Con su política interna tambaleándose, Joe Biden regresó de la fallida cumbre climática COP26 a la humillante realidad de ver terminada su corta luna de miel. Se hizo evidente con la derrota del candidato a gobernador de los Demócratas en la reciente contienda electoral en Virginia. Todos los periódicos burgueses serios señalan la impopularidad nacional de Biden y de los Demócratas como un factor crucial en esta derrota.
FUENTE ORIGINAL http://www.luchadeclases.org/internacional/25-norteamerica/3939-el-fin-de-la-luna-de-miel-de-biden.html
Hace apenas un año, Joe Biden derrotó a Donald Trump por 4,5 puntos a nivel nacional y obtuvo más del 51% de los votos. En cifras brutas, Biden consiguió 7 millones de votos más que su oponente. En Virginia, ganó por 10 puntos y disfrutó de un margen de 16 puntos en Nueva Jersey. El exvicepresidente de Obama comenzó su mandato con grandes expectativas y sólidos índices de aprobación. Sin embargo, después de diez meses en el cargo, millones de antiguos simpatizantes parecen haber perdido la confianza en el recién elegido presidente, llegando a hablarse de una «presidencia fallida».
El revés sufrido en Virginia convirtió el margen anterior de diez puntos de los Demócratas en una victoria Republicana por dos puntos. En la contienda por la gobernación de Nueva Jersey, el Demócrata saliente respaldado por Wall Street, Philip Murphy, que ganó por un margen de 14 puntos en 2017, parece haber sido reelegido por un margen muy estrecho, y su oponente aún no ha admitido la derrota.
Las elecciones burguesas ofrecen una instantánea del estado de ánimo de la sociedad. Estas elecciones son casi siempre una anticipación de las elecciones de mitad de mandato, ya que el partido que gana la presidencia en un ciclo a menudo ve retrocesos en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato; ser el titular ya no procura una ventaja como antaño. La crisis que actualmente envuelve a los líderes políticos capitalistas es particularmente aguda, lo que lleva a cambios salvajes dentro y fuera de las urnas. Apenas unos meses después de presentarse a sí mismo como el nuevo Obama, el índice de aprobación de Biden solo alcanzaba el 42% en octubre, el más bajo de cualquier presidente moderno en esa etapa de la presidencia, con la excepción de Donald Trump.
Según las encuestas de NBC, el 70% de los independientes y hasta el 48% de los Demócratas creen que el país va en la dirección equivocada. Según la misma encuesta, solo el 18% de los votantes aprueba ampliamente a Biden, mientras que el 46%, casi la mitad, lo desaprueba.
El descontento con el estado del país y de su situación se palpa en todas las clases sociales. Una expresión de esta indignación es la ola de huelgas que ha estallado en los últimos meses, como las protagonizadas por los trabajadores contra Kaiser-Permanente, Nabisco, Kellogg’s y John Deere.
Las elecciones son una expresión confusa de indignación
La clase trabajadora constituye la abrumadora mayoría de la población estadounidense, sin embargo, no existe un partido político de masas de la clase trabajadora, y mucho menos un partido socialista de masas. Esto crea distorsiones increíbles cuando se trata de leer el significado político detrás de los resultados de las elecciones y las cifras de las encuestas. Si hubiera un partido obrero de masas, habría una forma mucho más clara de medir el desarrollo de la conciencia de clase y el estado de ánimo general de la clase trabajadora. Un partido así también sería un potente vehículo para canalizar la frustración de clase hacia la lucha política.
Es en este contexto que debemos analizar un cambio de opinión paralelo al descenso de la posición política de Biden. Según la encuesta recogida recientemente por Gallup, el 52% de los estadounidenses siente que el gobierno está haciendo demasiado. Hace un año, el 54% consideraba que el gobierno debería hacer más para resolver los problemas. Los marxistas entendemos que ese «hacer más» del gobierno no equivale a socialismo. Sin embargo, parece innegable que, al menos en parte, este cambio representa un rechazo al “socialismo” liberal-reformista representado por Bernie, Alexandria Ocasio Cortez (AOC) y otros, en ascenso en el período reciente.
Esto se está analizando como un giro a la derecha y un rechazo de la izquierda, pero nuestro análisis difiere. En realidad, la clase trabajadora estadounidense está rechazando la bota de izquierda del capital. En ausencia de una alternativa socialista de masas efectiva, está expresando sus pequeñas inclinaciones ultraliberales individualistas. Aprovechando la indignación y el pragmatismo de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía estadounidenses, el candidato Republicano a gobernador por Virginia prometió eliminar los impuestos sobre los alimentos y la gasolina como una forma de abordar el aumento de los precios. Pero sería un gran error ver el rechazo a Biden y a su partido como un apoyo activo a la extrema derecha.
