Este mes se cumplen cuarenta años del lanzamiento de Militant. Su posterior evolución no tiene paralelo en la historia de los grupos de izquierda en Gran Bretaña o internacionalmente. De un minúsculo grupo sin recursos, se convirtió en la tendencia t Este mes se cumplen cuarenta años del lanzamiento de Militant. Su posterior evolución no tiene paralelo en la historia de los grupos de izquierda en Gran Bretaña o internacionalmente. De un minúsculo grupo sin recursos, se convirtió en la tendencia trotskista más importante de Gran Bretaña desde la fundación de la Oposición de Izquierdas de Trotsky.
En su punto álgido, a finales de los años ochenta, Militant era un nombre conocido por todo el mundo. Todos conocían la existencia de la Tendencia Militant, no sólo en Gran Bretaña sino también internacionalmente. Controlaba las Juventudes Socialistas del Partido Laborista, tenía una gran influencia dentro del Partido Laborista y en los sindicatos, con más de cincuenta concejales, tres parlamentarios, un compañero en le Ejecutiva Nacional del partido, además de un miembro en el Consejo General de la TUC. Dirigimos el Ayuntamiento de Liverpool en la batalla contra el gobierno tory y también la fuerte campaña multimillonaria contra el Poll-tax, que finalmente acabó con el gobierno Thatcher.
Fueron conquistas extraordinarias pero que comenzaron con un grupo muy pequeño. En 1988 la tendencia tenía más de 8.000 militantes, sedes regionales y nacionales, así como 200 liberados -más que el Partido Laborista-. El periodista de investigación Michael Crick describió a Militant como el quinto partido político más grande de Gran Bretaña. Esto no estaba muy alejado de la realidad.
Como consecuencia de nuestro éxito, provocamos la feroz oposición de la clase dominante y sus agentes de derechas dentro del movimiento laborista, que realizaron la mayor caza de brujas contra los seguidores del marxismo desde los años veinte. La creciente influencia de Militant en el Partido Laborista fue considerada por los estrategas del Capital como el mayor peligro para el sistema capitalista.
La clase dominante ignoró (y aún ignora) a los grupos sectarios disidentes situados en los márgenes del movimiento obrero, pero a éstos pueden ignorarlos. Al final, sin embargo, Militant fue destruida desde dentro, como resultado de las perspectivas y políticas equivocadas adoptadas por una parte de la dirección. Es imperativo aprender las lecciones de todo esto porque el que no aprende de la historia siempre estará condenado a repetirla.
Comienzos modestos
Militant tuvo unos comienzos extremadamente modestos. Comenzó como un mensual con unas cuantas libras en el banco, una máquina de escribir, una oficina compartida y sin liberados. Pero teníamos algo más importante que dinero y recursos materiales. Teníamos ideas, perspectivas y políticas, aplicamos unos métodos correctos y estábamos enraizados firmemente en las organizaciones de masas de la clase obrera. Esto estuvo garantizado sobre todo por Ted Grant, el fundador e inspirador de Militant y el arquitecto de todos sus éxitos.
El periódico se creó como iniciativa de Ted Grant, junto con Jimmy Deane, Arthur Deane y un pequeño grupo de seguidores que habían defendido las ideas del marxismo durante los oscuros años cincuenta. Estos compañeros contaban con un largo pedigrí dentro del movimiento trotskista. Ted fue el fundador y principal teórico de la Workers International League (WIL) y después del Partido Comunista Revolucionario. Después de la ruptura del PCR en 1949 un pequeño grupo entró en el Partido Laborista y publicó una revista llamada International Socialist y más tarde Socialist Fight, ambas editadas por Ted.
La principal tarea de estos años fue defender el programa, la teoría, las tradiciones y los métodos del genuino marxismo o trotskismo, contra el oportunismo y el ultraizquierdismo. La Socialist Labour League de Gerry Healy, un grupo ultraizquierdista, se había escindido del Partido Laborista en 1959, declarando su intención de construir un partido revolucionario de masas. Sin embargo, en 1960, la dirección laborista, dándose cuenta de la necesidad de ganar a la juventud en las elecciones, creó las Juventudes Socialistas. Healy, viendo una oportunidad, envió un grupo significativo de sus fuerzas a las Juventudes Socialistas para controlarlas.
Las acciones de los ultraizquierdistas demostraron ser un desastre absoluto. La mayoría de Healy en las Juventudes Socialistas inmediatamente buscaron una colisión frontal con la dirección laborista, provocando la prohibición en 1961 de su periódico Keep Left y una serie de expulsiones. Sin perspectiva ni comprensión de cómo trabajar dentro del Partido Laborista, los healyistas emprendieron un ultraizquierdismo salvaje combinado con el gamberrismo, buscando provocar a la menor oportunidad el enfrentamiento y la expulsión. Por supuesto que estas acciones sirvieron de pretexto a la burocracia de Transport House y lanzaron sobre las narices de los trabajadores laboristas el tufo del “trotskismo”. [Nota: Transport House era donde se encontraba la sede nacional del Partido Laborista en aquella época].
Se suspendieron las reuniones del comité nacional de las Juventudes Socialistas. De los 11 miembros del comité nacional, los seguidores de Socialist Fight sólo tenían a uno. Peter McCallum de Swansea, que junto con los de Merseyside, Bringhton y Londres, eran los únicos apoyos nacionales que tenía Ted Grant. En este momento el número de los seguidores de Ted en Gran Bretaña era aproximadamente de 40 o 60 compañeros, muchos menos que sus principales competidores políticos, el SLL de Healy o el grupo de Tony Cliff, los Socialistas Internacionalistas (SWP), que defendían la teoría del capitalismo de estado en Rusia.
Si hay que decir la verdad estos años constituyeron el punto más bajo en la suerte de la tendencia de Grant. El grupo no tenía dinero, ni aparato, ni centro, ni liberados o periódico. Lo único que tenía la tendencia eran las ideas y los métodos del marxismo. Sin embargo, este siempre es el factor decisivo, como ha demostrado toda la historia, tanto antes como después.
El lanzamiento de Militant
Fue esta desoladora situación la que llevó a tomar la decisión en el verano de 1964 de no volver a publicar Socialist Fight, sino lanzar un nuevo periódico dirigido a las juventudes laboristas. En una pequeña reunión del comité de la tendencia en Londres, en abril de 1964, se decidió “autorizar a Ted Grant a negociar las premisas con el ILP”. Un mes más tarde estábamos “calculando los costes” e intentando conseguir un local de alquiler. Con probable elección de un gobierno laborista los planes eran agruparse lentamente para el lanzamiento de un nuevo periódico en el otoño. Todo lo que necesitábamos era dinero, que recogíamos poco a poco hasta que tuvimos suficiente para publicar el primer número.
Como ocurre siempre en cualquier nueva aventura, ésta provocó un debate vivo sobre el nombre del nuevo periódico. La elección estaba limitada por los otros competidores. Finalmente se eligió el nombre de Militant, añadiendo la frase: “Por el movimiento obrero y la juventud”, la fecha de lanzamiento era octubre de 1964.
El primer número era un mensual en blanco y negro de ocho páginas, pero rápidamente quedó reducido a cuatro páginas debido a los problemas económicos. En el primer número lanzábamos una campaña para conseguir 500 libras de Fondo de Lucha, en el primer año sólo conseguimos 150 libras. “Echar a los tories, pero el laborismo debe aplicar una política socialista”, ésta era la consigna de la portada que caracterizaría el tono de Militant en estos años. La primera editorial decía lo siguiente:
“La tarea es llevar el mensaje del marxismo a las filas del movimiento obrero y a sus jóvenes. Hay espacio para todas las tendencias en el movimiento obrero incluida la izquierda revolucionaria. Sobre todo, la tarea es reunir a los elementos más conscientes del movimiento obrero para explicar pacientemente la necesidad de esta política sobre la base de la experiencia y los acontecimientos. Militant se esforzará para reunir seriamente los datos y argumentos que sirvan de munición para esta lucha y para rearmar al movimiento obrero. Sobriamente esperamos presentar un análisis marxista, ya sea en las luchas industriales, en las crisis de vivienda o en la crisis del Congo, por dar algunos ejemplos aleatorios, sugiriendo soluciones en interés de la clase obrera. Lo más importante es que deseamos decir la verdad a la clase obrera, frente a las mentiras y las exageraciones de la clase capitalista y las medias verdades de la burocracia laborista”.
