El pasado 10 de julio, durante el acto de transmisión de mando militar, Nicolás Maduro ratificó a Vladimir Padrino López como ministro de la Defensa, y renovó a los comandantes del Ejército, la Armada y la Aviación Militar.
En esta oportunidad, Maduro también ratificó a Remigio Ceballos, como Jefe del Estado Mayor del Comando Estratégico Operacional, al Mayor General Fabio Zavarse como Comandante de la Guardia Nacional Bolivariana, y al Mayor General Manuel Bernal, como Comandante de la Milicia Nacional Bolivariana.
En el acto, Maduro felicitó a la cúpula militar por haber “ganado la batalla contra el imperialismo feroz que ha conspirado para dividir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana”, por lo que recordó las palabras que alguna vez pronunció Bolívar: “independencia o nada”, pidiendo que esta frase fuese integrada como consigna y lema para la FANB, en sustitución de aquella que devino de la instituida por Chávez: “independencia y patria socialista, viviremos y venceremos» la cual fue suprimida.
El carácter bonapartista del gobierno
Padrino López quien fue acusado el año pasado de haber negociado durante meses con la oposición la salida de Maduro, y el apoyo a Guaidó un día después del conato de levantamiento militar por Elliott Abrams hecho en el que escapó Leopoldo López, al parecer continuó siendo el más indicado para permanecer en el cargo.
Para nadie es un secreto que el gobierno hasta el momento se ha mantenido en pie gracias a las Fuerzas Armadas, y del acto de graduación en el que se reafirma a la cúpula militar, se puede deducir dos cosas, primero, que Maduro no confía en nadie más que pueda asumir un cargo que Padrino ha desempeñado ininterrumpidamente desde el año 2014, y que la fórmula que hasta ahora tiene, le ha funcionado.
El objetivo del gobierno bolivariano -que de bolivariano solo le queda el nombre- no es el de concretar las tareas de la revolución, tomando las palancas de la economía bajo control obrero y popular y desmontando el Estado burgués. Si así fuera, hace mucho tiempo lo habrían hecho. Pero al contrario, han retrocedido con privatizaciones y la toma de medidas económicas en detrimento del pueblo trabajador.
El amedrentamiento de las luchas obreras y campesinas se ha convertido en el pan de cada día. La burocracia ha disminuido por completo la tolerancia a la crítica, acusando de reaccionarios a los verdaderos revolucionarios.
Si bien los marxistas repudiamos a cabalidad las amenazas y sanciones norteamericanas, vemos como la burocracia ha utilizado el asedio imperialista como catalizador del nacionalismo y como justificación a sus viciadas y corrompidas prácticas. Esta dirección solo busca perpetuarse en el gobierno para salvar su pellejo, invocando a la unidad popular, pero hace mucho que traicionó al pueblo y al ideario que le llevó a la cúspide del poder.
Disposición a la negociación
Durante su discurso en el acto, Maduro le pidió al Ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, quien ha estado encargado de las conversaciones con la oposición, de poner atención a sus reflexiones en torno al diálogo.
Por eso afirmó: “si quieren hablar, hablamos, si quieren entenderse, nos entendemos, si quieren firmar acuerdos, los firmamos pero ante ellos y ante nosotros debe quedar claro que nuestro objetivo y razón de vida es la independencia de la patria… Independencia o nada”.
Con sus palabras, más que reafirmar el carácter socialista y antiimperialista que debe tener la dirigencia del proceso bolivariano, lo que se manifestó descaradamente fue su intención de tender puentes con la oposición y el imperialismo.
Como marxistas nunca hemos desconocido las consecuencias nefastas de las sanciones impuestas por Estados Unidos, pero hemos observado como ante cada arremetida de la Casa Blanca, el gobierno ha respondido con más concesiones al capital privado y el imperialismo.
Ante la asfixia económica imperialista, la respuesta más coherente sería una política revolucionaria, confiscando las propiedades de las multinacionales estadounidenses en nuestro país (bajo control obrero), y no una de conciliación de clases, basada en el entreguismo y la desregulación. Ante cada ataque económico y desestabilizador que desde Washington se trama, se amerita una política verdaderamente antiimperialista, y no de subordinación al otorgar concesiones a las multinacionales estadounidenses, chinas y rusas, o de llamar al diálogo a Trump.
Pareciera que la dirigencia gubernamental, olvidó a conveniencia el significado de ser revolucionario. Ser revolucionario es ser socialista.
Abandono del Socialismo
En nuestro artículo titulado “Un llamado a los revolucionarios consecuentes: Las bases del chavismo revolucionario”, publicado en mayo del pasado año, comentamos lo siguiente:
“Hoy en Venezuela se nos muestra una vez más la dificultad histórica de las masas de romper con su dirección política, aunque ésta en distintas oportunidades no solo demostrara ser inútil e incapaz de resolver sus problemas y defender sus intereses de clase, sino de su abierta traición y abandono de los principios socialistas.”
