En la última semana de marzo, la crisis capitalista mundial se expresó en la caída, en dos jornadas consecutivas, de las bolsas más importantes del mundo; en el derrumbe diario de las monedas de los países llamados emergentes, en el agudizamiento de la guerra comercial entre China y EEUU que, aunque se encuentra en sus primeros temblores anticipa un verdadero terremoto de la economía mundial; en síntesis, nos encontramos ante una recesión de la que aún no hemos visto su verdadera magnitud.
En Argentina, hemos sentido su efecto con la escalada del dólar que no se ha detenido. El peso se devaluó un 3% en una sola jornada, llegando a $45 por U$S 1 en el mercado mayorista lo que puso nuevamente al gobierno de Mauricio Macri ante un cuestionamiento generalizado de los sectores que solo unos meses atrás lo apoyaban.
Por ello, lanzaron un plan -de escaso vuelo- con una tasa en pesos “atractiva” para que los grandes jugadores de la timba financiera no se vayan al dólar, así todo no logran bajarlo de $43 luego de aplicar esta política monetaria.
Además, el gobierno autorizó a los bancos a hacerse de todos los activos disponibles en depósitos, algo de lo que sabemos los trabajadores y pequeños ahorristas ya que augura la posibilidad de un nuevo corralito como en el 2001. Esta medida no solo intenta secar el mercado de pesos para “detener” la inflación sino además intenta garantizar el negocio de los especuladores.
La situación política y económica del país ha empeorado en las últimas semanas. El nivel de pobreza aumentó 2 puntos, alcanzando hoy a 32% de la población. Los establecimientos industriales chicos, medianos y grandes siguen cerrando sus puertas llegando al 51% de la capacidad instalada. El endeudamiento no se detiene bajo las pautas que sigue definiendo el FMI.
Lo único que atisba a decir el gobierno en boca del Presidente Macri, es que “Tienen que aguantar, yo estoy convencido de lo que hago” y esperar a que las cosas mejoren, pero lo que no dicen es que es sobre la estafa y el saqueo de las mayorías; que el futuro se encuentra enajenado para las próximas generaciones.
Este malestar ha llegado, incluso, a las filas de Cambiemos y su expresión más clara es la fractura de un sector del radicalismo que tan solo tres años y pico atrás le ofrendaban, con su estructura partidaria, sostén nacional.
En la emblemática Córdoba, los candidatos radicales fueron por afuera de Cambiemos y siguieron las réplicas en Tucumán y Mendoza, a este cimbronazo político se le suma la derrota en Neuquén donde alcanzaron tan solo un tercer puesto con un 15% de los votos para el candidato de Cambiemos.
La Corte Suprema de Justicia, también está distanciándose del gobierno, por ejemplo, al no avalar la relección de dos candidatos de Cambiemos y Alternativa Federal en las provincias de La Rioja y Río Negro, beneficiando de esta manera a los candidatos kirchneristas.
Y así sigue la historia, los antiguos aliados, entre ellos los radicales, del gobierno Cambiemos huyen como ratas por tirantes en un esfuerzo por despegarse de los resultados de la política económica y social y el deterioro político del gobierno.
Un final abierto
La desesperación de cientos de miles de trabajadores, de familias obreras que han quedado sin empleo, de miles de jóvenes que han nacido y crecido en la pobreza, el desmantelamiento de la capacidad operativa de la industria, hablan del retroceso económico, político, social y cultural que se encuentra en sus peores niveles comparado con el 2001.
En 2001, las multinacionales -que se quedaron con las empresas estatales- tenían en sus manos gran parte de la deuda externa y fueron las que pararon la pelota al no girar más plata a las arcas de la Nación y de las Provincias; junto a una parte de la burguesía decidieron barajar y dar de nuevo. Es por esta fisura por donde el movimiento de masas, en aquel 2001, se cuela y logra imponer una situación política y social inédita en el país, que conocemos y reivindicamos como el Argentinazo.
No solo la burguesía de conjunto sino el imperialismo a través de sus organismos de crédito, como el FMI, han aprendido la lección. Por eso, la burguesía, a pesar de sus facciones y sus disputas, defiende este régimen de explotación y pauperización. Es en el altar de la sacrosanta democracia parlamentaria que se entregan cada una de las conquistas consagradas en la constitución burguesa que costaron sangre, sudor y lágrimas y que tanto valor tienen para los de abajo.
