La situación en Bolivia ha experimentado un cambio dramático en los últimos días. En medio de un nuevo alza en la lucha de masas contra la política del gobierno de Mesa, por la expulsión de Aguas de Illimani (controlada por la multinacional francesaS La situación en Bolivia ha experimentado un cambio dramático en los últimos días. En medio de un nuevo alza en la lucha de masas contra la política del gobierno de Mesa, por la expulsión de Aguas de Illimani (controlada por la multinacional francesa Suez), y por la nacionalización de los hidrocarburos, la reacción comandada por las multinacionales y la oligarquía decidió pasar a la ofensiva, utilizando las instituciones burguesas y sus medios de comunicación, y la movilización reaccionaria de sectores de la pequeña burguesía.

Bolivia es un país con ingentes recursos en petróleo y gas, valorados en algo más que 100 mil millones de dólares, 16 veces el total de la deuda externa, y supera en 130 veces la inversión publica anual. Por cada dólar que invierten las petroleras imperialistas ganan diez. El 60% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza. El control y usufructo por parte de los trabajadores y campesinos bolivianos de estos recursos es, por lo tanto, vital para salir de la pobreza y miseria.

Desde el derrocamiento de Sánchez de Lozada en octubre del 2003, la clase dominante y el imperialismo se sienten con una mano atada a la espalda, resultándoles imposible llevar a la práctica su agenda de gobierno. Cada medida decretada en el último año por el gobierno de Mesa para depositar la carga de la crisis sobre las espaldas de los obreros y campesinos bolivianos y asegurar los negocios de las multinacionales se enfrentó con movilizaciones de masas que obligaron al gobierno de Mesa a dar marcha atrás, retrasar, paralizar o llevar a medias la mayoría de estas medidas.

En las últimas semanas, sectores de la oligarquía, descontentos con la “blandura” de Mesa, amenazaron con secesionarse de Bolivia, como en Santa Cruz o Tarija (las zona más ricas del país y donde se concentran los principales yacimientos de petróleo y gas), exigiendo “autonomía” con plenas competencias.

La dimisión de Mesa

Desde la semana anterior, las protestas populares convocadas por las Juntas vecinales, la COB y otras organizaciones campesinas y populares empezaron a adquirir un carácter muy radicalizado.

Todo esto tenía que ver con la decisión de Mesa de dar marcha atrás en su promesa de anular el contrato de concesión a Aguas de Illimani, la empresa que controla el suministro de agua a las localidades de El Alto y la Paz y, sobre todo, con la aprobación por el parlamento el pasado 3 de marzo del proyecto de la ley de hidrocarburos favorable a las transnacionales, que ratificaba los contratos de las mismas alcanzados durante el mandato de Goñi y establecía regalías de sólo el 18% sobre los beneficios de las compañías, frente al 50% exigido por el MAS.

Esta situación no dejó otra opción al MAS de Evo Morales que anunciar su incorporación a las movilizaciones, lo que potencialmente empezaba a dar al movimiento de protesta una amplitud desconocida desde la caída de Sánchez de Lozada. La clase dominante entró en pánico.

La perspectiva de que el MAS pasara de la mera oposición parlamentaria a la oposición en la calle es un hecho altamente significativo. No debemos olvidar que el MAS, enfrentando el sentir de sus bases y a la COB, fue el principal soporte de Mesa en el último año, avalando el referéndum tramposo sobre los hidrocarburos del pasado mes de julio mientras acusaba a la COB y otras organizaciones populares de ser funcionales a la reacción por movilizar a los trabajadores y campesinos contra la política reaccionaria de Mesa.

En este contexto se encuadra la maniobra de Mesa el domingo de la semana pasada. Este cínico y astuto político burgués decidió montar un espectáculo grotesco en torno a su dimisión como presidente de la república. En una clásica maniobra bonapartista lanzó a la cara del país el siguiente desafío: “Yo o el caos”.

La pretensión de Mesa era desactivar la protesta social, criminalizando expresamente a Evo Morales, al MAS y la COB para concitar el odio de las capas medias contra la movilización popular, sus dirigentes y sus organizaciones. El otro objetivo de Mesa con su amenaza de dimisión era disciplinar a los diferentes sectores de la clase dominante, particularmente a la oligarquía santacruceña, que con sus provocaciones “autonomistas” no hacía más que azuzar la inestabilidad social.

Esta mascarada terminó en un “pacto nacional” en el Parlamento–impulsado por la Iglesia, las organizaciones empresariales y el imperialismo- de todos los partidos patronales y oligárquicos (MNR, NFR y MIR) en torno a 4 puntos: Ratificar la Ley de Hidrocarburos que sanciona la propiedad privada de estos recursos a cambio de unas regalías del 18% sobre los beneficios de las compañías multinacionales, elecciones de los prefectos (gobernadores) por sufragio universal, la celebración de un referéndum sobre las “autonomías” que conformaría una Bolivia con 8 regiones autónomas para dar satisfacción a las oligarquías locales, y la convocatoria de una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. De esta manera, utilizaron trucos parlamentarios y legislativos para revestir con una apariencia democrática la entrega de los recursos del país a la depredación devoradora de la oligarquía y de las multinacionales extranjeras.

