Las mujeres trabajadoras han estado luchando por la igualdad completa en los centros de trabajo, durante más de un siglo. De hecho, un hilo conductor en muchos países a lo largo del siglo XX fue la lucha de la “igualdad salarial por el mismo trabajo”, lo cual significa que un trabajador debería recibir el mismo salario por el mismo tipo de trabajo, independientemente de su sexo. Aún no hemos llegado hasta allí, y con la llegada de la crisis en 2008 las cosas han comenzado a empeorar.
De acuerdo con un informe, publicado por The Economist en noviembre de 2011: “ya en la década de 1990 las mujeres de los países ricos parecían encaminarse hacia una época dorada”. El informe añadía: “casi todos los países ricos tienen leyes, aprobadas sobre todo en la década de 1970, que están destinadas a garantizar igual salario por igual trabajo, y en su momento lograron reducir notablemente la brecha durante un tiempo cuando las mujeres comenzaron a inundar el mercado laboral”. Señala que en los Estados Unidos, por ejemplo, la diferencia salarial entre hombres y mujeres se ha reducido del 40% al 20% desde los años setenta. Algo significativo, sin embargo, señala también que la mayor parte de esta reducción se produjo en los primeros años, y desde entonces el proceso se ha ralentizado. Esta estadística subraya un aspecto importante que los marxistas siempre hemos sostenido: la lucha de clases, un movimiento generalizado de los trabajadores por mejores salarios y mejores condiciones laborales, es enormemente beneficioso para las mujeres trabajadoras.
El aumento generalizado de la lucha de clases a nivel mundial, a finales de los años 1960 y 1970, produjo muchas reformas en beneficio de las mujeres, y no sólo en términos de condiciones salariales. Otros derechos básicos, como el derecho al aborto y al divorcio, fueron conquistados en muchos países donde no habían sido reconocidos antes.
En la década de 1980, la lucha de clases se redujo como consecuencia de las derrotas en el frente sindical, la huelga de los mineros británicos es una de los mejores ejemplos de este tipo de derrotas. Con esa derrota se produjo un ataque a todos los logros del pasado, tanto en los salarios como en los derechos democráticos, afectando a los hombres y a las mujeres trabajadoras. Pero las mujeres, las de la clase trabajadora particularmente, fueron las más perjudicadas.
Impacto de la crisis de 2008
De hecho, durante la última década un hombre graduado ha percibido ingresos en promedio un 20% más altos que una mujer graduada, pero la diferencia era aún más amplia para la mano de obra no cualificada, llegando a ser un 23%.
Incluso The Economist, en su artículo de 2011, admitió que la crisis del 2008: “ha abierto una brecha en los trabajos”. Esta era una referencia a los efectos de los recortes en el gasto público que afectan a los trabajadores del sector público, los cuales estaban “comenzando a golpear al empleo femenino de una manera desproporcionadamente dura”. En Gran Bretaña, el impacto de la crisis en las diferencias salariales entre hombres y mujeres trabajadoras, ha sido dramático. Los economistas, en el Foro Económico Mundial en 2004, observaron la diferencia salarial por género. En 136 países clasificados por la igualdad de género en los salarios, entre el 2006 y el 2013, Gran Bretaña estuvo entre el noveno y el decimo octavo lugar, pero en tan solo un año, del 2013 al 2014, descendió aún más drásticamente al vigésimo sexto puesto.
Solo en 2014, el promedio salarial de las mujeres en el lugar de trabajo se redujo a 2700 libras ($3,800). Es la primera vez que Gran Bretaña ha caído de los primeros 20 puestos de igualdad salarial entre géneros. De hecho, en 2014 el promedio salarial anual para mujeres se redujo de £18.000 a £15.400, mientras que para los hombres la cifra se estancó en £24.800. De este modo, ¡el promedio general de la diferencia salarial anual se incrementó de £6800 a £9400!
La situación es aún peor para las mujeres trabajadoras jóvenes
Esta gran diferencia entre hombres y mujeres trabajadoras comienza justo en el inicio cuando las personas jóvenes entran en el “mercado laboral”. De acuerdo con una encuesta encargada por “Young Women’s Trust” [Fuente: Evening Standard, 7 de Septiembre, 2015], los salarios de los aprendices masculinos son 21 por ciento superiores a los de sus equivalentes femeninos. Las mujeres jóvenes ganan un promedio de £4,82 por hora, en comparación con £5,85 para los hombres jóvenes. Sobre una base anual, las mujeres jóvenes están £ 2000 en peores condiciones.