Desgraciadamente, poco después, por presiones personales, financieras y laborales, Jimmy Deane tuvo que irse al extranjero. A pesar de su larga ausencia, Jimmy siguió siendo un compañero comprometido y amigo íntimo de Ted, y seguidor de Socialist Appeal hasta su muerte hace dos años.
La marcha de Jimmy hizo necesario traer a alguien de las provincias para que ayudara con el periódico y fortaleciera el aspecto organizativo del trabajo. Este papel lo cumplió Peter Taaffe, que en ese momento era un joven prometedor de Birkenhead, llegó a Londres en el verano de 1965 para convertirse en liberado.
Taaffe trabajó enérgicamente junto a Ted Grant durante casi treinta y cinco años y, con sus considerables cualidades organizativas, sin duda jugó un papel significativo en la construcción de la tendencia. Pero aunque formalmente era el editor del periódico, la línea política siempre recayó sobre Ted, que políticamente superaba a todos los demás.
Nunca se cuestionó quien era el líder político de Militant. El propio Peter Taaffe en enero de 1988 escribía: “Ted Grant, […] en ese momento era -y siguen siendo- el principal líder y teórico del trotskismo en Gran Bretaña”. (El subrayado es mío). No podía haber escrito otra cosa. Nadie que estuviera activo en Militant dudó de que Ted era nuestro dirigente y teórico más excepcional. Sin embargo, sólo tres años después, Taaffe comenzó a adoptar un tono bastante diferente.
A parte de insistir en el papel central de la teoría y formación de cuadros, Ted garantizó que la orientación del periódico estuviera firmemente dirigida hacia las organizaciones de masas, particularmente hacia el Partido Laborista y los sindicatos. Insistía en que debíamos evitar el estridente ultraizquierdismo de las sectas y defendía el punto de vista marxista de una manera sobria, insistiendo firmemente en los “hechos, las cifras y los argumentos”. Sin hacer ninguna concesión de principios, el periódico expresaba las ideas del marxismo con un lenguaje que pudiera ser comprendido por los militantes del Partido Laborista, sindicalistas y jóvenes. En palabras de Lenin, nuestra consigna era “explicar pacientemente” las ideas y tareas fundamentales a las que se enfrentaba el movimiento obrero.
Los ultraizquierdistas y el laborismo
Militant se opuso al aventurerismo de los healystas que destruyó las Juventudes Socialistas oficiales. En 1965 la burocracia cerró definitivamente la conferencia de las Juventudes Socialistas, mientras que los healystas se llevaron todo lo que pudieron del Partido Laborista con el objetivo de crear unas Juventudes Socialistas independientes. Estas payasadas ultraizquierdistas destruyeron la organización juvenil del laborismo que cayó en manos del ala de derechas y la burocracia.
La burocracia laborista después reorganizó la organización juvenil, despojada de sus derechos y cambió su nombre por el de Juventudes Socialistas del Partido Laborista (YLPS). En aquella época el gobierno Wilson estaba aplicando una política de derechas provocando un gran malestar entre los trabajadores, la base del partido y los sindicatos. Algunos grupos de mineros hablaban abiertamente de la desafiliación, era una situación bastante similar a la actual.
En unos pocos años los otros grupos de izquierda -como el grupo de Cliff (ahora SWP) y la minúscula secta mandelista, el IMG- abandonaron el Partido Laborista en lo que era una clara muestra de impaciencia ultraizquierdista y emprendieron la tarea de crear partidos revolucionarios de “masas” en las nubes. Fuimos el único grupo que nos mantuvimos firmes. A pesar de las dificultades teníamos la perspectiva de que las cosas cambiarían y que se desarrollaría la izquierda dentro del partido.
Por supuesto, las sectas nos acusaron de capitular ante el reformismo, de esperar los acontecimientos y otras cosas por el estilo. Pero no sólo les ignoramos sino que continuamos con el trabajo. Respondimos por anticipado a sus estupideces. En agosto de 1966 Ted escribió una obra llamada Una contribución sobre el ultraizquierdismo donde podemos leer lo siguiente:
“Para ellas [las sectas] es suficiente con lanzar ultimátum a la clase obrera, los sindicatos, el Partido Laborista, las Juventudes Socialistas… dan a la clase obrera las órdenes para ponerse en marcha. Y cuando los trabajadores y los militantes pasan de ellos, se “desquician”, denunciando a todos aquellos que luchan, prácticamente, por un programa revolucionario consistente y una política basada en los principios de Lenin, como los centristas, esquiroles y ‘pablistas’.
La experiencia ha enseñado a los compañeros británicos que aquellos que hoy gritan más alto sobre las traiciones, las entregas, las falsificaciones de izquierdas, etc., son precisamente aquellos ‘revolucionarios’ que en lo más hondo de las profundidades eran entristas. Los ‘anti-pablistas’ de hoy eran en realidad los más histéricos de los ‘pablistas’ de ayer. Aquellos que en el pasado se negaron a criticar a Nye Bevan porque eso ‘alteraría nuestras relaciones con Tribune’ son las mismas personas que ahora denuncian a Tribune como el principal enemigo, y reservan su fuego principal, no -¡ Dios me libre!- para el enemigo capitalista, los tories o incluso los dirigentes del ala de derechas laborista, sino para los ‘falsificadores de izquierdas’ y por supuesto, los ‘pablistas’
Marx dijo que la historia se repite al principio como una tragedia y después como una farsa. El Tercer Período de Healy con su teoría de la ‘traición permanente’ es absolutamente ajeno, no sólo al marxismo y al trotskismo, sino también al movimiento obrero.
Se ha dicho mucho sobre la supuesta tendencia al ‘marxismo contemplativo’, ‘esperar los acontecimientos’ etc., La tarea a la que se enfrentan hoy los marxistas ciertamente no es esperar a la historia, ni siquiera para esa cuestión de la historia ‘violada’, en la práctica, es prepararse para la historia, para los grandes acontecimientos históricos. De nuevo, no por la propaganda abstracta, ni dentro ni fuera del Partido Laborista y los sindicatos, sino por la participación consciente en las luchas que quedan por delante.
Las verdaderas perspectivas del movimiento de masas, como se ha explicado, es el crecimiento inevitable de un ala de izquierdas. El deber de nuestro movimiento es participar y prepararse para estos acontecimientos con la crítica positiva, no sólo de los dirigentes del ala de derechas, sino, por supuesto, de la incapacidad y las traiciones inevitables, no sólo del ala de derechas antes mencionada, sino de los ‘izquierdistas’ (por ejemplo, Tribune, Cousins, etc.,). Pero mientras se prepara a los cuadros explicándoles esta perspectiva, es necesario comprender que las masas en las primeras etapas se moverán hacia el reformismo de izquierdas confuso y el centrismo. Participando plenamente en este movimiento de ruptura con los reformistas de derechas, nuestra tendencia será capaz de llegar a los oídos, no sólo de los militantes, sino también de los miles de militantes de trabajadores que están girando a la izquierda”.
El Grupo de Sussex
Una de las áreas claves para Militant era Brighton, que rápidamente se convirtió en la más fuerte después de Londres y Merseyside. El grupo de Sussex fue creado por Alan Woods, que se había unido a Militant en Swansea en 1960 y se había ido a estudiar a la universidad de Sussex en octubre de 1963. Ganó a Bob Edwards y Roger Silverman y fue capaz de establecer rápidamente a su alrededor un grupo de estudiantes y a partir de ahí Militant se extendió a la misma ciudad.
