En días recientes el CNE finalmente fijó la fecha de las elecciones parlamentarias para el próximo 6 de diciembre, cuando también se conmemorarán 22 años de la primera victoria electoral del comandante Chávez, y del inicio del proceso histórico conocido como la Revolución Bolivariana.
En el marco de ése contexto, es importante iniciar la presente declaración con un balance sobre el significado histórico de la Revolución Bolivariana.
Un balance histórico de las conquistas de la revolución
La Revolución Bolivariana no fue otra cosa que el despertar de millones de hombres y mujeres trabajadoras a la vida política, que dieron un paso al frente y decidieron tomar el destino de sus vidas en sus propias manos.
Después de décadas y décadas de arduas luchas por conquistar una vida digna, luchas que costaron sangre, sufrimientos y miles de compañeros y compañeras caídos, bajo la revolución se lograron conquistas sociales como nunca antes en la historia de nuestro país, e incluso, en la historia de nuestro continente. En términos del nivel de vida histórico de las masas trabajadoras y oprimidas de América latina, se lograron hazañas realmente espectaculares, quizás sólo comparables con la revolución Cubana de 1959 o con la revolución Sandinista de 1979.
El nivel de vida tuvo un rápido ascenso en la vida pasada, logrando reducirse drásticamente tanto la desnutrición general como la infantil, erradicarse el analfabetismo, construir un sistema de salud y educación gratuitos y de calidad para las familias trabajadoras, entre muchas otras conquistas extraordinarias.
Puede mencionarse también el acceso masivo a la educación universitaria, el incremento del empleo formal, la conquista de derechos laborales importantes, tanto en materia de seguridad y salud en el trabajo, como en el aspecto de la organización sindical, e incluso avances concretos en el control de la producción por parte de la clase obrera e numerosas fábricas y centros de trabajo del país, entre otros.
Estas conquistas fueron sin duda alguna gigantescas, y pusieron a la Revolución Bolivariana en el centro del debate de la izquierda mundial, posicionándola como un faro de luz en medio de la interminable obscuridad en la que viven las masas trabajadoras del llamado tercer mundo, sin embargo, dentro del estrecho marco que impone el sistema capitalista, al final tuvieron sus límites.
Los límites del programa reformista del PSUV y la crisis económica actual
El límite fundamental para estas conquistas fue el marco de la propiedad privada burguesa, que nunca terminó de romperse.
A pesar de que grandes extensiones de tierra bajo las manos de latifundistas fueron expropiadas y entregadas a los campesinos para su explotación, a pesar de que una parte importante de la banca privada fue nacionalizada, y de que importantes industrias del país también fueron expropiadas, los capitalistas, terratenientes y banqueros siguieron teniendo el control mayoritario de la economía.
Ello les permitió sabotear la producción y comercialización de todos los productos regulados en el país, así como el desvío de divisas preferenciales otorgadas por el Estado hacia el mercado paralelo de divisas. Al final todo esto creó una interminable espiral de escasez, devaluación e inflación indetenible, que en buena medida nos ha llevado hasta la crisis actual.
En efecto, la causa fundamental de la crisis brutal que actualmente vive el país, no son las sanciones norteamericanas sobre Venezuela.
Ciertamente, las sanciones han recrudecido el impacto de la crisis sobre las masas trabajadoras, pero la causa fundamental de la hiperinflación, de la escasez de bienes de primera necesidad que vivimos durante varios años, y de la práctica destrucción total del poder adquisitivo del venezolano, hunde sus raíces realmente en el hecho de no haber completado la revolución socialista en Venezuela.
El haber dejado gran parte del poder económico en manos de los capitalistas, permitió que los capitalistas sabotearan tanto el control de precios como el control de cambios durante años, generando ése ciclo interminable de escasez e inflación que hemos señalado más arriba, y que terminó por provocar una destrucción gigantesca de las fuerzas productivas del país.
La lección fundamental que debe sacarse de estos eventos históricos, es la bancarrota de las políticas reformistas. El capitalismo no puede reformarse. Incluso hoy por hoy, la solución a la terrible crisis que vive nuestro país, pasa por la nacionalización de las grandes palancas económicas, bajo el control democrático de la clase trabajadora, con el fin de planificar democráticamente la producción en beneficio de las grandes mayorías del país, y no para el lucro de una minoría.
