Manifiesto de la Corriente Marxista del PSUV ante las elecciones del 6 de Diciembre
Las elecciones parlamentarias del 6 de Diciembre, serán decisivas para el futuro de la Revolución Bolivariana. Por primera vez, la revolución se medirá en un proceso electoral en condiciones tan adversas. En efecto, el período actual es el más difícil que se ha vivido en quince años de historia.
Desde aproximadamente tres meses antes de la desaparición física del comandante Chávez, la burguesía industrial, comercial, agraria e importadora, ha desatado una embestida contra la revolución en el ámbito económico.
Desabastecimiento crónico de los productos regulados, inflación en acelerado aumento, contrabando de los productos de la canasta básica, huelga de capitales y un agresivo sabotaje de la producción de los bienes de primera necesidad, son las armas que ha venido utilizando la burguesía durante los dos últimos años, para golpear al pueblo trabajador y así, poder socavar la base de apoyo social de la Revolución Bolivariana.
Hoy, como nunca antes en estos quince años de historia, existe la posibilidad real de que la revolución sufra una dura derrota electoral frente a las fuerzas de la contrarrevolución.
A diferencia de los anteriores procesos electorales que ha enfrentado la Revolución Bolivariana, en los cuales las masas bolivarianas se han movilizado por millones una y otra vez, propinando derrotas contundentes a la burguesía, consideramos que en esta oportunidad, existen por el contrario condiciones desfavorables desde el punto de vista de la moral revolucionaria de las masas, y por lo tanto, no puede darse por sentado que la revolución vencerá contundentemente sobre la MUD el próximo 6 de Diciembre. Más bien, consideramos que existe la posibilidad seria de sufrir una derrota electoral, o en el mejor de los casos, que la revolución obtenga una victoria muy estrecha sobre la contrarrevolución, que en consecuencia impulse a la derecha burguesa a dar pasos firmes en el proceso de acumulación de fuerzas, de cara a la convocatoria de un referendo revocatorio contra el presidente Maduro en 2016.
Pero, ¿Por qué los marxistas consideramos que es posible sufrir una derrota el próximo 6D?
La naturaleza de las situaciones revolucionarias
Luego de vivir largos años y hasta varias décadas enteras sometidas a la explotación capitalista, casi de manera natural y bajo una cierta resignación, llega un momento donde las masas despiertan del letargo y la apatía aparentemente interminable a las que les somete cotidianamente el capitalismo, y rompen de manera abrupta con toda esa monotonía, irrumpiendo masivamente en la vida política de la sociedad y, sobre todo, en la lucha económica y política por cambiar sus condiciones de vida.
De repente, las masas tradicionalmente apáticas ante cuestiones políticas, dan un salto hacia la participación activa en la vida política, para luchar con el fin de cambiar concretamente el estado de opresión y miseria en el que viven subyugadas bajo el capitalismo. Un período histórico con estas características, en el cual las masas irrumpen abruptamente en la vida política para tomar en sus propias manos las riendas de su destino, es lo que en esencia Lenin definió como una situación revolucionaria.
Eso fue precisamente lo que sucedió en Venezuela a partir del Caracazo, y particularmente, lo que ha ocurrido a lo largo de la Revolución Bolivariana.
La revolución venezolana, ha significado el despertar a la vida política de millones de personas que tradicionalmente se mantenían apáticas ante la política, o también, que sentían un profundo rechazo hacia la política tal y como la veían representada en los gobiernos adecos y copeyanos. De repente, millones de hombres y mujeres se movilizaron para participar activamente en los CTU, en los comités de salud, en organizaciones campesinas, en sindicatos bolivarianos, en los círculos bolivarianos, en consejos comunales y principalmente, se movilizaron masivamente cada vez que fue necesario defender la revolución.
Una y otra vez, en el derrocamiento del gobierno de Carmona el 13 de Abril del 2002, durante el paro petrolero, en la campaña Maisanta por la victoria del NO en 2004, y posterior a ello, en cada una de las batallas electorales y políticas que se han librado en estos 15 años, las masas se han movilizado por millones en defensa de la revolución, participando activamente en la vida política del país.
Ahora bien, las razones por las que las masas irrumpen abruptamente en la vida política de la sociedad, rompiendo con su tradicional apatía para participar activamente en ella, no es una cosa fortuita, o que obedece sólo a cambios en la consciencia de las masas. La razón de la irrupción de las masas en la vida política tiene fundamentos materiales, es decir, se basa en las condiciones materiales de existencia de la sociedad. Las masas entran a la vida política cuando ya no pueden seguir soportando más las condiciones de vida a las que les somete el capitalismo, y cuando comprenden que es necesario luchar para cambiar esas condiciones de opresión.
