El año 2016 ha sido hasta ahora el más difícil para la revolución en sus 17 años de historia. No obstante, las contradicciones económicas, sociales y políticas que dan origen a la crisis que se vive hoy están lejos de resolverse, y más bien, se agudizan cada día que pasa. El año 2017 será por lo tanto de dificultades aún mayores que las que se han experimentado hasta el momento.

Breve balance económico 2010 al 2016

En los últimos años (2013-2016) hemos visto y vivido un deterioro vertiginoso de las condiciones materiales de existencia de la clase trabajadora, en comparación con los últimos años de mandato del Presidente Chávez.

Para el 2013 la inflación cerró en un 56,2 %, una cifra considerable ya que estamos hablando de una pérdida de poder adquisitivo de poco más de la mitad de valor real del salario, pero todavía es relativamente moderada si la comparamos con la de los años 2014, en el que la inflación cerró en 68,5%, y el 2015 que cerró con 180,9 %, cifra récord en nuestro país y que lamentablemente, será superada este año 2016, aunque no contamos todavía con datos del Banco Central de Venezuela (BCV), ya que este se ha negado a publicar cifras oficiales.

Ello, contrasta fuertemente con los años 2010, 2011 y 2012 que cerraron con cifras de inflación de 27,2%, 27,6% y 20,1% respectivamente.

Las causas de la inflación son varias, pero las más importantes son: la caída de los precios del petróleo y la consiguiente disminución drástica de las importaciones; la existencia del dólar preferencial que favorece las importaciones y paraliza el aparato productivo nacional, la política monetaria expansiva del gobierno para financiar el enorme déficit fiscal, y la combinación de los controles de precio con aumentos periódicos de salario.

Es fundamental comparar los precios del petróleo los últimos años, para tener una idea de la variación del ingreso de la nación y poder hacer un análisis más profundo de la crisis actual.

En 2009, 2010, 2011 y 2012 los precios promedio de la cesta petrolera venezolana fueron de 57, 72, 101 y 103 dólares por barril respectivamente, mientras que en 2013 fue de 98$/b, 2014: 88$/b, 2015: 44$/b, y en lo que va de 2016 promedia 34* dólares por barril (*cifras preliminares del ministerio del petróleo al 21 de diciembre 2016), habiendo alcanzado su punto más bajo en enero de 2016 con 24 dólares por barril, muy cerca del precio de producción del petróleo venezolano de 23,50 $/b.

A simple vista, podemos identificar la relación que existe entre la variación del precio del petróleo con nuestra inflación, esto, primero que nada ratifica la condición de país rentista, profundamente dependiente de los ingresos petroleros.

En segundo lugar nos permite evidenciar que una de las principales causas de la inflación, es que producto de la reducción de los ingresos petroleros el gobierno se ha visto obligado a reducir la importación de alimentos y materias primas, priorizando el pago de la deuda externa, esto genera una disminución de la oferta de bienes y crea las condiciones perfectas para agudizar la especulación y acaparamiento de bienes y servicios por parte de la burguesía parásita y obliga al Estado a reducir los subsidios a la mayoría de los productos que anteriormente podía vender a pérdida por el inmenso ingreso petrolero, con el que se mantuvo la ilusión de poder construir un “socialismo petrolero”, sin alterar las relaciones de propiedad de los medios de producción. 

En tercer lugar, con la fijación de dos tipos de cambios, y con una brecha tan significativa entre ambos, el Estado ha creado las condiciones idóneas para agudizar la corrupción en la asignación sin control de las cada vez más escasas divisas que entran en el país, ya que, recordemos, el 97% de la generación de divisas en Venezuela, históricamente, es producto de la industria petrolera, mientras la burguesía, que posee aproximadamente el 70% de la propiedad de los medios de producción, produce sólo el 3% de las divisas.

Otro factor decisivo es la expansión de la masa monetaria circulante. El gobierno, a través del Banco Central de Venezuela, ha estado inyectando enormes cantidades de dinero circulante en la economía, dinero que no está respaldado ni por un aumento en la producción de bienes y servicios ni por un aumento de las reservas internacionales.

