A pocos días para las elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre, y del clamor de quienes exigen respuestas concretas en torno a los diversos problemas que aquejan a nuestro país, se ha hecho imperante realizar este artículo que toca no solo aspectos políticos-organizativos (como la agitación y la propaganda), sino que también para profundizar un poco más sobre uno de los puntos prioritarios en los que se ha centrado la campaña de los candidatos de la Corriente Marxista Lucha de Clases, y las demás organizaciones políticas que integran la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), hablamos del salario de los trabajadores en Venezuela.
Durante todo este mes de campaña, que se caracterizó por la censura y el cerco mediático, nos hemos dado a la tarea de llegar al pueblo venezolano a pesar de las limitaciones que devienen de la pandemia y de la carencia de recursos a la cual nos hemos enfrentado para difundir ampliamente nuestro programa político. Para esto nos hemos apoyado tanto en piquetes obreros, protestas de calle, actos políticos-culturales, encuentros de mujeres, de cultores y cultoras, pintadas de murales, recorridos en comunidades, elaboración de carteles de cartón, redacción de artículos, entrevistas escritas, radios comunitarias y redes sociales. Todo ello para agitar en torno a nuestras propuestas programáticas.
Agitación y propaganda
Si bien para los que provenimos de una misma tradición revolucionaria conocemos la diferencia entre la agitación y la propaganda, esto es algo que no todas las personas vinculadas a la política manejan, lo cual ha quedado en evidencia gracias a la crítica sin fundamento que hemos recibido los marxistas, luego de actividades agitativas, ya que ciertos personajes lejos de comprender este arte, intentan desprestigiarnos o disminuir nuestros argumentos, solo por «no explicar» a detalle aspectos políticos y económicos trascendentales que evidencien las causas, las consecuencias y «las soluciones» a los problemas de nuestro país en este tipo de intervenciones. Por ello, antes de centrarme en el tema del salario de los trabajadores, trataré brevemente estos puntos, que si bien son elementos de la teoría político-organizativa del marxismo, nos permiten crecer como cuadros políticos revolucionarios.
La agitación y la propaganda son tareas fundamentales que todo cuadro político marxista debe manejar, hablamos de un arte dirigido a las masas y que debe ser explotado según el momento y las circunstancias precisas.
A partir de la obra ¿Qué hacer? de Lenin de 1902, se pueden extraer muchas lecciones, entre ellas las que hacen referencia al folleto: “Las tareas de los socialistas en la lucha contra el hambre en Rusia”. En este escrito, Plejánov nos habla de cómo el propagandista debe ser capaz de comunicar “muchas ideas a una sola o varias personas”, mientras que el agitador debe comunicar “una sola idea o un pequeño número de ideas… a toda una multitud”. Esta diferencia es sencilla pero fundamental, hoy en día gracias a las redes sociales y los medios de comunicación, pequeñas ideas pueden convertirse en información viral, y llegar a millones de personas en muy corto tiempo, no obstante, esto no suele ocurrir con obras escritas de gran profundidad, que traten temas como la crisis mundial capitalista, así estos textos toquen a cabalidad aspectos interesantes y de relevancia.
Lo que tratamos de destacar es que no bastan pocos segundos o minutos como para poder hacer una exposición considerable de ciertas «ideas complejas», o que permitan profundizar en una argumentación teórica, o la táctica de los marxistas a aplicar en una situación concreta, y como respuestas a los grandes problemas que sufre la humanidad. Sin embargo, no podemos desdeñar ninguna de estas tareas, ni la agitación, ni la propaganda, ambas cumplen su función en el momento preciso. Por ejemplo, en una protesta de calle donde muchas personas toman la palabra, resulta complejo -sino imposible- resumir en dos minutos un análisis minucioso de las causas y consecuencias de la crisis capitalista, y que además se puedan sustentar las posibles “soluciones” a cada uno de los problemas sociales que aqueja nuestra nación. Sin embargo, esto no exime de ninguna manera a los marxistas de explicar pacientemente cuales son los orígenes de la crisis, el programa o la táctica revolucionaria. Lo que se trata de explicar es que para este tipo de espacios nuestra tarea es agitar con consignas que nos permitan anclar las necesidades de la gente con el programa revolucionario que históricamente hemos defendido.
Todos los detalles, la argumentación, el análisis, las perspectivas e incluso los pasos a seguir, requieren mucho más tiempo para desarrollarse, por ello la propaganda la trabajamos no solo en actividades políticas como lo son: Las escuelas nacionales, las ponencias, las células o los grupos de base -que además de ser espacios de discusión, también lo son para la formación-, sino que también lo hacemos por medio de nuestros artículos y publicaciones, donde tratamos todos estos temas de interés a profundidad.
