Mientras despedían con bailes el Viejo Año y daban la bienvenida al Nuevo con cantidades copiosas del mejor champán, como es su costumbre; los burgueses, desde Nueva York hasta Londres, deben haber sentido un brillo reconfortante de confianza. Cinco años después de la catástrofe de 2008, ¿no están todavía firmemente al mando del timón? Los temores iniciales de que la crisis debía conducir a un terrible apocalipsis social y político se han disipado. El capitalismo está vivo y coleando. Los beneficios están fluyendo alegremente y los ricos son cada vez más ricos. En resumen, todo va bien en el mejor de los mundos capitalistas.
Todo esto nos recuerda el ambiente de falsa confianza que debe haber existido en el salón de baile del Titanic justo antes de que alguien en la cubierta apreciara la tenue silueta de un iceberg. Al pasar por encima de este alegre carnaval de hacer dinero, los que tienen ojos para ver ya podrían detectar los nubarrones de tormenta. Hace doce meses, los economistas predecían que 2014 sería el año de la recuperación. Un año más tarde nadie mantiene seriamente esa vana ilusión. La economía mundial se encuentra en el mejor de los casos estancada, y un número creciente de economistas están prediciendo una nueva recesión.
El marxismo explica que en última instancia la viabilidad de cualquier sistema socioeconómico está determinada por su capacidad para desarrollar las fuerzas productivas. Esa es la razón fundamental de la crisis actual. La sociedad burguesa se encuentra en un callejón sin salida del que no hay escape. Los economistas burgueses no comprenden la crisis y no tienen ninguna solución. Se trata de un caso de un ciego guiando a otro ciego.
La crisis de 2008 fue un punto de inflexión histórico. Antes de ella, los economistas y políticos coincidían en que el Estado no debería desempeñar ningún papel en la economía. Pero desde entonces, todos los grandes bancos han tenido que apoyarse en el Estado como en unas muletas. La generosidad del Estado hacia los bancos se ha transformado ahora en una tacaña mezquindad hacia el resto de la población. De repente no hay dinero para las escuelas y los hospitales, para los pobres y enfermos, las jubilaciones y las becas para los estudiantes. Pero para los parásitos ricos hay dinero sin límite.
Esta generosidad sin precedentes hacia los banqueros tenía la intención de estimular el crédito y, con él, una recuperación económica. Pero los miles de millones de generosidad pública no han conducido a una recuperación digna de ese nombre. Los banqueros se embolsaron el dinero y lo utilizaron para especular en bolsa para obtener beneficios aún mayores. La desigualdad ha crecido a niveles sin precedentes. Al igual que un gigantesco gusano parásito chupando la sangre vital de la sociedad, los ricos se hacen cada vez más ricos, mientras que millones de personas están sumidas en la pobreza y la desesperación.
La verdadera perspectiva se demostró el año pasado en un informe de la OCDE que concluía que no habría ningún crecimiento de la economía mundial durante los próximos cincuenta años. ¿Qué significa eso? Significa décadas de austeridad, recortes y ataques a los niveles de vida. Esa es una receta acabada para una explosión de la lucha de clases en todas partes. El intento de resolver la crisis a través de la flexibilización cuantitativa en los EE.UU. era una medida dictada por la desesperación. Ahora se han visto obligados a retroceder. El ejemplo de Japón es aún más elocuente. El intento del primer ministro Abe de hacer lo mismo, también ha terminado en una derrota ignominiosa. Mientras tanto, el descontento crece.
Esta crisis afecta a todos los países del mundo. La globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo. China se suponía que actuaba como la fuerza motriz de la recuperación. Pero el crecimiento en China se está desacelerando. Los llamados BRICs están en crisis. Brasil está en recesión; India está en crisis, como se revela en una fuerte caída en el valor de la rupia. La economía rusa se ha visto afectada por la caída del precio del petróleo (en sí misma un reflejo del estancamiento y de la caída de la demanda), agravada por las sanciones, y se enfrenta a una grave recesión.
