La primera vuelta de las elecciones para Presidente de la República sorprendió tanto a la casta política como a grandes capas de la sociedad. Los dos candidatos de los partidos del gobierno actual (una «gran» coalición socialdemócrata-conservadora) consiguieron en conjunto sólo el 23%, una caída enorme si tenemos en cuenta que antes la votación combinada de estos partidos siempre había sido de un 80-90%. La política en Austria ahora está entrando en una etapa crítica.
Sólo los candidatos que estaban en contra de la clase dirigente tenían una posibilidad en estas elecciones. El ganador fue Norber Hofer de la extrema derecha con el 35,1% de votos. Van der Bellen apoyado por los Verdes quedó en segundo lugar con el 21,3% de los votos. Irmgard Griss, la ex jefa del tribunal administrativo superior, que representa una tendencia liberal-católica, ocupó el tercer lugar con un 18,9%. En cuarto lugar, Rudolf Hundstorfer, ex-Presidente de la confederación sindical y ministro de asuntos sociales, el 11,3% de los votos; y en quinto lugar tuvimos a Andreas Khol, una figura prominente ultraconservadora del Partido Conservador que consiguió el 11,1% de los votos. El último lugar fue para un magnate de la construcción, medio senil, y figura de la alta sociedad, con una votación del 2,4%. El 31,5% de los votantes se abstuvieron, lo cual es una cifra históricamente alta.
Norbert Hofer es una figura dirigente de la extrema derecha del FPÖ y ha conseguido el mayor porcentaje de votos que ha tenido su partido. No sólo esto, el candidato del FPÖ ha ganado en más del 80% de las circunscripciones. La mayoría del resto fue para el candidato Verde, algunos para Griss, y sólo un puñado para los candidatos del SPÖ (Socialdemócratas) y ÖVP (derecha). De 1.474 centros de votación en Viena sólo tres consiguieron una mayoría socialdemócrata, las tres en las zonas residenciales más acomodadas.
Las razones de este colapso del apoyo de los votantes se encuentran en el miedo a la marginación y a que hierve la ira contra las condiciones existentes y sus representantes. El desempleo está en un récord del 10% y sigue aumentando. Los salarios reales se han estancado durante dos décadas, y para algunas capas han estado cayendo. Los contratos de trabajo firmados desde la crisis de 2008/2009, disponen recortes salariales del 30% y peores condiciones, especialmente en horas de trabajo. No ha habido grandes ataques directos sobre los sistemas sociales, debido al temor al malestar social. Pero desde la crisis existe un régimen de austeridad permanente, al que se refieren como «incremento de la eficiencia», y menores presupuestos. Los efectos de esta política son claramente visibles en las condiciones de los hospitales, escuelas y servicios en general. La falta de viviendas, impulsada por la finalización de la construcción de viviendas públicas en ciudades como Viena, está acompañada del auge de la especulación inmobiliaria con alquileres anuales que se han incremento en un 10% o más.
El malestar no se limita sólo a las familias de la clase obrera. Los agricultores están sufriendo la caída de los precios de sus productos como consecuencia no sólo de la crisis de sobreproducción capitalista, sino también a causa de la pérdida del mercado ruso de exportación debido al embargo de la UE. Mientras que las medidas contra la evasión de impuestos contra los pequeños propietarios de tiendas y bares enfurece a la pequeña burguesía.
Sumado a todo esto, los periódicos están llenos (o más bien estaban llenos antes de la “crisis” de los refugiados) de informes sobre corrupción, evasión de impuestos, sobornos y rescates bancarios que ascienden ahora a 12.000 millones que se han pagado a los banqueros, y no llegamos, todavía, al final. Ni que decir tiene, que ninguna figura prominente implicada en esta riada de dinero público está detrás de los barrotes.
Todo el mundo puede entender que tal situación no puede durar para siempre, sin expresar su descontento. Los resultados de las encuestas de opinión, limitadas en sí mismo, sin embargo, dan una clara indicación de cómo se siente la gente sobre sus condiciones en el país: el 52% de los austríacos considera que la situación general es cada vez peor, el 68% dice que no está satisfecha con el gobierno, y el 75 % dice que no confía en ningún partido político.
Por lo que el fracaso total de los candidatos del gobierno no está relacionado en absoluto con su perfil personal, fue una muestra de desconfianza en el gobierno. De las 21 elecciones celebradas desde 2008, en todas menos en dos, los partidos gobernantes han perdido el apoyo de los votantes. El resultado de la última es asombroso sólo por los márgenes de diferencia. Durante 2 años todas las encuestas mostraban que la derecha del FPÖ tenía una clara ventaja, situándose en 10 puntos porcentuales por encima de los partidos tradicionales de la burguesía y de la clase obrera.