El fetichismo parlamentario
Los marxistas a diferencia de los reformistas o la socialdemocracia, no planteamos una solución mágica a todos los problemas de la sociedad con pañitos de agua tibia, o con meras consignas, vacías y sin programa que lo sustenten, o peor aún, prometiendo lo que no podemos dar a propósito de las elecciones parlamentarias que se aproximan. Al contrario, si en algo hemos sido incisivos en todo momento, incluso en las discusiones internas de la dirección nacional de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), ha sido en impulsar un programa revolucionario unitario que permita trazar un puente entre las necesidades más acuciantes del pueblo venezolano, con las tareas históricas de la revolución socialista.
Nosotros no hacemos un fetiche de las elecciones parlamentarias, eso ya lo hemos aclarado en otro artículo titulado: «¿El fetichismo parlamentario o el antiparlamentarismo? La cuestión sobre las elecciones al parlamento en Venezuela.» Allí hemos explicado nuestra concepción con respecto al parlamento, al cual identificamos como un instrumento de la democracia burguesa y que como parte del Estado burgués, se encuentra al servicio de la clase dominante y las élites políticas de los países.
En ese artículo, desconocemos como revolucionarios «al parlamentarismo como una posible forma de gobierno proletario, por lo que impulsamos la creación de nuevas formas de organización que permitan la defensa y la lucha de los intereses verdaderamente democráticos en favor de las mayorías trabajadoras y pobres.”
Sin embargo, este no es el caso de los socialdemócratas o reformistas, que a diferencia de nosotros, van al parlamento creyendo en la posibilidad de regular al capitalismo por medio del sistema democrático burgués, donde en el mejor de los casos solo se alcanzarán reformas, y no una revolución. ¿Por qué? porque la transformación de la sociedad no radica en el parlamento, prescindiendo de la necesaria acción, organización y movilización del pueblo. Se trata de un proceso dialéctico complejo entre las masas y la dirección revolucionaria para la toma del poder, en un momento histórico determinado.
Por esta razón planteamos que la táctica parlamentaria debe estar subordinada a la movilización del pueblo venezolano, y de llegar un diputado marxista al parlamento, este debe combinar la agitación revolucionaria a lo interno, con la acción y protesta popular desde afuera apuntalando las luchas obreras campesinas y populares, todo esto dirigido hacia la toma del poder por parte de la clase trabajadora, con el objetivo máximo de la revolución socialista.
El programa revolucionario
¿Qué es y cuál es el programa que históricamente hemos defendido los marxistas? En términos generales, el programa marxista consiste en la declaración de nuestros propósitos, se trata de nuestra propuesta política, que contempla las necesidades inmediatas de nuestra clase (como la lucha por mejores salarios o por mejores condiciones de vida), con las tareas históricas de la revolución socialista.
Ahora bien, ¿cuáles son estas tareas en Venezuela? Pues de manera muy sucinta las podemos resumir en las siguientes: La abolición del Estado burgués, la nacionalización de los grandes medios de producción, de los monopolios industriales, de los latifundios y la banca, así como la creación de una central única de importaciones, pero bajo estricto control obrero y popular. Entendiendo esto, se evidencia porqué a pesar de los años, nuestro programa continúa vigente, porque nosotros hablamos es del derrocamiento del sistema económico mundial, de la necesidad de un internacionalismo proletario y de la defensa y lucha por la revolución socialista a escala mundial, y no solamente por reformas.
Reformas vs revolución
Ahora bien, esto no quiere decir que a los revolucionarios no nos interesen las reformas, por supuesto que sí, porque luchar por ellas nos permiten conquistar mejores condiciones de vida para los trabajadores, nos obliga a organizarnos por nuestros intereses, nos brinda la posibilidad de alcanzar la conciencia de clase y de la fuerza que tenemos y del papel que jugamos en la sociedad. Pero todo esto lo debemos hacer sin perder de vista que todas estas luchas deben apuntar a grandes objetivos revolucionarios.
En este sentido, si bien comprendemos la importancia de las luchas para alcanzar reformas, a su vez les desconocemos como el fin último de nuestra política, porque comprendemos que más allá de las leyes hay un mundo por ganar, y mientras continúe imperando un sistema depredador y opresor, no bastarán las reformas, porque la situación de la clase trabajadora no mejorará en gran medida a causa de las crisis estructurales del propio modelo capitalista.
