En la tarde de ayer, un grupo de efectivos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), llevó a cabo una intentona golpista en la ciudad de Caracas, a fin de tratar de impulsar una sublevación general de un sector de las FANB contra el gobierno.
El oficial activo Oscar Pérez, acompañado de otros efectivos, sobrevoló la ciudad de Caracas en un helicóptero propiedad del CICPC, atacando desde el mismo con rifles y granadas la sede del TSJ y del Ministerio del Poder Popular para Interior y Justicia. Horas más tarde, el presidente Maduro confirmó el ataque.
De forma simultánea al ataque, fue publicado en la cuenta Instagram del efectivo Pérez un video en el que llama a la sublevación contra el gobierno, exige la renuncia del presidente Maduro y de su tren ministerial.
Lo anterior viene a confirmar la denuncia de un plan de golpe de estado por parte del presidente Maduro efectuada el pasado sábado 24 de junio, que habría sido develado por los organismos de inteligencia del estado.
Más aún, los hechos de ayer no son más que la continuidad de 18 años de asedio y conspiración contrarrevolucionaria permanentes contra la Revolución Bolivariana por parte de la burguesía y el imperialismo.
En ése sentido, consideramos que la respuesta del gobierno ha sido y es erróneamente pasiva.
Cuando nos acercamos al final de la tarde del miércoles 28 de junio, no ha habido pronunciamiento oficial alguno sobre el paradero de los efectivos implicados
¿Cómo es posible que los cuerpos de seguridad no hayan dado aún con el paradero del efectivo Pérez? ¿Cómo es posible que ayer mismo no fuera derribado el helicóptero al sobrevolar sin permiso alguno el espacio aéreo de la ciudad, más aún cuando atacó militarmente sedes físicas del poder público?
El desarrollo de los acontecimientos ha generado entre sectores de la base revolucionaria, profundos cuestionamientos sobre la capacidad real del gobierno para responder ante una ofensiva violenta de mayor envergadura por parte del imperialismo y de la burguesía.
Por otra parte el presidente Maduro llamó a la MUD a desmarcarse y condenar los hechos del día de ayer, sin embargo, la MUD no puede ni quiere desmarcarse, porque de hecho la MUD es la cabeza que organiza y dirige la insurrección violenta contra el gobierno.
Ahora bien, el llamado a la MUD a desmarcarse de los hechos de ayer se da en el marco de un nuevo intento de tender puentes de diálogo con la MUD, que no ofrecen ni pueden ofrecer salida revolucionaria alguna a la crisis actual. La única salida a la crisis social, política y económica actual, es completar la revolución socialista. Sólo de esa forma podría derrotarse de una vez por todas, la conspiración permanente de la burguesía y el imperialismo contra el gobierno.
Por el contrario, el establecimiento de acuerdos entre el gobierno y la representación política de la burguesía, es decir, la MUD sólo podría lograrse sobre la base de frenar y hacer retroceder la revolución, y más aún, de comprometer las propias reivindicaciones alcanzadas por el pueblo trabajador durante los últimos 18 años, como ocurre con cada nueva devaluación del bolívar en el sistema Dicom, o con el levantamiento tácito de los controles de precio sobre varios rubros de primera necesidad, beneficiando así a la burguesía mientras que se golpea al mismo tiempo a las masas trabajadoras.
Más aún, a la burguesía no le basta llegar a cualquier acuerdo parcial con el gobierno, ya que lo que ella ha demandado históricamente es la retoma del poder político para poder aplastar al movimiento obrero y desmantelar todas las conquistas sociales que afectan su capacidad de enriquecimiento. Por lo tanto, cualquier concesión a la burguesía sólo la envalentona a avanzar más y más y a exigir más y más hasta alcanzar su objetivo final, la derrota definitiva de la Revolución Bolivariana.
Como hemos explicado ya durante toda una década, la única manera de derrotar de una vez por todas, las conspiraciones y ataques de la contrarrevolución es completando la revolución socialista. Ello quiere decir, que por un lado, la nacionalización bajo control obrero de las palancas económicas debe ser llevada hasta sus últimas consecuencias, y por el otro, el aparato de Estado burgués debe ser desmantelado y reemplazado por un estado basado en los Consejos de Trabajadores, las Comunas revolucionarias y las milicias obreras y populares.
Las fuerzas Armadas, las policías, los cuerpos de inteligencia y demás componentes de la fuerza pública son uno de los componentes fundamentales del aparato de estado burgués. Desde un punto de vista histórico su función en la sociedad no es otro que el de ejercer coerción violenta sobre la clase trabajadora, a fin de mantenerla a raya cada vez que trate de sublevarse contra el régimen capitalista, para que sólo se dedique a producir plusvalía a favor de los propietarios de los medios de producción.
Sobre esa base, se comprende por qué la clase trabajadora no puede confiar jamás en el carácter “constitucionalista”, “institucionalista” y “neutral” de las Fuerzas Armadas, ni aquí, ni en ningún país del mundo. El aparato de estado en general siempre sirve a los intereses de la clase dominante, y en particular, la fuerza pública, es decir, su brazo armado, también cumple esta premisa. Baste recordar el papel de las policías, cuerpos de inteligencia y las FAN durante la llamada 4ta república.