La organización “Young Women’s Trust” representa a las mujeres menores de 30 años con trabajos de bajo salario. La razón de esta situación es la misma para las mujeres de todas las edades, es así porque las mujeres tienden a trabajar sobre todo en los sectores de baja remuneración, como la salud, cuidado de niños y venta al detalle.
La doctora Carole Easton de Trust explicó: “Es sorprendente que en el siglo XXI ciertos sectores de empleo den difícilmente la bienvenida a ninguna mujer joven; menos del dos por ciento de los aprendices de construcción son mujeres y menos del cuatro por ciento de los aprendices de ingeniería (maquinista). Desde temprano, debido a los estereotipos de género, las mujeres son reducidas a una estrecha gama de oportunidades”. La importancia de esto es que los trabajos en la construcción y la maquinaria vienen con salarios más altos, lo que confirma la idea general: Si bien puede haber igualdad de género en estos sectores, son muy pocas las mujeres que se emplean en ellos, donde los salarios son más altos.
La doctora Easton añadió que: “las preocupaciones de las mujeres también suelen ser diferentes, tal vez necesiten flexibilidad para cuidar a los niños o para cualquier otra responsabilidad de cuidado”. Esto pone de manifiesto otra discriminación que las mujeres sufren: la regla no escrita de que no pueden tener una carrera en ciertos sectores, porque tarde o temprano, la mayoría de ellas tendrán hijos. Para los capitalistas, esto se analiza en términos de costos. Preferirán no tener mujeres que en algún momento necesitaran tomarse un tiempo fuera del trabajo, ya sea para tener hijos, o después para cuidar de ellos. Esto encauza a las mujeres hacia puestos de trabajo con salarios más bajos.
También explica otro aspecto que surgió de la misma encuesta: cerca de una cuarta parte de las mujeres entrevistadas se quejaron de no recibir ningún otro tipo de formación fuera del trabajo. La cifra equivalente en hombres jóvenes fue solamente 12 %. Esto significa que básicamente estas mujeres jóvenes están siendo usadas como mano de obra barata legalmente. Son empleadas que a menudo requieren muy poca formación, condenándolas a una vida de trabajos mal remunerados.
Más mujeres en sectores de bajos salarios
¿Cómo puede darse todo esto cuando hay leyes que regulan la igualdad salarial? La respuesta es clara, cuando se observa cómo la presencia de mujeres no es uniforme en todos los tipos de empleo, a pesar que son el 47 % de la nómina total. Por ejemplo, los datos del Departamento de Educación muestran que, en el 2012, solo el dos por ciento de los empleados para atender los primeros años de escolaridad eran hombres. La mayor parte del cuidado infantil de los primeros años lo ofrecen guarderías privadas que pagan a la mayor parte de su personal el salario mínimo.
Las mujeres también se ven obligadas, por las circunstancias familiares, a tomar un trabajo con baja remuneración a tiempo parcial. Mientras que 2,11 millones de hombres son empleados a tiempo parcial, el número de mujeres es de 5,85 millones.
La industria de la limpieza de hoy es otro ejemplo. Se ha extendido masivamente desde la década de 1970, y contribuye anualmente con más de £8.000 millones al PIB británico. Emplea un estimado de 446.000 personas. De éstas, alrededor del 79% son mujeres y 78% trabajan media jornada, y la mayor parte se compone de inmigrantes. La mayoría de empresas de limpieza se apegan a la ley de tener “políticas de igualdad”, la mayoría también “respetan la ley” ¡aplicando el salario mínimo nacional! Aquellos que son empleados ilegalmente –y con salarios mucho más bajos– claramente no son incluidos en estas estadísticas.
La crisis del 2008 ha tenido un impacto similar a nivel mundial en la discriminación salarial entre hombres y mujeres. De acuerdo con un informe de la OIT, ha tenido lugar un proceso similar al que hemos visto en Gran Bretaña: “A nivel mundial, las diferencias de género en el desempleo y el empleo mostraron una tendencia hacia la convergencia en el periodo de 2002 a 2007”, pero luego, “creció de nuevo en el periodo de crisis entre 2008 y 2012 en muchas regiones”.
Si dirigimos la mirada a la posición real de las mujeres en todo el mundo, la imagen seria aún peor: existen condiciones de esclavitud en algunos países, sin derechos legales para luchar contra ello. Las mujeres son a menudo obligadas a venderse a sí mismas sólo para poder sobrevivir día a día. La actual crisis para ellas es una pesadilla completa.
Sin embargo, ¡hay “buenas noticias” para algunas mujeres! The economist, siendo el vocero de la clase capitalista británica, en su artículo de 2011 dedicó una parte de su análisis a las mujeres que logran llegar a la cima de las empresas como directoras generales, etc. La “buena noticia” aquí es que en 2014 “hubo un pequeño aumento en el porcentaje de mujeres en altos cargos y en posiciones gerenciales del 34% al 35%…” (The economist, 28 octubre, 2014).