La colaboración de clases conduce a la deriva derechista
Este es el resultado de la política de la gran coalición. Se supone que era una amplia alianza para hacer frente a grandes reformas. Pero a los ojos de los burgueses, las reformas ahora significan nada menos que severos recortes. La participación de la central sindical en el gobierno puso un freno a las grandes contra-reformas, pero actuó como un dosificador de los ataques. Sin embargo, el goteo de las condiciones cada vez peores no satisfacía a ninguna clase. La burguesía quería ataques duros, especialmente en materia de sanidad y pensiones, ya que siente que está perdiendo en todas las clasificaciones económicas internacionales. Obviamente, la destrucción de las condiciones de trabajo en el sur de Europa ahora se está volviendo contra la burguesía austríaca que fue la primera en exigirlo contra esos países. Por lo que su respuesta es clara: lo mismo que se ha hecho en Grecia, España e Italia hay que hacerlo también en Austria. Sólo de esta manera pueden mantener su rentabilidad.
Al mismo tiempo es necesaria la adhesión de la burocracia obrera al Estado, en tanto que tampoco desea enfrentarse a la presión de los empresarios en las fábricas. Su plan era utilizar su participación del gobierno para dar algo a la clase obrera sin quitárselo a los empresarios. Pero esto fue gravemente contraproducente. Condujo a varias revueltas de los empresarios contra las iniciativas del gobierno, desestabilizándolo aún más.
La burocracia del partido no tiene posiciones ni ideas políticas que no deriven directamente de la burguesía. Incluso tienen una teoría para esto: es imposible gobernar contra los mercados financieros, sólo es posible ser independiente de los mercados financieros a través de autoimponerse la austeridad. Obviamente, esto no se aplica cuando los banqueros se encuentran en situación de necesidad. De hecho, esta coalición fue la primera en Europa que le dio a los Bancos una garantía completa de rescate. Y sí, les estamos pagando a ellos. Un sólo banco, el «Hypo Alpen Adria» recibe un ingreso neto promedio anual igual al de los salarios de todos los trabajadores del país.
Al tratar de resolver la crisis de los banqueros, las organizaciones de masas socialdemócratas convirtieron la crisis capitalista en su propia crisis.
Todo este año el FPÖ, a los ojos de las masas, se presentó como la oposición más visible al sistema. Ahora sus frutos han madurado.
Polarización
Los refugiados que llegan a Austria han polarizado a la sociedad en dos campos. Uno de ellos se conduce por sentimientos humanos de solidaridad, el otro expresa las frustraciones actuales por la existencia de recursos más limitados incluso para sí mismos. Como marxistas hemos explicado todos estos meses que los activistas pro-refugiados necesitan adoptar una postura anticapitalista, que unan las demandas por los recién llegados pobres con las condiciones de vida de las personas que ya viven aquí. Por otro lado, hemos explicado que si caemos en la trampa de la demagogia racista, entonces podemos estar seguros de que nuestras propias condiciones de vida serán atacadas, ya que la clase obrera no será capaz de defenderse si se divide en estas líneas.
En los primeros meses prevaleció el campo de la solidaridad. Decenas de miles se unieron al movimiento para ayudar a los refugiados y también organizaron dos grandes manifestaciones. Pero después del ataque de París y las agresiones sexuales en Colonia en el año nuevo, el campo de los escépticos cayó en la demagogia racista sistemáticamente presentada por los medios corporativos, las formaciones de derecha e incluso el propio gobierno.
La siguiente parada: 22 de mayo
Para convertirse en presidente el candidato necesita la mayoría absoluta. Hay dos candidatos a elegir: el reaccionario Norbert Hofer y el liberal Alexander Van der Bellen. El resultado no está muy claro por el momento.
Algunas de palabras sobre los candidatos: el favorito Norbert Hofer, es una persona reaccionaria, miembro del denominado «Burschenschaft», que son organizaciones de estudiantes que se remontan al movimiento de unificación alemana de principios del siglo XIX. Hoy en día estas asociaciones en Austria son una red de élite de académicos reaccionarios, algunos de los cuales tienen una ideología fascista, pero todos ellos son reaccionarios en esencia. Vale la pena señalar que en la primera ronda Hofer no hizo nada para distanciarse de esta tradición. Ni siquiera dio una respuesta directa acerca de si el 8 mayo (día de la rendición del ejército de Hitler) es un día de alegría o tristeza.
Alexander Van der Bellen es un profesor neoliberal y ex líder de los Verdes. Está a favor de la austeridad, los rescates bancarios y la Unión Europea y ha dicho que en política la mentira es a veces necesaria para proteger los intereses de la clase dominante. Durante la primera ronda se dio cuenta de que estaba en contra del TTIP. Pero también hace un llamamiento para una definición más amplia de la patria, que incluya a todas las personas que viven aquí.
