La oposición burguesa fascista, con apoyo del imperialismo norteamericano y europeo, amenaza con aplastar la revolución venezolana y destruir sus conquistas. Los ataques fascistas en los barrios obreros y contra todos los chavistas son una demostración de lo que vendrá si la oposición toma el poder.
Estos preparan un baño de sangre. Esa oposición ultrarreacionaria tiene que ser derrotada ahora, lo que sólo la iniciativa revolucionaria de los trabajadores puede hacerlo.
El gobierno de Maduro es totalmente incapaz de enfrentar la contrarrevolución y debilita continuamente a las fuerzas revolucionarias con su política de intentar a toda costa mantener el capitalismo y conciliar con la burguesía opositora. Su política de privatizaciones, de concesiones al capital internacional, sólo debilitan la revolución. Su creencia en la posibilidad de un acuerdo con la oposición no tiene fundamento en la realidad. Con el sabotaje económico burgués, el resultado del gobierno Maduro es la falta de comida, medicinas, etc. Y el gobierno ya ha demostrado que es incapaz de resolver esa situación.
El alejamiento de sectores de las masas proletarias en relación al gobierno es resultado de la política pro-capitalista que Maduro intenta mantener en Venezuela y cuyo resultado es más y más sufrimiento para los trabajadores. La acción represiva del gobierno, incluso contra sectores de la izquierda que lo critican, ataques contra la libertad partidaria de la izquierda, persecuciones a militantes de izquierda, son una prueba de la quiebra política de ese gobierno. Con el caos económico y el creciente sufrimiento de las masas, se creó esta situación en que una ofensiva de la reacción burguesa creció en las calles, donde sus bandas fascistas ya mataron a decenas de personas.
Quien está fracasando en Venezuela es Maduro y la política de conciliación de clases. No es la revolución la que fracasó. Quienes fracasaron fueron los dirigentes burocráticos pretendidamente socialistas y los proburgueses atrincherados en el gobierno. La revolución desató fuerzas gigantescas en estos últimos 20 años y las masas se movilizaron en su defensa cada vez que ésta fue amenazada. Se manifestaron por millones, tomaron fábricas, obligaron a los contrarrevolucionarios que habían secuestrado a Chávez a traerlo de vuelta, combatieron el sabotaje y la huelga patronal tomando PDVSA y otras empresas, haciéndolas funcionar.
Las masas chavistas fueron gigantes en la lucha por defender y profundizar la revolución. Y todavía tienen enormes reservas de fuerza para la lucha, como lo han demostrado en las últimas semanas. Sus dirigentes han fracasado. Han sido incapaces de profundizar la revolución rompiendo con la burguesía y expropiando el capital y con ello han organizado el caos, con la idea reformista e inútil de «regular» el capitalismo.
Hoy, todas las conquistas de la época de Chávez (Estabilidad en el empleo de todos los trabajadores, Salud y Educación Públicas y gratuitas, viviendas populares de calidad, Seguridad Social universal, y mucho más) están amenazadas por la política e incapacidad de Maduro y sus amigos que abren camino para el terror fascista de la contrarrevolución. No se puede tener ninguna confianza en ese gobierno. Los trabajadores deben confiar sólo en sus propias fuerzas y organización.
Frente a la ofensiva fascista, los trabajadores necesitan organizar asambleas populares en los barrios, asambleas en las fábricas, formar comités armados de autodefensa y enfrentarse a los fascistas. Sólo el armamento general de los trabajadores podrá salvar la revolución.
Todo el poder a la Asamblea Constituyente
La Asamblea Nacional es el búnker de los fascistas. Los revolucionarios deben construir el suyo. Maduro convocó a una Constituyente con el objetivo de negociar con la oposición y, una vez más, tendió la mano a los contrarrevolucionarios la noche en que millones de venezolanos se
enfrentaron a las bandas fascistas para votar en la Constituyente convocada por él mismo. Es hora de constituir una fortaleza revolucionaria independiente y enfrentar y derrotar a la oposición burguesa.
La revolución no necesita nuevas leyes en el marco del capitalismo. Eso es lo que está derrotando a la revolución. Lo necesario es expropiar el capital, distribuir las tierras y cancelar la Deuda Externa, declarar el monopolio del comercio exterior, planificar la economía en interés del pueblo y no del lucro de una minoría de parásitos.