Los partidos políticos estadounidenses son máquinas políticas que movilizan “coaliciones” de votantes, no bloques ideológicos claramente definidos con estructuras internas democráticas y una base de afiliados activa y comprometida. Para construir estos bloques cambiantes de votantes, se apoyan en las divisiones inherentes a un país que abarca un continente: divisiones entre las ciudades costeras y el interior; los suburbios y los centros urbanos; el sur contra el norte, el medio oeste contra el oeste. Ambos partidos de la clase dominante enmarcan el debate de manera estrecha para enfrentar a un sector de los trabajadores contra otro basado en la identidad.
Sin embargo, podemos ver a la clase trabajadora moviéndose de manera constante en un terreno tras otro, aunque no linealmente, hacia la izquierda. Si nos fijamos en las encuestas sobre los problemas que preocupan a los encuestados, la abrumadora mayoría de la clase trabajadora piensa que los precios de los medicamentos son demasiado altos y que las compañías farmacéuticas se están beneficiando de enfermedades y dolencias, incluida la COVID. La mayoría de los trabajadores quiere atención médica universal y gratuita y una universidad gratuita. Existe un apoyo masivo a favor de un salario mínimo más alto. Los trabajadores quieren viviendas y guarderías asequibles y de calidad. Sin embargo, ¿a quién de los principales candidatos puede votar para lograr realmente estas demandas? Sin duda, los Demócratas hacen muchas promesas en la campaña electoral, pero se paralizan cuando se trata de llevar a la práctica algo que cumpla remotamente con estas aspiraciones.
Sin opciones reales por las que votar, millones de trabajadores se abstienen o votan “en contra” de quienes están actualmente en el poder. Después de darle una oportunidad a Obama y no ver un cambio real, sectores de la clase trabajadora se dirigieron primero a Trump y luego a Biden en busca de un camino a seguir. Ahora que Biden se está mostrando ineficaz, muchos están orientándose hacia los Republicanos.
Para aumentar la confusión política, los políticos electos que se identifican a sí mismos como socialistas, incluidos Bernie Sanders, AOC, Rashida Tlaib, Jamal Bowman y Cori Bush, no ofrecen una alternativa real a Biden. Podrían intentar replantear el debate político en términos de clase y confrontar a los dos partidos principales. Al principio, no serían una fuerza de masas, pero podría ser el inicio de una política real orientada hacia la clase trabajadora. En cambio, operan completamente dentro de las limitaciones de la política dominante y forman parte de la coalición Biden. De hecho, son «socialistas» a favor de Biden, que se han amarrado a un presidente que se hunde, dañando la causa del socialismo genuino en el proceso.
Los marxistas hemos explicado muchas veces que la política del mal menor acaba conduciendo al mal mayor. Es como apagar un fuego con un cubo de gasolina. Como ya analizamos en otras ocasiones, las tibias políticas y los fracasos de Biden solo han servido para fortalecer a la extrema derecha, allanando el camino para el regreso de Donald Trump o de alguien como él.
Fracaso logístico
Biden prometió el fin del caos de la administración Trump y el regreso a algún tipo de normalidad. Sin embargo, su presidencia no ha traído dicha estabilidad. El comercio internacional sigue estando en un caos, lo que provoca enormes interrupciones en el suministro. Los contenedores esperan a ser descargados en los principales puertos, pero incluso con trabajadores que trabajan en turnos dobles, no se ha conseguido dar salida a la mercancía. Esto se debe, principalmente, a la naturaleza no planificada de la economía capitalista y a las prácticas de gestión que han dejado vulnerables a las industrias esenciales.
El efecto que está teniendo sobre las leyes fundamentales de la oferta y la demanda es un factor importante que contribuye al aumento de la tasa de inflación, que aumentó más del 5% solo en el último año. Los aumentos de precios son particularmente notables en lo que respecta a la vivienda, el automóvil, los alimentos, el gas, el combustible para calefacción y electricidad, todos los cuales afectan sobre todo al común de los estadounidenses. Además, no ha habido ningún aumento en el salario mínimo federal desde 2009.
A pesar de tener una mayoría del Partido Demócrata en ambas cámaras del Congreso (Cámara de Representantes y Cámara del Senado) y décadas de experiencia como senador, Biden está fracasando por completo en cumplir su agenda, aunque se presenta como un experto en acuerdos aún mejor que Trump.