Ambos apoyan claramente cada una de las tendencias de la burguesía: la que ve mejor servidos sus intereses celebrando la integración capitalista, y la otra que se inclina más a maniobras nacionalistas para proteger los intereses del capital más pequeño. En el primer debate conjunto después de la primera ronda, ambos candidatos se enfrentaron en una lucha de «bastoncillos de algodón», como dijo un periodista. Ambos apelaban el uno al otro, y expresaban incluso conjuntamente que la grieta en la sociedad no debe ensancharse más. Esto claramente no sólo es una estrategia para las elecciones, sino una expresión de la preocupación de la clase política y económica sobre la estabilidad política del país.
Una victoria de Hofer podría significar el avance de los nuevos movimientos reaccionarios, y la victoria de Van der Bellen significaría la continuación de las condiciones que generan los nuevos movimientos reaccionarios. Está claro que los marxistas no podemos apoyar a ninguno de estos candidatos.
Pero no es tan simple a los ojos de las masas, un voto por Van der Bellen se ve como una posibilidad de defenderse, o al menos detener la reacción reaccionaria que se avecina hasta la próxima elección general, prevista para el año 2018. Así que los marxistas tenemos que explicar pacientemente que un voto a favor de Van der Bellen no expresa ninguna solución a las verdaderas fuerzas impulsoras de la crisis política y social que estamos viviendo.
Concretamente, estamos involucrados en una coalición de izquierda (Offensive gegen Rechts) para organizar una manifestación contra Hofer la semana previa a la votación. Esta iniciativa es criticada fuertemente por el establishment Verde-Liberal, incluyendo al propio Van der Bellen. Los líderes Verdes, se hacen eco de mucha gente honesta que se ve arrastrada a la política por la polarización existente, argumentando que una mayor polarización ayuda a Hofer, que tiene una más clara connotación anti-sistema político que Van der Bellen.
Pero las vacilaciones no resuelven ningún problema. Lo que se necesita es una alternativa de lucha, no sólo contra los representantes más reaccionarios del sistema, sino también contra el gobierno. Estamos convencidos de que decenas de miles están dispuestos a unirse a una lucha seria contra la reacción, el empeoramiento de las condiciones y un sistema amañado que juega a favor de los ricos.
Crisis del sistema político
Pero la próxima elección en sí misma no es la única evidencia de la inestabilidad del sistema. Los partidos tradicionales SPO y ÖVP están contra las cuerdas.
Para el campo de la burguesía ha habido inestabilidad desde hace diez años. Escisiones del conservador ÖVP y del nacionalista FPÖ son una característica frecuente ahora. La vida útil de estas formaciones ha durado poco hasta ahora, incluso si consiguieron representación en el parlamento por un corto período. Lo que preocupa ahora a la burguesía es que el nacionalista FPÖ lidera claramente la función. Su demagogia social y su retórica anti-UE no les cae demasiado bien a los industriales y los banqueros ¡incluso aunque en las políticas sociales sean un claro partido del «recorte»!. Sin embargo, en comparación con los conservadores no están tan familiarizados con las instituciones del Estado y los principales bancos. La burguesía quiere al FPÖ junto a todos ellos, como un ariete contra la clase obrera, pero no como los directores de la orquesta. La segunda cosa preocupante para la burguesía es el hecho de que los conservadores carecen de un líder firme que mantenga unida las alas en conflicto en el partido para darle una dirección clara. Ha habido hasta cuatro líderes en el partido en los últimos ocho años.
Pero aún peor es la situación de las organizaciones socialdemócratas. La polarización de la sociedad atraviesa el corazón del partido. Esto hace que la dirección no pueda ir en ninguna dirección. Los funcionarios del partido están en tensión abierta ahora. Los sectores enfrentados se piden entre sí que dimitan.
Todos están unidos en la apreciación de que el líder del partido está acabado ahora, pero como no pueden elegir otro, hay un inestable statu quo por el momento. Muchas instituciones del partido están pidiendo una posición clara sobre el tema de los refugiados, pero no están diciendo si están a favor. La razón de esto es fácil: por un lado hay una división política en el partido, pero por otro lado, esperan los resultados de las elecciones del 22 de mayo. La socialdemocracia, incluyendo los líderes sindicales, está tan involucrada en el aparato del Estado que tiene que orientarse hacia la nueva situación política establecida el 22 de mayo.