Alan pronto fue elegido para la dirección nacional, donde jugó un papel clave hasta que fue enviado a España en 1976 para construir Militant en unas condiciones difíciles de clandestinidad. No hay absolutamente ninguna duda sobre el papel clave que jugaron los compañeros de Brighton en aquella época. Su trabajo realmente sirvió para sostener la tendencia en estos difíciles años y se convirtió en un ejemplo para el resto del país.
Un año antes del lanzamiento de Militant ya estaban editando un periódico marxista quincenal, Perspectives, así como la revista trimestral de la Sociedad Socialista, Spark, que durante un tiempo sirvió de revista teórica nacional de Militant y otras publicaciones, incluidos panfletos importantes como Perspectivas Mundiales, Contra la corriente, La teoría marxista del estado y otros más.
Un informe del Comité de Redacción de mayo de 1965 dice lo siguiente: “Brighton jugó un gran papel tanto económica como políticamente en el período pasado”. Alan consiguió formar a una capa de estudiantes y trabajadores que en el siguiente período se convertirían en dirigentes de Militant. No menos importantes fueron los logros conseguidos en la Unión de Juventudes Comunistas, en 1966 toda la militancia activa estaba a nuestro alrededor y más tarde se unió a Militant Jim Brookshaw, el antiguo presidente nacional de la UJC.
El éxito de Sussex nos permitió extender la influencia de Militant a otras zonas. “Los compañeros de Brighton han regresado a sus diferentes zonas hasta el final de las vacaciones, aunque varios compañeros se quedarán en la zona y continuarán las reuniones de los grupos”, esto es lo que decía un informe estatal de julio de 1966. “Se espera que el próximo año dos compañeros trabajen en Notts y otros se vayan a zonas del país donde no tenemos nada hasta la fecha. No es la idea de ‘exportar la revolución’, sino que es una forma de entrar en contacto con nuevos elementos… Su trabajo en el Fondo de Imprenta tendrá un ritmo más ajustado para todos los demás grupos”.
El trabajo en Sussex abrió la puerta para nuestro trabajo estudiantil a escala nacional, pero también jugó un papel clave en el trabajo en el Partido Laborista. El comité del PL de Brighton Kemptown se convirtió en un feudo debido a este trabajo, presentando regularmente resoluciones marxistas en la Conferencia Anual del Laborismo y enviando a Ray Apps como delegado. Finalmente, un seguidor de Militant, Rod Fitch, fue elegido como candidato parlamentario aunque no consiguió el escaño.
Previsión y sorpresa
Trotsky dijo que la teoría es la superioridad de la teoría sobre la sorpresa. Los grupos ultraizquierdistas que abandonaron el Partido Laborista no tenían teoría ni perspectiva, y por consiguiente se quedaron con la boca abierta cuando la situación cambió, algo que nosotros sabíamos que sucedería.
Frente a eso la situación parecía desoladora. Nuestro principal terreno de trabajo era la juventud y las cosas iban un poco mal. Después del caos provocado por los ultraizquierdistas en 1965, la organización de las Juventudes Socialistas cayó de forma dramática. Desde entonces los miembros del Comité Nacional de las Juventudes Socialistas fueron nombrados por los comités ejecutivos regionales del partido. Las discusiones se restringían a cuestiones juveniles.
En la conferencia nacional se presentó una resolución que decía lo siguiente: “esta conferencia declara su solidaridad con todos los luchadores por la libertad vietnamitas menores de 25 años”. Naturalmente ¡no fue aprobada! El contacto entre los grupos de las Juventudes Socialistas se bloquearon y eliminaron las Federaciones de Área. Sin embargo, teníamos la perspectiva de que las cosas cambiarían y lo hicieron.
En 1968 el Comité Simpson recomendó reactivar ciertos derechos de las Juventudes Socialistas. Una año después, con el comité juvenil de la Ejecutiva Nacional presidido por la representante del ala de izquierdas Joan Lestor, a las Juventudes Socialistas se les permitió publicar un periódico, Left, tener sus propios comités regionales y nacionales y un puesto en la Ejecutiva Estatal. En las elecciones al comité nacional los seguidores de Militant consiguieron la aplastante mayoría. El presidente de las Juventudes Socialistas, Peter Doyle, que sigue activo con nosotros hoy en día, fue el primer miembro de Militant elegido para la Ejecutiva Estatal del Partido Laborista.
El fin de semana del 19, 20 de abril de 1969 en un pub del sur de Londres se celebró una conferencia de Militant a la que asistieron 41 delegados. Se discutieron las perspectivas para Gran Bretaña y mundiales, y se aprobaron nuevos objetivos organizativos: 1) Nuevos locales y una imprenta en seis meses; 2) dos liberados más y un periódico quincenal en seis meses. Esto significaría doblar la plantilla de liberados, aunque todavía era un aparato muy pobre. La conferencia terminó después enviando saludos y un apoyo a los “marxistas revolucionarios de todo el mundo”.
Todo este trabajo paciente comenzó a dar resultados. Lentamente pero seguro, las fuerzas de Militant fueron construyéndose. Con la mayoría en la dirección de las Juventudes Socialistas (LPYS) en 1970, el camino estaba abierto para construir de una forma sistemática la organización juvenil. Esto coincidió con la elección del nuevo gobierno tory con Ted Heath a la cabeza, esto provocó una radicalización de masas dentro de la clase obrera no vista desde 1926.
A pesar del programa de nuestra conferencia de 1969, los locales y la imprenta no se consiguieron hasta 1970-71. Sin embargo, se dio un inmenso paso adelante. En 1970 adquirimos un viejo edificio tambaleante en Bethnal Green, estaba destruido y se renovó con el trabajo voluntario procedente de todas las zonas del país. Los compañeros tuvieron incluso que cavar nuevos cimientos. En 1971 compramos una vieja imprenta, una máquina fotográfica y una máquina para revelar planchas, que fueron instaladas en la parte trasera del edificio, desde ahí el Militant quincenal apareció con la cabecera en rojo en septiembre de ese año.
En aquella época teníamos 217 seguidores en todo el país. El progreso era rápido y durante los cinco siguientes meses conseguimos lanzar el Militant semanal (con cuatro páginas), coincidiendo con la huelga minera de 1972. En septiembre teníamos ya un periódico con ocho páginas y nuestros seguidores ascendían a 354. Orientamos las Juventudes Socialistas hacia las batallas industriales de masas que se estaban desarrollando en ese momento, comenzando con la ocupación de los Astilleros de Upper Clyde.
La transformación de los sindicatos
Como siempre ocurre en Gran Bretaña, la transformación del movimiento obrero empezó en los sindicatos. Debemos añadir que muchos ultraizquierdistas negaron la posibilidad de un cambio en sindicatos como el TGWU o el Sindicato General de Caldereros y Trabajadores Municipales, e incluso apoyaban la división de los sindicatos para formar sindicatos de “izquierda”, como en el caso de los estibadores de Liverpool y Pilkington Glass. Pero siempre los acontecimientos demostraron que estaban equivocados.
El giro a la izquierda en los sindicatos fue seguido de un giro a la izquierda en el Partido Laborista. Tony Benn, que durante el gobierno Wilson había estado en la derecha del partido, ahora se presentaba como el líder de la izquierda. Esto no era casualidad sino que partía de las presiones objetivas que estaba provocando el proceso.
Podemos añadir que nuestro compañero en la CEN jugó un papel importante en el giro de la izquierda. Bajo nuestra influencia en 1973 la CNE del partido incluyó en el programa la nacionalización de los 25 principales monopolios. Por supuesto, es necesario entender las limitaciones de las resoluciones, pero ciertamente era un síntoma tanto de un giro profundo a la izquierda como del crecimiento de nuestra influencia en el Partido Laborista.