Por ello nuestra lucha debe estar dirigida a trascender este sistema económico, el cual ha demostrado ser incapaz de resolver los grandes problemas de la humanidad, sin embargo, no podemos dejar de mencionar como el reformismo también ha causado estragos en las grandes mayorías, en este sentido podemos afirmar, que lo que ha fracasado en Venezuela no ha sido el socialismo, como erróneamente vociferan los defensores a ultranza de la burguesía y los terratenientes. Lo que ha fracasado en Venezuela es el sistema capitalista rentista y dependiente criollo, y el modelo de regulaciones capitalistas impuesto por la dirigencia gubernamental, que aferrada al aparataje burgués y al poder, concilió y pactó con la clase dominante y se deslindó del proceso político revolucionario que impulsaron el Comandante Chávez y el pueblo venezolano.
El intento del gobierno de tratar de hacer coexistir las políticas sociales, manteniendo a su vez las relaciones de propiedad capitalista de los medios de producción, no permitió cortar con el control de la burguesía sobre las palancas de la economía. Es sencillo, ¿cómo controlar lo que no se posee? para planificar la economía no se puede esperar la buena voluntad de los capitalistas, y las regulaciones tampoco permiten el “buen funcionamiento” o el desarrollo normal de un capitalismo nacional. Ese intento de instaurar un modelo mixto en Venezuela, también fracasó.
La crisis que atraviesa nuestro país es de carácter histórico y estructural, porque no solo surge de la dependencia al modelo rentista petrolero, sino del papel que le fue asignado a nuestro país en la división internacional del trabajo, que aunado a otros factores estructurales, han incidido en el colapso de nuestra economía.
Algunos de estos elementos han sido: La elevada dependencia a las importaciones, la huelga de inversiones, la fuga de divisas por medio de la corrupción, la caída de los precios del petróleo (y por ende la disminución de los ingresos al Estado), la caída de la producción nacional, el déficit fiscal y la deuda externa. Por ello la gravedad de la crisis que estamos pagando los trabajadores del pueblo venezolano. Todo esto sin contar con el papel nefasto que han jugado los monopolios de la burguesía y los intereses imperialistas por medio de sanciones ilegalmente impuestas a nuestro país.
En síntesis, la crisis que vivimos es sumamente compleja, y no será solucionada por medio de una ley o una reforma, se trata de hacer cambios radicales, de ir hasta las bases económicas de nuestras sociedad y abolir las relaciones de propiedad burguesas, pero esto no quiere decir que solo serán los factores económicos los que incidan en el proceso, pues todas las medidas en términos económicos deben estar acompañadas de las presiones políticas e ideológicas de toda nuestra clase social. Un problema complejo requiere una solución compleja, quizás no en todos los casos, pero en éste creemos que no solo dependerá de pocos hombres y mujeres en el parlamento, sino de un esfuerzo titánico de una dirección revolucionaria y de un pueblo ganado a llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias.
Por esta razón es que las ideas de los marxistas no calan fácilmente en la sociedad, porque muchas personas se ven atraídas por las falsas promesas de candidatos de derecha, reformistas o socialdemócratas, porque ellos no ofrecen la transformación de la sociedad desde la lucha o la comprensión profunda de la realidad, sino desde el sistema capitalista, y por ello ofrecen “la última cola”, la luna y las estrellas. Pero son incapaces de ser honestos (a veces por falta de formación, y a veces por oportunistas), lo cierto es que no denuncian las limitaciones que tiene la democracia burguesa y todas sus instituciones para satisfacer las demandas de la sociedad.
Los marxistas por nuestra parte, siempre hemos denunciado las inconsistencias y las arbitrariedades del sistema capitalista y sus instituciones, pero no caemos en sectarismos o ultraizquierdismos, nosotros acompañamos al pueblo en sus luchas, nos hacemos parte de ellas porque también son nuestras, por eso siempre dejamos claro que nuestro fin último no son las reformas, sino la transformación radical de la sociedad, la cual solo será alcanzada por medio de la organización de la clase en órganos de nuevo poder, que puedan sustituir al poder prexistente.
De la generalidad a la particularidad
Entendiendo lo anteriormente expuesto, se deja claro que los marxistas tenemos además de argumentos, una comprensión de la realidad que rompe con los esquemas impuestos, y un conjunto de propuestas y tácticas, pero que evidentemente no se explican ni en 30 segundos, ni en un minuto y medio, que es el tiempo que se nos otorga en un programa de radio, de televisión, en la calle, o en una protesta para exponer nuestras ideas, sino que cuando se nos presentan estas oportunidades, las aprovechamos para a la agitación por medio de consignas que nos permitan llamar la atención de la gente, para que cuando se nos acerquen podamos hacer el trabajo propagandístico de brindar respuestas más allá de las exigencias y prioridades. Dejando este tema saldado, pasaremos al siguiente punto a desarrollar: El salario.