Es por lo tanto comprensible, que una situación revolucionaria no pueda prolongarse indefinidamente en el tiempo, sin resolver los problemas acuciantes de las masas y las condiciones de miseria y opresión en que viven, que son precisamente, la causa inmediata que les ha empujado a luchar y participar activamente en la vida política de la sociedad.
En ése sentido, precisamente la fortaleza de la Revolución Bolivariana ha sido la conquista de enormes reivindicaciones sociales, económicas y políticas para las masas. La erradicación del hambre a través de la Misión Mercal, la reducción drástica de los niveles de pobreza, la erradicación del analfabetismo a través de la misión Robinson, el acceso gratuito y de calidad a la atención médica, la masificación de la educación universitaria y los aumentos salariales, entre otras conquistas de gran importancia, han sido la soldadura de acero que ha amarrado a las masas trabajadoras del país con la Revolución Bolivariana.
Son todas esas conquistas logradas en la revolución, las que nos han permitido ganar elección tras elección y propinar derrotas históricas una y otra vez al imperialismo yanqui y a la burguesía nacional.
Sin embargo, todas estas reivindicaciones, mientras se mantengan dentro del marco estrecho de la propiedad privada capitalista y del estado burgués, no podrán resolver de manera definitiva estos problemas acuciantes, y es eso lo que estamos viendo hoy con el fenómeno de la guerra económica.
Si no resolvemos de manera urgente la cuestión de la guerra económica, ésta jugará un papel decisivo para el futuro de la Revolución Bolivariana, preparando las condiciones para una derrota de la revolución en el mediano o incluso en el corto plazo.
La guerra económica y la desmoralización de las masas bolivarianas
Luego de la derrota del paro patronal petrolero de 2002-2003, la implantación del control de precios y del control de cambio constituyó un paso adelante que fortaleció la revolución. El primero de éstos, fue implantado con miras a garantizar el acceso de las masas trabajadoras a los productos de la canasta básica, y el segundo, con el fin de evitar la fuga masiva de capitales hacia el extranjero por parte de la burguesía. El control de precios por ejemplo, unido a los aumentos de salario otorgados por el presidente Chávez, permitieron elevar el poder adquisitivo de las masas trabajadoras en aproximadamente un 130% entre los años 2004 y 2006, una cifra verdaderamente extraordinaria, sin contar además la reducción de costos para las familias trabajadoras, que significaba ahora contar con un sistema de atención médica primaria gratuito y de calidad, así como también, el acceso educativo gratuito y masivo a todos los niveles educativos.
Estas conquistas, y también todas aquellas que significaron un cambio importante en el nivel de vida de las masas trabajadoras, han permitido prolongar la situación revolucionaria que comenzó en los años 90 con la llegada del comandante Chávez al gobierno. Ahora bien, como hemos explicado, una situación revolucionaria no puede mantenerse indefinidamente. Necesariamente, debe derivar en la abolición del régimen capitalista de producción y el salto hacia una etapa superior de la sociedad, o por el contrario, en un retroceso contrarrevolucionario.
He allí, la razón fundamental de la crisis política que hoy vive nuestra revolución. Mientras no hemos roto de manera radical con el régimen capitalista de producción, los problemas acuciantes de las masas no han podido ser resueltos de forma definitiva, y, producto de la guerra económica, estos problemas se están agudizando cada vez más.
Al no abolir el marco de la propiedad privada burguesa, los capitalistas han utilizado todo cuanto les permite el derecho de propiedad sobre sus medios de producción, para sabotear los controles de precios y de cambio, convirtiéndolos en su contrario.
Mediante la reducción drástica de los niveles de producción de los bienes con precio regulado, la burguesía ha generado a su vez una reducción drástica en la oferta de los mismos, que ante la creciente demanda existente en los últimos años gracias al aumento de los salarios, del empleo, de las becas y de los pensionados, provoca un crecimiento acelerado de la inflación.
Asimismo, la burguesía ha reducido los niveles de inversión en productos regulados para redirigir su inversión hacia la elaboración de productos no regulados, tales como harina de maíz con aditivos o arroz saborizado, que no entran en el decreto de regulación de precios, por lo que pueden cobrar más por dichos productos, golpeando así el bolsillo de las masas trabajadoras, que se ven obligadas a adquirirlos ante la escasez de productos regulados.
Otro mecanismo utilizado por los capitalistas para burlar los controles de precio, es distribuir sólo a los establecimientos comerciales que utilizan sus productos como materia prima para la elaboración de otros productos terminados, tales como restaurantes, areperas, polleras y demás. En efecto, desde los últimos años puede verse en las calles una escasez cada vez más aguda en lo que se refiere a productos tales como la harina de maíz y el pollo, pero hasta el momento no se ha visto la primera arepera o pollera cerrada por falta de materia prima (harina y pollos). De esta forma, las grandes empresas de producción pueden vender sus productos con el incremento inflacionario o incluso a precios especulativos aún más elevados, que al final es pagado por el consumidor, es decir, por la clase trabajadora, en las areperas, polleras y demás establecimientos comerciales.