En dos años (enero 2015 a diciembre 2016) la liquidez monetaria total ha aumentado en un 371% (o sea se ha multiplicado por más de 3), un 135% en el 2016 solamente. Desde enero de 2014 el aumento ha sido del 680%, ¡desde enero de 2013 la cifra es de 1235%! ¡Del 30 de setiembre de 2016 al 2 de diciembre del mismo año, es decir en apenas dos meses, el aumento de la liquidez monetaria ha sido del 40%! De ahí sale el dinero para el último aumento anunciado del salario mínimo de un 40%.

Este aumento desaforado del dinero circulante se produce al mismo tiempo que la economía está en recesión profunda. En el mismo período las reservas internacionales han caído de 22.000 millones de dólares en enero de 2015 a 11.000 millones en diciembre 2016. Esto lleva directamente al aumento galopante de la inflación.

Para dar un ejemplo gráfico: la producción total de un país en el año 2014 es 100 y la masa de dinero circulante es de 100, al cabo de dos años la producción ha caído a 90 pero la masa de dinero circulante ha aumentado a 371, eso quiere decir que lo que antes valía 1 ahora vale 4,1. Los precios se han multiplicado por cuatro.

El mecanismo de imprimir dinero sin un respaldo en la producción se ha utilizado para pagar los aumentos del salario mínimo y para financiar el enorme déficit fiscal. En cuanto al salario mínimo, la medida, como cualquiera ha podido observar, sirve realmente de poco, ya que entre el anuncio del aumento y el pago del mismo en la quincena, el aumento ya queda eliminado por el aumento correspondiente de la inflación. En Venezuela el déficit fiscal (la diferencia negativa entre lo que al estado ingresa y lo que el estado gasta) se ha mantenido de manera constante entre un 10% y 15% del PIB en los años recientes, posiblemente por encima del 20% en 2016. El estado ha seguido gastando enormes sumas de dinero en mantener las misiones sociales, pero el ingreso petrolero ha colapsado, creando ese enorme déficit.

Venezuela 2016: agudización de la crisis económica, política y social

El año 2016 ha sido hasta ahora el más difícil para la revolución en sus 17 años de historia. No obstante, las contradicciones económicas, sociales y políticas que dan origen a la crisis que se vive hoy están lejos de resolverse, y más bien, se agudizan cada día que pasa. El año 2017 será por lo tanto de dificultades aún mayores que las que se han experimentado hasta el momento.

Podríamos arriesgarnos a afirmar, estudiando cifras que presentan algunos analistas y economistas burgueses, con supuestas fuentes cercanas al BCV, pero sobre todo, a partir de la realidad concreta que vivimos a diario al hacer las compras, que la inflación este año podría duplicar la del 2015, y rebasar el 360%.

Como referencia podemos tomar en cuenta además el incremento del presupuesto de la nación para el 2017, que pasó de 1,54 billones de Bolívares en 2016 a 8,47 billones de Bolívares, reflejando un incremento de 447,44 %, y que toma entre otros factores para su estimación la inflación acumulada del 2016.

Lamentablemente debemos hacer esta estimación sin contar con otras fuentes oficiales de datos, debido a la ausencia de boletines regulares por parte del BCV sobre el comportamiento del denominado Índice de Precios al Consumidor, producto de la negativa del gobierno de reconocer la situación de inflación desenfrenada que existe en el país.

Ello se debe a que desde el primer momento en que comenzó a agudizarse la guerra económica a finales de 2012, la actitud de la burocracia y del gobierno ha sido de negación del desarrollo real de los hechos económicos, o de subestimación de los mismos, bajo el vano pretexto de que al reconocer la realidad, estaría dándole la razón a los señalamientos y propaganda de la derecha.

En ése sentido, ha habido un intento ininterrumpido por negar fenómenos como la escasez crónica y el aumento acelerado de los precios de los bienes de consumo, y sólo cuando por la propia fuerza de los acontecimientos ha sido imposible enmascararlos ante la vista de la propia clase trabajadora, que los padece en su cotidianidad, entonces el gobierno ha cedido y en consecuencia ha reconocido aunque tímidamente, la gravedad de la situación.

En consecuencia, con las cifras extraordinarias que ha alcanzado la inflación en 2016, muchas familias de clase obrera ya no logran cubrir los costos de la canasta básica, lo que ha implicado un rápido empobrecimiento de amplios sectores de la clase.