Pero para ello hace falta también tomar el poder del Estado, que es un instrumento al servicio de los intereses de los capitalistas y terratenientes. El Estado burgués también debe ser abolido, no puede ser reformado.
La mejor evidencia de que el aparato de Estado no puede ser reformado, es el resultado del intento de “reforma” del Estado que se llevó adelante en la Revolución Bolivariana.
¿De dónde vienen los nuevos ricos?
Los dirigentes chavistas hoy por hoy devenidos en capitalistas y terratenientes, hace 22 años eran como nosotros, los trabajadores y trabajadoras de a pie. Sin embargo, gracias a la movilización de las masas en cada uno de los procesos electorales en los que triunfó el chavismo, pasaron a formar parte del aparato de Estado, como ministros, diputados, alcaldes, gobernadores y demás.
Una vez dentro del Estado, su nivel de vida cambió radicalmente, y sus condiciones materiales de existencia se transformaron en condiciones pequeño burguesas, y en algunos casos hasta burguesas.
Luego, ante la ausencia de mecanismos de control político de estos dirigentes por parte de las bases del chavismo, esas condiciones materiales estimularon la degeneración de su conciencia revolucionaria, y los terminó convirtiendo en burócratas reaccionarios, muchos incluso en burgueses.
Hoy por hoy, estos dirigentes aplican un programa de medidas antiobreras y antipopulares, de destrucción del salario y de las conquistas laborales, al mejor estilo del paquete fondomonetarista de Carlos Andrés Pérez.
Vale la pena recalcar que no estamos responsabilizando al chavismo de base por la degeneración de sus dirigentes. El problema radicó más bien en la ausencia de estructuras y organismos políticos que permitiesen a las bases ejercer un control sobre sus dirigentes, su nivel de vida y su accionar político.
Por un lado el Estado burgués, debido a su naturaleza, carece de tales organismos o métodos de control, por ello éste debe ser reemplazado radicalmente por un Estado obrero, basado en comunas y consejos de trabajadores.
Por el otro, el Psuv estuvo carente desde su origen de instituciones de control de ése tipo, necesarias para evitar a la degeneración burocrática de la dirección política.
Dentro del Psuv se desarrollaron tradiciones y relaciones políticas burguesas aceleradamente después de su fundación, aunque debatir sobre las causas de tal feómeno trasciende los límites de la presente declaración.
En consecuencia, la conclusión central que debemos generar a partir de este análisis, es la necesidad de no repetir los viejos derroteros ya andados, que están llevando a nuestra revolución a una trágica derrota.
El PPT de cara a las próximas elecciones parlamentarias y la política actual del gobierno
Las próximas parlamentarias serán una dura batalla política. Por un lado están las fuerzas del chavismo, que alguna vez fueron progresistas pero hoy día se han convertido en una fuerza totalmente reaccionaria.
Por el otro, una alternativa revolucionaria que está naciendo al calor de las luchas trabajadoras y populares, y que en un futuro puede convertirse en una auténtica referencia revolucionaria para las masas del país. Ahora bien, sólo lograremos esto si tenemos una orientación política correcta y unas bases programáticas sólidas.
En efecto, el PPT puede perfilarse como el centro político y la plataforma central de dicha alternativa, pero eso requiere de una política totalmente audaz en estos momentos.
El gobierno Maduro está mostrando cada vez más su carácter reaccionario. Cada día que pasa son más frecuentes los casos de represión contra el movimiento popular, de encarcelamiento de dirigentes obreros, de desalojo de familias campesinas de las tierras que ocupan y trabajan.
Cada día que pasa este gobierno demuestra con fuerza el carácter burgués de su política, y su ruptura abierta con los intereses del pueblo trabajador.
La guinda de pastel fue el desalojo de las residencias estudiantiles, so pretexto de requerir de espacios para refugiar a pacientes asintomáticos, destruyendo así una conquista histórica del movimiento estudiantil caraqueño.