Los primeros signos de recuperación se pudieron ver en la juventud. La organización juvenil del partido Laborista había estado mucho tiempo en reflujo. Ahora todo eso cambió. Las Juventudes Socialistas y Militant comenzaron a crecer durante estos años. Este rápido progreso no fue una casualidad, fue el resultado de años y décadas de trabajo paciente, un programa, perspectivas y métodos correctos. La asistencia a las conferencias de las Juventudes Socialistas, que a finales de los años sesenta era de unos 200, alcanzó la cifra de 1.000. Las reuniones de Militant también comenzaron a atraer a una audiencia importante.
Siempre mantuvimos una línea firmemente internacionalista. Cuando el gobierno laborista ordenó el envío de tropas a Irlanda del Norte en agosto de 1969, Militant -junto con el Partido Laborista de Derry- se opuso a esta medida, aunque en aquella época prácticamente toda la izquierda, incluido el grupo de Cliff (SWP) y el PC, apoyaban el envío de tropas a Irlanda del Norte.
En el congreso laborista de octubre, los compañeros de Bristol SE y Brighton Kemptown, Ray Apps y Brian Meckingham, presentaron nuestra Resolución de Urgencia nº 2 que decía lo siguiente: “afirma su apoyo a aquellos sectores del movimiento obrero irlandés, particularmente al Partido Laborista de Derry, que ha intentado unir a los trabajadores católicos y protestantes contra el enemigo común, la clase capitalista, ya sea orangista o verde, y pide a los sindicatos de Irlanda que contengan el terror sectario con la organización de comités de defensa conjuntos en los que participen tanto los trabajadores católicos como los protestantes”.
Bajo nuestra dirección, las Juventudes Socialistas emprendieron la lucha contra el desempleo, el racismo y en favor de la solidaridad internacional. Se hicieron campañas sobre Irlanda, Chile, España y otras cuestiones. La Campaña en Defensa de las Juventudes Socialistas Españolas tuvo un gran éxito, despertando la solidaridad con el trabajo clandestino contra el general Franco. Alan Woods fue elegido para dirigir este trabajo que le llevó a España junto con su primera esposa Pam y sus dos pequeñas hijas a principios de 1976.
La segunda huelga nacional minera a principios de 1974 consiguió por primera vez derribar al gobierno. Nuestros compañeros, utilizando especialmente la bandera de las Juventudes Socialistas, jugaron un papel importante en la elección del nuevo gobierno laborista. En particular ayudamos a garantizar la elección de Tony Benn en Bristol, cuando los militantes de las juventudes socialistas organizamos grandes caravanas que recorrían el distrito electoral. Recuerdo que llevamos dos autobuses de mineros de Gales del Sur. Ese era el alcance de la influencia que habíamos conquistado.
Contrarreformas
Enfrentado a una revuelta de masas en el plano industrial, el gobierno tory de Edward Heath colapsó en 1974 y fue sustituido por un nuevo gobierno laborista. Bajo el impacto de la crisis mundial el gobierno Wilson giró de las reformas a las contrarreformas. Los dirigentes sindicales estaban de acuerdo en la política salarial que estaba comenzando a socavar los niveles de vida. En 1977, con la primera huelga de bomberos, el embalse comenzó a rebasar. La oposición a la contención salarial salió a la superficie dentro de los sindicatos y el Partido Laborista. Wilson estaba desmoralizado y dimitió, entregando la dirección a Jim Callaghan.
Millones de trabajadores mal pagados empezaron a afiliarse a los sindicatos y emprendieron una lucha feroz para conseguir aumentos salariales. ¡Ya no podían esperar más! De esta manera comenzó el Invierno del Descontento y el fallecimiento del gobierno Callaghan. En 1978 Terry Duffy, un compañero del PLC Wavertree de Liverpool, consiguió presentar una resolución en el congreso del Partido Laborista que se oponía a la contención salarial del gobierno. Ese fue el final de la política de ingresos.
La crisis del gobierno Wilson/Callaghan de 1974-79 permitió a Militant conectar, como nunca antes lo había hecho, con una amplia capa de trabajadores radicalizados. En 1975 estábamos en situación de conseguir un nuevo local industrial en Mentmore Terrace, en Hackney. En 1976 nuestros seguidores habían alcanzado el número de 1.000. La influencia de Militant continuaba en aumento. El tamaño del periódico pasó a un semanal de 16 páginas.
Pero llegados a este punto nuestros éxitos comenzaron a llamar la atención. Las campanas de alarma comenzaron a sonar, no sólo en los oídos de la burocracia laborista, sino también en la clase dominante. Los estrategas del Capital estaban alarmados por el giro a la izquierda del Partido Laborista y nos veían como el catalizador de este proceso. Por primera vez el trotskismo en Gran Bretaña se había convertido en un factor serio en los cálculos del estado.
En 1976 comenzó una caza de brujas contra nosotros con una “fotografía” en The Observer. Este periódico utilizó material reunido por Reg Underhill, el organizador nacional del partido para demostrar una “conspiración” e instigar una purga contra los marxistas. Un año después, con el nombramiento de organizador nacional juvenil del presidente de las Juventudes Socialistas, Andy Bevan, en la prensa se armó un gran cisco relacionado con Militant. La no elección del parlamentario laborista de Newham, Reg Prentice, que más tarde se unió a los tories, añadió combustible a las llamas de la caza de brujas contra Militant.
Sin embargo, la caza de brujas fracasó en sus objetivos. En realidad, fue contraproducente. Cuando más publicidad aparecía en la prensa sobre Militant, más apoyo despertaba entre los jóvenes y los sindicalistas. En las elecciones generales de 1979 teníamos al menos unos 1.500 seguidores activos en Gran Bretaña y éramos muy conocidos en el movimiento obrero, donde nuestra periferia real era mucho más grande y crecía con el tiempo.
La clase dominante alarmada
La derrota de Callaghan y la victoria de Margaret Thathcer creó una conmoción en el movimiento. Eso empujó al Partido Laborista más a la izquierda. Bajo la dirección de Tony Benn y Eric Heffer, el reformismo de izquierdas se convirtió en la tendencia dominante en el Partido Laborista. Incluso en el grupo parlamentario laborista el ala de derechas estaba en retroceso. Denis Healey, el candidato del ala de derechas, ¡sólo consiguió derrotar a Tony Benn por menos de un uno por ciento! En estas condiciones Militant creció a pasos agigantados, superando la barrera de los 2.500.
La clase dominante ahora estaba profundamente alarmada. No podía tolerar un Partido Laborista controlado por la izquierda y menos aún por los marxistas. Organizaron la escisión de un sector importante de los dirigentes del ala de derechas para formar el PSD (Partido Socialdemócrata), un intento de asestar una puñalada trapera al partido. Pero esto les salió mal. La escisión del PDS demostró ser suficiente para mantener al laborismo fuera del gobierno, pero no impidió el giro a la izquierda del partido. Deshacerse de los elementos más corruptos del partido sólo sirvió para intensificar aún más el giro a la izquierda.
Todas las fuerzas del orden se unieron para aplastar a la izquierda, comenzando con la tendencia Militant. Reconocieron nuestro papel en el giro a la izquierda de los dirigentes reformistas y comenzaron su ofensiva contra la izquierda con un furioso ataque contra Militant. La prensa capitalista también fue presa de este frenesí: “¡Los marxistas revolucionarios intentan tomar el control del Partido Laborista!”
Un día sí y otro no lanzaban una catarata de mentiras contra el “cáncer de Militant”, exigiendo que fueran expulsados junto a los seguidores de la izquierda laborista dirigida por Tony Benn. Como suplemento contra la caza de brujas pública contra Militant, posteriormente se supo públicamente que el MI5 infiltró a treinta agentes dentro de nuestras filas para combatir la “subversión marxista”. Aquí estaba la verdadera conspiración contra el laborismo, no era una conspiración de la izquierda o de Militant, sino del estado burgués y sus criaturas dentro del Partido Laborista, conspirando para apoderarse de él y convertirlo en una herramienta obediente de las grandes empresas.
