Los venezolanos acudirán a las urnas el 6 de diciembre para elegir a los diputados a la Asamblea Nacional. Una combinación de factores han hecho de este evento uno de los retos más difíciles a los que se ha enfrentado la Revolución Bolivariana en los últimos 17 años, desde que el presidente Chávez fuera elegido por primera vez en 1998. Aparte de los problemas habituales de una oposición profundamente antidemocrática y de las provocaciones imperialistas beligerantes, tenemos que añadir una combinación de factores económicos nacionales e internacionales que han puesto a Venezuela contra las cuerdas, y que nos llevan a sacar una conclusión: o se completa la revolución, o será derrotada.
El colapso en el precio del petróleo, el fracaso del intento de regular el mercado capitalista, y el sabotaje abierto por la clase capitalista han puesto fin a una situación en la que el gobierno podía aplicar amplias reformas sociales sin tocar fundamentalmente la propiedad capitalista de los medios de producción. Aquellos en la dirigencia bolivariana que se niegan a avanzar en la dirección de abolir el capitalismo, están preparando la derrota del movimiento.
En los últimos tres años se ha producido un fuerte deterioro de la situación económica en Venezuela. El precio del petróleo venezolano en el mercado mundial se ha derrumbado. Se cotizaba alrededor de 100 dólares el barril en 2013, luego bajó a $88 en 2014, y ha tenido un promedio de $47 durante el 2015 hasta ahora. En la segunda semana de noviembre se redujo a menos de $37 por barril. Esto ha limitado gravemente la capacidad del gobierno para invertir dinero en programas sociales, así como la de importación de alimentos y otros productos del mercado mundial.
El PIB de Venezuela creció un 1,3% en el 2013, pero luego se contrajo un 4% en 2014, y se prevé un descenso de un 7% a un 10% este año. La inflación alcanzó un nivel récord de 68,5% el año pasado cuando el Banco Central dejó de publicar cifras. El Presidente Maduro ha dicho que la inflación de este año será del 85%, pero muchos productos básicos ya han acumulado tasas de inflación anuales de más de 100%. El FMI prevé una inflación del 159% para el conjunto del año 2015.
Algunos de estos problemas se remontan a las decisiones adoptadas en 2002-2003 en el momento del cierre patronal y el paro-sabotaje de la economía por parte de los patronos. El gobierno de Hugo Chávez decidió introducir una regulación sobre los precios de los productos básicos con el fin de proteger a los trabajadores y el pueblo pobre contra el estraperlismo, la especulación, y el acaparamiento por parte de un puñado de grupos monopolistas que controlan la producción y distribución de alimentos en Venezuela.
Al mismo tiempo, se introdujeron el control de cambio con el fin de evitar la fuga de capitales. Estas medidas sólo podían funcionar durante un corto período de tiempo y pudieron haber proporcionado a la revolución un margen de maniobra; pero al prolongarse por un largo período crearon enormes distorsiones en la economía que ahora están saliendo a la superficie. Es cada vez más evidente que el mercado capitalista no puede ser regulado, y que cualquier intento de hacerlo conduce a la dislocación, al sabotaje y a la rebelión de los propietarios privados de los medios de producción.
El ejemplo más reciente ha sido en relación al precio de los huevos. Este producto básico, que se ha convertido en una de las principales fuentes de proteínas en la dieta del pueblo venezolano, se vendía aproximadamente a 100 bolívares el cartón de 30 huevos a principios de 2014. Un año después su precio había aumentado un 200% y se vendía a 300 bolívares. A final de octubre de 2015 su precio había subido a más de 1000 bolívares y entonces el gobierno decidió regular su precio a 420 Bs el cartón. El efecto inmediato ha sido la desaparición casi por completo de los huevos de los comercios, en la medida en que productores y comerciantes se niegan a venderlos al precio justo marcado por el gobierno. Se podrían dar ejemplos análogos para cada uno de los productos básicos.
Al final, esto lleva a una situación en que el estado se ve obligado a utilizar las reservas de divisas del país para importar enormes cantidades de productos básicos del mercado mundial, productos que luego vende a precios subsidiados en las redes de distribución propiedad del estado. Esto, aunque permite a los venezolanos acceso a una cantidad limitada de productos básicos a precios asequibles, tiene un doble efecto negativo: en la medida en que estos productos son escasos, se crea un enorme mercado negro donde se venden, de manera ilegal, a 5 o 10 veces su precio regulado. Por otra parte, actúa como una enorme sangría sobre las reservas de divisas del país.
