Goebbels decía que si una mentira se repetía mil veces se convertía en verdad. Así, la derecha a nivel mundial ha repetido miles de veces que el socialismo es un fracaso, pues incorrectamente piensan que pueden transformar falsedades en verdades si sus industrias de comunicación reproducen sus mentiras. Lamentablemente (para ellos), la verdad puede esconderse, pero tarde o temprano sale a la luz, o como dice el proverbio, “entre cielo y tierra no hay nada oculto”.
Latinoamérica es un ejemplo de lo anterior. Durante años se habían hecho cualquier cantidad de señalamientos contra gobiernos que, si bien NO transitaron el camino al socialismo expropiando a la burguesía y planificando la economía, sí se atrevieron a implementar algunas reformas en el marco del capitalismo. Se les calificaba con todo tipo de epítetos y se azuzaban los temores al comunismo, como si se estuviese aún en medio de la Guerra Fría. Para la derecha, estas tímidas reformas eran insoportables, se debía volver a la senda del «libre mercado», del “neoliberalismo”, para poder poner rumbo al desarrollo, pero ¿qué fue lo que sucedió?
Macri es sin duda uno de los mejores ejemplos del fracaso de este tipo de promesas. El que fuese vendido como un hombre de negocios capacitado para reducir la inflación y llevar a la Argentina a convertirse en una potencia, después de haber despedido a miles de trabajadores del sector público -y facilitado otros tantos miles de despidos en el sector privado- y de haber vendido su alma y la de su país al Fondo Monetario Internacional, demostró su rotundo fracaso y es echado de la presidencia por la vía electoral, eso sí, no sin antes haber permitido una de las mayores fugas de capitales en la historia de su país, llenando los bolsillos (y cuentas en el exterior) de sus socios.
Haití, Ecuador, Chile y Colombia, son también ejemplos del fracaso del capitalismo. Después de varios meses de protestas, si algo tienen en común estos países es el ser gobernados por personajes sin ningún tipo de escrúpulos a la hora de reprimir las protestas en su contra. En Haití, la corrupción fue el detonante; en Ecuador, lo fue un paquetazo del FMI; mientras que, en Chile, el aumento del pasaje del metro fue la gota que rebasó el vaso ya colmado de injusticias y desigualdad. ¿Qué ha fracasado el socialismo? Hasta donde sepamos Chile era un Oasis para los capitalistas, ejemplo de estabilidad económica y política, hasta que las masas entraron en acción y convirtieron una plaza en símbolo de la resistencia de los oprimidos renombrándola “plaza de la dignidad”.
En Bolivia, la derecha que no había podido triunfar por la vía electoral, y al margen de cualquier forma legal, se hacen con el poder por la vía del golpe de Estado siendo apoyados por los militares y financiados por el imperialismo norteamericano. Lo que ha acontecido desde entonces, demuestra que si no se acaba con el Estado Burgués y no se le quita a la burguesía los medios de los que dispone, tarde o temprano los costos serán mayores y se pagará con la vida del pueblo. Las masacres en Bolivia, ejecutadas por el ejército y las bandas armadas de la derecha contra los indios[1] y pobres deben servir de lección: La derecha NO es democrática, no son adversarios, son enemigos.
Si analizamos estos casos, daremos con otras verdades. La primera es que para la derecha la democracia sólo existe cuando satisface sus intereses. Ganar una elección es para los derechistas solo una formalidad cuando el régimen burgués y sus intereses no están en juego. Sin embargo, cuando están sobre la mesa sus privilegios, se puede prescindir de la democracia y para ello cuentan con sus aliados del ejército. A Evo lo renunciaron los militares, que son quienes sostienen a gobiernos mucho menos populares en la región, ¿o es que acaso, si hoy si hicieran elecciones en Chile o Ecuador, Piñera o Moreno podrían siquiera obtener un resultado similar al de Evo Morales? Incluso el más recalcitrante derechista, si es objetivo, debe reconocer que, de no ser por la fuerza, habríamos tenido unos cuantos cambios de gobierno en estos últimos dos meses.
La derecha venezolana no es diferente
La derecha venezolana no es diferente a sus hermanos de la región, cuando no han podido imponerse por los votos han intentado golpes de Estado, y cuando no tienen el apoyo de las fuerzas armadas, entonces piden una intervención norteamericana. Esto ha venido siendo ya un ciclo, la derecha se unifica alrededor de algún mesías que promete una salida rápida, se tornan violentos, fracasan, se frustran y señalan mutuamente, se dividen, pierden elecciones y, cuando parece que han dejado de existir, encuentran a otro candidato a redentor que crucificarán antes del año.
Si evaluamos este año, podemos ver los momentos vividos. El mesías en este caso fue Guaidó, quien sin duda concentró un inmenso apoyo político y en recursos del imperialismo y sus lacayos de la región, éste incluso llegó a juramentarse a sí mismo como presidente (al igual que Carmona “El Breve”) prometiendo una ruta de tres fáciles y cómodos pasos para “salir del rrregimen de Maduro”: «cede la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres», o lo que hoy se conoce como “el mantra”. La violencia no podía faltar, aunque quizá de menor intensidad, teniendo en cuanta que nadie iba a arriesgar su vida en la calle si eso podían hacerlo los Marines, por lo que se intentó con la ayuda de guarimberos y desertores desestabilizar la frontera en febrero y dar un golpe en abril desde el distribuidor Altamira.