Sin embargo, existe una tendencia de compañeros y compañeras dentro del partido que, basándose en el argumento de la posibilidad de una intervención imperialista en Venezuela, exigen se establezca una alianza política y electoral entre el PPT y el PSUV de cara a los comicios parlamentarios, y de antemano, debemos señalar que dicho argumento es en realidad una falacia.
La argumento de la intervención imperialista en Venezuela
El imperialismo norteamericano se encuentra en la etapa de mayor debilidad en toda su historia, y ello es consecuencia, en última instancia, de la propia crisis orgánica del capitalismo, así como de la etapa actual de decadencia general del sistema capitalista. El imperialismo que una vez invadió Vietnam en los años 70, no es ni remotamente el mismo que hoy amenaza a Venezuela.
A pesar de las constantes amenazas de Trump, no sólo a Venezuela, sino también a Irán y Corea del Norte, entre otros países, el gobierno Trump no ha llevado a cabo aún una ofensiva armada de proporciones similares a la intervención de los EEUU en Irak y Afghanistan.
Pues bien, como hemos señalado las raíces de ello se encuentran, entre otros elementos, en la debilidad económica y financiera cada vez mayor del Estado norteamericano.
Una invasión norteamericana contra Venezuela, provocaría una crisis fiscal aún mayor en el Estado norteamericano, lo que terminaría por acelerar y agudizarla crisis general del capitalismo en ése país, hoy por hoy bastante agudizada en el marco de la pandemia por coronavirus.
Hasta el mes pasado la tasa de desempleo se elevó a casi un 20%, lo que equivale a poco menos de 30 millones de almas –la tasa de desempleo más alta desde la gran depresión-, aunque en realidad más de 40 millones de personas han solicitado el pago de subsidio por desempleo durante la pandemia.
Por otra parte, el auge de las movilizaciones de masas en los EEUU, como se observó recientemente con el movimiento Black Lives Matter –las vidas negras importan-, evidencia la potencialidad de un movimiento revolucionario explosivo dentro de los EEUU que a pesar de que el movimiento se ha apaciguado en las últimas semanas, sin duda se reavivaría poderosamente ante una intervención militar en Venezuela, en rechazo a la guerra, tanto por el costo de vidas humas de jóvenes norteamericanos pobres enviados a luchar, como por el sufrimiento humano aún mayor que ello provocaría sobre nuestro país.
El argumento del bloque histórico
Un segundo argumento utilizado por los compañeros y compañeras de partido que actualmente señalan la necesidad de construir un bloque electoral con el PSUV, es el del llamado bloque histórico.
No tiene sentido hacer aquí un análisis minucioso de la categoría de bloque histórico, aunque vale decir que dicho concepto procede del análisis marxista de las sociedades contemporáneas efectuado por Gramsci, y para nada se resume a la versión escueta y limitada que se ha difundido del mismo por años entre la izquierda.
En esta versión, el bloque histórico es simplemente el bloque de fuerzas de la clase trabajadora, los campesinos pobres y demás sectores sociales progresivos en la sociedad.
Ahora bien, más allá de la discusión del concepto, lo fundamental aquí es aclarar que Gramsci era un revolucionario, un comunista, y su concepto apuntaba hacia la necesidad de entender que la clase trabajadora, a fin de poder gobernar en la sociedad, derrocando a la burguesía del poder político, debe lograr un consenso y una autoridad política e ideológica sobre las demás capas sociales oprimidas.
Gramsci entendía que el capitalismo debía ser derrocado, que la burguesía debía ser expropiada, y que la salida a la sociedad capitalista no era el reformismo, o sea, la aplicación de interminables e insuficientes reformas sobre el capitalismo, sino la revolución socialista victoriosa sobre el capitalismo.
Esto significa, en otras palabras, la expropiación de los capitalistas bajo el control democrático de los trabajadores y el desmantelamiento del Estado burgués, un programa, por cierto, ante el cual el PSUV se encuentra actualmente a años luz de distancia.
Queda claro pues, que el uso del término bloque histórico, autoría de Gramsci, para plantear una alianza electoral oportunista entre el PPT y el partido de gobierno, que hoy por golpea a las masas con toda la dureza y crueldad de su programa económico de austeridad, es una vulgaridad política, por no decir una chabacanería oportunista, en el mejor de los casos.
