Si algo queda demostrado en este proceso electoral constituyente es la transparencia (por no llamar descaro), en la promoción de sus intereses de clase por parte de los empresarios «patriotas» junto al ministro burgués Miguel Pérez Abad y la timidez de los dirigentes obreros, en la mayoría de los sub-sectores, de plantear un programa genuinamente socialista. Además del evidente privilegio a los empresarios en la difusión de sus ideas, que aunque sólo tendrán cinco representantes de los 545 diputados en total, aparecen todos los días en los principales medios públicos y privados, impresos, digitales y audiovisuales en grandes eventos con gobernadores, alcaldes y, por supuesto, con su ministro burgués.

 

El miércoles 12 de julio leímos en el Correo del Orinoco, una página completa (pág. 27) que recoge las propuestas de los empresarios «patriotas», que develan su parasitismo y oportunismo, y ratifican nuestra postura frente a esta clase-la burguesía-, con la que tenemos intereses antagónicos e irreconciliables.

En primer lugar está la protección de su sacrosanto derecho de propiedad privada, en los mismos términos que el resto de la burguesía «apátrida y traidora». Empresario es empresario aunque sea «bolivariano o patriota». Gerson Hernández, Presidente de la Cámara Bolivariana de la Construcción y del Consejo de Integración Empresarial Bolivariana y miembro del Consejo Nacional de Economía Productiva, plantea que: “la propiedad privada es un derecho constitucional irreversible e irrenunciable, que no tiene vuelta atrás en nuestro país”, y que “debemos profundizar en el concepto de propiedad privada, que está y estará garantizada en nuestra Constitución Nacional. Lo que debemos es especificar cómo es dicha propiedad privada, para garantizar confianza en los sectores empresariales para recuperar el aparato productivo”.

Sobre las expropiaciones afirma de manera categórica: “El estado no tiene interés alguno sobre las plantas, las fábricas y los medios de producción, sino sobre el producto final, que exista un equilibrio en los precios y que esté al alcance del pueblo venezolano”, develando así de manera frontal la política económica actual que ratifica nuestra caracterización del gobierno como conciliador entre la burguesía y la clase trabajadora.

Más adelante plantea: “alianzas estratégicas en forma de empresas mixtas pero enfocadas en marcas colectivas (alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad)”, y sobre las expropiaciones que ya fueron realizadas dijo: “Hay que revisarlas para saber cuáles han sido exitosas o no. El poder recuperar esas propiedades las personas que quieren ponerlas a producir. Que se haga una reingeniería y vuelvan a producir. Todo depende de cómo ha sido esa expropiación”

Y remata mencionado “industrias que están bajo la toma temporal de los trabajadores, pero por falta de apalancamiento financiero o asesorías técnicas no han funcionado. Hay un sector empresarial que cree en el país y quieren reactivar esas empresas”.

“Que se estipule que los empresarios también y que se nos garanticen derechos como empleadores y poder seguir generando opciones de empleo. Que el Estado sea nuestro primero aliado y garante cuando se produzcan la descapitalización de empresas o cierres técnicos, para que nosotros sigamos produciendo bienes y servicios. Que el Estado pueda intervenir de forma asociativa o estratégica, con un apoyo financiero, técnico o comercial, pero donde el empresario no pierda la propiedad privada”

En resumen comprar a precio de gallina flaca las empresas quebradas por el reformismo y la burocracia con sus políticas antiobreras, con créditos blandos del gobierno por supuesto, cortesía del Banco Bicentenario presidido por su amigo Pérez Abad y luego puestas a producir, claro por la clase trabajadora, ¡ah!, y que ¡además el gobierno les garantice la colocación de todas sus mercancías, vaya clase de empresarios patriotas tenemos! ¡El negocio redondo!

Estos empresarios quieren protección de su propiedad privada, que les vendan la propiedad social que el gobierno, durante la gestión del Presidente Chávez, rescató, y créditos y auxilio en caso de fracasar. ¿Qué “riesgo” están asumiendo estos «empresarios patriotas»? Pues bien, tal y como proclaman los furibundos liberales sobre el derecho del burgués, estos empresarios pueden explotar a los trabajadores y apropiarse de la riqueza generada porque ellos, están asumiendo el «riesgo de invertir». Estos empresarios, en el marco del capitalismo como sistema, son el escalón más bajo de la burguesía, completamente parásita, que aspira a enriquecerse a partir de la apropiación de la renta petrolera por la vía de créditos y facilidades sin arriesgar ni poner un centavo, ¡ah!, pero son patriotas.

La clase trabajadora no necesita a estos ni a ningunos empresarios, la clase trabajadora necesita llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias y expropiar la banca, las industrias y tierras bajo control obrero y popular. Si estos empresarios ni siquiera plantean invertir ni traer tecnología, ni ninguna otra alternativa, entonces, siquiera en el plano del más burdo desarrollismo ni etapismo estalinista son útiles. Son simples parásitos oportunistas que han tomado fuerza producto de la debilidad ideológica del gobierno y de la desconfianza en la clase trabajadora por parte de una dirección pequeño burguesa temerosa y claudicante que prefiere aliarse con la burguesía emergente, y con algunos elementos de la burguesía tradicional como los Vollmer de Ron Santa Teresa y Cisneros en el área de la televisión y el entretenimiento, antes que confiar en la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora, y dejar de sabotear el control obrero, nombrando gerente escuálidos confesos, directores acosadores, presidentes de empresas e instituciones ineptos y carentes de la más mínima teoría revolucionaria y ministros reformistas, traidores, ineficientes, destructores de las conquistas de la clase trabajadora, caso Nestor Ovalles en el Ministerio del Trabajo, quien luego de una nefasta gestión de más de 7 años en Inpsasel, tiene el instituto por el suelo y la defensa de las condiciones de salud y seguridad laboral en un franco retroceso.

El giro a la derecha del gobierno y de la dirección del partido es cada vez más preocupante. A pesar de la retórica radical y socialista seguimos con un ministro empresario, con varios reformistas de ministros, y más aún, el mismo el Presidente de la República y del Partido que renegó del comunismo y le extendió la mano (y la chequera del Estado) al empresariado en la Expo Venezuela Potencia.

La Constituyente solo tendrá sentido si se utiliza para asestar golpes a la oligarquía (banqueros, capitalistas y terratenientes), que utilizan su poder económico para organizar la actual ofensiva hacia el derrocamiento del gobierno, de lo contrario vamos hacia una derrota mortal frente a la derecha fascista. Insistimos, a la reacción se le derrota con socialismo. Seguir planteando una política de conciliación de clases en el marco de esta aguda lucha de clases es una actitud más cercana a la traición que a la ingenuidad.

La Asamblea Nacional Constituyente se debería usar para destruir el estado burgués e implementar una economía planificada y centralizada, bajo control obrero y popular para derrotar la implacable guerra económica impulsada por el imperialismo yankee y la derecha fascista. Los marxistas defenderemos las conquistas alcanzadas hasta ahora y sobre todo durante el gobierno del Presidente Chávez, pero para hacer sostenible todo ese conjunto de reivindicaciones sociales es necesaria la expropiación de la principales palancas de la economía, todas las industrias, la banca y las tierras, a fin de ponerlas en función de la satisfacción de las necesidades de la clase trabajadora y no de un puñado de ricachones fascistas. Los candidatos de la izquierda chavista, del movimiento sindical, campesino y popular, deben de asumir este programa, el único que nos puede salvar de la derrota.