Ahora que esto se ve con más claridad para las capas más avanzadas de los trabajadores, a estas alturas ya no debería sorprendernos el descaro del gobierno en cuanto a la supresión de la palabra socialismo de las consignas gubernamentales y de las Fuerzas Armadas. Pero lo que si lamentamos es que aun una parte de las bases del chavismo, no hayan roto con su dirigencia.
Aquellas frases históricas que fueron expresiones del proyecto político e ideológico revolucionario del chavismo, han quedado en el olvido: “patria, socialismo o muerte”, que luego el comandante ante la tragedia de su enfermedad, para hacer justicia a la vida por encima de la muerte, y a la victoria sobre la derrota, adecuó la consigna a la siguiente: “patria, socialismo, viviremos y venceremos”. En este momento reconocemos amargamente, como estas palabras fueron perdiendo fuerza al repetirse cual letanías al viento, sin práctica y sin acción revolucionaria que les sustentasen.
Ahora escasamente se escuchan consignas como aquellas que hablaban de continuar con “el legado de Chávez” -aunque es bien sabido que la dirigencia que se arrogó la defensa este legado, fue la misma que bloqueó y saboteó al comandante en sus políticas- ya no existe la intención de conservar aquel discurso que les resultó hegemónico en el pasado para conservar la influencia dentro de las bases del chavismo. Ahora les resulta más conveniente desprenderse de todo lo verdaderamente revolucionario, y servirse de esto para mostrarse capaz de negociar con la burguesía y el imperialismo.
De esta manera, la dirección bolivariana demuestra una vez más su oportunismo e inconsecuencia. En el pasado se subieron a las espaldas del Comandante Chávez convirtiéndolo en un ícono, con el que manipularon al pueblo, valiéndose del afecto que este tuvo y aún conserva para con su memoria, resistencia y lucha. Pero ahora son capaces de retirar cualquier vestigio socialista, todo con el fin de agradar a los gringos y con ello permanecer en el poder.
Hay que decirlo, durante este tiempo han cambiado las condiciones materiales y subjetivas que alguna vez caracterizaron la realidad política venezolana.
Actualmente el gobierno solo llama a la movilización del pueblo, si la situación lo amerita, o ante el peligro inminente de la burguesía y el imperialismo -contrario a lo que fueron los primeros años del proceso bolivariano, donde en distintas ocasiones fueron los trabajadores y pobres, quienes se movilizaron de manera espontánea en defensa del proceso bolivariano, para derrotar a la reacción en circunstancias apremiantes- pero últimamente la burocracia se ha caracterizado por valerse de todo tipo de elementos coercitivos, y el uso de la “violencia legítima” para mantener el control del Estado. Esto se pone en evidencia con la creación y el uso de distintos cuerpos de seguridad e inteligencia para mantener el “orden público”.
Así, evidenciamos los rasgos bonapartistas del gobierno y la naturaleza del Estado burgués: el uso de la fuerza estatal no es para preservar la seguridad, o defender el orden y la justicia social del pueblo trabajador, sino para defender los intereses de la clase dominante por sobre los de las clases históricamente oprimidas. Pero en el caso venezolano, debemos referir el ascenso de una capa de nuevos ricos surgidos entre las filas de la dirigencia gubernamental, que, a base del saqueo al erario público, hoy constituye una comunidad de intereses que intentan ser preservados a toda costa.
Hacemos referencia a la preocupante deriva represiva del gobierno, que no solo se evidencia en el uso de la fuerza, sino en el uso de mecanismos judiciales para la detención de camaradas que liderizan luchas importantes y representan los intereses de los trabajadores y el pueblo.
Chávez en el “Golpe de Timón”, señaló dos cosas centrales en las que su pensamiento se resume: primero, que nunca dejamos de tener una economía capitalista y que por lo tanto debíamos avanzar al socialismo, y segundo, que continuamos teniendo un Estado burgués, y por ello nuestro compromiso es trascenderlo para construir el Estado comunal. Más allá de las limitaciones de esta concepción, no cabe duda que la misma apuntaba en la dirección correcta. Ese es el verdadero legado de Chávez y quien quiera continuarlo, a esto es a lo que debe consagrarse.
El legado de Chávez es el socialismo, ese fue el propósito con el cual logró despertar a las masas trabajadoras de Venezuela, y ganar la atención de los pueblos oprimidos del mundo.
Este fue el ideario por el cual Chávez inmoló su vida, por la lucha revolucionaria y no solo por la independencia. Pero aquí vemos una vez más el triunfo de las argucias del oportunismo socialdemócrata y estalinista en puestos de dirección, que sigue aferrándose a la teoría de las etapas, no solo para justificar su incapacidad de llevar a cabo la revolución, sino también porque se acomodó dentro del Estado burgués y su intención jamás ha sido destruirlo, ni menos organizar a las masas para que constituyan un nuevo poder.
