Una vez más la amenaza de la contrarrevolución se cierne sobre Venezuela. El día martes, las fuerzas de la derecha marcharon teniendo como destino el palacio federal legislativo, con el fin de provocar una escalada de violencia en el centro de la ciudad, que permitiera gestar las condiciones para un golpe de estado. El saldo fue de fuertes enfrentamientos y varios heridos, tanto policías como manifestantes. A través de los medios de comunicación y de las redes sociales, pudieron observarse imágenes que recordaban las “guarimbas” fascistas de 2014.

 

Ayer, la asamblea nacional sesionó con el fin de intentar un proceso de destitución de los magistrados del TSJ, pero, ello sólo constituye la fachada política con la que se reviste el verdadero objetivo de la derecha, que como bien sabemos no es otro que el derrocamiento del gobierno. Esta acción, es sólo un medio político para movilizar a las masas de la pequeña burguesía y en general, a las bases opositoras, y para aglutinar fuerzas de cara a un nuevo movimiento insurreccional que pueda derrotar a la revolución de forma definitiva.

Esto no es nuevo. Toda la historia de la Revolución Bolivariana ha estado signada por el asedio permanente, incansable e implacable de la contrarrevolución. Desde la promulgación de aquellas recordadas leyes habilitantes en 2001, que provocaron el golpe de estado de 2002, hasta la agudización del sabotaje económico que comenzó a finales de 2012, justo cuando la salud del presidente Chávez agravó de forma definitiva, la burguesía y el imperialismo no han descansado en la ejecución de sus planes de derrocar por la vía que sea al gobierno bolivariano. Ello, se ha podido constatar con particular crudeza durante los últimos 4 años, es decir, desde que el presidente Maduro ganó legítimamente las elecciones presidenciales en 2013. Desde esos días la contrarrevolución no ha dejado siquiera un instante, de asediar al gobierno legítimamente electo.

He allí una de las conclusiones fundamentales de la lucha de clases, que la dirigencia bolivariana no ha aprendido aún, y que no aprenderla a tiempo costará incluso el futuro de la revolución.

Hoy, una vez más la burguesía se lanza a la calle en su afán de retomar el control del gobierno y del aparato de estado. Un nuevo intento de golpe está en marcha.

Este nuevo auge contrarrevolucionario, se produce luego de la promulgación de las ya conocidas y controvertidas sentencias 155 y 156, la cual fue señalada por la oposición como un “autogolpe” de estado por parte del gobierno.

El día viernes en la mañana, la Fiscal General de la República, durante la presentación del balance de gestión del año 2016, manifestó públicamente que consideraba la promulgación de dichas sentencias como una acción que en efecto provocaba una ruptura del orden constitucional, es decir, que la Fiscal apoyó públicamente, y través de una transmisión oficial de los medios de comunicación estatales, la tesis derechista del “autogolpe”.

Ello tuvo inmediatamente un fuerte impacto comunicacional en todo el país. Tan pronto como fue dado a conocer su pronunciamiento, el dirigente de extrema derecha Freddy Guevara, del partido Voluntad Popular, llamó a las FANB a respaldar el pronunciamiento de la Fiscal y a la militancia de oposición a movilizarse a las calles. El pronunciamiento de la fiscal fue como un “pitazo”, que detonó las acciones de calle de la derecha.

El lunes en la noche, durante la transmisión de su programa televisivo “La política en el diván”, Jorge Rodríguez dio a conocer un audio en el que se escucha una conversación entre la periodista Nitu Pérez Osuna y el abogado copeyano ultraderechista Enrique Aristigueta Gramcko. En la misma Pérez Osuna manifiesta su apoyo al llamado que hace el partido Voluntad Popular a las FANB a “que intervenga” (es decir, a darle un golpe de estado al presidente Maduro), a la vez que Gramcko le responde que en una reunión en la que participó se dijo que ello sólo ocurrirá cuando haya sangre y violencia desatada.

Por otro lado, en la marcha del chavismo el mismo día martes, Freddy Bernal denunció que hay elementos de oposición infiltrándose en el gobierno y en las FANB, buscando captar partidarios para una aventura golpista.