Después de meses de negociaciones, la Cámara de Representantes controlada por los Demócratas aprobó finalmente el proyecto de ley de infraestructuras del presidente, pero solo después de que se redujera a la mitad el compromiso original de 2 billones de dólares para reconstruir las infraestructuras en ruinas del país. Mientras tanto, su red de seguridad social y los proyectos de ley sobre el cambio climático permanecen en el limbo, secuestrados por un solo individuo de su propio partido del que depende la mayoría Demócrata en la Cámara del Senado. Si bien los marxistas damos la bienvenida a cualquier cosa que alivie la vida bajo el capitalismo, incluso si se aprueban en su totalidad, estos proyectos de ley no transformarán fundamentalmente la vida de la mayoría de los trabajadores.
Biden fue elegido con el apoyo de la mayoría de los dirigentes sindicales. Y, sin embargo, la Pro Act, destinada a proteger los derechos de sindicalización, no ha sido aprobada y probablemente se quede en papel mojado. Y a medida que el calentamiento global conduce a una dislocación económica y social cada vez mayor, Biden no tiene nada real que ofrecer, excepto las inútiles promesas hechas en la cumbre COP26.
Los problemas internacionales tampoco son un salvavidas para Biden. Prometió una retirada ordenada de las fuerzas imperialistas estadounidenses de Afganistán y aseguró a todos que no sería una repetición de la caída de Saigón en Vietnam, solo para que se desarrollara un desastre similar. Este fue un recordatorio gráfico del relativo debilitamiento del imperialismo estadounidense y desacreditó profundamente al Comandante en Jefe. Biden también ha continuado en gran medida las políticas comerciales proteccionistas de la administración Trump, junto con sus políticas fronterizas racistas.
Todo esto ha provocado una crisis de confianza en Biden. La clase dominante utilizó a este senador de confianza y con experiencia para detener la amenaza planteada por Bernie Sanders y vencer a Trump. Trump y los Republicanos de su calado se están posicionando para un gran regreso con la intención de «salvar a Estados Unidos» del caos actual. Irónicamente, a pesar de haber estado en el ojo de la tormenta del establishment durante cuatro años, Trump obtiene un apoyo masivo a través de su postura demagógica “anti-establishment”. Mientras tanto, aquellos líderes como Sanders y el llamado Squad (Escuadrón), el núcleo de congresista Demócratas más radicales, se han enfangado en el pantano. Así que, mientras el futuro político de Trump sigue teniendo éxito, estos supuestos socialistas se están desacreditando ellos solos.
No hay solución dentro del capitalismo
Los analistas burgueses más serios reconocen fácilmente que los problemas a que se enfrentan los trabajadores no se deben simplemente a las políticas de Biden. Sin embargo, se detienen en seco en su análisis y no pueden admitir que el propio sistema capitalista es la causa de la inestabilidad y del declive general. No hay buenas opciones para la clase dominante.
Si los burgueses piden prestado, gastarán y monetizarán la deuda, causando un problema creciente de inflación. Si endurecen las políticas monetarias, esto puede conducir a una economía más lenta y un valor más alto para el dólar, haciendo que Estados Unidos sea menos competitivo en el mercado mundial. Las políticas proteccionistas a menudo causan más problemas de los que resuelven, ya que otros países no se quedarán de brazos cruzados mientras sus rivales actúan contra sus bienes y servicios.
La inversión, la producción y la creación de empleo son un subproducto de la búsqueda capitalista de ganancias. Cuando el sistema está en declive terminal, hay un exceso de capacidad y, finalmente, una contracción, no una expansión. Los salarios reales caen y el desempleo crece.
Debemos ser completamente claros: no existe un burgués progresista. Quizás existieron durante la Revolución Americana o en la “era de la reconstrucción” posterior a la Guerra Civil, pero la era imperialista del capitalismo estadounidense no conoce tal figura.
Incluso cuando se trata del aborto, un tema distintivo entre la base del Partido Demócrata, los Demócratas aún no han aprobado una ley nacional para defender el derecho al aborto. Esto proporcionaría protección legal incluso si la sentencia Roe v. Wade fuera revocada, y podrían detener la reaccionaria ley de Texas. En cambio, la presidencia de Biden está marcada por implacables desafíos a nivel estatal a los derechos de aborto y la inacción de los Demócratas.
En tal situación, incluso un partido socialista de masas relativamente pequeño podría desafiar la hegemonía de los capitalistas y plantear la transformación socialista de la sociedad.
Lucha e independencia de clase frente a la política del mal menor
La izquierda no es una fuerza de masas en Estados Unidos. Y la amarga verdad es que se necesitan fuerzas de masas para construir un partido de masas. Los dirigentes de la central sindical AFL-CIO tienen los recursos para construir un partido así, pero ni siquiera los dirigentes sindicales más izquierdistas tienen intención de ir en esta dirección en la etapa actual.