Uno podría haber pensado que los saudíes disminuirían la producción de petróleo para apuntalar la caída del precio del crudo. Por el contrario, los saudíes continúan impulsando la producción de petróleo con el fin de destruir la rentabilidad del creciente sector de producción de petróleo en los EE.UU. a través del «fracking». Pero la caída del precio del petróleo significa un desastre para otras naciones productoras de petróleo como Irán, Irak y Venezuela.
La crisis de Europa
Hace dos años, Mario Draghi, declaró que la UE gastaría todo lo que hiciera falta para defender el euro. Pero, ¿quién tiene las sumas necesarias? Los alemanes, y los alemanes no tienen ningún deseo especial en financiar las deudas de los países del sur de Europa. El desempleo en Europa se encuentra oficialmente en alrededor del 11%, lo que subestima la realidad. En España es alrededor del 25% y en Grecia es aún peor. De cada tres jóvenes griegos, dos no tienen trabajo. Nada se ha resuelto en Grecia.
La crisis del euro se inició hace cinco años en Grecia, y ahora ha entrado en una nueva etapa en este país. Después de cinco años de recortes, austeridad y sufrimientos, la deuda pública ha pasado del 125% del PIB al 175%. Todos los sufrimientos de la gente han sido en vano. Grecia se cierne sobre el borde de una nueva y aún más terrible crisis. El colapso de la coalición burguesa de derechas liderada por Adonis Samaras ha abierto un período nuevo y tormentoso. Todos los sondeos de opinión indican que Syriza ganará las elecciones a finales de enero.
Samaras pensaba que Bruselas le daría un margen de maniobra, pero este no fue el caso. Merkel y los otros amos de Europa fueron implacables. Exigieron nuevos y aún más profundos recortes en las pensiones y los niveles de vida. Por tanto, el primer ministro griego intentó hacer una jugada desesperada para la elección de un nuevo presidente. Debido a que este puesto tiene un carácter más o menos ceremonial, tal elección normalmente despertaría una indiferencia total. Pero esta vez dio lugar a una crisis inmediata. Las fuertes caídas en la bolsa de Atenas revelaron el extremo nerviosismo de la burguesía.
La burguesía está aterrorizada por la perspectiva de un gobierno de Syriza en Grecia. Lo que les da miedo no es tanto los dirigentes de Syriza, que ahora están tratando de tranquilizar a la troika de que son políticos responsables, sino las fuerzas de clase que están detrás de Syriza. Los trabajadores griegos han demostrado una combatividad colosal. Han participado en más de treinta huelgas generales en los últimos cuatro años. Pero esto tiene sus límites. En el pasado, las manifestaciones y huelgas a veces podían obligar al gobierno a cambiar sus políticas. Pero ese ya no es el caso. La crisis es demasiado profunda para hacer concesiones serias. En Grecia ha habido más de treinta huelgas generales. El arma de la huelga de 24 hs, por lo tanto, pierde cualquier poder que podría haber tenido. Se convierte en un ritual sin sentido que la burguesía y el gobierno pueden ignorar.
Bloqueados en el frente industrial, los trabajadores se dirigen naturalmente hacia el frente político en busca de una solución a sus problemas más acuciantes. Votarán a Syriza, pero la experiencia les ha hecho desconfiar de todos los políticos. Tsipras promete reformas: un aumento del salario mínimo, comida y electricidad gratis para las familias pobres, aumento del empleo en el sector público. El problema es que sobre bases capitalistas, estas medidas no pueden funcionar. Un gobierno de Syriza se encontrará inmediatamente con el sabotaje de los banqueros y capitalistas. Incluso antes del anuncio de las elecciones la prensa ya estaba informando de una salida masiva de capital. Esto ya es una advertencia de la huelga de capital que golpearía a un gobierno de izquierdas en Grecia.
Inestabilidad en todo el mundo
Donde quiera que se mire hay inestabilidad: económica, financiera, social, política y diplomática. La situación actual del mundo no tiene precedentes en la historia. En el pasado, siempre había tres o cuatro grandes potencias que se equilibraban mutuamente. Pero desde la caída de la URSS sólo hay una superpotencia, los Estados Unidos. EE.UU. gasta 640 mil millones de dólares cada año en armas. Ningún otro país puede compararse con este vasto poder militar. Y sin embargo, el poder del imperialismo estadounidense tiene límites y estos límites fueron expuestos en Irak y Afganistán.