La contraofensiva capitalista dio en la columna vertebral del ala de derechas del Partido Laborista y los sindicatos. El Informe Underhill fue reiteradamente bloqueado por la mayoría de izquierdas en la CEN desde que se planteó por primera vez en noviembre d 1975. Sin embargo, cuando Michael Foot se convirtió en el dirigente del partido y la CEN giró a la derecha en 1981, todo el engranaje para la purga se puso en movimiento.
Bajo la implacable presión de los medios de comunicación burgueses, el ala de derechas exigió acción en el Informe Underhill y la expulsión de Militant. A pesar de todas las resoluciones de protesta que llegaron a la CEN, la “izquierda blanda” capituló y se acordó hacer una estrecha “investigación” sobre la tendencia por 10 votos a 9. El informe Haywood-Hughes, como fue conocido, fue aprobado en 1982 por el congreso laborista y creó un registro de “grupos aceptables”, del que estaba específicamente excluido Militant.
La lucha contra la caza de brujas
Siempre ha habido marxistas en el Partido Laborista, incluso desde su creación. Por lo tanto, el intento de expulsar a los marxistas en realidad era un ataque contra la democracia interna del partido. La clase capitalista quería reafirmar su control sobre el Partido Laborista atacando a la izquierda e instalando sus propios agentes de confianza en la dirección laborista. A lo que realmente ponían objeciones era a que Militant tuviera tanto éxito y que hubiera derrotado consistentemente al ala de derechas. Por eso nos atacaron tan violentamente.
El argumento de que estábamos organizados era sólo una cortina de humo, porque el ala de derechas siempre estuvo organizada como un partido dentro del partido. Eso era cierto en el caso del PSD antes de que se escindiera y traicionara al Partido Laborista, y sigue siendo cierto hoy en día con la camarilla blairista que ha secuestrado el Partido Laborista con el apoyo entusiasta de los mismos periódicos capitalistas que atacaron tan violentamente a Militant.
Naturalmente nosotros nos defendimos contra estos ataques. Para derrotar al ala de derechas, que tenía detrás no sólo el poderoso aparato del Partido Laborista, sino también los vastos recursos del estado capitalista, ¡era absolutamente necesario organizarse! Organizamos una exitosa conferencia contra la caza de brujas en el movimiento laborista en el Centro de Conferencias de Wembley al que asistieron 2.000 delegados. En Manchester, Liverpool, Newcastle y Glasgow organizamos reuniones con mil o más personas.
El apoyo a Militant se disparó, en 1982 teníamos casi 3.500 seguidores. Nuestra lucha cada vez llamaba más la atención dentro del Partido Laborista y nuestra defensa de una política socialista en interés de la clase obrera. A pesar de que la gran mayoría de la base se oponía a las expulsiones, la CEN consiguió expulsar a los cinco miembros del comité de redacción de Militant en febrero de 1983, en víspera de las elecciones parciales de Bermondsey.
Ellos creían que cortando la cabeza destruirían todo el cuerpo. Pero eso no era verdad. En aquella época Militant tenía miles de seguidores activos y decenas de miles de simpatizantes. Para expulsarnos del partido tendrían que haber destruido de arriba a abajo las organizaciones del partido en todo el país e infligir un daño terrible, desmoralizando a los activistas del partido y haciendo imposible una victoria laborista a largo plazo. Esto es lo que realmente ocurrió.
La derrota de Michael Foot en las elecciones generales de 1983 y la elección de Kinnock como líder laborista marcaron el giro a la derecha de la dirección. La caza de brujas continuó con la dirección de Kinnock. El nuevo dirigente laborista estaba totalmente obsesionado con la lucha contra Militant, algo que realizaba con un celo fanático, incluso aunque eso causase un gran daño al partido. Esta loco advenedizo seguía servilmente el consejo de la prensa tory que constantemente le azuzaba. El resultado fue una desmoralización de la base y el laborismo fue incapaz de derrotar a los tories.
A pesar de todo, las elecciones generales tuvieron como resultado la elección de dos seguidores de Militant, Terry Fields y Dave Nellist, por primera vez Militant tenía voz en el parlamento. Desgraciadamente, Pat Wall no consiguió ganar las elecciones en Bradford North ya que el PSD dividió el voto. Esto fue rectificado en las elecciones generales de 1987 cuando finalmente resultó elegido. Por primera vez en la historia había parlamentarios trotskistas en la Cámara de los Comunes. Una vez más se confirmó que nuestra postura era la correcta.
El Ayuntamiento de Liverpool
El mismo año Militant saltó a las portadas nacionales por su papel en la dirección del Ayuntamiento de Liverpool. En mayo de 1983 varios seguidores de Militant fueron elegido concejales laboristas. En las victoriosas elecciones municipales el laborismo arrancó doce concejalías a los liberales, una al PSD y su voto aumentó un 40 por ciento. El líder liberal Sir Trevor Jones se lamentaba de la siguiente manera: “Estoy desencantado con la ciudad. Muchos miembros de Militant han resultado elegidos”.
El éxito de Militant en Liverpool, como todas nuestras conquistas, no cayó de las nubes. Fue el resultado de décadas de trabajo paciente en el Partido Laborista, realizado por Jimmy Deane y la familia Deane, Tommy Birchall, Pat Wall y otros, sobre cuyos hombros descansaba aquella generación. Lucharon contra la maquinaria Braddock que gobernaba Liverpool con mano de hierro, confiaban en que los acontecimientos transformarían la situación, como finalmente ocurrió. Walton CLP, en particular, fue durante décadas la roca firma de Militant. Incluso eligió a Ted Grant como candidato parlamentario a mediados de los años cincuenta. Eric Heffer finalmente ganó el escaño para el laborismo en 1964.
Un seguidor de Militant, Derek Hatton, fue elegido vicepresidente del ayuntamiento. Con una mayoría de tres y una situación financiera calamitosa, el laborismo de Liverpool se enfrentó a una severa elección: o hacía recortes o luchaba. Aceptar el presupuesto tory-liberal significaría abandonar su programa de crear 1.000 nuevos empleos, reducir los alquileres a 2 libras semanales, aumentar el salario mínimo e introducir la jornada laboral de 35 horas para los trabajadores municipales.
Por supuesto decidimos luchar. Se organizó una gran campaña de mítines, actos públicos, manifestaciones y huelgas, la campaña consiguió el apoyo para la postura defendida por el ayuntamiento y que no era otra que resistir y luchar contra las restricciones económicas de los tories. Finalmente el ayuntamiento ajustó el déficit presupuestario y exigió que el gobierno tory se hiciese cargo de la diferencia.
A pesar de la ambivalencia y oposición de la dirección laborista estatal, la clase obrera de Liverpool estaba decidida a luchar. Esto se reflejó en las elecciones municipales de mayo de 1984 cuando el laborismo consiguió diecisiete concejales. Finalmente, el ayuntamiento dirigido por Militant consiguió arrancar concesiones importantes a los tories que les permitieron llevar a cabo su programa.
“Hoy en Liverpool se ha reivindicado la militancia municipal”, esto es lo que decía The Times (11/7/1984), “… un político provinciano de tercera fila, un autoproclamado revolucionario… El gobierno ha hecho un regalo a Derek Hatton… Hatton y sus colegas amenazaron por supuesto con la acción disruptiva. La recompensa es la abrogación de los objetivos económicos que otras cuatrocientas autoridades locales han dicho que son inmutables… todo para sobornar a Militant”.
Los compañeros de Militant dirigieron la lucha para defender a los trabajadores de Liverpool durante los tres años siguientes, hasta que finalmente fueron destituidos por jueces no elegidos. Hasta ese momento ganaron todas las elecciones a las que se presentaron. En el congreso del Partido Laborista de 1985 Kinnock lanzó un ataque vitriólico contra Militant y el Ayuntamiento de Liverpool, iniciando una purga contra todos los seguidores de Militant. En noviembre el Distrito de Liverpool del Partido Laborista fue suspendido. “Les quiero fuera del Partido Laborista”, gruñó Kinnock.
