La enorme cifra de participación popular, de 3.162.400 electores, obtenida en las elecciones internas del PSUV el día Domingo es, sin duda alguna, un triunfo extraordinario para el movimiento obrero y popular en Venezuela, que todas y todos los revolucionarios honestos y comprometidos con la lucha por el socialismo debemos celebrar. Sin embargo, de ello no deben extraerse conclusiones triunfalistas, más bien, a pesar del ánimo de celebración, debe realizarse un sobrio análisis de los resultados, en el marco de la crítica coyuntura actual de guerra económica, para poder extraer las lecciones necesarias con el fin de poder corregir los errores cometidos y superar la crisis actual.
El auge y reflujo en las revoluciones. ¿Era lógico obtener una participación tan alta en las primarias del 28 de Junio?
Una revolución, desde el punto de vista social, tal y como lo definió Lenin, y como posteriormente lo estudió Trotsky, es un proceso de auge de las masas trabajadoras, históricamente oprimidas, que rompen de manera abrupta con la subyugada y conservadora cotidianidad de sus vidas, para irrumpir en la vida política y tomar su destino en sus propias manos. Tal como Trotsky explica: «El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos».
Eso está pasando hoy en Venezuela y ha pasado desde hace ya 15 años. De hecho, podría decirse perfectamente que es esa una de las características más marcadas de nuestra revolución.
Ahora bien, el estudio de todas las revoluciones del siglo XX, bajo la mirada científica del marxismo, ha demostrado de manera inequívoca, que tal auge del movimiento de masas, no es un proceso eterno, al contrario, puede ser interrumpido, frenado e incluso revertido, y sólo desarrolla una continuidad y un avance en la historia, cuando son llevadas adelante determinadas medidas programáticas imprescindibles e impostergables.
Fundamentalmente, dicha cuestión radica en que si los problemas acuciantes de las masas trabajadoras, y entiéndase por éstos, el acceso a la alimentación, a la salud, a la educación, a la cultura, el deporte y la recreación, a la vivienda, etc., no son resueltos por la revolución, entonces las masas tienden a desmoralizarse, a decaer, a agotarse y en fin, tienden a dejar de participar activamente en la vida política, y tienden a retomar la normalidad de sus vidas bajo la opresión capitalista, dejando a un lado a la revolución.
Ese proceso, es una ley sociológica, y en efecto, es una ley tan fuerte y tan indefectible como la ley física de gravedad. Una y otra vez, las revoluciones del siglo XX lo han demostrado sin equívoco y sin excepción. Las revoluciones que no se han profundizado, resolviendo así de manera definitiva los problemas acuciantes de las masas, han terminado siendo derrotadas, producto de la desmoralización de las masas.
Un ejemplo de dicho proceso, fue la Revolución Sandinista. En ella se lograron conquistas extraordinarias para el pueblo trabajador, como la reforma agraria parcial y la consiguiente entrega de tierras a los campesinos sin tierra, así como la erradicación del analfabetismo, sin embargo, en la medida en que la revolución sandinista no fue llevada a cabo hasta sus últimas consecuencias, es decir, en la medida en que sólo se nacionalizaron una parte de los latifundios, y una parte de la industria capitalista del país, la burguesía utilizó las empresas agrarias y las industrias que tenía en sus manos para sabotear la economía, financiar la contrarrevolución y finalmente, derrotar a la revolución a través de la desmoralización de las masas trabajadoras.
Es decir que durante la Revolución Sandinista, la oligarquía también llevó a cabo una feroz guerra económica, al igual que ahora se vive en nuestro país, lo cual golpeó muy duro a las masas trabajadoras, y como consecuencia de ello, al final de la revolución, en los años 1989-1990, la inflación acumulada llegó a la astronómica cifra de 37.000%, lo que sin duda significó un golpe devastador contra el pueblo, y que por lo tanto, unido a la guerra de los contras, en la que cientos de camaradas perdieron a sus hijos, hermanos, padres, madres y demás familiares, se tradujo en la desmoralización, apatía y finalmente, en la desmovilización del pueblo sandinista en las elecciones presidenciales de 1990.
El resultado final es harto conocido. Aunque un sector mayoritario de las masas sandinistas votó por Daniel Ortega en las elecciones presidenciales de Febrero del año 90, otro sector se abstuvo de votar, y otro sector más despolitizado, incluso apoyó a la candidata de la burguesía, Violeta Chamarro, lo que condujo al trágico punto final de la Revolución Sandinista.
Pero no es Nicaragua el único ejemplo de la desmoralización de las masas en una situación revolucionaria.
La Revolución Española (1931-1938) es otro ejemplo de ello, que concluyó con la dolorosa derrota de la república en la conocida Guerra Civil Española. Asimismo, la Revolución de los Claveles en Portugal, en 1974, y la revolución francesa de Mayo de 1968 (el famoso “Mayo Francés”), también fueron derrotadas producto de la desmoralización de las masas revolucionarias.
Ahora bien, el punto que queremos enfatizar y demostrar aquí, es precisamente, que la Revolución Bolivariana no es una excepción a esta ley histórica.