Éste se trata de una de las reivindicaciones que hemos asumido y difundido ampliamente como punto importante en el eje de la lucha obrera, pero que si bien por lo anteriormente expuesto no lo hemos podido tratar a cabalidad en medios de comunicación y redes sociales (como propaganda), sino como consigna (por medio de la agitación), es un elemento fundamental al que a continuación dedicaremos su espacio, de allí el nombre que titula este artículo.
Adentrarnos en la discusión del salario, no solo nos permite reivindicar un derecho constitucional plasmado en el artículo 91 de la Carta Magna, el cual nos habla del derecho a un salario digno con el que podamos cubrir la canasta básica, sino que también estamos en presencia de un tema que se ha vuelto una demanda imperiosa, que nos permite no solamente la agitación como consigna, sino que al escudriñar sobre él para buscar respuestas de cómo hacerlo tangible, nos brinda la oportunidad de realizar la tarea propagandística para comprender la realidad que aqueja a nuestro pueblo.
Los salarios en tiempos de crisis
Además de los grandes esfuerzos por comprender nuestra realidad y la grave crisis que atravesamos, ¿qué propuestas concretas podemos hacer para intentar rescatar el salario de la clase trabajadora en Venezuela, si esta se encuentra atravesando una profunda crisis? En principio es necesario deslastrarnos de aquellas propuestas que hablan de la dolarización del salario, puesto a que consideramos que no pueden ser sustentadas ya que las reservas internacionales han sido dilapidadas, y se encuentran en su nivel más bajo registrado durante los últimos años.
Particularmente nosotros defendemos la consigna: Salario igual a la canasta básica, por tanto una escala móvil de salarios, pero al encontrarnos sumidos ante una profunda crisis, la pregunta es: ¿Cómo elevar los salarios de la administración pública, los maestros, las enfermeras, el personal obrero y la clase trabajadora en general? Sin duda una de las respuestas que se nos viene a la mente, es que esto solo será posible por medio de la obtención de recursos adicionales, que no sean dependientes exclusivamente de la renta petrolera, pero para ello es necesario poner en marcha una serie de políticas conjuntas y transicionales, de la mano de nuestro programa y con medidas complementarias, que nos permitan recaudar los fondos suficientes para estos fines, entre otros.
Una de las primeras acciones que planteamos es la confiscación de las propiedades de las multinacionales imperialistas en Venezuela, como respuesta ante el secuestro de CITGO y de los activos de la nación por parte del imperialismo estadounidense. No podemos continuar en una posición eternamente defensiva en el mejor de los casos, o de subordinación ante nuestros adversarios.
En este mismo orden de ideas, también proponemos generar los mecanismos para lograr la confiscación y la repatriación de los bienes y el dinero fugado por la corrupción y la desviación de recursos, lo cual se ha logrado hacer en otros países. No podemos permitir que el dinero de la nación continúe en manos de delincuentes. Por ello esta medida debe ser tomada conjuntamente con la exigencia de llevar a la cárcel a los empresarios y a los burócratas corruptos.
Otra medida a tomar, debe ser la renacionalización de todos los recursos y empresas estratégicas de Venezuela, las cuales han sido saboteadas a lo interno para ser quebradas y facilitar su privatización, además consideramos que debe existir un aumento de la presión tributaria a las empresas privadas. En este sentido debemos rechazar contundentemente la reprivatización de nuestras empresas y recursos, y apoyar el control obrero de las empresas nacionalizadas. Las privatizaciones no son una salida en beneficio del pueblo y de la soberanía nacional, sino medidas de corte burgués para salir de la crisis en favor de la clase dominante y no de los trabajadores.
De la misma manera, otra medida necesaria es la creación de una central estatal única de importaciones. De esta forma se acabaría el despilfarro y la entrega indiscriminada de divisas a la burguesía tradicional y a la supuesta «burguesía revolucionaria», que nunca se preocuparon por fomentar la producción nacional, ya que preferían importarlo todo, incluso lo que era posible producir en Venezuela, solo para quedarse con una tajada del dinero.
Otra de las medidas sumamente importante, es la nacionalización sin compensación de todos los monopolios y empresas involucradas en el sabotaje, acaparamiento, usura y bachaqueo; la nacionalización de todos los latifundios, de la banca y las aseguradoras bajo control obrero y popular, para con ello poner todos estos recursos a disposición de un plan de producción nacional, en empresas estatales y bajo control de los trabajadores, los campesinos y el pueblo organizado. De esta manera podríamos comenzar a planificar el proceso productivo.