Como un elefante en una cacharrería, los miopes imperialistas norteamericanos han desestabilizado todo Oriente Medio y el Norte de África, así como Pakistán. Ahora, están obligados a enviar la fuerza aérea de Estados Unidos para bombardear a los mismos yihadistas que ellos y sus aliados de Qatar y Arabia Saudí organizaron, armaron y financiaron en un fallido intento de derrocar al régimen de Assad en Siria. Este vuelco repentino de la política estadounidense en la región ha tenido una consecuencia que no fue prevista por las damas y caballeros de Washington, ni deseada por ellos. Se ha inclinado la balanza fuertemente en favor de Irán, que ahora tiene el control efectivo sobre grandes partes de Irak, así como una influencia creciente en Siria y el Líbano.
Debido al 100º aniversario de la Primera Guerra Mundial, muchas personas han tratado de establecer analogías con la situación actual. Pero tales analogías carecen de todo sentido. La situación actual es muy diferente a la de agosto de 1914. El asesinato de Francisco Fernando fue seguido inmediatamente por un ultimátum de los austriacos. Ahora, con Rusia interviniendo en Ucrania, los estadounidenses hacen mucho ruido y en la práctica no hacen nada – al menos en términos militares. La impotencia de Europa ha sido aún más cruelmente expuesta por la crisis ucraniana. Han introducido sanciones, pero esto resultó contraproducente inmediatamente para Europa, especialmente para Alemania. El colapso del rublo significa que las exportaciones alemanas a Rusia están bloqueadas.
La propia Rusia está ahora en crisis. Esto marcará un giro en la situación. Los trabajadores rusos estaban dispuestos a tolerar a Putin, siempre y cuando garantizara la estabilidad y el crecimiento económico. Pero ahora la situación está cambiando en su contrario. La crisis ucraniana le permitió a Putin envolverse en la bandera del nacionalismo ruso, apelando al instinto natural de los obreros rusos de expresar su simpatía y solidaridad con sus hermanos y hermanas ucranianos. Pero las acciones de Putin están exponiendo su actitud cínica hacia el pueblo de Ucrania. Su retórica nacionalista puede servir para engañar a las masas por un tiempo, pero tarde o temprano la niebla nacionalista se disipará y habrá una fuerte reacción contra el régimen actual. Con un retraso inevitable los obreros rusos sacarán las conclusiones necesarias y pasarán a la acción.
Perspectivas revolucionarias
Lejos de haber logrado estabilizar la situación, el capitalismo mundial se hunde más y más en la crisis. Como dijimos hace mucho, todos los intentos de la burguesía de restablecer el equilibrio económico sólo sirven para destruir el equilibrio social y político. Ahora vemos esto en un país tras otro. La llamada recuperación es la más débil de la historia y la única solución que se les ocurre a la clase dominante y a sus agentes políticos es más recortes y más austeridad, a pesar de que la experiencia ha demostrado que el único resultado es profundizar la crisis y aumentar los déficits, mientras que provoca la polarización social que amenaza con ir más allá de los límites de la legalidad y amenaza con derrocar el orden existente.
El crecimiento sin precedentes de la desigualdad está destrozando el tejido mismo de la cohesión social. Marx predijo que el capitalismo conduciría inevitablemente a la concentración del capital y a una polarización entre ricos y pobres. Hoy en día esta predicción de Marx, que provocó la indignación de los sociólogos burgueses universitarios, ahora se ha demostrado en condiciones de laboratorio. En todas partes hay un profundo odio a los banqueros y a los ricos, y también una profunda desconfianza hacia todos los partidos políticos existentes, no sólo a los partidos burgueses, sino también a los llamados partidos de izquierda.