En lo que respecta al control de cambio, es bien sabido que la burguesía también está aplicando toda una serie de artimañas y tácticas para desviar los dólares que les entrega el estado y dirigirlos al mercado paralelo, donde obtienen más ganancias sin necesidad de hacer casi ningún tipo de inversión.
Toda esta situación, que se traduce en una inflación anualizada que se estima en más del 100%, y en el caso de productos tales como electrodomésticos y otros, cercana al 300%, así como índices de escasez muy altos en todos los rubros fundamentales, está generando un gran malestar social que se traduce en desmoralización, apatía y cansancio entre un sector importante de las masas que apoyan a la revolución, lo que puede tener consecuencias graves el próximo 6 de Diciembre.
¿Qué sucederá el 6D?
Sobre la base del análisis anterior, pueden plantearse tres escenarios posibles.
En primer lugar, si la derecha logra ganar la mayoría de los escaños parlamentarios el 6D, queda claro para toda la militancia revolucionaria que la burguesía utilizará la mayoría parlamentaria con el objetivo de dar un golpe al estilo paraguayo, a la vez que comienza a ejecutar el programa político y económico de la burguesía, levantando la inamovilidad laboral para comenzar a despedir a todos los trabajadores revolucionarios de la administración pública, así como a lo dirigentes obreros del sector privado, reformando o derogando leyes aprobadas en la revolución, haciendo recortes presupuestarios para favorecer el enriquecimiento de la burguesía golpeando salvajemente al pueblo trabajador y en fin, aplicando un programa contrarrevolucionario de recortes y ajustes severos para comenzar a destruir las conquistas obtenidas hasta ahora, buscando repartir entre la clase dominante la renta petrolera.
Este sería en primera instancia, el escenario más terrible y doloroso para la revolución, porque concretamente, significaría el principio de la derrota definitiva de la revolución. Sin embargo, el programa de contrarreformas burguesas no va a poder ser ejecutado sin que en consecuencia, surja una poderosa respuesta por parte del movimiento obrero y popular bolivariano. El pueblo revolucionario de Venezuela ha obtenido extraordinarias conquistas sociales, políticas y económicas en estos quince años, y no renunciará a ellos sin antes batirse en dura batalla para defender dichas conquistas de los ataques que vendrían de la clase dominante.
Ante un panorama de tal naturaleza, puede afirmarse casi con absoluta seguridad, que la lucha de clases se radicalizará en proporciones no vistas hasta ahora. Es posible incluso que la situación revolucionaria se radicalice a niveles superiores a la movilización de masas ocurrida durante el Caracazo en 1989.
Un segundo escenario posible, consiste en que la revolución obtenga la mayoría de los diputados a la asamblea y sin embargo, la derecha obtenga un número de votos totales superior al obtenido por el Gran Polo Patriótico. Es muy probable que este escenario, sirva de base para que la extrema derecha lleve adelante una nueva oleada de acciones violentas de corte fascista en las principales ciudades del país. No obstante, este escenario implicaría consecuencias más graves.
Si la derecha pierde la asamblea pero obtiene una votación total superior al chavismo, entonces se basará en tales resultados para, a partir del mes de abril de año próximo, preparar la convocatoria constitucional a un referendo revocatorio contra el presidente Maduro. En ése sentido, tal resultado electoral el próximo 6D, sólo significaría ganar algo de tiempo antes de una nueva batalla electoral que puede resultar gravemente decisiva para nuestra revolución, sobre todo, porque en el marco actual de guerra económica, en el cual la inflación crece cada vez más rápido y la escasez es cada vez más patente, la derecha tiene muy buenas posibilidades de propinar una derrota histórica a las fuerzas de la revolución, lo que en este caso también significaría los primeros pasos de la derrota definitiva de la Revolución Bolivariana.
Un tercer escenario, que en nuestra opinión es muy poco probable, es el de una victoria sobre la derecha tanto en el número de diputados, como en la cantidad de votos totales, o también (lo que a su vez consideramos menos factible aún), el de una victoria cómoda tanto en el número de escaños como de votos totales.
Ahora bien, aunque desde nuestro punto de vista ambos resultados son bastante improbables, no son descartables del todo, sin embargo, un resultado de ése tipo sólo constituiría una reafirmación del carácter enormemente combativo, y de la capacidad extraordinaria de lucha y resistencia de las masas trabajadoras de Venezuela, que ha sido quizás la característica más emblemática de nuestra revolución, en comparación con otras situaciones revolucionarias del siglo XX.