Es como cuando se habla en nombre del legado de Chávez para justificar medidas en favor de la burguesía y a los terratenientes, y en desmedro del pueblo trabajador y pobre.
¡Por una alternativa popular revolucionaria!
Todo lo anterior debe servirnos para concluir que si desea convertirse al PPT en un verdadero faro para las masas trabajadoras y campesinas del país, si desea convertirse en una referencia para la izquierda venezolana, debe tener una política totalmente independiente del gobierno de cara a la próxima batalla electoral.
No hacerlo, lanzando una lista de diputados en común con el PSUV, significaría, ante la vanguardia trabajadora, popular y campesina del país, mostrarse como un aliado de un gobierno que está aplicando con severa crueldad el programa de los capitalistas y terratenientes.
Un gobierno, que incluso es capaz de sentarse a negociar con el imperialismo para llegar a un acuerdo que le permita mantenerse en el poder, eso sí, terminando de echar por la borda todo lo que pudiese quedar en pie del legado revolucionario de Chávez.
Urge tomar medidas audaces de cara a las batallas políticas que yacen en el horizonte.
Construir una alternativa revolucionaria pasa por la construcción de una alianza real con el movimiento obrero y popular revolucionarios, con independencia de clase, basada firmemente en los principios y programa del socialismo científico, y de las tradiciones revolucionarias más avanzadas de nuestro país.
¡Construyamos un programa patriotico de cara a las elecciones parlamentarias!
Una plataforma alternativa de tal naturaleza requiere dotarse de un programa revolucionario que conecte las reivindicaciones inmediatas más sentidas en estos momentos entre el pueblo trabajador, con las reivindicaciones fundamentales de la revolución socialista.
El derecho a un salario digno, como mínimo igual al costo de la canasta básica, debe ser una reivindicación central de este programa.
Específicamente, debemos luchar por la derogación del nefasto memorándum 2792. Debemos luchar por el derecho a la discusión y fiel cumplimiento de nuestras contrataciones colectivas.
La recuperación de los servicios públicos, de calidad y accesibles para todo el pueblo trabajador también debe una consigna fundamental que debe enarbolar la alternativa revolucionaria. Uno de los aspectos centrales de la vida de las familias trabajadoras que ha sido brutalmente golpeado en los últimos 5 años ha sido el acceso a los servicios fundamentales. Para llevar adelante una tarea tal se requiere de la participación activa de la clase trabajadora del sector y de la organización de comités populares por la defensa de nuestros servicios esenciales.
Otro elemento que no puede faltar es el cese de la represión contra el movimiento obrero y campesino, el cese de la persecución a dirigentes sindicales, de los encarcelamientos y detenciones arbitrarias, así como la liberación inmediata de luchadores y luchadoras populares detenidos arbitrariamente debe ser también una bandera central de lucha.
A ello debe también sumarse el cese de la desocupación de las familias campesinas de sus tierras de vida y trabajo, que tantos sufrimientos y compañeros caídos costó conquistar.
Por último, el cese de las políticas de austeridad y monetaristas mediante las cuales se está haciendo pagar a los trabajadores y trabajadoras todo el costo de la crisis, debe formar parte de este programa mínimo, que debe comprender el cese de las privatizaciones y de la política de dolarización progresiva de la economía.
La lucha por todas las reivindicaciones que hemos señalado, en última instancia, debe conducirnos hacia la lucha por la revolución proletaria, por el socialismo. Si bien debemos luchar día a día por las necesidades más sentidas por las masas trabajadoras, también debemos ser capaces de conectar tal lucha con la abolición definitiva del estado burgués y del capitalismo, en tanto en la actualidad, este podrido y decrépito sistema no es capaz de ofrecer más que muerte y destrucción a la humanidad.
Si algo ha demostrado la crisis colosal que a estas horas desgarra a la sociedad venezolana, es la total vigencia de la consigna socialismo o barbarie. Avancemos con todas nuestras fuerzas pues, para echar abajo este decadente sistema de opresión.
¡Rescatemos el legado de Chávez y Maneiro!
¡Construyamos una alternativa popular revolucionaria!
¡Por un gobierno de los trabajadores!
¡Por unos servicios públicos de calidad!
¡Por un salario igual a la canasta básica!