El pueblo proletario de Venezuela se aferró a esta Constituyente como una forma de defenderse de la derecha sanguinaria y participó masivamente en esta elección. Poco importa cuál era la intención de Maduro o el número real de participantes. Fueron millones. Si una vanguardia de millones se reunió para elegir representantes en una Constituyente, en defensa de la revolución y sus conquistas, para enfrentar la derecha, entonces es hora de que estos representantes populares proletarios sean consecuentes y toman todo el poder. Es el instrumento que se tiene a mano para luchar, unificar a los millones de trabajadores, campesinos y jóvenes en defensa de sus intereses inmediatos.
Es necesario someter a esta Constituyente electa una moción de «Todo Poder a la Constituyente Popular» con el nombramiento de un gobierno responsable frente a la Constituyente, con sus más aguerridos y reconocidos miembros.
-Todo el poder a la Constituyente para organizar la defensa armada de la revolución.
-Cancelar la deuda externa que estrangula al país.
-Decretar la inmediata congelación de todos los precios y el establecimiento de un salario digno para los trabajadores.
-Expropiar los bancos y todo el capital especulativo.
-Expropiar el conglomerado Polar, así como todas las grandes empresas nacionales o multinacionales.
-Expropiar todas las cadenas de televisión y radio en manos de la oposición.
-Declarar la reforma agraria en todos los latifundios.
-Cancelar las «zonas especiales» y todas las privatizaciones y concesiones hechas por Maduro al capital nacional e internacional.
-Confiscar y distribuir entre la población los alimentos desviados y escondidos por los capitalistas.
-Organizar el armamento de los trabajadores y de los dos millones de reservistas populares, confraternizando con los soldados chavistas.
-Arrestar a los líderes de la oposición burguesa reaccionaria y constituir tribunales populares para juzgarlos.
Esa Constituyente revolucionaria reavivaría todas las fuerzas de la revolución venezolana y provocaría una ola gigantesca de apoyo y solidaridad en las Américas y en el mundo. Las luchas proletarias contra cada gobierno capitalista se intensificarían y eso debilitaría la capacidad imperialista de atacar la revolución.
Revolucionarios y reformistas que perdieron la cabeza
Una inmensa gama de corrientes que se reivindican del socialismo y de la revolución están en este momento desorientadas en todo el mundo, pero particularmente en las Américas. Algunos perdieron completamente la cabeza frente a la política de Maduro y se lanzaron a gritar «abajo Maduro» pasando objetivamente al campo de la reacción. La única forma de que caiga Maduro hoy es un gobierno semifascista de la Asamblea Nacional burguesa o un golpe militar. Haciendo un paralelismo con Brasil, salvando las distancias, sería como apoyar en las calles el impeachment de Dilma organizado por Temer, el PSDB y casi todos los partidos de la derecha.
Algunos otros, que son incapaces de un pensamiento político independiente, creen que apoyar a Maduro es lo único que se puede hacer. Pero, ¿cómo apoyar precisamente a quién permitió que todo llegara a donde llegó? Lo hacen porque también ellos son prisioneros del programa reformista que dice que no hay vida fuera del capitalismo. Su posición es desastrosa porque cierra toda salida para las masas que quedan condenadas a elegir entre la reacción burguesa y la política capitalista caótica de Maduro. Esto sólo puede terminar por desmoralizar a las masas. Es lo que el PT casi logró en Brasil.
Otros confusos buscan diferenciarse de estas dos variantes sectarias y creen poder defender el derrocamiento de Maduro sin sumarse a la oposición de derecha, colocándose en un «tercer espacio». Claman por derribar a Maduro y aplastar la oposición de derecha sin ningún sentido de la realidad ni de la proporción. Esta fuerza no existe hoy en Venezuela. Sólo puede surgir del proceso de lucha contra la derecha y mayoritariamente de las bases chavistas de la revolución.
¿Puede la Revolución rusa salvar a la Revolución venezolana?
Este año celebramos los 100 años de la Revolución Rusa. Era hora de que algunos camaradas aprendan algo de ella.
En agosto de 1917 el gobierno Kerensky, los socialistas revolucionarios y los mencheviques (los reformistas de entonces), querían continuar la guerra imperialista y ahogaban en sangre en los frentes de batalla a los obreros y campesinos vestidos de soldados. En las ciudades faltaba pan y en el campo reinaban los terratenientes. Los bolcheviques, liderados por Lenin y Trotsky, combatían bajo las consignas de «Paz, Pan y Tierra» y eran duramente reprimidos. Pero, como Lenin decía, ellos seguían explicando pacientemente la situación a los trabajadores.
