En el 70º aniversario de la Comuna Asturiana, la burguesía intenta ocultar bajo toneladas de falsedades el verdadero significado de la insurrección de 1934. Por otro lado, desde determinadas organizaciones de la izquierda se intentan amoldar los hech En el 70º aniversario de la Comuna Asturiana, la burguesía intenta ocultar bajo toneladas de falsedades el verdadero significado de la insurrección de 1934. Por otro lado, desde determinadas organizaciones de la izquierda se intentan amoldar los hechos a sus tesis; algunos de ellos planteando cosas tan descabelladas como que la Comuna Asturiana fue un movimiento nacionalista, sustituyendo todo enfrentamiento de clase por un enfrentamiento en líneas nacionales que nunca existió, salvo en sus cabezas. Otros planteando que el movimiento de los trabajadores a nivel estatal fue un movimiento en defensa de la Republica frente a los partidos de la derecha que estaban en el poder en ese momento, despojando así a la insurrección de todo rastro de revolución social y no faltan las voces de quienes califican la heroica insurrección de los trabajadores asturianos de “aventurerismo revolucionario y radical”.
Los marxistas estudiamos los acontecimientos, las revoluciones, las victorias y las derrotas de nuestra clase, no sólo para evitar los errores que pudieron cometerse, sino para extraer las lecciones que nos permitan avanzar en la práctica revolucionaria.
Aprendemos de la historia no de forma académica y estéril, sino desde la óptica viva y dinámica de la lucha de clases.
Octubre del 34, no cabe ninguna duda, es una de las páginas más gloriosas del proletariado español en su lucha contra el capitalismo, en su lucha contra la reacción. La misma lucha que hoy mueve a millones de trabajadores en el mundo.
La caída de la monarquía y la proclamación de la República
En 1930, en plena crisis económica y con escasos apoyos, el general Primo de Rivera presenta su dimisión al rey Alfonso XIII. Con el régimen haciendo aguas por todos lados, enfrentándose a una creciente presión del movimiento obrero, comienzan a producirse divisiones por arriba. Así insignes monárquicos de toda la vida se pasan de la noche a la mañana al bando republicano. Con esto, un sector de la burguesía trataba de ganar tiempo cediendo terreno a los trabajadores y los campesinos, con un régimen de aparente democracia. Se trataba de perder un poco, para no perderlo todo.
Así pues, abandonada a su suerte por sectores cada vez más amplios de la burguesía, a la monarquía no le queda otra opción que convocar elecciones municipales a modo de plebiscito. El 12 de Abril de 1931 se produjo una victoria aplastante de las listas conjuntas de socialistas y republicanos en las ciudades. El 14 de Abril, mientras el gobierno provisional proclamaba la Republica desde la sede de Gobernación, el rey Alfonso XIII emprende el camino del destierro. Mientras, los trabajadores y campesinos pobres celebraban en las calles el cambio de régimen con la esperanza de acabar con los bajos sueldos, el paro, la infravivienda, la crisis económica, el analfabetismo, la sed de tierra de los campesinos pobres…
Entretanto, la burguesía intenta reconducir la situación en su propio beneficio. Entre los dirigentes del PSOE se plantea que es el momento de la revolución burguesa y que el proletariado se tiene que mantener como el leal aliado de la burguesía republicana en su lucha contra los restos feudales heredados de la monarquía.
Pero, en el Estado español de los años 30, como la Rusia zarista del 17, y en el resto de países de capitalismo tardío, la burguesía nacional es demasiado débil siquiera para hacer su propia revolución. Entre su deseo abstracto de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa (reparto de la tierra, separación estado-iglesia, régimen parlamentario…) y el temor al proletariado ya organizado en sindicatos y partidos políticos, se imponen sus intereses de clase. Al contrario que sus homólogos de las revoluciones burguesas clásicas, como la francesa, en la que la burguesía se puso a la cabeza de las clases oprimidas y se enfrentó a los terratenientes, la burguesía española se alía y se fusiona con la aristocracia en defensa de sus privilegios.
Asturias: un ejemplo de radicalización
La crisis en la minería se profundiza en los años 32 y 33. El SMA-UGT intenta evitar las huelgas hasta el último momento, apoyándose en las soluciones del Ministro de Trabajo, el socialista Largo Caballero. En estas fechas los despidos, cierres de pozos, reducción de jornal… se hacen habituales del paisaje de las cuencas mineras.