En todas partes vemos un creciente malestar social, a pesar de que aún carece del necesario objetivo, organización y dirección. En Gran Bretaña, hace tres años hubo disturbios de los jóvenes desempleados, que pilló a todo el mundo por sorpresa. En Italia, no hace mucho, los dirigentes sindicales levantaron su dedo meñique y un millón de trabajadores se manifestaron en las calles de Roma. En Grecia, los trabajadores han protagonizado más de treinta huelgas generales. Hemos visto explosiones sociales en Portugal, Brasil, Turquía, e incluso antes en Túnez y Egipto. Frente a estos hechos, ¿quién puede atreverse a decir que las masas están pasivas y apáticas?
Una y otra vez las masas han demostrado su voluntad de luchar. Pero cuando se mueven a la acción para tratar de cambiar la sociedad, no encuentran la organización y la dirección que pueda proporcionarles la cohesión y la claridad necesaria que solo puede garantizar el éxito. Por el contrario, se encuentran con que las organizaciones reformistas existentes actúan como un freno colosal sobre el movimiento, y una barrera en su camino.
Los dirigentes reformistas se consideran a sí mismos como grandes realistas pero de hecho son el peor tipo de utópicos. Arropados en sus oficinas confortables y en la atmósfera enrarecida de las cámaras de debates parlamentarios, están completamente fuera de contacto con la realidad. Ellos no ven el estado de ánimo de ira en ebullición que existe en las profundidades de la sociedad. Al carecer de confianza en la clase obrera, ven todo a través de las gafas reformistas que les ciegan ante la realidad.
Es la falta del factor subjetivo – el partido revolucionario y la dirección – la razón principal del carácter prolongado de la crisis. Es esto también lo que le da un carácter tan convulso. La contradicción central de la época es el enorme contraste entre la madurez de la situación objetiva para la revolución y la bancarrota de las organizaciones existentes. Como Trotsky planteó en 1938, la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección de la clase obrera. La pregunta más importante es: ¿cómo va a resolverse esta contradicción?
Los sectarios se deshacen fácilmente de este problema. Dicen: los dirigentes reformistas han traicionado y siempre traicionarán. Y hacen un llamamiento a los trabajadores a unírseles en la construcción de un nuevo partido – una apelación que siempre cae en saco roto porque los trabajadores no entienden de organizaciones pequeñas. La vida les ha enseñado que incluso para ganar una huelga se necesita una organización de masas. ¿Cuánto más es el caso cuando se trata de cambiar la sociedad?
Sin embargo, es un grave error hacer un fetiche de cualquier organización existente. «Todo lo que existe merece perecer» fue una máxima de Heráclito que Marx citaba a menudo. El hecho de que un partido (o incluso un sindicato) fuera una vez una fuerza de masas no significa en absoluto que siempre debe seguir siéndolo. Los partidos, como las personas, pueden nacer y florecer durante un tiempo, y luego dejar de existir. Tales transformaciones son relativamente raras en períodos «normales», pero no son nada extrañas durante los períodos de grandes conmociones sociales. De hecho, son muy comunes.
Degeneración sin paralelo
Hay muchos paralelismos entre esta situación y la situación de antes de 1914. Entonces, un largo período de auge capitalista condujo a la degeneración nacional-reformista de la socialdemocracia. Eso fue expuesto cruelmente en agosto de 1914. El largo período de auge capitalista que siguió a la Segunda Guerra Mundial llevó a una degeneración sin precedentes de todos los partidos de la clase obrera – no sólo los partidos socialdemócratas, sino también de los antiguos partidos comunistas.
En un período revolucionario, los partidos y sus dirigentes están sujetos a un estrecho control por las masas que están buscando una manera de salir de la crisis. Éstas, desarrollan una sensibilidad muy aguda y una actitud crítica que estaba ausente o poco desarrollada antes. En períodos «normales», las personas tienden a no involucrarse en la política, que se les aparece como algo ajeno, misterioso, e incomprensible. Dicen: «Dejemos la política a los políticos. No entiendo de estas cosas». De la misma manera en el sindicato, dejan hacer a los dirigentes oficiales.
