alemán, Der Spiegel, bajo el titular, «la OTAN ya ve a Ucrania como un perdedor» –citaba fuentes anónimas de la OTAN a este efecto: «Militarmente, el conflicto para Kiev ya está perdido –declaró un alto general de la OTAN. “La única opción» para Poroshenko, según la evaluación, es la «negociación para retirar a sus hombres vivos del acoso de los rusos».
Un editorial en The Guardian expresaba la misma opinión: «no podemos tampoco o no usaremos el poder que tenemos de manera radical. Un despliegue modesto de fuerzas de la OTAN en Europa Oriental de forma rotativa puede tranquilizar a algunos miembros preocupados de la Alianza, pero no afectará a la situación en Ucrania. Armar a los ucranianos es posible y quizás debería hacerse, pero sería alimentar el conflicto. El Presidente Vladimir Putin podría subir la apuesta militar de su lado. Dice que quiere la paz para el viernes. Hemos escuchado tales afirmaciones antes, pero la mejor esperanza es que también tiene un sentido del riesgo, no sólo de una guerra más amplia sino de un largo período de aislamiento ruso».
Los intentos de la OTAN y Occidente por asustar a los rusos con amenazas de sanciones económicas ha tenido el efecto contrario que se pretendía. Lejos de sentirse intimidado, Putin inmediatamente subió la apuesta y ahora dice que cualquier solución negociada debe incluir «el Estado» para el Donbass. Los rusos ven que las cosas en Ucrania oriental están moviéndose en la dirección que desean y no ven razones para hacer concesiones. Por el contrario, el régimen de Kiev está en un estado de confusión que ralla con el pánico.
De repente, todo el mundo quiere llegar a la mesa de negociaciones lo más rápido posible para llegar a un acuerdo en el que todo va a ser mejor en el mejor de los mundos posibles. Todos los ojos están puestos en las conversaciones en Minsk pero, en realidad, los asuntos se resolverán en el campo de batalla, y ahora los rebeldes están a la ofensiva. En el momento en que se escribe este artículo, se están atacando los puestos de control a las afueras de la ciudad del puerto crucial de Mariupol. Mientras no siga habiendo acuerdo seguirán aprovechado su impulso en el campo de batalla para consolidar y expandir sus ganancias.
Guerra y colapso económico
Mientras tanto, en Kiev, hay un sentimiento de pánico y división en la élite gobernante. Cuando el Presidente Poroshenko publicó un comunicado en su página web, el 3 de septiembre, anunciando que en una conversación telefónica con Putin habían acordado un plan para un «alto el fuego permanente» (más adelante se eliminó la palabra «permanente»), el Primer Ministro Yatseniuk inmediatamente lo contradijo y dijo que «la paz se logrará a través de la batalla».
Un portavoz ruso confirmó, después, la veracidad de la conversación telefónica, pero agregó que no había acuerdo, ya que «Rusia no era parte en el conflicto» y que cualquier cese al fuego debía negociarse con las repúblicas de Luhansk y Donetsk. Representantes de ambas repúblicas declararon que no había ningún alto el fuego, que no habían sido consultados y que una condición previa para cualquier acuerdo era la completa retirada de las tropas de Kiev. Agregaron, correctamente, que dudaban de la capacidad de Poroshenko para hacer cumplir cualquier cese al fuego en los batallones punitivos. Miembros del batallón neo-nazi de Azov confirmaron a los medios de comunicación que no respetarían ningún acuerdo con los rebeldes y que seguirían luchando.
Cualquier acuerdo que Poroshenko firme con los rebeldes de Donbass provocará la furia entre los batallones voluntarios de extrema derecha que podrían intentar derrocarlo. Todas estas son variables desconocidas que pueden impedir un acuerdo o incluso provocar una escalada del conflicto.
Mientras tanto, la crisis económica que ya sufría Ucrania se ha agravado severamente por la guerra civil. El PIB del país, cuyo pronostico era de un colapso del 5%, ahora podría terminar el año con una caída aterradora del 8%. El FMI ya está hablando de la necesidad de un rescate más. Los inversores privados ya cuentan con algún tipo de impago de la deuda del país.
La guerra afecta a dos de las regiones más industriales del país; en julio, la producción industrial fue del 29%, en Donetsk y, del 56%, en Luhansk. Ya ha habido una serie de anuncios notorios de cierre de fábricas o cese de las operaciones, como la del fabricante de automóviles ZAZ. La inflación está aumentando y se espera que alcance el 20% al final del año. Esto está afectando particularmente a los precios de los servicios públicos. Al mismo tiempo, el conflicto sobre el suministro de gas de Rusia está provocando el corte de agua caliente en varias ciudades, incluyendo a Kiev. Eso ya es un problema en el verano, pero conducirá a una situación insoportable en el invierno ucraniano.
En algún momento, las cuestiones económicas y sociales saldrán a la palestra y disiparán las nubes venenosas de histeria nacionalista. Ya ha habido una serie de protestas a pequeña escala contra los aumentos de los precios públicos, en algunos casos combinadas con las protestas contra el envío de los soldados al frente. El 3 de septiembre, un conflicto sobre el despido de un director de diseño en la fábrica estatal de aviones, Antonov, condujo a un enfrentamiento entre los trabajadores y las tropas del Ministerio del Interior que rodeaban la planta. Los trabajadores están luchando contra los intentos de privatizar y reestructurar esta empresa insignia. Estas son muestras pequeñas pero muestran el camino a seguir.
Toda la historia muestra que las derrotas en la guerra tienden a convertirse en revoluciones. Ucrania está hoy en las garras de la contrarrevolución, el Terror blanco y una sangrienta guerra civil. Pero la marcha de los acontecimientos puede producir toda clase de cambios repentinos y radicales. Una cosa está clara: 25 años de capitalismo en Ucrania ha sembrado colapso económico, social y cultural, agitación política, corrupción, crimen, caos, guerras, pobreza, muerte y sufrimiento. Sobre esta base, no hay futuro para el pueblo de Ucrania. Tarde o temprano se aprenderá esa lección.
Londres, 5 de septiembre 2014