Frente la moderación de la UGT gana audiencia la postura mas a la ofensiva de comunistas y cenetistas integrados en el SUM (Sindicato Único de la Minería) y que se levantara como alternativa al SMA. Pero su política no está exenta de sectarismo, así, durante la convocatoria por parte del SUM de la huelga de junio del 31, son tiroteados trenes con afiliados a la UGT de camino a la bocamina; hay tiroteos entre grupos de afiliados de los dos sindicatos, etc… Este tipo de errores, y la posterior escisión encabezada por el PCE formando el SUMA (Sindicato Unitario de Mineros de Asturias), hizo que el SMA quedase como fuerza hegemónica en las cuencas mineras.
Pero, pese a toda la moderación pretendida por la dirección de la UGT, la ofensiva de la patronal les obliga convocar tres huelgas generales en la minería, en unidad de acción con los anarcosindicalistas de la CNT de La Felguera.
Es por estas fechas cuando se puede afirmar que Asturias es la región con mas jornadas laborales perdidas por huelgas del mundo, siendo el Estado español el número uno en este ranking, superado sólo por el Reino Unido en número total de horas.
En el año 33, el número de jornadas perdidas por huelga llega a los 14 millones. En este clima de conflictividad social el gobierno convoca elecciones anticipadas. Estas resultan un fracaso para el PSOE. Por un lado, una ley electoral que beneficia a los bloques y coaliciones (esta vez el PSOE iba en solitario), y por otro la desilusión de los trabajadores y, especialmente, los campesinos con la política defendida por el PSOE durante su mandato, provocan la victoria electoral de la derecha.
El PSOE pasa de 116 diputados a tan solo 61, los republicanos de Azaña de 113 a 13, y la derecha de 34 a 227, con los 115 de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Pese a esto, el resultado en numero de votos no fue muy dispar, lo que unido al ambiente entre los trabajadores, hicieron que la victoria de la derecha sea una victoria pírrica. Baste como prueba que la CEDA, pese a ser el partido con más representación parlamentaria, no entrará al gobierno. La CEDA con un programa de “Dios-patria-orden-familia y propiedad” representaba al sector de la burguesía más reaccionario; sus privilegios e influencia se basaban precisamente en el atraso, y su base social estaba en los terratenientes, caciques, curas… La CEDA se presentaba como enemiga declarada del socialismo y ferviente admiradora del fascismo alemán e italiano del que tomaba la puesta en escena. Su posible entrada en el gobierno era vista por los trabajadores como una amenaza directa.
Contexto internacional: antes Viena que Berlín
En los años treinta se produce una nueva oleada de revolución y contrarrevolución en todo el mundo. Los trabajadores siguen con atención los acontecimientos en Europa. El ascenso de los nazis al poder no los ha dejado indiferentes, pero lo que más impactará a la clase obrera serán los sucesos en Austria.
En la Alemania de los años 30, con un paro en torno al 40% de la población activa, un proletariado fuerte, organizado y con tradiciones revolucionarias muy recientes, a los capitalistas se les hace insoportable cualquier vestigio de poder obrero ya sea sindicatos, partidos políticos, ateneos, huelgas, manifestaciones… Necesitan atomizar al movimiento obrero y para ello recurren a la pequeña burguesía arruinada y al lumpemproletariado. Esto se vio en buena medida facilitado por la política sectaria y ultraizquierdista de la III Internacional, totalmente degenerada al servicio de la burocracia estalinista, que planteaba que el fascismo y la socialdemocracia eran dos caras de la misma moneda, imposibilitando ningún tipo de acuerdo entre comunistas y socialistas.