Los compañeros de Liverpool, con el apoyo de Militant en todo el país, dirigieron una tremenda lucha, pero al final no pudieron ganar al enfrentarse a la hostilidad combinada del gobierno Thatcher, la prensa tory, la burocracia sindical y, sobre todo, los dirigentes laboristas del ala de derechas y Kinnock que estaban decididos a derrotarles y lanzarles a los leones.
Los autodenominados “de izquierdas” como el “rojo” Ken Livingstone y Blunkett también jugaron un papel pernicioso. A pesar de todos sus gestos y discursos demagógicos, dejaron a Liverpool en la estacada, aislado y por lo tanto condenado a la derrota. Finalmente Kinnock los pasó por la navaja. Dieciséis compañeros de Liverpool, incluido Hatton, fueron acusados en marzo de 1986 de “estar comprometidos con una acción perjudicial para el partido” y fueron expulsados del Partido Laborista ante un tribunal irregular.
A pesar de esto, no nos dimos por vencidos. Contábamos con unas enormes simpatías y apoyo en la base laborista. Al mismo tiempo que Kinnock expulsaba a los compañeros de Liverpool, organizamos un rally para celebrar nuestro 21º aniversario en el Royal Albert Hall al que asistieron 5.000 personas, consiguiendo 27.000 libras para el fondo de lucha de Militant.
Éxitos en los sindicatos y la juventud
La primera vez que me encontré con Ted Grant fue en julio de 1966, en la conferencia de verano de las Juventudes Socialistas en Swansea, y poco después me uní a Militant a la edad de catorce años. A principios de los años setenta fui elegido para el Comité Nacional de las Juventudes Socialistas y después entré en la dirección de Militant. Trabajé en Gales occidental como liberado hasta finales de 1982 cuando empecé a trabajar en el centro nacional.
A finales de 1983 me convertí en el organizador nacional de Militant y fui el responsable -como responsable del departamento de organización- de coordinar nuestra respuesta a la caza de brujas y la construcción de Militant en diferentes terrenos. Para entonces contábamos con unos 200 trabajadores liberados en el centro y en las distintas zonas. Era una organización muy grande que aumentaba cada vez más. Lejos de declinar, Militant avanzó mucho en aquella época. Fuimos capaces de comprar una gran fábrica en Hepscott Road, en el East End londinense, donde trabajaban al menos cien personas.
Durante una parte de la lucha en Liverpool (durante un año), Gran Bretaña estuvo sacudida por las huelgas mineras. Militant pudo enviar a varios compañeros a los pozos mineros para ayudar en la huelga. Como resultado de este trabajo nuestra autoridad aumentó enormemente entre los huelguistas y unos 500 mineros se unieron a Militant, aunque inevitablemente con la derrota y los cierres muchos se quedaron por el camino. Sabíamos, dada nuestra importancia, que éramos estrechamente vigilados por los servicios secretos e hicimos planes para el caso en que la sede estatal sufriera una redada, la imprenta clausurada y los compañeros detenidos.
Nuestro trabajo en el frente industrial crecía en paralelo con los éxitos en el terreno juvenil. Ocho o nueve compañeros trabajaban en el departamento industrial coordinando nuestra intervención en diferentes sindicatos. Teníamos literalmente cien delegados sindicales en distintas industrias, aunque nuestra zona más fuerte de apoyo era el sindicato de funcionarios, el CPSA. Para extender nuestra influencia promovimos el Broad Left Organizing Committee (BLOC) y a principios de 1984 nos convertimos en la fuerza de izquierdas más grande de los sindicatos. En esta época organizamos una exitosa conferencia sindical nacional a la que asistieron unos 2.500 representantes de centros de trabajo procedentes de docenas de distintos sindicatos.
Este período también coincidió con la exitosa construcción de las Juventudes Socialistas, que también acaparó nuestras energías junto con la huelga minera y la lucha de Liverpool. En 1985 el número de grupos de las Juventudes Socialistas había subido hasta los 573, entre 10.000 y 15.000 militantes, el número más grande desde su fundación en 1960. La primera persona negra que se sentó en la Ejecutiva Estatal del partido fue Linda Douglas, de las Juventudes Socialistas. A pesar de las quejas de nuestros oponentes acusándonos de no tratar seriamente la cuestión de la mujer, simplemente porque rechazábamos el feminismo pequeño burgués, la mayoría de los miembros del comité estatal de las Juventudes Socialistas eran mujeres. Con una dirección marxista el trabajo juvenil estaba consiguiendo un éxito asombroso.
Esa fue la razón por la que los dirigentes laboristas de derechas, encabezados por Kinnock, decidieron destruir a toda costa la organización juvenil. Tom Sawyer (ahora Lord Sawyer), representante del Comité Juvenil en la Ejecutiva Estatal presentó una propuesta para reducir la edad de militancia de los 26 a los 21 años de edad, con esa medida la militancia inmediatamente se redujo un tercio e impedía que muchos jóvenes sindicalistas pudieran tener una influencia efectiva en la organización juvenil. Clausuraron el periódico juvenil y el congreso de la organización juvenil (a la que asistían regularmente 2.000 jóvenes) quedó reducido a una conferencia con un sistema electoral amañado. Supuso retroceder al período de 1965-69. Militant reaccionó con flexibilidad y creó la Campaña por los Derechos de los Jóvenes Sindicalistas como una forma de burlar las medidas de la burocracia. Por ejemplo, en abril de 1985, con esta campaña conseguimos hacer una huelga de estudiantes en la que participaron 300.000 jóvenes.
Como resultado de la caza de brujas contra Militant, la cobertura en la televisión y periódicos llegó a un punto de saturación. Cada noche tenía que hacer fotocopias con todas las noticias que aparecían que se apilaban en cajas. Para capitalizar todo esto organizamos reuniones en todo el país contra los ataques, consiguiendo muchos nuevos seguidores en este proceso. En 1987 la lista de seguidores de Militant superaba los 8.000.
¿Estaban exageradas estas listas? Todo lo que puedo decir es que en ese año más de 7.000 personas asistieron a nuestro mitin en el Alexandra Palace de Londres, con una retransmisión en directo para poder escuchar al nieto de Trotsky, Esteban Volkov, desde México. Este fue el último mitin estatal antes de la escisión que destruyó Militant.
A pesar de la caza de brujas, en la que expulsaron a unas 220 personas del partido y una capa fue suspendida de militancia, las filas de Militant permanecieron prácticamente intactas y enraizadas en el Partido Laborista. Por supuesto que esperábamos la caza de brujas ¿podría ser de otra manera? La cuestión era no perder la cabeza. Desgraciadamente, hubo un sector de la dirección que si lo hizo.
El Poll Tax
La victoria de los tories en 1987 trajo nuevos desafíos. Thatcher había prometido introducir un impuesto comunitario o Poll tax, que fue universalmente conocido y odiado. El plan era introducir el primer año el Poll Tax en Escocia, después seguirían Inglaterra y Gales. En el momento que pagasen los escoceses también lo harían los demás.
En una seria de reuniones estatales celebradas poco después de las elecciones, Ted Grant esbozó las perspectivas a las que se enfrentaría Militant y por primera vez planteó la idea de una campaña de masas para no pagar “como en Glasgow en la huelga de alquileres de 1915” y pronosticó revueltas sociales. Desde ese momento Militant inició los preparativos para desafiar al gobierno tory.
Cuando la población se enteró de lo que tendrían que pagar se empezó a acumular furia en todas las zonas de Escocia. Comenzamos un trabajo de masas para organizar reuniones y después creamos Comités Anti-Poll Tax formados por representantes locales. En un año un millón de personas en Escocia se negaron a pagar el impuesto. Tommy Sheridan, que fue nuestro candidato para encabezar la campaña, se convirtió en el presidente de la Federación Anti-Poll Tax Escocesa.