El gobierno ha respondido a esta campaña de sabotaje de la economía -una guerra económica de desgaste, para llamarla por su verdadero nombre- de manera errática. A intervalos regulares, se toman aplican controles, se confiscan galpones [almacenes] de productos acaparados y se toman medidas ejemplares contra capitalistas individuales. Pero a estto le siguen concesiones a diferentes sectores de productores capitalistas, aumentando el precio de los productos regulados, levantando las regulaciones de otros, etc. En este momento, Fedenaga, la asociación patronal ganadera, ¡está exigiendo que el precio de la carne se incremente un 330% y el de la leche en un masivo 960%!
La situación se ha vuelto verdaderamente insostenible. Las familias trabajadoras se ven obligadas a hacer colas durante horas para poder acceder a pequeñas cantidades de productos a precios regulados en los supermercados y cadenas de distribución de propiedad estatal, y luego pagar precios exorbitantes para cubrir el resto de sus necesidades básicas.
Los controles cambiarios, que fueron diseñados para luchar contra la fuga de capitales, también han sido una fuente de distorsión masiva de la economía. En lugar de invertir su dinero en la producción, a los capitalistas les resulta mucho más rentable utilizar dólares a tipo de cambio preferencial suministrados por el Estado para importar productos, que luego venden en el mercado interno a precios marcados con la tasa de cambio del mercado negro.
Otros bandidos capitalistas, con todavía menos escrupulosos, consiguen dólares preferenciales por parte del Estado para importar contenedores llenos de chatarra (con el pretexto de la importación de piezas auxiliares), y luego venden directamente los dólares en el mercado negro. El tipo de cambio preferencial para los importadores es entre 6 y 12 bolívares por dólar, cuando el precio de mercado negro ha pasado de 187 bolívares por dólar a principios de 2015, a más de 890 en el momento de escribir este artículo. El tipo de cambio libre oficial (Simadi) es de poco menos de 200 bolívares por dólar.
No se han dado a conocer cifras completas, pero en un momento el gobierno reveló que alrededor de US $20 mil millones que se habían entregado a los importadores del sector privado habían sido utilizados fraudulentamente, sólo en el 2013, bajo el viejo sistema de cambio preferencial CADIVI. Sin embargo, hasta el día de hoy, se les sigue entregando a los capitalistas decenas de miles de millones de dólares cada año de las arcas del Estado, a precios preferenciales.
A su vez, esta dislocación de la actividad económica normal ha llevado a una fuerte caída de la inversión privada, ya que los capitalistas prefieren utilizar métodos legales e ilegales para explotar el diferencial del tipo de cambio en lugar de invertir en la producción. Los controles del tipo de cambio se han convertido en un medio por el cual los ingresos petroleros del país se transfieren directamente a los bolsillos de la oligarquía parasitaria. Las reservas de divisas del país han colapsado, de alrededor de $30 mil millones en 2012, a $20 mil millones a principios de año, y a $14.800 millones a principios de noviembre. Venezuela tiene que enfrentarse al pago de alrededor $15 mil millones para cancelar deuda externa en 2015 y 2016.
Estos desequilibrios masivos en la economía también son en gran parte responsables de alimentar la corrupción y el mercado negro, que son gemelos y están relacionados entre sí.
Durante muchos años, después de la derrota del sabotaje patronal de 2002-2003, cuando el gobierno recuperó el control de la petrolera estatal PDVSA, la Revolución Bolivariana pudo invertir grandes cantidades de dinero en programas sociales sin tocar en lo fundamental la propiedad capitalista.
Los logros han sido sorprendentes: una expansión masiva de la educación universitaria gratuita (de 800.000 estudiantes a 2,6 millones), la atención de la salud, la reducción de la pobreza (del 48% al 27%), la erradicación del analfabetismo, la reducción de los niveles de desnutrición (de 21% ha sido reducido a 5%), la expansión masiva de las pensiones de vejez (de 380.000 beneficiarios a 2,1 millones de dólares), la entrega de más de 800.000 apartamentos y casas, de nueva construcción y totalmente amueblados, a la gente necesitada, sólo por mencionar algunos.
Todo esto solidificó el apoyo a la Revolución Bolivariana, que ganó 18 de las 19 elecciones y referéndums democráticos entre 1998 y 2013. Estas conquistas sociales fueron acompañadas de un auténtico proceso revolucionario, una explosión de actividad y auto organización de las masas de los trabajadores y los pobres, con ocupaciones de fábricas, control obrero, la creación de los consejos comunales, y la participación activa de las masas en la actividad política.
Las condiciones que hicieron que todo esto fuera posible están llegando rápidamente a su fin. La situación económica ya no permite la inversión social masiva, dada la disminución de los ingresos del petróleo. El intento del gobierno de preservar y expandir el gasto social en esta situación ha contribuido en parte a la explosión inflacionaria. La oferta monetaria (M2) se ha disparado de 1,2 billones de bolívares en enero de 2014, a 2 billones en enero de 2015, y ha llegado a un máximo histórico de 3,5 billones ahora. Por supuesto, si el dinero en circulación aumenta sin que el número de bienes producidos aumente, esto conduce a la inflación como consecuencia.