Con esto no intentamos justificar el culto a la personalidad a un hombre como Chávez, como sí lo hizo la burocracia al manipular a las masas con la imagen del líder bolivariano. Con esto lo que se intenta es evidenciar es el abandono del socialismo. El gobierno se ha deslindado del proyecto histórico que precedió a Chávez y del carácter revolucionario del proceso bolivariano.
Incluso ante los recientes llamados a elecciones vemos como la burocracia de nuevo llama a la «unidad» vacía y sin programa, para la supuesta defensa de la patria, y no del «Legado del Comandante Chávez» o de «la revolución». ¿Ya se les olvidó o será que les da vergüenza? Lo más seguro es que no. Simplemente ya no se esfuerzan en mantener la manipulación de las masas por medio de su verborrea pseudoizquierdista.
Esta dirección no tomará medidas revolucionarias, pues esto no responde a sus intereses económicos y políticos. Hasta ahora solo conservan la figura de Chávez como un cascarón vacío, dando la espalda a su pensamiento combativo y revolucionario.
Lo que podríamos agradecerle a esta dirigencia viciada y traidora, es que terminara de deslindarse de la idea del socialismo, que bastante grande le quedó. Sin embargo, lo que no deja de ser indignante y a la vez doloroso, es que lo hicieran después de haber ensuciado su nombre con su repugnante inmundicia.
Elecciones parlamentarias
Durante el discurso de ratificación y renovación de la cúpula militar, Maduro reiteró que este año se celebrarán elecciones parlamentarias y llamó al pueblo a prepararse para ir a votar, y elegir una nueva Asamblea Nacional (AN), esto a pesar de que el país afronta los estragos de la propagación del Covid-19, que amenaza con agravarse. Para ello arguyó al ejemplo de otros países donde se han celebrado comicios, y otros en los que se llevarán a cabo elecciones próximamente.
De la misma manera, el presidente informó que instruyó efectuar el Plan República con medidas especiales de bioseguridad para evitar la propagación del virus. También comentó que dio instrucciones a la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Indira Alfonzo, para liderar este plan durante el próximo 6 de diciembre, fecha en que se estima tendrá lugar dichas elecciones.
Estas circunstancias nos obliga a cuestionarnos nuevamente el papel que deben jugar los partidos y las organizaciones políticas de izquierda ante este escenario que se aproxima, y ante ello, planteamos lo que reiteradamente desde hace un par de años hemos venido impulsando.
Una Alternativa Revolucionaria
En el mismo artículo al que se hizo referencia en líneas pasadas, se le dedicó todo un apartado al punto que hoy nuevamente es imperante destacar, por ello en esta oportunidad volvemos a citarlo:
“La construcción de una Alternativa Revolucionaria
Hace varios años y a la luz de los acontecimientos, hemos venido denunciando el viraje del gobierno hacia la derecha por medio de una crítica compañera, pero llegamos al punto de comprender el talante del engaño y la traición a la cual han sido sometidas las organizaciones políticas y las bases del chavismo.
Hoy llamamos e invocamos a todos aquellos revolucionarios consecuentes que apoyaron alguna vez el proyecto político bolivariano, con la esperanza de la transformación socialista, para la construcción de una alternativa revolucionaria. Con el apoyo de las bases, de los distintos grupos y organizaciones políticas de izquierda que se encuentren comprometidas con el movimiento de los trabajadores, podremos recuperar a la Revolución y evitar que se pierda.”
Actualmente es incuestionable que el PSUV no es el auténtico partido revolucionario que se aspiró que fuese, este terminó degenerándose y convirtiéndose en una simple maquinaria electoral. Las bases no tienen incidencia en las decisiones que en él se toman, estas quedan en manos de la cúpula cívico-militar. Solo evidenciamos en él las inconsistencias de su discurso y su accionar político, pero no desconocemos la honestidad de sus bases, que continúan dando la batalla en los distintos frentes de lucha, a pesar de las adversidades.
En este momento, reanudamos este llamado a las bases del chavismo revolucionario, y les exhortamos a deslindarse de la dirigencia gubernamental, al reconocer sus traiciones, y a sumarse a la construcción de una alternativa revolucionaria. Esto significa unificar fuerzas no solo de cara a las próximas elecciones parlamentarias, sino para erigir un nuevo referente político que asuma el compromiso histórico revolucionario, y las distintas luchas obreras, campesinas y populares.
Los comunistas nos reconocemos como parte de la clase trabajadora, nos organizamos y luchamos las mismas batallas, por ello hoy ante la consigna incompleta y anacrónica con la que se intenta calar en la conciencia del pueblo trabajador, de: “independencia o nada” elevaremos en los distintos espacios de intervención no solo la que desde hace un par de años impulsamos para erigir ese nuevo referente político, sino que ahora sumamos una más:
¡Revolución o Nada!
¡Por la construcción de una Alternativa Revolucionaria!