El camino a seguir para las fuerzas actualmente pequeñas de la izquierda es proponer políticas independientes de clase, no para obtener victorias inmediatas, sino para proponer principios alternativos y sentar las bases de lo que más tarde puede ser una alternativa viable de masas. Hay algunas lecciones recientes a este respecto. El Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL), una pequeña organización «marxista-leninista» con recursos limitados, presentó un candidato bajo su propia bandera a la alcaldía de la ciudad de Nueva York. Terminaron en tercer lugar y recibieron el 2,5% de los votos de toda la ciudad, ¡el mejor resultado para un socialista a la alcaldía desde la década de 1950!
Y en Minneapolis, un socialista independiente, Robin Wonsley Worlobah, fue elegido para el Concejo Municipal. A pesar de las limitaciones de sus programas, estas campañas tuvieron muchos aspectos positivos. Sin embargo, ninguna de estas campañas aprovechó la oportunidad para llamar a la masa de la clase trabajadora a auto organizarse en un partido propio. Realizar campañas independientes es un importante paso adelante. Sin embargo, si queremos construir algo duradero que pueda competir de manera significativa contra los partidos de la patronal en la lucha por el poder, esto debe estar vinculado a la construcción de un partido de los trabajadores sobre una base de clase. Por su parte, el PSL se presenta como el partido de los trabajadores. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores no se afilia a organizaciones pequeñas y los partidos de masas no surgen de formaciones diminutas como el PSL.
Por eso creemos que el eje de los futuros esfuerzos electorales debe ser explicar las siguientes ideas básicas:
- El sistema capitalista es la raíz del problema.
- La clase trabajadora necesita su propio partido y necesitamos un gobierno obrero comprometido con la aplicación de políticas genuinamente socialistas.
- Como preparación para las luchas políticas y económicas de masas del futuro, debemos construir una organización de cuadros fuerte y disciplinada basada en el marxismo revolucionario.
Por el contrario, la carrera de India Walton en Buffalo, Nueva York, fue un ejemplo de lo que no se debe hacer. Se postuló como socialista y «capturó la línea del Partido Demócrata», el objetivo preciado de los «dirty breakers» de DSA [Socialistas Demócratas de América]. Sin embargo, el establishment del Partido Demócrata procedió a apoyar al titular Demócrata y facilitó su candidatura, la cual ganó con un 59% de los votos frente al 41% de Walton.
Que tanta gente haya votado por una autodenominada socialista a pesar de la presión de la maquinaria del Partido Demócrata es una clara indicación del descontento latente con el statu quo. Lo lamentable no es tanto su derrota, sino el hecho de no aprovechar esta campaña para luchar por una política independiente de clase. Al postularse como Demócrata, fomentó la ilusión de que ese partido puede servir como una herramienta para la liberación, y luego esa herramienta fue utilizada como un arma en su contra. Postularse como Demócrata también la obligó a enmarcar los problemas dentro de parámetros políticos muy estrechos. En lugar de dejar que el establishment decida lo que es o no es «aceptable» o «realista», los candidatos socialistas genuinos deberían replantear audazmente su programa para reflejar las necesidades y aspiraciones de la clase trabajadora.
¡Construyamos las fuerzas del marxismo!
De una forma u otra, el horror de los últimos años continuará sin fin hasta que el capitalismo sea derrocado. Nos guste o no, lo único que el capitalismo tiene reservado para nosotros en el futuro es el continuo declive e inestabilidad. La clase dominante está decidida a hacer que la clase trabajadora pague la crisis de su sistema, y la clase trabajadora inevitablemente contraatacará. Nos esperan muchos años de lucha de clases tormentosa, y debemos prepararnos para esta perspectiva.
La clave es construir una dirección obrera que pueda enfrentarse a la clase dominante y ganar. Esto nunca se podrá lograr mientras la clase trabajadora tenga una mano atada a la espalda. Nuestra clase no debe limitarse a reglas escritas para asegurar su continua dominación y explotación. Mientras lucha en el frente sindical, la clase trabajadora también debe construir un vehículo político propio. Solo entonces podremos desplegar eficazmente nuestro colosal poder potencial.
La lucha por construir una dirección de este tipo comienza hoy, con la educación de los cuadros marxistas tanto en la teoría como en su aplicación práctica. Esto es en lo que está involucrada la CMI, e invitamos a todos aquellos que creen en un futuro mejor a unirse a nosotros.