No obstante, como hemos ya explicado, ninguna situación revolucionaria puede prolongarse indefinidamente sin resolver los problemas acuciantes de las masas, y por lo tanto, mientras no se resuelva la crítica situación de guerra económica que estamos viviendo, cualquier victoria electoral de la revolución por sí sola, aunque signifique derrotar a la derecha, no significará una resolución de la situación actual, lo que implica que las masas trabajadoras seguirán siendo golpeadas por la burguesía, y tarde o temprano, se producirá un reflujo entre las masas, que se traducirá necesariamente en una derrota electoral en el futuro, por ejemplo, en un referendo revocatorio contra el presidente Maduro, o en las elecciones regionales de 2016.
El fracaso del reformismo y la necesidad de radicalizar la revolución
Ahora bien, aunque es cierto que la burguesía está llevando a cabo un sabotaje deliberado de la producción de bienes de consumo fundamentales, que es la base de la guerra económica, no es menos cierto que es necesario tomar medidas radicales y contundentes contra ello, y precisamente, no es eso lo que hemos podido observar en los dos últimos años por parte de nuestra dirigencia.
Una y otra vez, aunque nuestra dirigencia política ha llamado a la burguesía a invertir en el país y a elevar los niveles de producción, la única respuesta obtenida ha sido la profundización del sabotaje económico y el aumento acelerado de la inflación y la escasez. Este hecho nos conduce a una única conclusión: Es imposible regular el capitalismo. O éste es abolido por la revolución, expropiando a los capitalistas y estableciendo una economía planificada, o la revolución se subordina al capitalismo, gobernando en favor de los intereses de los empresarios, banqueros y terratenientes, pero, lo que no es posible, es tratar de llevar adelante un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo, una “tercera vía”, reformando al capitalismo. La única alternativa es destruirlo de manera revolucionaria.
Tenemos diez años ya aplicando controles y regulaciones a la burguesía, y en cada caso en el cual el gobierno bolivariano ha establecido regulaciones de algún tipo, éstos han desarrollado maneras de sabotearlas y burlarlas. A los controles de precio los capitalistas responden con reducción de la producción, acaparamiento y contrabando. Al control de divisas los capitalistas responden con la venta de las divisas en el mercado negro. Toda la historia de la última década en Venezuela es una demostración fehaciente de la imposibilidad de regular el capitalismo.
A pesar de ello, la mayoría reformista de nuestra dirigencia, todavía sostiene que para construir el socialismo, es necesario apoyarse en los sectores “patrióticos” de la burguesía, a fin de poder desarrollar las fuerzas productivas del país, pero en realidad, nuestra burguesía está totalmente subordinada al imperialismo y por lo tanto, no sólo es totalmente incapaz de desarrollar las fuerzas productivas, sino que además se opone radicalmente a la revolución.
Una y otra vez la burguesía ha demostrado que odia a muerte a la revolución y que hará lo que sea necesario para aplastarla. En el caso de la guerra económica, esto se traduce en la utilización de los medios de producción de su propiedad, como armas para sabotear la economía y socavar la base social de apoyo de la revolución.
La guerra económica que estamos sufriendo, no tiene solución en un marco de reformas al capitalismo, y por lo tanto es una evidencia del fracaso de la política económica del reformismo. Si el gobierno bolivariano no da un viraje audaz a la izquierda, la guerra económica terminará por socavar la base social de apoyo de la revolución, lo que significará, tarde o temprano, el preludio nefasto de nuestra derrota.
Esta situación demanda acciones audaces y radicales. Es necesario arrancar a la burguesía las palancas económicas del país, o ésta no cesará en golpear al pueblo mediante la escasez, el contrabando y la inflación. La expropiación de las grandes palancas económicas de la nación, incluyendo la banca y el comercio exterior, es una medida no sólo necesaria sino apremiante en las actuales circunstancias.
Esas medidas por sí solas, no resolverán el problema en su totalidad, pero sí constituirán importantes pasos adelantes, que deben continuarse con la nacionalización de los grandes monopolios de producción y distribución bajo control obrero, y la implementación de un plan nacional de producción construido y ejecutado con la participación democrática y protagónica de la clase trabajadora y las comunidades. Un programa de este tipo, es la única alternativa real a la guerra económica.
Si nuestra dirigencia no toma a tiempo las medidas necesarias, la revolución se enfrentará a un fracaso seguro en el próximo período. Aún y ganando el 6D, es necesario dar un paso al frente y radicalizar la revolución, vacilar es perder la revolución.
¡Derrotemos a la burguesía en el 6D y radicalicemos la revolución!
¡Nacionalización de la banca y el comercio exterior!
¡Nacionalización de los monopolios de producción y distribución bajo control obrero!
¡Expropiar a los capitalistas para derrotar la guerra económica!