Durante la sesión de la AN efectuada ayer para intentar destituir a los magistrados, los llamamientos a las FANB a dar un golpe fueron evidentes. Henry Ramos Allup llamó al alto mando militar a que “escojan si quieren ser los custodios de la Constitución o simplemente los guardaespaldas de Nicolás Maduro”. Por su parte Julio Borges llamó a la base opositora a movilizarse hasta doblegar al régimen, y a las FANB a pronunciarse.

Para el día de hoy fue convocada una nueva movilización. El fin es claro. Los representantes políticos de la burguesía están buscando acumular fuerzas de cara a llevar adelante un nuevo movimiento insurreccional contra el gobierno.

El guión es por lo tanto harto conocido. Se pone en marcha una campaña mediática contra la revolución, tanto nacional como internacional, basada en difamaciones y “medias verdades”, se moviliza a la base opositora para generar acciones violentas que provoquen la muerte de algún ciudadano, utilizando al autoproclamado “movimiento estudiantil” como carne de cañón, con lo cual podrían fortalecer la campaña contra el gobierno y la movilización de masas contra el mismo, y finalmente, se busca el apoyo en sectores de las FANB que decidan alzarse contra el gobierno.

Así ocurrió en 2002 y 2003, así fue durante las guarimbas en 2014, así quiso la derecha que fuera el 1ro de septiembre del año pasado, y así tratará de que ocurra ahora.

La cuestión relevante aquí es: ¿tomará el gobierno las medidas necesarias para derrotar a la contrarrevolución esta vez? ¿O seguirá por el sendero errado de confrontar al sector más consecuente de los partidos burgueses, mientras llama al diálogo a la burguesía industrial, bancaria y comercial, y al sector más moderado de dichos partidos? Como hemos explicado una y otra vez, la primera opción abre el camino al triunfo de la revolución socialista. La segunda opción sólo conduce a la derrota, y toda la historia de la lucha de clases en el siglo XX constituye una prueba irrefutable de ello.

El momento actual es crítico y decisivo. La revolución se encuentra ante su encrucijada definitiva. La guerra económica que ha llevado adelante la burguesía, ha impactado de manera brutal a las masas trabajadoras durante los últimos 3 años, y ello ha desmoralizado profundamente a la base militante del chavismo, poniendo en grave peligro el propio futuro de la Revolución Bolivariana.

En segundo lugar, tanto la pasividad de la dirigencia bolivariana ante la arremetida económica de la burguesía, como su negativa rotunda a radicalizar la revolución y su posición empecinada de conciliar con la burguesía, han terminado por agudizar el proceso de desmoralización de las masas, y han contribuido a confundir política e ideológicamente a la base militante del chavismo.

Los hechos y fenómenos políticos no pueden ser separados de los económicos a la hora de analizar y entender la sociedad. Esto es una parte esencial del ABC del marxismo, que la dirigencia bolivariana no ha entendido y al parecer, tampoco entenderá jamás.

El poder político de la burguesía, su capacidad de construir partidos y aparatos políticos para la defensa del régimen capitalista, de construir y sostener aparatos de propaganda masivos para mantener a las masas bajo su dominio ideológico, de construir fuerzas de choque paramilitares para aterrorizar al movimiento obrero y popular, de comprar a funcionarios del estado, a elementos del gobierno y miembros de las FANB a fin de que sirvan a sus fines, radica en última instancia en su poder económico.

Es la propiedad de sus bancos, de sus latifundios y de sus industrias, en una palabra, de su capital, lo que le ha permitido a lo largo de la historia a la burguesía controlar las palancas del poder político a su antojo. Hoy, aun cuando esas palancas no están por entero en sus manos, la burguesía utiliza todo su poder económico para tratar de colocar estas palancas al servicio de sus intereses.

Por lo tanto, es inconcebible llevar adelante una lucha política consecuente contra la burguesía, que derive en un triunfo definitivo de la revolución, a menos que esta lucha implique su liquidación económica, su expropiación, pero la dirigencia bolivariana se empecina firmemente en llamar a los empresarios al diálogo, a la producción, a invertir y más aún, en establecer alianzas concretas y otorgarles concesiones, en desmedro de los intereses generales de las masas trabajadoras. La única forma de quitarle a la burguesía el poder que todavía posee a nivel político (partidos, funcionarios, medios de comunicación, aparatos de propaganda, grupos armados) es arrancando de sus manos el poder económico.

