El 1 de mayo de 2020, entró en vigor el último aumento salarial decretado por el gobierno nacional. El ingreso mensual que se situaba en 250.000 Bs, luego del decreto presidencial, se ubicó en 400.000 Bs, y el cesta ticket, que se encontraba en los 200.000 Bs, pasó a 400.000 Bs mensuales, sumando un total de 800.000 Bs, a lo que el gobierno insiste en llamar “salario integral”, como parte de una retórica utilizada como mecanismo de manipulación.
El aumento del ingreso mínimo mensual de los trabajadores, que se anunció el pasado 27 de abril, en años anteriores era anunciado por el propio ejecutivo nacional. Sin embargo, en esta ocasión nuevamente había sido divulgado por medio de la red social Twitter, esta vez por parte del ministro del Trabajo, Eduardo Piñate, a través de su cuenta personal.
De ninguna manera esto nos sorprendió. Ya había ocurrido en el pasado con el aumento anterior. Evidentemente al gobierno le da hasta vergüenza anunciar un aumento salarial que no responde en lo más mínimo a las exigencias básicas del pueblo trabajador.
Si recordamos, en su momento el ingreso “integral” que quedó establecido a partir de mayo, equivalía -según la tasa oficial del Banco Central de Venezuela (BCV)- a unos 4,66 dólares mensuales. Esto quiere decir que solamente el salario pasó de 1,45 dólares (250.000 Bs) a 2,33 dólares al mes. Por ello, entendemos, a cualquiera le habría dado pena anunciar semejante burla a los trabajadores.
A pesar de todo, el gobierno presentó el incremento salarial como parte de una política de protección social hacia el trabajador, destacando que dicho aumento equivalía al 50% del salario integral, a un 100% del cesta ticket, a un aumento en un 60% del ingreso de los pensionados, y a un incremento de los montos de las tablas salariales establecidas en la administración pública. Pero aunque en términos numéricos pudiese sonar optimista tal apreciación gubernamental, lo cierto es que para aquel momento, un cartón de huevos se cotizaba por encima del ingreso mínimo mensual, ubicándose aproximadamente en 620.000 Bs, superando incluso el precio de la carne molida que tenía un costo de 492.000 Bs, y que a su vez superaba el monto del bono de alimentación.
Es por esta razón, que desde el momento en que se anunció el decreto presidencial, comenzaron las críticas y el descontento social, viéndose expresado principalmente por medio de las redes sociales, al encontrarnos frente a las limitaciones que representó (y que continúa siendo) la cuarentena social preventiva a causa de la pandemia del COVID-19.
Vale destacar que dichas medidas de aislamiento social, le quedaron como anillo al dedo al gobierno -sacándolo de apuros a la hora de enfrentar el desabastecimiento de gasolina y sus consecuencias, pero esto no impidió las protestas en algunos lugares del país, donde la gente buscaba principalmente alimentos y medicinas. El miserable aumento resultó ser una burla al pueblo pobre en general y a la clase trabajadora en específico, pero de la misma forma surgieron los epígonos del gobierno justificando dicho aumento con declaraciones absurdas y defensas descabelladas.
Lo cierto es que dicho aumento no cumple con lo establecido en el artículo 91 de nuestra Constitución, la cual establece que “todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales.” Por tal razón, impulsamos la consigna de “salario igual a canasta básica”, ya que esta responde a una demanda legítima del pueblo trabajador.
Por lo anteriormente expuesto, es imperativo trascender nuestra memoria de corto plazo, y tener presente todos estos elementos a la hora de caracterizar y analizar el momento histórico en el cual nos encontramos. En nuestra memoria de corto plazo, también conocida como “memoria primaria” o “memoria activa”, la cantidad de tiempo que podemos retener de nuestros recuerdos no es infinita, pero podemos ampliar el tiempo en que permanece la información en nuestra memoria, esto si regresamos a los recuerdos constantemente y los dotamos de significado y contenido.
Por lo general, los procesos de creación de recuerdos a largo plazo, de la “memoria secundaria” o también llamada “memoria inactiva”, requieren la actuación previa de la memoria primaria. Así, cuando intentamos aprender una lección que nos brinda el pasado, o cuando intentamos memorizar un hecho concreto, en principio recurrimos a esta memoria primaria.
Ahora bien, ¿Por qué hacemos esta reflexión cognoscitiva de la memoria?, Porque si algo ha caracterizado y diferenciado nuestra política económica nacional, ha sido la rápida y constante dinámica de nuestra realidad, que la torna más compleja que cualquier otra, y porque como bien se ha reflejado en líneas anteriores, para poder comprender los fenómenos a profundidad, es preciso manejar los detalles del contexto, para con ello extraer lecciones históricas y aplicar las tácticas correctas y esgrimir las consignas más acertadas.
Entendiendo esto, el gobierno no solo busca la manera de que olvidemos nuestra memoria de corto plazo, sino que a su vez intenta que olvidemos aspectos de la memoria secundaria (de largo plazo), y para ello recurre a exacerbar acontecimientos dentro de nuestra cotidianidad, utilizando diferentes mecanismos mediáticos distractores y alienantes.
Sin duda, hoy en día se nos bombardea con una gran cantidad de sucesos y acontecimientos constantes y de manera descomunal, obligándonos a asumir la realidad objetiva y acuciante como algo normal, naturalizando la precariedad en la vida de los venezolanos, a la cual supuestamente “el gobierno le está haciendo frente”, pero que desde hace mucho tiempo continúa agravándose.
Ciertamente, todos los acontecimientos acaecidos en nuestra historia reciente no deben ser olvidados, así como el origen de nuestra crisis, producto de que no se haya completado la revolución y de no haberla llevado hasta sus últimas consecuencias; aquel que pretenda o presuma que el pueblo pobre y trabajador es responsable de alguna manera de lo que hoy vivimos, solo hace un análisis superficial, obviando tanto las condiciones objetivas, como las formas ideológicas de manipulación mediática, de la cual solo es responsable la dirección bolivariana.
En ese sentido, las fuerzas revolucionarias debemos preservar la memoria activa, recordando y explicando las razones por la cual estamos sumidos ante semejante crisis en nuestro país, además de orientar y explicar pacientemente a la clase trabajadora y al pueblo humilde, hacia donde debemos dirigir los esfuerzos. De lo contrario, el gobierno seguirá aplicando sus nefastas políticas, llevando a cabo medidas que solo apuntan a beneficiar a la burguesía nacional y al fortalecimiento del imperialismo, al servicio del sistema capitalista mundial.
Queda absolutamente prohibido olvidar.