En este momento, y tras el fracaso sufrido, la derecha se encuentra en su fase de frustración y señalamientos mutuos. Como se dice popularmente “han prendido el ventilador” y a cada quien le cae lo suyo, su cuota de corrupción y de achaques, lo que ha dejado momentos memorables. Guaidó hace poco ha destituido a su “embajador” en Colombia porque este pensaba “derrocarlo”, en realidad, Calderón Berti lo que ha hecho es revelar un informe sobre la corrupción entre las filas del “gobierno” de Guaidó.
Al parecer, el anuncio de un posible golpe contra Guaidó ha encendido las alarmas entre los demás autoproclamados, pues en esta misma línea, Miguel Ángel Martín, “presidente” del “TSJ en el exilio”, alertaba que a través de las redes sociales se intentaba instalar una nueva junta directiva a la que señalaba de “espuria”. Todo esto que puede parecer un chiste, es el enredo en el que la oposición se ha metido a punta de autoproclamaciones.
Volviendo sobre el asunto de la corrupción, Guaidó a señalado que ha tomado “medidas”, tales como separar de los cargos a los diputados señalados, reestructurar la comisión de contraloría de la AN y abrir procesos de investigación. Al parecer los escándalos ya no se podían ocultar, y es que el propio presidente de la comisión de Contraloría y copartidario de Guaidó, Freddy Superlano, es uno de los principales involucrados en el “guiso”, el mismo ya había sido señalado hace meses de gastarse el dinero de la ayuda humanitaria en prostitutas y drogas, habiendo fallecido su propio primo en una de estas jornadas.
Todo esto ha sido solo la punta del iceberg, pues los que son señalados y caen están arrastrando consigo a todo el que pueden. Es una verdadera lucha a puñaladas entre hampones, lo que deja en evidencia lo podrida que está esa oposición que se hace ver como casta y pura. Estos, que ni siquiera han llegado al poder, ya están haciendo fortunas entregando los activos de la nación a cambio de unas migajas para comprar sexo y drogas.
La otra derecha
No se puede hablar de corrupción en Venezuela sin señalar también la corrupción del gobierno. Éstos al igual que la oposición también han iniciado “procesos” para “castigar” este flagelo. Sin embargo, en la administración de Maduro, las investigaciones de corrupción han sido usadas más como una herramienta para combatir a los disidentes y mantener la unidad que para enjuiciar verdaderamente a los corruptos. Al parecer, el principal requisito para ser investigado no es haber echado mano al erario nacional, sino el haber “traicionado”. Así, personajes como Rafael Isea o Rafael Ramírez (y un buen número de gerentes en PDVSA) son considerados corruptos y puestos en fuga, más que por haber robado, por ser incómodos al poder. Mientras, la otra cara de la moneda nos la muestran los corruptos “leales”, esos que siguen desangrando al país desde los ministerios y empresas del Estado.
Por otro lado, el gobierno de Maduro no se ha caracterizado sólo por la evidente corrupción, sino que además sería la envidia de los gobiernos derechistas de la región, ya que ha aplicado un ajuste económico para descargar la crisis sobre los hombros de los trabajadores sin haber generado situaciones insurreccionales como las de Chile o Ecuador. Este ajuste, ha comprendido una política de contención salarial (que ha facilitado la reducción del Estado por la vía de las renuncias masivas), el aniquilamiento de las prestaciones sociales por la combinación de hiperinflación y reconversión monetaria, y el desconocimiento de las contrataciones colectivas por la aplicación del inconstitucional memorándum 2792.
Recientemente, Maduro ha señalado que le parece una “bendición” la dolarización de facto en el país, es decir, que existan dos Venezuelas: una para los que tienen ingresos en dólares, y otra para quienes deben resolver con el salario que promulga Maduro cada vez que éste ha perdido su valor y se hace incluso insostenible para el ya mal funcionamiento del Estado. También, ha anunciado que se ha iniciado un proceso para la cogestión de empresas del Estado, lo que no hace sino seguir la vía de la privatización y la traición que hemos denunciado antes.
El gobierno de Maduro, es el vivo ejemplo de que un gobierno que se hace ver como de izquierda es la mejor herramienta con la que cuentan los capitalistas para implementar sus ajustes. Así, vemos que de un gobierno reformista que se llegó a plantear el socialismo, hemos pasado a un gobierno que más bien aplica contrarreformas y para el cual las palabras socialismo y revolución solo sirven con fines propagandísticos.
Todo esto nos demuestra que la derecha no es opción, que el capitalismo ha fracasado y que, si queremos retomar la vía extraviada de la democracia radical, recuperar nuestras conquistas y avanzar hacia el socialismo, deberemos construir una organización capaz de disputar el poder. Debemos organizarnos para derrotar el ajuste que se nos ha venido imponiendo, este debe ser el primer paso para luego avanzar hacia la construcción de un gobierno obrero que, con un programa de emergencia, logre descargar la crisis de los hombros de los trabajadores y hacer pagar la misma a sus verdaderos causantes, los burócratas y burgueses que hoy se señalan mutuamente de corruptos.
El capitalismo no sólo ha
fracasado en la región, en todo el mundo se respiran vientos de revolución,
pero también de reacción. Si no queremos volver al obscurantismo que prometen
los derechistas más radicales, debemos hacer nuestro trabajo hoy, construir las
fuerzas del marxismo y hacer que la revolución deje de ser una utopía y se
convierta en realidad.
[1] En Venezuela se ha extendido a partir de la revolución el uso término de indígena o pueblos originarios, sin embargo, en el caso boliviano usamos el término con el que éstos se han identificados así mismos con orgullo. Otro ejemplo en el que esto ocurre es en el caso de los afrodescendientes que se definen orgullosamente como “negros” y defienden la negritud no como un epíteto despectivo sino como símbolo de resistencia y rebeldía.