La noche de ayer, Diosdado Cabello hizo públicos los detalles del nuevo plan violento. Hay un plan de ataque al Fuerte Tiuna, con misiles AT-4 y Carl Gustav, con la participación de 98 hombres pagados, 200 policías y elementos de las FANB, así como la utilización de C4, entre otras informaciones.

¿No es obvio pues, que en última instancia el dinero que utiliza la oposición para poder contratar a cien matones para un plan de golpe, y para adquirir misiles y C4 proviene de su capital?

Por otro lado, mientras un sector de la burguesía financia planes golpistas y terroristas contra la revolución, el otro sector, mayoritario además, se encarga de llevar adelante el sabotaje económico. De esa forma, la burguesía golpea a la revolución en dos flancos, en uno, lleva adelante acciones golpistas y en el otro, embiste a las masas trabajadoras en el ámbito económico, para desmoralizarlas y desmovilizarlas, y preparar así el terreno para aplastar a la revolución.

Ante este escenario sólo queda una alternativa. La radicalización definitiva de la Revolución Bolivariana. Nacionalización del comercio exterior, ¡Ni un dólar más para la burguesía! Nacionalización de la banca. Nacionalización bajo control obrero de los monopolios para derrotar el sabotaje de la producción ¡Abajo la conciliación de clases! ¡Nestlé, Colgate – Palmolive, P&G, Exxon Mobile y Polar no son ni serán jamás aliados, ellos son enemigos de clase! Construcción de comités obreros y populares en todos el país, para luchar contra el desabastecimiento, el acaparamiento, el sabotaje de la producción y para poner en marcha un plan de producción democráticamente planificado por la clase trabajadora, que permita golpear la inflación y reducir los niveles actuales de desabastecimiento. Para combatir los planes injerencistas e intervencionistas del imperialismo norteamericano contra la revolución, ¡Nacionalización de las empresas imperialistas con inversiones en el país! Desmantelamiento del estado burgués y construcción de un aparato estatal obrero basado en Consejos de Trabajadores y Trabajadoras, Sindicatos revolucionarios, comités de soldados revolucionarios, Consejos Comunales y Comunas, con delegados elegibles y revocables en cualquier momento, que no devenguen salarios superiores a los de un trabajador cualificado.

Como ya hemos señalado, es evidente que la marcha de la derecha hoy busca generar una situación de violencia generalizada, que provoque numerosos heridos y muertos, a fin de preparar condiciones para un alzamiento militar, como ocurrió en 2002. No obstante, es poco probable que se produzca un alzamiento militar contrarrevolucionario exitoso, y que la marcha logre romper las barreras policiales que ya ha establecido el gobierno para prevenir una situación de tal naturaleza en el centro de la ciudad.

Por otro lado, la dirigencia del chavismo ha llamado a la militancia de base a movilizarse en defensa de la revolución. Miiles de militantes comprometidos y combativos han salido a las calles en defensa de las conquistas históricas de la revolución y contra esta nueva arremetida burguesa e imperialista. Es probable por lo tanto, que las acciones de la derecha sean, al igual que el 1ro de septiembre del año pasado, derrotadas.

Ahora bien, derrotar hoy a la burguesía, una vez más, no significa en lo absoluto derrotarla definitivamente. Sólo expropiando a la burguesía bajo control obrero y desmantelando el estado burgués, puede abrirse paso a una victoria definitiva e irreversible de la revolución. De lo contrario, aunque la burguesía no logre su objetivo hoy por la vía violenta, continuará de manera “pacífica” llevando adelante el sabotaje económico y por ende desmoralizando a las masas trabajadoras, lo que implica socavar aún más la base de apoyo de la revolución, y preparando así el terreno para una próxima victoria, ya sea en el terreno electoral (en los comicios que están por venir), o en una próxima arremetida violenta.

El momento de la verdad es ahora. Vacilar y no radicalizar la revolución en este momento significa preparar las condiciones para la derrota definitiva de la Revolución Bolivariana, y la responsabilidad fundamental de tal crimen contra la causa socialista mundial radicará esencialmente en la dirigencia bolivariana.