Mientras tanto, los dirigentes laboristas se daban prisa para desmarcarse de la situación. “La campaña de masas de no pagar esta siendo dirigida por seguidores de la tendencia Militant en gran medida debido al vacío político dejado por la dirección del partido”, esto es lo que aparecía en Scotland on Sunday. “El sustancial apoyo a las peticiones de no pagar se sabe que es más que irritante para los dirigentes del laborismo”. (2/7/1989).
A mi me pusieron a cargo, como responsable del departamento de organización de Militant HQ, de coordinar la campaña en todo el país. Militant publicó dos documentos sobre el Poll Tax escritos por mí y de los que se vendieron miles de ejemplares. El primero analizaba las lecciones de la campaña en Escocia y el segundo, publicado más tarde, trataba la lucha que se estaba desarrollando en Inglaterra y Gales.
El día de la aplicación del Poll Tax en Inglaterra y Gales, la Federación Anti-Poll Tax de toda Gran Bretaña dirigida por Militant, organizó una manifestación de 250.000 personas en Londres y otra de 50.000 en Glasgow. Como era habitual, Kinnock repudió a 31 parlamentarios laboristas que se negaron a pagar el Poll Tax. A finales de 1990 unos 18 millones de personas se negaron a pagar el impuesto y Thatcher, desacreditada, tuvo que dimitir y el impuesto desapareció.
Los problemas internos
A pesar de estos enormes éxitos se empezaban a desarrollar serios problemas dentro de Militant. Nuestro trabajo de masas en el Poll Tax supuso una colosal presión sobre los compañeros, especialmente en las provincias, y la carga, que iba en aumento, caía cada vez sobre menos hombros. Empezábamos a ser víctimas de las limitaciones de la política de “un único tema” y el trabajo cada vez estaba más desequilibrado. Esto tuvo consecuencias muy negativas.
En aquel momento había muchas frustraciones. Por ejemplo, en una reunión estatal de representantes regionales celebradas en septiembre de 1990 se encendieron las luces de alarma porque Militant estaba atascado en la lucha del Poll Tax y no había tiempo para nada más. Se dijo que nuestros liberados se habían convertido en liberados anti-Poll Tax y que nuestros compañeros estaban sustituyendo a la clase obrera. El departamento de organización cada vez era más un departamento anti-Poll Tax y estaba sobre estirado y en peligro de destrozar Militant.
En realidad nos habíamos encajonado. Las presiones venían de todas partes. Militant parecía estar continuamente en pie de guerra, saltando de una acción a otra, de un tribunal a otro, de una confrontación con la policía a otra. El problema es que nuestros éxitos en la campaña del Poll Tax a algunos compañeros se les subieron a la cabeza. Por utilizar una frase de Stalin, estaban “mareados por el éxito”.
Esto fue especialmente el caso en Escocia y Liverpool, dos zonas que estaban directamente bajo el control de Peter Taaffe. Había un sentimiento de frustración e impaciencia. En el fondo era un reflejo de un bajo nivel político, de una ausencia de perspectivas y una falta de sentido de la proporción. Lo que hacía falta era explicar a los compañeros las limitaciones de la campaña del Poll Tax y la necesidad de elaborar una perspectiva de cómo desarrollar Militant, no sólo hoy, sino también mañana y pasado mañana.
Desgraciadamente, no se hizo ningún intento de formar a los compañeros en este espíritu. En su lugar, el ambiente de impaciencia se alimentaba sistemáticamente y se reforzaba desde el centro estatal. A los jóvenes e inexpertos liberados se les alentaba para que presionaran a los compañeros para conseguir resultados inmediatos. Como resultado de esto muchos compañeros veteranos se quemaron y abandonaron. Esto a su vez llevó a la dilución política de Militant y a un nuevo declive del nivel político.
El capital político de Militant fue desperdiciado por la búsqueda de logros ilusorios a corto plazo. Si los liberados no podían cumplir los ambiciosos objetivos exigidos por el centro, se inventaban resultados falsos que eran aprobados por el centro. Cada vez era mayor el abismo entre la teoría y la práctica. Estábamos corriendo demasiado rápido para poder parar. También cada vez había más sustitucionismo, los liberados sustituían a los compañeros de la base, que a su vez sustituían a la clase. Una cosa llevó a otra, provocando una espiral descendente. Pero el grupo dirigente no prestaba atención esto.
El grupo que estaba alrededor de Peter Taaffe había perdido todo el sentido de la proporción. Taaffe en aquella época estaba obsesionado con su propia importancia. ¡Incluso en privado reveló que el destino de la revolución británica descansaba sólo sobre sus hombros! La arrogancia del círculo dirigente se transmitía a la base a través de los liberados, que carecían de la formación política necesaria que sí tenía la vieja capa. Esta se alejó cada vez más de otros sectores de la izquierda y de los trabajadores laboristas normales. Pero esto no preocupaba al grupo de Peter Taaffe. Imaginaban en serio que podrían encontrar alguna forma de bordear al Partido Laborista. Que todo lo podrían hacer por sí mismos.
Había un gran problema para Taaffe: la colosal autoridad moral y política de Ted Grant. Éste fue el cemento que había mantenido unido a Militant en las circunstancias más adversas. Era Ted quien elaboraba las perspectivas y nunca toleraría aventuras, acrobacias o el ultraizquierdismo. Políticamente hablando, Taaffe no llegaba a la suela de los pies de Ted y él lo sabía. Siembre estuvo ensombrecido por la autoridad política de Ted y esto continuamente le dolía.
Peter sin duda era un hombre capacitado, pero sus habilidades eran meramente organizativas y de carácter agitativo. Nunca fue un teórico. Pero era muy ambicioso y se creía un “genio” que no estaba adecuadamente reconocido. Incapaz de superar a Ted en un debate político abierto, maniobró para aislarle dentro de la dirección. En esta tarea contó con la animación del grupo de los “sí señor” que se habían reunido a su alrededor. Los últimos debían su ascenso a él y constantemente azuzándole para marginar a Ted.
Militant, que en el pasado se había sentido orgullosa de su fuerte base política, ahora estaba atrapada en una espiral de activismo constante. No había tiempo para respirar y menos aún para formar a los compañeros con los fundamentos del marxismo. Estábamos construidos sobre unas bases insanas. Todo el edificio estaba descompensado en su parte superior. Esto tuvo consecuencias muy serias.
Ted y Alan Woods intentaron abordar el problema del bajo nivel político y la ausencia de cuadros. Ted continuaba advirtiendo de la ausencia de formación política de los compañeros más nuevos, pero no se le hizo caso. La realidad era que el grupo de Peter Taaffe no estaba interesado en la teoría, en el mejor de los casos la consideraban un estorbo innecesario, como en el mejor de los cuentos de navidad. Trataron a Ted con un absoluto desprecio, aunque no se atrevieron a atacarle en público.
El otro problema que tenían era Alan Woods que apoyaba firmemente a Ted y que contaba con todo su apoyo, y especialmente con apoyo internacional. Inmediatamente después de su regreso de España, Alan recuperó la moribunda revista teórica Militant International Review (MIR). Esta era muy popular entre la base y los liberados que sentían la necesidad acuciante de la teoría. Pero la revista no contaba con el apoyo de la dirección que la consideraban un derroche de recursos. En ningún momento se discutió el MIR en el comité dirigente.
Finalmente Taaffe consiguió quitar a Alan de la revista alegando que estaba “demasiado ocupado” con el trabajo internacional. Esto no tenía sentido. A pesar de los muchos compromisos internacionales de Alan, estaba dirigiendo la revista muy bien. Empezó a salir regularmente cuando antes no lo hacía y era muy popular entre los compañeros. Pero Taaffe no podía tolerar esto. Quería que cada uno de los aspectos del trabajo estuviera bajo el control de personas de su confianza, independientemente de sus capacidades personales o políticas, o su ausencia de ellas.