Lo anterior, por lo tanto, tiene implicaciones muy claras. La Revolución Socialista no puede triunfar sin la destrucción de este aparato de coerción de las masas trabajadoras, y por el contrario, dejar intacta la estructura de dicho aparato significa dejar abierta la posibilidad a la conspiración permanente contra un gobierno revolucionario.
Para derrotar las conspiraciones golpistas, es necesario destruir el propio aparato militar y policial burgués que favorece el desarrollo de tales planes conspirativos. La estructura jerárquica y burocrática de la fuerza pública, en la que una pequeña minoría toma las decisiones y una gran mayoría debe obedecer ciegamente, y en la que durante años de formación en los cuarteles se inyecta contantemente la ideología burguesa a la tropa y oficiales, es idónea para el surgimiento de elementos contrarrevolucionarios o que pueden ser fácilmente comprados por la contrarrevolución, para organizar nuevas intentonas golpistas, que, de no derrotarse a tiempo, podrían alcanzar su objetivo.
Los soldados y oficiales revolucionarios de los cuerpos de seguridad e inteligencia del estado, deben organizar comités revolucionarios en cada cuartel o destacamento. Estos comités deben aislar y detener a los elementos contrarrevolucionarios dentro de las FANB y los cuerpos de seguridad, pero al mismo tiempo, deben construir una nueva estructura política y administrativa, basada en los principios de la democracia obrera.
Cada batallón de policía, guardia, ejército u otro, debe discutir abiertamente y elegir democráticamente a sus superiores, los cuales deben ser revocables y rotativos en la medida de lo posible, dando fin así a las fuerzas armadas tradicionales burguesas, y dando inicio a una verdadera milicia obrera y popular. Los salarios burocráticos de privilegio, que devengan los altos mandos, así como las demás prebendas de las que gozan los mandos medios y altos en comparación con la tropa, deben ser inmediatamente suprimidos.
Asimismo, todo el pueblo organizado debe pasar a formar parte de las nuevas fuerzas armadas revolucionarias, bajo los mismos principios democráticos que hemos señalado. De esta forma se organizó el ejército popular en la Comuna de París, en la Revolución Rusa y en la Revolución Española, y toda la experiencia de la lucha del movimiento obrero en el pasado siglo, demuestra de manera contundente que este es el camino para aplastar de forma definitiva las conspiraciones golpistas contrarrevolucionarias.
Por otro lado, mientras no liquidemos económicamente a la burguesía, esta no cesará jamás en su afán de derrocar al gobierno para retomar el control del poder político y desmantelar las conquistas sociales que ha logrado el pueblo trabajador en estos 18 años. Mientras no expropiemos la burguesía por lo tanto, no cesará la conspiración y el asedio permanente contra el gobierno.
Asimismo, al no arrancarle de sus manos las palancas económicas del país, la burguesía continuará agudizando el sabotaje económico, y por ende la escasez e inflación, golpeando en consecuencia cada día con más fuerza a las masas trabajadoras, y aumentando así su desmoralización, desmovilización y malestar contra el gobierno.
Este malestar también afecta a la base de las FANB y de los organismos de la fuerza pública, lo que favorece claramente el desarrollo de una atmósfera insurreccional dentro de los cuarteles, en la medida en que la crisis económica se agudiza
La política del gobierno de tratar de derrotar las conspiraciones de la contrarrevolución, a la vez que llama a diálogo a las cabezas de la conspiración y otorga concesiones a la burguesía, es una política que nos conduce directamente al fracaso.
Más aún, sofocar las conspiraciones contrarrevolucionarias haciendo uso únicamente del propio aparato de estado, que es desde donde se ejecutan conspiraciones como la de ayer, sin destruirlo como ya hemos explicado, significa únicamente aplazar el enfrentamiento con la burguesía pero a su vez, ello prepara las condiciones para futuras ofensivas, más violentas, mejor preparadas, y que se efectuarán en condiciones más desfavorables para el movimiento bolivariano.
Lo que se vive hoy en Venezuela no es sino la agudización de la lucha de clases, en la cual solo una de las fuerzas históricas en pugna puede vencer e imponerse. Por lo tanto, cualquier tipo de conciliación sólo significará al final la derrota del pueblo trabajador y la victoria de la burguesía y el imperialismo.
La clase obrera, los campesinos y demás sectores oprimidos de la sociedad deben dar un paso al frente en la lucha de clases. Es necesario y urgente formar comités de auto defensa como los que ya se han formado en Guasdalito y Socopó, y que han llevado adelante la ocupación de latifundios propiedad de terratenientes que han financiado las guarimbas y el plan de golpe. Siguiendo este ejemplo, deben organizarse comités de auto defensa campesina en todas las regiones rurales del país, para llevar adelante esta política. Análogamente deben organizarse comités obreros para la ocupación de fábricas que participen activamente en el sabotaje económico, acaparamiento y contrabando de mercancías, y comités para el control del abastecimiento y precios en cada comunidad del país. Estos comités deben vincularse y articularse a nivel local, regional y nacional, a fin de ir estructurando en la práctica el germen de un estado obrero revolucionario, que pueda dar al traste con el estado burgués, completar la expropiación de la burguesía, la consecuente planificación democrática de la economía, y lograr la derrota definitiva de la contrarrevolución.