Pero en un período revolucionario, esta actitud comienza a cambiar. Las masas tienen un creciente interés por los asuntos políticos que afectan a sus vidas de manera muy directa. En su búsqueda de soluciones miran primero a un partido, y luego a otro. Los gobiernos, los programas y los dirigentes son puestos a prueba, y, si son considerados deficientes, las masas pueden descartarlos para buscar en otro sitio. Los partidos que parecían ser invulnerables y fijos para todos los tiempos pueden decrecer e incluso desaparecer. En tales situaciones, se producirá todo tipo de crisis, rupturas y reagrupamientos.
Podemos ver que esto ya está sucediendo. En Italia, durante décadas el Partido Comunista (PCI) fue el más fuerte fuera del bloque soviético. Pero la degeneración sin precedentes de estos partidos llevó al colapso del PCI. Incluso antes vimos la desaparición del Partido Socialista Italiano, que en el pasado también tenía una base considerable. Ahora no queda nada de ninguno de estos partidos que una vez fueron vistos como los partidos tradicionales de la clase obrera italiana.
He oído decir por ahí que el Pasok era el partido tradicional de la clase obrera griega, pero esto es falso, o en todo caso requiere algunas matizaciones serias. De hecho, el Pasok era un partido relativamente nuevo, que data de 1974. Antes de eso, el Partido Comunista de Grecia (KKE) era el partido de la clase obrera griega. El Pasok surgió precisamente en una situación revolucionaria que siguió a la caída de la Junta Militar. Su fundador, Andreas Papandreu, hijo de George Papandreu, un liberal burgués que jugó un papel traidor como títere del imperialismo británico después de la Segunda Guerra Mundial, levantó un programa que estaba (al menos de palabra) a la izquierda del KKE .
Como resultado, el Pasok atrajo a un gran número de trabajadores y jóvenes radicalizados que habían sido repelidos por el estalinismo burocrático del KKE. Durante algunos años el Pasok podía ser considerado el principal partido de la clase obrera griega, con fuertes vínculos con los sindicatos. Pero el KKE hasta este día todavía mantiene la lealtad de muchos trabajadores griegos políticamente conscientes y tiene muchos seguidores en los sindicatos. Mientras tanto, ¿qué ha pasado con el PASOK? Su participación en el gobierno durante la actual crisis significó que sus dirigentes asumieron la plena responsabilidad por los recortes y la austeridad que han asolado a la sociedad griega. Como resultado, su apoyo ha derrumbado. Y quedará aún más reducido en las elecciones de este mes. De hecho, algunos observadores han especulado que podría perder todos sus miembros en el parlamento y quedar reducido a un grupo extraparlamentario. El rápido ascenso de Syriza en Grecia es una indicación de procesos que pueden tener lugar en todas partes.
El surgimiento explosivo de PODEMOS en España revela el alcance y la profundidad del descontento popular que existe en todas partes. En España, como en Italia, el Partido Comunista era una fuerza de masas, pero como resultado de décadas de degeneración y traiciones ha quedado reducido a una sombra débil de lo que fue. Para comprender la rapidez con la que los acontecimientos se están moviendo, recordemos que hace sólo un año, PODEMOS apenas existía como fuerza política. Sin embargo, ahora las encuestas de opinión en España lo han aupado como primera opción política para los votantes, por delante del Partido Socialista (PSOE) y muy por delante del derechista PP, que se dirige a una severa derrota.
En Gran Bretaña hemos visto el extraordinario éxito del «Sí» en el referéndum de Escocia, lo que sin duda representa un cambio fundamental en la situación. No hay duda alguna de que se trataba de un voto de izquierdas, un voto en contra de los Conservadores y los Liberales (voy a tratar esto en un artículo aparte), pero al mismo tiempo, el Partido Laborista (que tenía una base muy potente en Escocia ) también sufrió un rechazo. En el momento de escribir este artículo, por increíble que pueda parecer, el líder laborista Ed Miliband es menos popular en Escocia que incluso el líder conservador David Cameron. Como resultado de años de la dirección derechista de Blair, el Laborismo es visto por muchos como otro partido del Establishment.
Por supuesto, no hay que caer en el impresionismo. Partidos como el Partido Laborista británico todavía tienen grandes reservas de apoyo en las masas. Pero es igualmente cierto que el escenario político es mucho más volátil, turbulento e impredecible de lo que lo era en el pasado. Uno por uno, todos los partidos políticos serán puestos a prueba y entrarán en crisis. Habrá cambios violentos a la izquierda y a la derecha. Los cambios agudos y repentinos están en el orden del día. Tenemos que estar preparados para ellos.