Último recurso: el racismo y el estado de emergencia
Esta es la razón por la que líder del partido SPÖ Werner Faymann ha anunciado un «nuevo comienzo» para el gobierno a finales del próximo mes. Mientras tanto, ambas partes del gobierno actúan como si nada hubiera sucedido. En un acto repentino cocinaron una nueva ley de «asilo y seguridad fronteriza» en el parlamento. Esta ley de facto, detiene la posibilidad de solicitar asilo en Austria y tiene una clausula de «emergencia estatal» que permite al gobierno abolir el estado de derecho en las cuestiones de seguridad relativas a los extranjeros. Esta ley enfureció al ala de izquierda del SPÖ. Está en contra de las reglas de la UE, contra la democracia, contra el humanitarismo y tiene una implicancia histórica severa: la regla de excepción, que condujo a la toma del control institucional del fascismo en Austria en 1933, se restableció como una función política. Hofer del FPÖ está en contra de esta ley ya que demagógicamente quiere proteger las reglas del parlamento.
Además, 2 mil millones de euros, en la planificación del presupuesto, se darán a la policía y a los militares con el fin de aumentar la capacidad de represión por parte del Estado. Al mismo tiempo 550 millones de euros faltan del presupuesto para las escuelas.
Esta nueva política de la ley y el orden fue establecida de la noche a la mañana en enero. El gobierno acordó no tomar más de 35.750 refugiados de este año. A medida que el número se aproxima ahora a 20.000, el gobierno tiene la intención de cerrar las fronteras, probablemente en el verano. Han estado ocupados con la construcción de vallas, campamentos y de infraestructura de control en todas las fronteras en el este y sur del país. Los reclutas militares están siendo educados en tareas de expulsiones, impidiendo que las personas puedan cruzar las fronteras. Esto no es sólo una cuestión de abandono humano y derechos democráticos, sino también un problema para la libre circulación de bienes y, como tal, contra las leyes fundamentales de la UE. Pero en el pánico de perder terreno en la sociedad esto es de menor importancia para las figuras provincianas de la política en Austria: el racismo es el último recurso sobre el que estas marionetas del capital sienten que pueden apoyarse con el fin de tener un punto de apoyo en la sociedad.
Cuatro diputados del SPÖ votaron contra esta ley. Esta es una preocupación menor para los líderes del partido, pero los exponentes más derechistas del SPÖ están hirviendo. Ellos quieren acallar a «estos utópicos» y que haya un posicionamiento claro del SPÖ en «el centro de la sociedad», lo que quiere decir una postura nacionalista-proteccionista y también una reducción de los beneficios sociales, ya que sienten que la diferencia de ingresos entre un asalariado y un beneficiario de ayudas sociales es demasiado baja. Obviamente, estas políticas incluyen un futuro gobierno del FPÖ y SPÖ, como ya se ha establecido en una región. Los informes internos de la cúpula del partido perciben que los conflictos son tan profundos que no son insalvables.
«Interregno»
En suma, no está muy claro si habrá algún nuevo comienzo para el gobierno. Por arriba, se mantiene el acuerdo está entre los socios de la coalición, cada ministro elogia el esfuerzo conjunto renovado para hacer funcionar el país. También en público, la central sindical y los líderes regionales del partido están de acuerdo en congelar la situación por el momento. Pero la realidad va mucho más rápido que estas consignas vacías. Cualquier cosa es posible: nuevas divisiones, nuevos líderes, nuevas elecciones y nuevas coaliciones. Un comentarista burgués ha descrito la situación como «el inicio de un interregno de inestabilidad».
La clase obrera, por el momento sólo es un espectador en esta situación. La mayoría de la clase está votando al FPÖ, incluso entre los miembros del sindicato. Muchos se han sentido obligados por el régimen de austeridad, los bajos salarios y la falta de resistencia de sus líderes a los ataques de los patrones. La votación al FPÖ de estas capas de la sociedad se basa en una actitud anti-sistema sin ningún tipo de simpatía por el partido. Estos días, muchos de los jóvenes trabajadores que divulgan propaganda del FPÖ fueron los más radicales y dispuestos a luchar contra los patrones en un frente por los salarios. Pero incluso los trabajadores del metal cedieron a la presión de los patrones el pasado otoño después de un largo conflicto.
La polarización en la sociedad no es de una clase contra otra. Esto es lamentable, pero comprensible teniendo en cuenta la traición permanente de los líderes de la clase obrera y su participación en los asuntos del Estado durante muchos años. Los marxistas entienden que el desmoronamiento de las viejas instituciones, los partidos y los sistemas sociales es una parte necesaria de la crisis del capitalismo, que es global, y no va a terminar en el corto plazo.
Del mismo modo inesperado, como estalló la crisis en este país del norte de Europa aparentemente «estable”, la clase obrera un día saldrá a la escena de la lucha junto con sus reivindicaciones y métodos. Los marxistas de Austria mantienen sus banderas limpias y están listos para intervenir de manera decisiva en estos acontecimientos por venir.