El sabotaje de la economía por los monopolios privados ha roto el sistema de control de precios. El entusiasmo revolucionario de las masas se ha visto afectado por todos estos factores, y también por el crecimiento del burocratismo y la corrupción.
A esto hay que añadir la continua presión del imperialismo estadounidense, a través de los conflictos en la frontera con Colombia y ahora también de Guyana, el acoso a los funcionarios del gobierno venezolano, acusaciones constantes en los medios de comunicación, calumnias y tergiversación.
Para mencionar sólo los ejemplos más recientes, hemos visto una clara provocación por parte de los Estados Unidos, cuando un avión de la Guardia Costera de Estados Unidos violó el espacio aéreo venezolano durante más de 35 minutos en el área de Los Monjes el 6 de noviembre.
Revelaciones hechas por el informante norteamericano Edward Snowden también confirman que una operación de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad con sede en la embajada de Estados Unidos en Caracas accedió ilegalmente a las comunicaciones internas de cientos de funcionarios de la empresa petrolera estatal PDVSA. ¡Sólo imaginémonos si los papeles de Venezuela y los EE.UU. se hubiesen invertido en cada uno de estos casos!
Por último, vale la pena señalar que la elección del derechista Macri como presidente de Argentina avivó más las llamas de hostigamiento contra Venezuela cuando anunció, en su primera conferencia de prensa después de su victoria electoral, que a Venezuela debe suspendérsele su pertenencia al Mercosur.
En este contexto, existe un serio peligro de que la oposición obtenga un buen resultado en las elecciones parlamentarias, ganando la mayoría de los votos y tal vez incluso la mayoría de los escaños. Esto sería un desastre, ya que usarían esa posición para lanzar una ofensiva contra el presidente Maduro y para comenzar a desmantelar muchos de los logros sociales de la revolución. Si eso sucede, no será culpa de las masas bolivarianas, sino de sus dirigentes reformistas, que han evitado constantemente el camino de la expropiación de la clase capitalista, y han elegido en su lugar llamamientos a la buena voluntad de los capitalistas privados, o utilizar medidas administrativas para tratar de regular el mercado capitalista.
Esa conclusión no es inevitable. También hay un elemento de desmoralización entre los partidarios de la oposición después de haber sido derrotados en su intento de sublevación en 2014, y sus líderes están divididos. Sin embargo, los márgenes con los que las fuerzas bolivarianas ganaron la elección presidencial de 2013 (0,4%) y la elección de la Asamblea Nacional de 2010 (0,9%) eran tan estrechos, que sólo se requeriría que 200.000 personas cambiasen de bando o se abstuvieran para que eso fuera decisivo.
El resultado aún no está decidido. Las masas revolucionarias venezolanas han demostrado en cada ocasión poseer una conciencia de clase muy fuerte, y han decidido el destino de la Revolución Bolivariana muchas veces. Ese sentimiento revolucionario no ha desaparecido, pero sin duda ha sido mitigado por las dificultades económicas y la aparente incapacidad del gobierno para solventar dichos problemas de una manera decisiva. Son plenamente conscientes de los peligros de una victoria de la derecha, y podrían reaccionar en el último minuto.
En octubre, una conversación telefónica filtrada entre el dueño de Grupo Polar—Lorenzo Mendoza—y el sicario económico del FMI de origen venezolano Ricardo Haussmann, destacado en la Universidad de Harvard, reveló sus planes en caso de que la oposición llegase al poder: pedir un rescate financiero de $ 40 mil millones al FMI, que sería, por supuesto, otorgado con condiciones.
Incluso si la Revolución Bolivariana consigue ganar las elecciones del 6 de diciembre, y eso es algo por lo cual los marxistas lucharemos con todas las fuerzas a nuestro alcance, las dificultades económicas no van a desaparecer. Ya hay voces con autoridad dentro del Movimiento Bolivariano que exigen medidas duras y radicales.
Sólo hay una manera de lidiar con los problemas a los que se enfrenta la revolución, y esto ya fue adelantado por Hugo Chávez antes de su muerte en un famoso discurso llamado «Golpe de Timón», en el que abogó por la construcción de una economía socialista y la sustitución del Estado burgués por otro basado en las comunas.
Una cosa está clara: el camino de tratar de regular el capitalismo ha fracasado y, a menos que haya un giro brusco a la izquierda, la Revolución Bolivariana será derrotada.