También el Imperialismo con su brazo financiero, sostiene la gestión Macri y le da gobernabilidad a través del acuerdo de los u$s 9600 millones. Pero nada es tan simple en el mundo capitalista de la avaricia y de la especulación financiera, sólo basta ver el comportamiento de los sectores financieros e industriales que descargan la crisis sobre los sectores obreros a través de enormes transferencias desde los bolsillos de los trabajadores y sectores postergados a las arcas de los capitalistas.
No es sólo Macri, es el capitalismo
Como señalamos más arriba, la crisis estructural capitalista que recorre el planeta es una crisis de sobreproducción. Nos encontramos ante una nueva fase de caídas de monedas e histeria en los mercados. Estamos viviendo la antesala de una posible recesión. Como hemos señalado en numerosos materiales, durante estos últimos diez años, todos los intentos de la burguesía por restablecer el equilibrio económico tras la crisis de 2008, destruirían el equilibrio político y social. Esto se ha venido confirmado por los acontecimientos a escala mundial. En un país tras otro, los intentos de los gobiernos por imponer la austeridad en un esfuerzo desesperado por hacer avanzar la economía han preparado explosiones sociales de un carácter absolutamente sin precedentes. Es lo que presenciamos en Francia con la rebelión de los chalecos amarillos; la crisis de Gran Bretaña por el Brexit y, en el pasado reciente, la crisis de los países del sur de Europa; el déficit que se disparó en EEUU que impuso la lógica proteccionista de la mano de Trump y su nuevo orden; la crisis político económica en Brasil, así como Venezuela asediada por el imperialismo y bajo una economía de guerra; o las enormes movilizaciones que embate contra el régimen de Jovenel Moïse.
En nuestro documento de Perspectivas Mundiales 2018 señalamos que “El marxismo explica que el secreto de la viabilidad de cualquier sistema económico es el logro de la máxima economía en el tiempo de trabajo. Uno de los elementos más importantes en el desarrollo del capitalismo fue precisamente el crecimiento de la productividad del trabajo. Durante 200 años, el capitalismo elevó la productividad de la fuerza de trabajo humana a un nivel nunca soñado en el pasado. Pero este progreso ahora está alcanzando sus límites.
Un estudio sobre la productividad realizado por el Centro de Investigación Económica y Política en septiembre de 2015 reveló que, entre 2007 y 2012, la productividad mundial creció a una tasa anual del 0,5%; la mitad de lo que había sido en el período 1996-2006. Sin embargo, en el período más reciente de 2012-14 se había detenido completamente en un 0%. En países como Brasil y México, en realidad fue negativo. Como dice el informe: “este es uno de los fenómenos más inquietantes y, sin duda, más importantes que afecta a la economía mundial”. (http://voxeu.org/article/global-productivity-slump)
Estas cifras son una indicación segura de que el capitalismo se encuentra ahora en una crisis sistémica. El crecimiento lento de la productividad del trabajo -y en algunos casos su caída- es un síntoma sorprendente del callejón sin salida del capitalismo, que ya no es capaz de alcanzar los grandes éxitos del pasado.”
Las elecciones a octubre
Todo el arco político está en plena carrera a las elecciones presidenciales de octubre, pareciera que el hambre y la desocupación fueran cosas a resolver en un futuro incierto.
El sistema electoral diseñados para esta ocasión, ocupa 48 domingos entre las elecciones de renovación municipal y diputados provinciales, más las presidenciales en octubre. El aceitado sistema electoral intenta alentar las ilusiones en las instituciones ya que han comenzado a deteriorarse ante los ojos de las masas.
Hay una situación que la burguesía no sabe cómo resolver: la minoría más grande, liderada por la ex Presidenta Cristina Fernández mantiene en su poder un 33% del electorado. Por otro lado, existen candidatos como Lavagna y Felipe Sola que no pueden pensar un frente anti Macri sin la presencia del kirchnerismo; así como el Peronismo Federal incluye como posibilidad cierta una alianza con el sector Kirchnerista, sin que esto signifique que CFK lidere el frente.
Sergio Uñac, gobernador de San Juan, apoya a Lavagna. “Creo que Lavagna puede ser un gran candidato a presidente” señaló Marcelo Tinelli tras reunirse con el ex Ministro. Así salió en Clarín, “Tras almorzar con Tinelli, Lavagna se diferenció de Macri por la corrupción y se definió sobre el aborto” y siguió “Roberto Lavagna se reúne con Luis Barrionuevo” informó por la tarde y algunas horas después volvió a insistir: “Sindicalistas le manifestaron a Roberto Lavagna su apoyo, si decide ser candidato”. «Nuestro espacio es abierto a que participen todos. Por eso, si (Roberto) Lavagna también quiere hacerlo, es un aporte valiosísimo para nosotros», resaltó el gobernador de Salta Urtubey, palabras que acuerdan con Sergio Massa. Por su lado, Urtubey sostuvo «Hay que definir eso en primarias”. De acuerdo a la información que yo manejo, no hay ningún espacio político que tenga más del 30% de intención de voto. Por lo que hay un 40% que están por fuera de Macri y de Cristina».