El caso austriaco es por el contrario bastante diferente. Después de la I Guerra Mundial y el desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro, el capitalismo colapsa y son los trabajadores los que tienen el poder en sus manos. Tan solo la dirección del PSDA evita que éstos tomen el poder, y en unos años la burguesía vuelve al gobierno de la mano de los socialcristianos. Pese a todo, los socialdemócratas son capaces de mantener la alcaldía de Viena: se construyen 64.000 viviendas sociales, escuelas; se implanta el subsidio de desempleo, las vacaciones pagadas… La polarización social va en aumento y en el año 33 la derecha cierra el Parlamento, gobernando durante más de un año por decreto. Ilegalizan al pequeño PC austriaco, a las milicias del PSDA… Los líderes del PSDA sólo saben recurrir a los tribunales de justicia, mientras la reacción comienza a organizar milicias fascistas integradas por pequeños propietarios campesinos y veteranos de guerra. La policía irrumpe en las sedes del PSDA, hasta que en la sede de Linz los militantes oponen resistencia. La noticia recorre toda Austria y se producen huelgas espontáneas, obligando a los lideres del PSDA a convocar una mal organizada huelga general. El enfrentamiento está servido. Después de cuatro días de lucha y de haber bombardeado los bastiones de la socialdemocracia con la artillería, con un saldo de 300 trabajadores muertos, miles de heridos, los líderes de la insurrección fusilados o camino a los campos de concentración, el fascismo sube al poder en Austria sobre los cadáveres de la clase obrera.
Los trabajadores asturianos se solidarizaron con sus compañeros austriacos y en febrero de 1934 se producen huelgas generales en la construcción, minería…, que ninguna organización revindica, bajo la consigna: “Antes Viena que Berlín”
El giro a la izquierda en el PSOE y las Alianzas Obreras
Después de las elecciones del 33, se enfrentan dentro del PSOE dos tendencias: por un lado una encabezada por Indalecio Prieto, que pretendía seguir profundizando la colaboración con los republicanos; y otra de izquierdas liderada por el ex ministro de Trabajo, Largo Caballero. Este, con su discurso cada vez mas radicalizado enlazaba con las aspiraciones de las bases del PSOE y en especial las de las Juventudes Socialista (JJSS) y la UGT. “En el mundo hay muchas repúblicas y en ellas hay asalariados, y hay explotadores, y hay capitalistas. Y la clase obrera consciente, la socialista, aspira a que esto desaparezca y eso no desaparece dentro de una república burguesa, por muy democrática que esta sea” (Largo Caballero en la escuela de verano de las JJSS del 33). El que mejor explica este proceso es uno de los teóricos de esta ala izquierdista del PSOE, Luis Araquistain en la revista Leviatán: “La tensión revolucionaria había llegado a tal extremo que si no estallaba, el proletariado de tendencia socialista hubiera roto con sus cuadros sindicales y se hubiera incorporado a los de carácter comunista o anarcosindicalista”.
Las Alianzas Obreras (AO) habían surgido en diciembre del 33 en Barcelona, promovidas por el BOC (Bloque Obrero y Campesino) y por la Izquierda Comunista, primeramente contra el paro obrero y después como organización contra el fascismo. Pero no será hasta la integración del PSOE cuando la idea se extienda al resto del Estado. Pese a sus carencias por ejemplo no se elegían los representantes en asambleas por talleres, minas, o tajos, sino que eran elegidos por cada una de las organizaciones integradas en la AO daban al movimiento una unidad de la que nunca había gozado. Todas las organizaciones estaban obligadas a asumir sus decisiones, manteniendo, por otro lado, plena libertad para publicar y distribuir su propaganda y prensa con sus posicionamientos. Tampoco se permitía ninguna colaboración con organizaciones burguesas. De hecho, la Unión Socialista Catalana fue expulsada por su colaboración con ERC en el gobierno de la Generalitat.
Pese al giro a la izquierda del ala encabezada por Largo Caballero, este sector del movimiento socialista todavía tenia tics burocráticos arrastrados de su pasado reciente. Por un lado pretenden controlar férreamente el desarrollo de las AO, siempre por arriba. Por otro rechazan implicar a las AO en las luchas cotidianas de los trabajadores, con el argumento de que no se pueden malgastar fuerzas en luchas parciales, a fin de reservar las fuerzas para una hipotética insurrección que habría de derrocar al capitalismo, concibiendo el movimiento obrero como un grifo que se pudiera abrir y cerrar a su antojo. Esto suponía un obstáculo para ganarse la confianza de las bases de la CNT y del PCE, cuyas direcciones también pugnaban por mantener sus propios intereses y que aún no participaban de las AO. Por otro lado, la derrota de la huelga campesina en el verano del 34 convocada por la UGT-FTT (Federación de Trabajadores de la Tierra), ante la negativa el sector caballerista a extender el movimiento a las ciudades provocaría la paralización del campo en el sur, cuando se produce la insurrección de octubre del 34.