Papel de los sindicatos
Como en todas las cuestiones, las condiciones de vida de las mujeres están determinadas por la clase a la que pertenecen, únicamente que para ellas la situación es mucho peor. Como en la década de 1970, es sólo a través de la lucha de la clase trabajadora unida que los derechos de las mujeres pueden ser defendidos y mejorados. El problema que tenemos es que los dirigentes sindicales de hoy no están liderando esta lucha, ya sea para los hombres o para las mujeres. Ellos están aceptando un acuerdo podrido tras otro acuerdo podrido. Al dejarlo en sus manos los salarios de todos los trabajadores bajarán, ¡y para las mujeres será mucho peor!
Sin embargo, a pesar de las limitaciones de los líderes sindicales en Gran Bretaña, “los salarios de las mujeres miembros del sindicato son en promedio un 30% más altos que los de las mujeres no sindicalizadas”. Esto revela cómo, históricamente, los sindicatos han sido esenciales en el incremento de los salarios para las mujeres. Aunque aún queda mucho por hacer, los sindicatos han jugado un papel clave en el mejoramiento de los niveles salariales de las mujeres y sus condiciones de trabajo. Esto se aplica a los trabajadores en general, tanto a hombre como a mujeres: “el salario promedio por hora para los trabajadores no sindicalizados en el sector privado es de £12,64. Para los miembros del sindicato es de £13,67. El “sindicato premium” es aún mayor para los jóvenes trabajadores con edades de 16-24, quienes ganan un 39% más que sus colegas no sindicalizados (de £7,84 a £10,18)”.
En general, la fuerza de trabajo en Gran Bretaña cuenta ahora con más de 29 millones de miembros. De estos, 6,4 millones se encuentran en sindicatos, son menos del 25%. Las mujeres trabajadoras son alrededor de 15 millones (47% del total). Hasta mediados de 1980, la afiliación sindical había estado creciendo, había alcanzado alrededor del 45% de la plantilla total. Sin embargo, especialmente desde la derrota de la huelga minera, la afiliación ha ido disminuyendo. El simple hecho por sí solo revela cómo una derrota para los mineros (trabajadores hombres) fue también una derrota para las mujeres trabajadoras en general, las estadísticas de los niveles salariales entre los miembros del sindicato y los empleados no sindicalizados lo muestran claramente.
Un desarrollo interesante en el frente sindical en Gran Bretaña es que ahora las mujeres son mayoría, constituyen el 55 % de los miembros de los sindicatos. Eso significa que hay 3,5 millones de mujeres en los sindicatos, haciendo de la organización sindical la mayor organización de mujeres en el país. Por supuesto, el problema es que hay más de diez millones de mujeres que no están organizadas.
Estas millones de mujeres trabajadoras oprimidas son obligadas a bajar la cabeza por temor a perder sus trabajos. Pero toda la historia muestra que una vez la clase trabajadora, en conjunto despierta nuevamente, las mujeres están a la vanguardia. En el próximo periodo, millones de mujeres jóvenes se verán forzadas a luchar por sus derechos y serán ellas quienes dirijan la lucha. Tienen mucho por lo qué luchar, tanto en términos de la defensa por lo que queda de las luchas pasadas, como por la lucha de la igualdad en los salarios y también por un salario digno para todos. Junto con las demandas salariales también vendrán demandas como el cuidado infantil de buena calidad disponible para todos los padres, horarios de trabajo más flexibles, y el derecho a disponer de tiempo fuera del trabajo –tanto para madres como para padres– sin que esto ponga en peligro sus puestos de trabajo y las carreras de las mujeres.
Hoy en día, las mujeres en los sindicatos, y las millones de personas que entrarán en ellos en el futuro, también desempeñarán un papel clave en la transformación de los sindicatos y romperán con la cultura de la moderación y la colaboración con los patrones, a los que se habían acostumbrado muchos líderes sindicales del pasado. En el proceso de lucha, ellas también aprovecharán para sacar las conclusiones necesarias de que en un sistema basado en la maximización de las ganancias nunca se va a conceder la plena igualdad, sino que seguirán utilizando todos los medios para dividir a los trabajadores, no solo en función del género, sino también de acuerdo a su nacionalidad, color de piel, religión, etc. El sistema, en sí, debe ser derribado y sustituido por uno basado en las necesidades reales de los hombres y las mujeres. Ese sistema sólo puede ser el socialismo.