El “giro escocés”
La impaciencia en la política revolucionaria juega un papel pernicioso. Algunas personas, especialmente en Liverpool y Glasgow, buscaban atajos hacia el éxito. En abril de 1991 convencieron a Taaffe para lanzar el “nuevo giro” en Escocia, supuestamente para combatir el nacionalismo escocés y recoger los frutos de la campaña contra el Poll tax. La dirección lo vendió como un “rodeo temporal”, nada fuera de lo normal. Por supuesto que no tenía nada que ver con eso, como los acontecimientos posteriores demostraron.
Las tensiones dentro de la dirección durante todo un período largo se fueron acumulando. De repente estallaron a principios de 1991 por un incidente secundario. Se produjo una violenta discusión sobre los intentos de Taaffe de promover a sus seguidores de una forma descarada. Ted Grant y Alan Woods le acusaron de organizar una camarilla, algo que era verdad y evidente para cualquiera que estuviera trabajando en el local estatal. Esto provocó un serio deterioro de las relaciones dentro de la dirección.
Pronto fue evidente que el grupo de Taaffe lleva mucho tiempo preparando esto. Inmediatamente movilizaron todo el aparato de liberados para aplastar a la “oposición desleal”. Instituyeron una especie de juramento de lealtad para aislar a los críticos, que tuvieron que soportar una presión extrema. Organizaron reuniones, no por el bien del debate, sino para denunciar a Ted y Alan. Nadie hablaba al puñado de seguidores de la oposición que había en el centro, ni siquiera les daban los buenos días, se introdujeron todo tipo de pequeñas medidas, incluso hasta el punto de registrar las bolsas de las personas que abandonaban el edificio.
Cuando vi lo que estaba ocurriendo me quedé conmocionado. Estos métodos no tienen nada que ver con las limpias tradiciones democráticas de Militant, de las que todos estábamos orgullosos. A mi me sometieron a todo tipo de presiones que fracasaron. Taaffe incluso sugirió que me tomara unas “largas vacaciones”. Pero era realmente imposible aprobar lo que se estaba haciendo en nombre de Militant. Había que presentar resistencia, aunque estuviéramos en minoría, y por supuesto lo hicimos.
La aventura de Walton
Poco después los acontecimientos emprendieron un nuevo giro. Con la muerte de Eric Heffer, un seguidor de Militant, se manipuló a Leslie Mahmood para que entrara en la contienda. El grupo de Taaffe sugirió presentar en Walton un candidato independiente. En una reunión estatal celebrada en Liverpool, con Alan fuera, sólo Ted y yo hablamos, y votamos en contra de esa decisión. Taaffe y sus seguidores presentaron el “giro de Walton” como un atajo. Ted lo describió como un “atajo sobre un acantalido”. Más tarde los acontecimientos demostraron que tenía razón.
En aquella época había muchas dudas, especialmente entre los compañeros más experimentados. Pero no había vuelta atrás. El grupo dirigente se había embarcado en una aventura ultraizquierdista que tenía una lógica propia. Irresponsablemente decidieron sacrificar a nuestros parlamentarios y deliberadamente provocaron su expulsión. Durante la campaña de Walton, cuando Dave Nellist preguntó si debía apoyar al candidato laborista oficial en Walton, como todos los parlamentarios laboristas tienen que hacer o si no se enfrentan a la expulsión, le dijo a Taaffe: “¡bajo ninguna circunstancia!” Estas pocas palabras del secretario general sellaron su destino.
El grupo dirigente en Hepscott Road inició una campaña que despertó falsas esperanzas en nuestras perspectivas de éxito. Se enviaron compañeros a Walton procedentes de otras zonas de Gran Bretaña e incluso del extranjero. Pero a pesar de todos los alardeos salvajes e informes exagerados, Leslie Mahmood quedó la tercera con sólo 2.613 votos, frente a los 21.317 que consiguieron los laboristas. El episodio de Walton fue una completa farsa. Pero esto no podía admitirse porque la dirección tenía que ser infalible. Por lo tanto, en la primera página de Militant aparecía un rotulo catalogando este desastroso resultado como “¡2.613 votos por el socialismo!”
Por supuesto todos pueden cometer un error. Ese no es el problema en la medida que se reconozca honestamente el error, para no repetirlo y aprender de las lecciones. Ese siempre fue el método de Lenin y Trotsky, fue el que Ted siempre nos enseñó. Para una dirección marxista seria admitir un error es sólo parte del proceso de aprendizaje. Pero para una dirección que carece de la autoridad moral y política necesaria, no puede admitir los errores. En este tipo de organizaciones los dirigentes nunca pueden admitir los errores porque para ellos eso significaría socavar su prestigio. Consecuentemente, repiten el mismo error una y otra vez. Después deja de ser un error para convertirse en una tendencia.
La derrota en Walton provocó consternación en las filas por que se les había hecho creer que podríamos ganar el escaño. En un intento desesperado de elevar la moral de la base, la dirección declaró que lo blanco era negro y que la derrota era una victoria. De una manera impávida anunciaron: “¡Este éxito hay que repetirlo en otras zonas del país!”
El episodio de Walton fue un mal error, pero no necesariamente una catástrofe. Se podría haber corregido. Pero Taaffe y su grupo no podían hacer esto. La consideración predominante en toda esto fue el prestigio de la dirección. Todo lo demás estaba subordinado. Negándose a admitir un error, convirtieron la derrota en una derrota vergonzosa que acabó en la destrucción de Militant y el trabajo de cuatro décadas.
El efecto inmediato de la aventura en Walton fue proporcionar una munición impagable al ala de derechas laborista, que naturalmente intensificó la caza de brujas. Las principales víctimas fueron los dos parlamentarios, Dave Nellist y Terry Fields (desgraciadamente para entonces Pat Wall había muerto). Aplicando su política irresponsable, la dirección había puesto en bandeja deliberadamente las cabezas de estos dos compañeros y el ala de derechas no tuvo ningún principio a la hora de asegurar uno de sus principios objetivos:
Como escribió George Drower: “Tomando como base las fotografías, y otras pruebas verificables de militantes laboristas haciendo campaña por Mahmood en las elecciones, el Comité de Organización de la CEN ordenó la suspensión de militancia de 147 sospechosos de pertenecer a Militant, el mayor ataque lanzado nunca contra la organización… Se han iniciado los trámites para expulsar a los parlamentarios laboristas que supuestamente apoyan a Militant, Dave Nellist y Terry Fields”.
Nos costó décadas conquistar esas posiciones y sólo unos pocos meses en echarlas por la borda. El único motivo de esto fue el mantenimiento del prestigio. Cerraron los ojos a todas las consecuencias que acarrearían sus acciones. Todo lunático cree que su movimiento es cien por cien correcto y cualquier crítica es considerada como una pequeña traición.
En la dirección Ted, Alan y yo nos opusimos al “nuevo giro” ultraizquierdista, que rápidamente emprendió el mismo camino que tomaron los healystas treinta cien años antes y contra el que siempre luchó Militant. El supuesto debate sobre el “giro” fue una farsa que no tenía nada en común con nuestras tradiciones democráticas. La oposición sufrió una violenta campaña de distorsión, mentiras y calumnias, orquestada por Hepscott Road. Decían que estábamos a favor de que nuestros parlamentarios pagasen el Poll Tax, que estábamos en contra de la lucha y que sólo queríamos “esperar pasivamente a los acontecimientos”, que queríamos una vida tranquila en las reuniones del Partido Laborista, etc.,
Ni una sola palabra de estas era verdad. Pero la base no estaba en situación de conocer los hechos. El grupo dirigente controlaba el aparato de liberados y lo utilizó sin ningún tipo de escrúpulo para socavar nuestra posición. La razón es que eran totalmente incapaces de respondernos políticamente. Nos amenazaron, no como a compañeros equivocados a los que hay que convencer con argumentos (como siempre ha sido nuestra forma de tratar con los oposicionistas en el pasado), sino como enemigos. En una atmósfera de histeria nos despidieron de nue