El versátil vocablo entre el agua cayendo sobre la tierra.
Ese finito donde el pez confía en la especie que cuelga de un anzuelo.
La del obrero mutilado cuando el patrón dice que es su amigo.
El grito del girasol en procura del sol.
La conversa de las hormigas en reprimenda por nuestras pisadas.
El de los cielos horizontales donde se aman el día y la noche.
Esa suspendida en los labios nacientes cuando explora el pecho materno.
La palabra presta de la tierra recibiendo al que muere.
La del materialismo histórico opinando de la materia en reposo.
Escuchar la relación de una cosa con la otra, por la falta de la verdad absoluta.
La de un ave atravesando el día, la letra perpleja en el espacio que existe entre la maldita bala y la vida.
El código legendario de Dios y los hombres.
Esa trasmutada en el orgasmo de la mujer ajena, la resagada cuando unos labios muerden el destino.
Aquella guardada en las paredes por el hombre primitivo.
La que inocente juega con los niños, aunque él hambre no se ha ido.
La de la tierra sagrada cuando ve caer una bomba de Napalm.
El susurro inquieto instalándose en el protocolo a las convenciones de Ginebra.
La del soberano resistiendo la intromisión imperialista en su Patria.
El suspiro hondo de quién perece, el exigió quejido trayendo penas tejidas de tiempo.
Lágrimas ajenas corriendo en busca de alguien, la que temblando muere con las manos cortadas y acompañan un arma amiga al piedemonte.
El vocablo del bosque cuando las pisadas buscan el cielo tomándolo por asalto, la palabra bajando con irónicas ráfagas de alegría.
La de una flor en medio de amoríos, esa describiendo un café servido y el del cigarrillo bregando en el aire, cuando las insistentes manifestaciones de sueño nos recuerdan aquel mundo vivido.
Las tertulias de los grillos en mitad del sueño.
Tantas que no apreciamos, como el estruendo de un Lok-out dejando fuera la huelga del obrero.