Solo teniendo el control de las palancas de la economía, será posible la creación de planes que permitan el desarrollo y la producción agrícola nacional, las cuales serían en base a unidades de producción colectivas en los campos, por lo que es necesario tener en consideración otros temas como la justa distribución de semillas e insumos para la producción, y así evitar que se importen alimentos que no son realmente necesarios, y se produzca lo más que se pueda en nuestras tierras.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la importancia de otorgar salarios justos, (no de opulencia) a quienes lleven responsabilidades o cargos públicos de elección. Ningún servidor público debe poseer un salario superior al de un obrero cualificado. Esto lo hemos tratado en otras oportunidades, servir a la revolución debe ser un deber, que se hace por compromiso y convicción, no para obtener beneficios y privilegios a costa del erario público nacional. De esta misma manera, todos los cargos públicos o de elección popular, deben estar sujetos a la contraloría y a ser revocables en todo momento, sea por los trabajadores de sus respectivas áreas, o por el pueblo venezolano según sea el caso.
Todas estas propuestas además de permitir una amplia recaudación de fondos, nos empodera como clase trabajadora y nos permite avanzar en el proceso revolucionario, pero lo que no debemos olvidar, es que para que esto sea posible debemos apoyarnos siempre en la auditoría obrera y popular de los recursos y todas las gestiones públicas locales, regionales y nacionales.
Estas son las medidas que desde la Corriente Marxista Lucha de Clases planteamos para el debate y el rescate del salario, evidentemente no basta solo la voluntad, el programa y las «buenas intenciones», sino la organización, la movilización y la lucha popular para llevarlas adelante, de la mano de la agitación parlamentaria.
Otras propuestas aplicables, son aquellas que llamaríamos medidas complementarias, se trata por ejemplo de algunas que les hemos escuchado a los compañeros del PCV, en torno a la eliminación de los tratados contra la doble tributación, lo cual a su vez también sería una manera de obtener ingresos adicionales.
Por otra parte, es importante revisar los recientes estudios de Pascualina Curcio, puesto a que si bien podemos tener ciertas diferencias en torno a lo que la profesora denomina la «inflación o la crisis inducida» -pues como lo hemos expuesto en líneas anteriores, para nosotros la crisis en Venezuela no solo ha sido a causa de las sanciones imperialistas y del «dólar criminal»-, sin embargo le reconocemos el trabajo que ha venido realizando para tratar de comprender la compleja situación económica de nuestro país, su postura crítica y la serie de propuestas que ha socializado para contribuir desde su trinchera a nuestra economía, pues consideramos que hay elementos rescatables y para debatir de su análisis.
La lucha popular desde abajo
Nuestro llamado es al pueblo trabajador y campesino venezolano a que no desfallezca y continúe de pie, la salida a la crisis capitalista se encuentra en nuestras manos, somos la clase que produce y mueve al mundo, somos hombres y mujeres con amplias capacidades para llevar las riendas de nuestro país, no podemos permitir que se nos arrebaten nuestros derechos ni las oportunidades de construir un futuro mejor para nuestras próximas generaciones.
La solución a los problemas que nos aquejan no las alcanzaremos por medio de las élites políticas, de corruptos, de socialdemócratas o de reformistas, sino de la mano de una dirección verdaderamente revolucionaria surgida del seno de nuestra clase, porque solo nosotros el pueblo que ama y que trabaja por esta tierra es quien valora y lucha por un mejor mañana. La emancipación de la humanidad no se alcanzará por medio de una elección parlamentaria, de ser esto cierto, hace mucho la habríamos logrado, se trata de nuestra vinculación a la vida política desde cada fábrica, barrio, universidad y campo, se trata de la organización y la movilización popular junto a nuestros cuadros.
Un revolucionario sin organización, es solo una voz disidente, por eso precisamos de nuestro pueblo para llevar agitadores y propagandistas revolucionarios a la Asamblea Nacional, que caminen con las bases y respalden sus luchas, porque solo con la presión interna y acompañados de las distintas formas de lucha podremos alcanzar reformas radicales. Por ello este próximo 6 de diciembre nuestro compromiso es para con nosotros mismos, y por el rescate de la Revolución.
¡Por salarios y condiciones de vida digna para el pueblo venezolano!
¡Todo el poder a la clase trabajadora organizada!
¡Revolución o nada!