Son pocos los estudios científicos serios que permiten corroborar con precisión el nivel de empobrecimiento de las masas trabajadoras, ya que por un lado, la mayoría de las encuestadoras e instituciones que realizan estudios afines tienen fines propagandistas parcializados (pro o anti gobierno), limitando su nivel de credibilidad.

Por ejemplo, Venebarómetro presenta las siguientes cifras de variación en la cantidad de veces que come el venezolano al día entre febrero y diciembre 2016: las personas que comen 3 veces al día bajó de 69,5% a 34,3%, las que comen 2 veces al día subió de 24,3% a 45,5% y las que comen una sola vez al día subió de 4,8% el 19,8%.

Ahora bien, más allá de los estudios, hay una situación que puede palparse de manera evidente en las calles del país.  

Cualquier trabajador, ha vivido o podido observar cómo muchos de los compañeros o compañeras de su centro de trabajo, así como amigos o familiares, han bajado de peso de manera drástica, muchos/as, han incluso reducido varias tallas de pantalón. Otros compañeros o compañeras incluso tienen ahora aspecto demacrado. Ello se debe fundamentalmente a la reducción abrupta en la ingesta de carbohidratos tradicionales, tales como el arroz, la pasta, la harina de maíz precocida (utilizada para la elaboración de arepas, empanadas, etc.) o la harina de trigo (utilizada para la elaboración de pan, dulces, tortas) así como también a la reducción en la ingesta de proteínas animales (carne, pollo, pescado).

A ello se le suma la escasez de alimentos procesados, tales como el aceite vegetal, la margarina o el azúcar, los dos primeros ricos en colesteroles dañinos para el organismo, y el último rico en carbohidratos, que tradicionalmente incidían en el sobrepeso del venezolano promedio.

Por otro lado, los venezolanos que ahora hurgan en la basura en búsqueda de alimentos o algún otro producto útil para el uso o la reventa han reaparecido después de varios años que no veíamos dicho fenómeno en cantidades significativas. En las urbanizaciones del este de la ciudad de Caracas, en el centro de la ciudad o en la zona oeste de la misma, actualmente abundan hombres jóvenes buscando comida en la basura, además de una inmensa cantidad de vendedores ambulantes y mendigos en el Metro de Caracas (transporte subterráneo).

Un dato relevante es que no se trata de viejos mendigos, hombres de 40, 50 o 60 años que cayeron en dicha situación en la década pasada, o en la década de los 90, producto de las condiciones de poca oferta de empleo y pésima educación que existían en la 4ta república. No, actualmente quienes buscan en comida en la basura son hombres jóvenes, de entre 20 y 30 años en promedio.

Este hecho además constata el crecimiento indiscutible de los niveles de desempleo en el país, lo cual corresponde lógicamente con la fuerte y prolongada contracción de la economía venezolana, a pesar de que el gobierno repita permanentemente que el desempleo en el país continúa disminuyendo, ya que, aunque se carece de cifras oficiales, algunas estimaciones calculan que en el 2do trimestre de este año la caída del PIB fue de 11,8% en relación al mismo trimestre del año 2015. Asimismo, organismos como la CEPAL prevén que la caída del PIB en 2016 será del 8% y en 2017 alrededor de un 4%.

Otro fenómeno que se ha hecho recurrente es el de trabajadores todavía no lumpenizados, que para poder cubrir sus requerimientos alimenticios, ya que el salario no se los permite, han optado por recoger las sobras y recortes “no útiles” en los mercados de verduras a cielo abierto. Se trata de personas de aspecto normal, “bien vestidas”, como se suele decir en Venezuela, que recogen aquellos recortes de tubérculos, de plátano, legumbres u otros vegetales, que por algún defecto no fueron vendidos por los comerciantes sino que fueron desechados.

Asimismo, en conexión con dicho fenómeno, han surgido revendedores de tales recortes de verduras, que normalmente serían considerados desecho, pero que ahora aprovechan la situación para venderlos a bajo costo y obtener de los mismos un cierto beneficio.

En síntesis, la situación material de las masas ha venido deteriorándose de manera drástica durante los tres últimos años, y en particular durante este último año, lo cual ha agotado y desmoralizado profundamente a las masas trabajadoras, que históricamente han sido el sostén de la Revolución Bolivariana, provocando así un agudo reflujo en el movimiento revolucionario.