No hace falta decir que los acontecimientos no ocurrirán en una línea recta. Es una tontería en extremo imaginar que los trabajadores están siempre dispuestos a montar barricadas. La historia misma nos enseña que las revoluciones son acontecimientos raros. Al igual que las guerras, no son el estado normal de las cosas, sino una ruptura de la «normalidad». Siempre hay una tendencia a aferrarse al estado de cosas existente. Ese es el camino más fácil, cómodo y natural para las masas. Sin embargo, en un período de convulsiones violentas, las masas aprenden a cuestionar esta «normalidad» y a buscar una salida, explorando una avenida tras otra.
La crisis se desarrollará en todas partes, a ritmos diferentes y con diferente intensidad durante años y décadas. Durante un período todo el péndulo continuará moviéndose hacia la izquierda. Por supuesto, la revolución no avanzará en línea recta. Los períodos de gran avance se alternarán con momentos de cansancio, desilusión y desesperación; grandes avances serán seguidos por momentos de calma, derrotas e incluso de reacción. Esta inevitable retraso – en sí una expresión de la debilidad del factor subjetivo – no es una mala cosa, desde nuestro punto de vista.
Hay muchos paralelismos entre la guerra entre las clases y las guerras entre naciones. Una guerra no es una batalla continua, sino una serie de escaramuzas, en las que los ejércitos contendientes aprenden a medir la fuerza relativa de cada lado; los avances son seguidos por retrocesos, y períodos de esfuerzo violento son interrumpidos por largos períodos de inactividad, observando y esperando. Estas pausas inevitables entre batallas, se utilizan para cavar trincheras, limpiar los equipos, y para movilizar, ejercitar y entrenar a nuevos reclutas.
Para los marxistas el estudio de las perspectivas no es un ejercicio académico, sino una forma de preparar a los cuadros para las próximas batallas. Trotsky dijo que la teoría es la superioridad de la previsión sobre la sorpresa. Los empíricos superficiales, que se imaginan a sí mismos como gente muy sabia, porque se limitan a los «hechos inmediatos» son siempre tomados por sorpresa cuando la marcha de los acontecimientos sigue un camino que nunca previeron y nunca soñaron que podría existir. Los marxistas, por el contrario, miran más allá de los «hechos» y penetran debajo de la superficie para exponer el proceso subterráneo que opera en las profundidades de la sociedad.
Este año es el 100º aniversario de la Conferencia de Zimmerwald, cuando un puñado de internacionalistas revolucionarios se reunieron en la oscura aldea suiza de Zimmerwald en un intento de organizar y coordinar las fuerzas que todavía estaban por el socialismo internacional. Cuando Lenin miró a su alrededor y vio cuán pocos eran, comentó: «¡Parece que podemos juntar a todos los internacionalistas del mundo en dos diligencias!»
Cuando Lenin pronunció esas palabras, la tarea a la que enfrentaban los revolucionarios parecía casi sin esperanza. Eran grupos muy pequeños, en su mayoría aislados de las masas y que trabajaban en condiciones de una dificultad inimaginable. Sin embargo, sólo dos años después la revolución rusa había estallado y la inmensa marea de la revolución llevaría a Lenin y a los bolcheviques al poder. Sí, en efecto, cambios bruscos y repentinos en la situación. Y la historia tiene la costumbre de repetirse.
Dejemos el pesimismo para los burgueses y sus parásitos reformistas. ¡Tienen toda la razón para ser pesimistas! Pero nosotros tenemos todo el derecho a ser optimistas. Damos la bienvenida al Año Nuevo con el espíritu que nuestra Época requiere: un espíritu de entusiasmo por la batalla que es inminente, la batalla entre un Orden desgastado, en descomposición y degenerado, que ha dejado de ser útil y se encuentra listo para ser derrocado; la batalla del futuro contra el pasado, la batalla por un mundo nuevo y mejor: la batalla por el socialismo.