El oficialismo ha perdido parte de su base de electores, que hoy llega a un 25%. María Eugenia Vidal intenta despegarse del Presidente Macri, como la mayoría de los candidatos que pretenden alejarse de la mala imagen presidencial.
Lo llamativo es que nadie habla de cómo salir de la crisis; todos y cada uno de los candidatos discuten solo de política, del necesario frente antimacri para, más luego, aplicar no sabemos qué plan. Axel Kicillof, posible candidato del espacio k para la provincia de Buenos Aires, ya ha dicho con claridad que el escenario económico es totalmente diferente al 2015 y, en definitiva palabra más o palabra menos, debemos aceptar las nuevas reglas que se imponen.
Lo que podemos aseverar es que todos los candidatos no presentan un plan político económico serio para salir de la profunda recesión que vive el país.
Solo la clase obrera puede sacar de la crisis a los millones de trabajadores en Argentina y en todo el mundo
La experiencia de nuestra clase nos enseña que los trabajadores sólo podemos confiar en nuestras fuerzas y en nuestra organización.
No hay nada en el mundo que se prenda o se apague sin el permiso de los trabajadores. Por eso, tomar el destino en nuestras manos aparece cada vez más con claridad ante los ojos de miles de personas.
Los capitalistas solo nos ofrecen miseria y depredación. Contaminan los mares y los ríos, agotan la tierra y dejan desechos del subsuelo sin tratamiento alguno en la superficie, contaminando las napas de agua dulce; envician el aire y llenan los campos y cultivos de insecticidas que nos enferman de manera alarmante.
Todo lo que vemos de una manera acelerada y frenética en la última década deviene de su crisis estructural. Todo en pos de sus ganancias y de la propiedad privada de los medios de producción.
La recesión significa para los trabajadores desempleo y sufrimiento, sufrimiento y represión. Sabemos que debemos luchar por nuestra propia democracia, sabemos y luchamos por ganar un espacio de denuncia en el Parlamento. Pero también sabemos que, aunque el Parlamento puede ser una caja de resonancia de las luchas obreras, es en esencia, el espacio de la burguesía, de los políticos que representan a las grandes corporaciones, a los grandes patronos, a los capitalistas del campo y de la ciudad, a la vieja oligarquía financiera y que solo buscan ganancia y más ganancia.
Necesitamos una organización propia, una organización que nos represente, un gran Partido de Trabajadores que concentre y aglutine a los millones de trabajadores y obreros, jóvenes y desempleados.
¿Por qué construir específicamente un Partido de los Trabajadores? Porque los trabajadores asalariados somos la inmensa mayoría de la sociedad en Argentina, la columna vertebral que sostiene todo el andamiaje económico y social del país. No podemos seguir delegando y siendo furgón de cola de alternativas que no son las nuestras.
La clase obrera y trabajadora de nuestro país transitó, desde comienzos del siglo XX, persas experiencias políticas. Como ser el anarquismo, el socialismo de Justo y Palacios, el sindicalismo revolucionario, el Partido Comunista y el Peronismo a partir de 1945. Es un hecho que, tras más de 100 años de movimiento obrero organizado en la Argentina, la clase obrera no pudo crear un partido propio de masas.
Pero la cuestión aquí no es sólo proclamar formalmente un partido de trabajadores sino que el mismo cuente con una base trabajadora y obrera de masas, por lo tanto esta tarea de primer orden debe ser impulsada desde los sindicatos combativos. Sobre todo de las organizaciones de primer y segundo grado, como las juntas internas y los cuerpos de delegados.
Nos enfrentamos a una situación inédita en el país, inédita en la medida que estamos en una recesión mundial que encuentra parámetros más profundos que la vieja crisis del ´29. Gane quien gane en octubre, el 2020 no va a ser mejor; seguramente quien asuma el gobierno nos explicará que, por la herencia recibida y el contexto mundial, poco o nada se podrá hacer.
Debemos prepararnos para una situación más inestable que la actual. Prepararnos para la etapa que viene, implica poner manos a la obra en la construcción de nuestro Partido de Trabajadores.
Socialismo o Barbarie capitalista.