Mientras, el PCE y la CNT mantenían sus posturas contrarias a las AO acusándolas de ser alianzas contrarrevolucionarias, negándoles cualquier capacidad para derrotar al fascismo. Dentro de la CNT había sectores que se daban cuenta de lo que esto suponía e intentaron luchar contra las tendencias sectarias de la FAI. Pero finalmente, la Regional Asturiana dela CNT fue la única que se enfrento y firmo una AO con la UGT y el PSOE. La AO asturiana se confiere con un carácter verdaderamente unitario, de masas y como instrumento de lucha por el derrocamiento del capitalismo: “Las organizaciones firmantes de este Pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España y llegar a la conquista del poder político y económico para la clase trabajadora, cuya concreción inmediata será la República Socialista Federal” (Manifiesto de constitución de la Alianza Obrera Asturiana)
La reacción en el poder
La burguesía, una vez retornada al poder, intenta reconquistar el terreno perdido. Así torpedean el Estatuto de Autonomía de Catalunya y el concierto económico con Euskadi. Intentaran restaurar el régimen latifundista del siglo XIX en el campo (de aquí la huelga campesina del verano del 34), aplastando a los ayuntamientos de izquierdas, que estaban defendiendo a los jornaleros frente a los terratenientes y caciques, y organiza una seria ofensiva contra la clase obrera.
No obstante, pese a estas “victorias” la reacción se siente débil para derrotar al movimiento obrero. Tal era la debilidad que se plantean un tercer gobierno para después del verano del 34. Esta vez con tres ministros de la CEDA. Es el pistoletazo de salida La experiencia del gobierno nazi en Alemania está reciente en la memoria de la clase. La respuesta de Largo Caballero será la de anunciar la insurrección para el mismo día en que se anuncie la entrada de la CEDA en el gobierno.
Las desilusiones en la república, las elecciones de noviembre y la posterior represión, hicieron de puente entre las reivindicaciones laborales y económicas a las políticas. Mientras que en los dos primeros años de la republica tan solo hay una huelga política, en los primeros nueve meses del 34 se contabilizan ocho huelgas generales políticas. La primera en solidaridad con los obreros austriacos, cinco en protesta por registros de locales y sedes de organizaciones obreras en busca de armas, huelga general en los Valles del Nalón y del Caudal en respuesta al ataque de la Guardia Civil a la manifestación de las JJSS, con el resultado de 6 muertos, y la más impresionante de todas: la convocada los días 8 y 9 de septiembre contra la concentración cedista en Covadonga. Todo estaba cerrado en la zona central de Asturias, el ferrocarril paralizado, piquetes armados patrullan las carreteras, líneas telefónicas cortadas… Esta huelga fue la puntilla para que el PCE pidiera la entrada en la AO pocos días antes de la insurrección. Así se completaba la unidad de todas las organizaciones en Asturias.
Octubre del 34 en el Estado Español
En Madrid, la huelga anunciada por Largo Caballero, que debía convertirse en una insurrección, se encuentra con la indecisión de los dirigentes del ala de derechas del PSOE. Los trabajadores habían recorrido las calles en busca de los lugares dónde se repartirían armas pero éstos no aparecen. Salvo tiroteos esporádicos de miembros de las JJSS con las fuerzas del orden no hay un plan para la toma del poder. Después de ocho días de huelga general en Madrid, los dirigentes del PSOE la desconvocan.
En Cataluña los dirigentes de la AO se limitaron a seguir la política del gobierno de ERC, que proclama el Estado Catalán y se atrinchera en el edificio de la Generalitat. La CNT fiel a si misma no se suma al movimiento declarando que es un movimiento político con fines poco claros.
En Euskadi se necesitaron 10 días para volver a la normalidad. En las zonas mineras y siderúrgicas los trabajadores tenían el control; tan solo la actitud de los dirigentes, calmando a los trabajadores, y conminándolos a volver a sus casas y esperar, impidieron que estos marcharan sobre Bilbao.
La Comuna asturiana
En la media noche del 4 al 5 de octubre llega la orden de la Huelga General Revolucionaria. Los enlaces recorren las cuencas mineras. En pocas horas comienza el asalto de los cuarteles de la Guardia Civil y de la de Asalto. Mientras, en Gijón (bastión de la CNT) y Oviedo (PSOE) los dirigentes dudan. En Gijón hay problemas con el armamento, pero las noticias procedentes de la cuenca despejan todas las dudas. Se lanzan a la toma de la ciudad con 70 escopetas y 30 cartuchos por persona.