Durante los últimos diez años se ha venido desarrollando lentamente un proceso de desmoralización y agotamiento entre las masas, y de ello es evidencia por ejemplo, el hecho de que en las elecciones presidenciales de 2006, la revolución obtuvo 3.000.000 de votos sobre la oligarquía, y después de ése año, en las elecciones nacionales siguientes, incluyendo el referéndum para la enmienda en 2009 y las presidenciales de 2012, la revolución sólo obtuvo alrededor de 1.100.000 de votos en el primer caso, y 1.500.000 de votos en el segundo, de diferencia sobre la oligarquía.
Aunado a esto, hoy la Revolución Bolivariana atraviesa la crisis más severa de su historia, producto de la guerra económica que ha desatado la burguesía luego del fallecimiento del comandante Chávez, y tal situación está golpeando como nunca antes en estos quince años, el poder adquisitivo y las condiciones materiales de existencia de las masas trabajadoras en nuestro país, que son la base de apoyo de la Revolución Bolivariana.
Sobre esa base, es que era obvio y totalmente lógico, ante el recrudecimiento feroz de la guerra económica durante los dos últimos años, y sobre todo en lo que va de 2015, pronosticar que la participación en las elecciones primarias del día Domingo no sería alta, ya que es un hecho público y notorio, el malestar general que actualmente reina entre la gente, e incluso entre las bases del chavismo, debido a la guerra económica.
Sin embargo, rompiendo todos los pronósticos y las expectativas pesimistas, ocurrió todo lo contrario.
El significado de la masiva participación obtenida en las primarias del Domingo: El nivel de conciencia política de las masas en Venezuela
Por lo tanto, la cifra de participación obtenida el día domingo a pesar de todo pronóstico, de 3.162.400 electores, significa que a pesar del proceso de reflujo, que como hemos explicado es una ley del movimiento histórico de las revoluciones, y que puede evidenciarse en nuestra revolución con el desarrollo de una situación de desmoralización y descontento real en un sector de las masas trabajadoras, existe todavía en nuestra revolución, una férrea voluntad de lucha inquebrantable entre las masas trabajadoras, y de defensa hasta las últimas consecuencias, de la revolución bolivariana.
En cada uno de los momentos difíciles de la revolución, las masas trabajadoras y oprimidas del país han sido quienes han salvado al proceso de las garras de la contrarrevolución. En el golpe de estado de Abril de 2002, durante el paro petrolero, en el referéndum revocatorio, en las elecciones presidenciales, frente a las guarimbas, frente al decreto de Obama y en cada uno de los momentos clave, han sido éstas quienes han defendido la revolución y han derrotado a la burguesía.
Pues ahora también frente a la guerra económica, las masas han decidido jugar una vez más el papel histórico que han jugado durante estos quince años, dando un extraordinario paso al frente en defensa de la revolución.
Esta movilización extraordinaria de votantes que pudimos observar el domingo, es además una evidencia del alto nivel de conciencia política que poseen las masas trabajadoras en Venezuela. A pesar de lo que dicen muchos supuestos teóricos e intelectuales “de izquierda”, que repiten una y otra vez que el pueblo no tiene conciencia suficiente, o que a la clase trabajadora le hace falta una mayor conciencia, y que como consecuencia de ello, no puede ser profundizada la revolución, movilizaciones como la del domingo demuestran que muy al contrario, nuestro pueblo sí posee altos niveles de conciencia revolucionaria y por lo tanto, lo que hace falta, desde el punto de vista de la Corriente Marxista del PSUV, es una dirección consecuente que tome esa voluntad de lucha de las masas, y la conduzca hacia la radicalización de la revolución, hacia la construcción del estado socialista y hacia la expropiación de los capitalistas.
Si las masas trabajadoras que apoyan a la revolución, como han dicho muchos “intelectuales” y dirigentes de la revolución, careciesen de conciencia revolucionaria, no habrían dado una demostración como la del día de ayer, y menos después de soportar ya casi tres años de una feroz e implacable guerra económica.
Las lecciones urgentes que debe sacar nuestra dirigencia de los resultados del domingo
Como hemos explicado, los resultados del domingo, son una evidencia de que a pesar del degaste y del agotamiento que existe entre las masas que apoyan a la revolución, como consecuencia de la guerra económica, pero también del burocratismo, ineficiencia y corrupción existentes en el aparato de estado burgués, todavía existe una muy fuerte voluntad de lucha por el socialismo entre el pueblo trabajador.
Sin embargo, como hemos explicado en la primera parte de este artículo, tal voluntad de lucha no durará para siempre si se mantiene la guerra económica y sobre todo, si no se toman medidas dirigidas a derrotarla de manera definitiva.
Parafraseando a Trotsky, cuando las masas trabajadoras defienden una revolución, son capaces de arriesgar “su hoy”, en aras de la esperanza de “un mañana” mejor, pero sólo son capaces de hacerlo hasta un cierto punto, es decir, hasta un cierto límite. Cuando se hace necesario y urgente resolver sus problemas acuciantes (y vaya que hoy existen problemas acuciantes en lo que respecta al acceso a alimentos y bienes de primera necesidad a bajo costo en Venezuela), no esperan eternamente para resolver sus problemas. Si durante un cierto período no son resueltos tales problemas, las masas entran necesariamente en un proceso de agotamiento y desmovilización. La historia lo ha demostrado una y otra vez, y es sobre la base de estas reflexiones que podemos sacar las lecciones correctas, para llevar adelante las medidas que nos permitan superar la situación actual.