Kerensky mandaba arrasar las imprentas bolcheviques, organizó la campaña de calumnias según la cual Lenin y Trotsky eran «agentes del Kaiser» alemán y finalmente, tras las manifestaciones de julio dirigidas por los bolcheviques, mandó arrestar a todo el mundo. Trotsky fue arrestado y Lenin tuvo que refugiarse clandestinamente en Finlandia.
A finales de agosto el general Kornilov, comandante del Ejército, nombrado por Kerensky, intenta un golpe fascista para liquidar con la revolución y restablecer la monarquía.
Los bolcheviques perseguidos, Lenin en la clandestinidad, Trotsky preso, campesinos y obreros diezmados en el frente de guerra al servicio de los imperialistas. Todo ello producto de Kerensky. Nadie con la cabeza en su sitio puede decir que Maduro es peor que Kerensky.
Los obreros y marineros armados fueron entonces a la prisión donde estaba Trotsky y exigieron hablar con él para saber cómo posicionarse frente a la ofensiva de Kornilov. Trotsky explicó que en ese momento, sin dar ningún apoyo a Kerensky, debían apoyar al fusil en el hombro del propio Kerensky y disparar sobre Kornilov. Después ajustarían cuentas con Kerensky.
Lenin envió cartas al Comité Central del Partido Bolchevique, el 28 y 30 de agosto, en las que daba la misma orientación al CC. Explicaba que no podía apoyarse al gobierno, sino que se trataba en aquel momento de derrotar a Kornilov. De volver todas las fuerzas contra el golpe reaccionario. Decía que debían continuar denunciando a Kerensky por su incapacidad de defender la revolución y su política criminal y convocar a los trabajadores a luchar juntos contra el general reaccionario.
Con esa política revolucionaria independiente, los bolcheviques no sólo derrotaron a Kornilov ganando las propias tropas del general y dispersando al resto de sus fuerzas, sino que se transformaron en mayoría entre las masas de obreros y soldados. En octubre tomaron el poder con el apoyo de la inmensa mayoría de los trabajadores, campesinos soldados y marineros.
Los partidarios de Maduro son los mencheviques de nuestra época. Son los que adoran un frente popular con la burguesía del tipo del de la dirección del PT, que condujo su propio partido al desastre actual. Estos sólo pueden razonar en los marcos del capitalismo y por eso adoptan incluso la política keynesiana como una política popular y de izquierda. Cuando el propio Keynes escribió que su política tenía como objetivo frenar el bolchevismo.
Los que claman por la caída de Maduro cuando el Kornilov moderno está las puertas de Caracas con sus tropas son revolucionarios infantiles, que si por casualidad tuvieran algún peso, lo que no es el caso, prestarían un servicio a la contrarrevolución, incluso si sus intenciones son otras. El mundo no está hecho de intenciones.
A estos últimos desafiamos a que encuentren en los escritos de Lenin del año 1917 una sola vez las palabras «Abajo el gobierno S-R / Menchevique», o «Abajo Kerensky». Encontarán en cambio consignas como «Ninguna confianza en el Gobierno Provisional», «Abajo los 10 ministros capitalistas», «Todo poder a los Soviets». Todas consignas que significaban, de hecho, todo poder a los socialistas revolucionarios ya los mencheviques, que eran aún mayoritarios entre las masas. Lo contrario de lo que hacen estos camaradas hoy.
Sólo cuando los bolcheviques ganaron la mayoría de los Soviets organizaron la insurrección y tomaron el poder. Para ello aún tuvieron que pasar por Kornilov y derrotarlo aún bajo el gobierno de Kerensky.
En este centenario de la Revolución rusa, ¿no sería posible a los que se reivindican de ella aprender un poco sobre lo que pasó este año de 1917 bajo la dirección genial de Lenin y Trotsky?
¡Viva la Revolución rusa de 1917!
¡Viva la Revolución venezolana!
¡Todo el poder a la Asamblea Constituyente!
¡Tribunales populares, prisión y juicio a los fascistas!
¡No al pago de la deuda externa!
¡Dinero para comida, salarios y salud!
¡Reforma agraria y expropiación de los bancos y las grandes empresas!
¡Viva la revolución socialista internacional!