En Oviedo la situación es parecida a la de Madrid, hasta la irrupción de las columnas mineras. La primera ofensiva sobre Oviedo es un éxito. Las tropas leales al gobierno quedaran rápidamente asediadas en sus cuarteles.
Con la caída de las fabricas de armas de Trubia y de La Vega se consiguen 20.000 fusiles, 27 cañones y cien ametralladoras. Prácticamente todo ello inútil, los obuses no tienen espoleta y no hay munición para los fusiles y ametralladoras. Se los han llevado en la retirada a los cuarteles ahora sitiados.
Mientras se atasca la ofensiva revolucionaria en Oviedo, comienzan a desembarcar tropas en el puerto de Gijón. Finalmente el día 10 caerá el Gijón Revolucionario sin munición ni ayuda exterior. El día 11 en Oviedo se intentan los asaltos a los cuarteles de Pelayo y Santa Clara.
En una región aislada e incomunicada, comienzan a sentirse los efectos de que se ha quedado sola. Son tres las columnas militares que arremeten contra Asturias: una procedente de Lugo, otra la que desembarcó en Gijón y otra enviada desde León, que será frenada en Campomanes por los revolucionarios hasta el final. Finalmente el “bombardeo” con paquetes del Abc, confirma la situación: Asturias se ha quedado sola. Se reúne el Comité Revolucionario integrado mayoritariamente por socialistas, y después de analizar la situación, se propone la retirada. Inmediatamente huyen, tratando de salir de Asturias y dejando sólo a un miembro del Comité para comunicar esta decisión a los jefes de grupo y ocuparse de la tarea de organizar la retirada.
Surge entonces un segundo Comité, votado a mano alzada, en asamblea por los jefes de grupo. Este comité estará formado por militantes del PCE y de las JJSS y su autoridad no superará los limites de la ciudad de Oviedo.
Ese mismo día también se constituye el tercer Comité, que se enfrenta a una contradicción: por un lado se va haciendo más claro el aislamiento de la lucha, pero por otro la clase obrera se siente fuerte. Lo tuvieron tan cerca, ¿por qué no seguir intentándolo? Incapaces de ninguna ofensiva, se desarrolla una resistencia suicida en Campomanes; contraataques en San Lázaro al lado de Oviedo los días 14, 15 y 16 y cerca de Grao el 15. Todavía milicias de la CNT de La Felguera detienen en el Berrón a una columna enviada desde Bilbao.
De todas formas para el día 17 la palabra rendición no tiene las connotaciones de días pasados. Ya son cinco las columnas militares en Asturias y, sobre todo, la ausencia de absoluta de municiones hacen que el rendirse no sea un tabú.
Después de negociar la rendición con el ejercito, los comités todavía organizaran la retirada, la huida a los montes, el ocultamiento de algunos fusiles. El día 19 cinco columnas militares avanzan sobre las cuencas mineras. Pese al acuerdo de que no tomarían más represalias que las tomadas por los tribunales de justicia, la burguesía comienza la represión sistemática, las detenciones, los robos, palizas, torturas, ejecuciones sin juicio… Más allá de la victoria, se trata de dar un escarmiento, una lección.
El aislamiento de la Asturias revolucionaria, responsabilidad, no de la clase obrera del resto del Estado, sino de la indecisión de su dirección (fundamentalmente el PSOE) y la postura criminal de los dirigentes de la CNT, que se negaron a convocar siquiera la huelga general entre los ferroviarios que traían a las tropas del gobierno, imposibilitó la victoria de Octubre. Pero la lucha no fue en vano y las lecciones de la Comuna Asturiana se convertirían en un factor importantísimo de cara a la posterior resistencia de la clase obrera española tras el alzamiento franquista del año 36, y en una inspiración para el movimiento obrero en general.
Para terminar, queremos hacer nuestras las palabras de Javier Bueno, director del periódico socialista Avance en Asturias, en los años 30: “Del Octubre asturiano todo el mundo habla muy bien como episodio heroico, pero hay elogios que suenan a exequias. De lo que se trata es de conservar bien viva la Revolución de Octubre”.