¿Cuántas mis querellas lanzadas?
¿Cuánta mi insistencia a juzgar?
Que no han valido en tantas jugadas,
en las torpezas por dejar de amar.
Mujeres burlaron los sentimientos,
cómo hombres la amistad profanada,
¿Quienes ponzoñaron con mayores sustentos?
No lo sé, hay limerencia acostumbrada.
Yo busqué siempre ser como aquel,
despuntar alegrías en cada alborada,
inefables regalías a quien se acercara ver,
y seguir la vida sin rumbo, con alas.
Pero es sincero el infortunio destino,
escrito ha quedado por los dioses mortales,
plotear los pasos empuñando con tino,
despertando conciencias antes que llegue la tarde.
Mi herencia en estas dos aguas se bate,
tan reales como la pobreza del pueblo,
como el poder mujer de amarte,
como el poder al burgués quitarle debo.
Que albergue entonces mi puño y mente,
tan alto como el grito por el hambre desgarra,
tan placentero como besar tu vientre,
la fuerza para liberarte tierra amada,
y la pasión de tenerte mujer soñada.