Con la celebración del referéndum sobre las “autonomías” la oligarquías santacruceña y tarijeña pretenden obtener un eslabón legal para gestionar en su provecho los recursos de esas regiones. Pero además, con ello se busca un mecanismo constitucional que facilite su secesión del resto de Bolivia ante la eventualidad de la toma del poder en La Paz por los obreros y campesinos y así asegurar a las multinacionales extranjeras que la propiedad de los campos de petróleo y gas seguirán firmemente en sus manos. El carácter reaccionario de la consigna de la “autonomía” en este contexto no puede ser más clamoroso. Sólo un gobierno obrero y campesino podría dar plena satisfacción a un genuino control y gestión de sus recursos a las diferentes comunidades que habitan Bolivia mientras se mantiene la planificación en común de todos los recursos.

La reacción mide sus fuerzas en la calle

Mesa, en su declaración al parlamento la noche del 8 de marzo, fue más allá y llamó a la población a movilizarse el jueves 10 a las principales plazas del país para que se manifestaran contra el bloqueo de caminos y carreteras decretado por la COB, el MAS y otras organizaciones populares, y pidió al fiscal general de la nación iniciar procesos penales contra quienes participen en los mismos.

Hasta ese momento la reacción no se había atrevido a sacar a su gente a la calle para enfrentar las protestas de obreros y campesinos. Ya en la concentración del martes por la noche de varios cientos de personas que acudieron a vitorear a Mesa en el palacio presidencial tras la firma del “pacto nacional” gritaban a todo pulmón: “Mano dura”. Los apaleamientos que hubo el pasado lunes 7 en Cochabamba contra campesinos, trabajadores y estudiantes a manos de bandas de matones procedentes de los barrios de clase alta de la ciudad, o el apaleamiento y detención el día miércoles de 104 choferes de autobuses en Santa Cruz a manos de la policía, son sólo una pequeña muestra de lo que espera a los trabajadores y campesinos si permiten que la reacción levante cabeza.

Como respuesta a la provocación de Mesa, el miércoles 9 de marzo la COB, las federaciones vecinales (FEJUVES), los campesinos de la CSUTCB, el MAS y otras organizaciones acordaron formar un frente único para mantener y extender las movilizaciones y bloqueos. Esta fue una medida correctísima ya que una desmovilización popular decretada por los dirigentes obreros, campesinos y la izquierda en este contexto, hubiera tenido consecuencias desmoralizadoras y el efecto de envalentonar todavía más a la reacción.

Las concentraciones pro-Mesa del jueves no tuvieron la masividad esperada, apenas 5.000 personas en La Paz, y cifras similares e incluso menores en el resto de ciudades importantes. Y eso, a pesar de que el gobierno, las instituciones oficiales y la principal confederación empresaria dieron libre asueto a los empleados y trabajadores durante el horario en el que estaba convocadas las concentraciones para facilitar la asistencia de la gente y, en muchos casos, fueron coaccionados para obligarlos a participar. El grueso de los participantes en estas concentraciones reaccionarias procedían de los distritos de clase media y alta de las ciudades. Solamente al sur, en Tarija, las concentraciones adquirieron algo más de masividad porque oportunamente la oligarquía tarijeña, imitando a su par santacruceña, reclamó demagógicamente la “autonomía” para hacerse con una base entre las capas medias y los sectores más atrasados políticamente de los trabajadores y campesinos.

En Cochabamba, la concentración reaccionaria hubo de trasladarse a la tarde porque las organizaciones populares convocaron una contramarcha en el mismo lugar y hora en donde estaba anunciada la primera. En La Paz, hubo algunos enfrentamientos entre trabajadores y campesinos y los que apoyaban a Mesa.

Por otro lado, los bloqueos se extendieron en los últimos dos días. Como se comenta en un reporte de Bolpress.com : “En las últimas horas se incrementó el número de bloqueos a diferencia del martes. De 24 a 39 aumentaron los puntos de bloqueo, que se intensificaron en los departamentos de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Potosí. (Bolpress.com, 10 de marzo).

Además para el 17 de marzo se ha convocado en el Chapare un ampliado nacional de las organizaciones en lucha para delinear un plan de lucha que será ejecutado por todos los sectores sociales y populares (Econoticiasbolivia.com, 10 de marzo).

Este es el camino, frente a la arremetida de la reacción responder con una lucha unitaria para fortalecer y aumentar la moral de los obreros y campesinos y para llevar la desmoralización y la división al campo de nuestros enemigos.

De hecho, ya aparecieron las primeras divisiones dentro del campo de la burguesía. Muchos dirigentes del MNR, de la NFR y del MIR se han desmarcado de Mesa criticando el llamado a concentrarse en contra de los bloqueos por miedo a que esa medida pudiera aumentar la polarización de la sociedad y radicalizar a las masas.

Incluso, ayer mismo la prensa informó que el gobierno de Mesa aceptaría nuevamente rescindir el contrato a Aguas de Illimani alcanzando un acuerdo con la compañía para que esta no presente denuncias por incumplimiento de contrato y entregando la gestión del agua a un consorcio compuesto por funcionarios y representantes vecinales de El Alto (La Razón, 10 de marzo).

Mesa, incluso, tuvo que convocar a una reunión a Morales y Solares ayer jueves a la tarde para intentar alcanzar un acuerdo para desactivar la protesta social. Pero tras 4 horas de reunión no se alcanzó ningún acuerdo.

Mesa erró en el cálculo. Ilusoriamente pensaba que sería fácil engañar a la mayoría de la población, denunciando a las organizaciones obreras y populares como lunáticas y “radicales”, soñando con movilizaciones de cientos de miles arropándolo en las concentraciones de ayer día jueves. No solamente no movió ni la décima parte de esa cifra sino que provocó una mayor unidad entre dichas organizaciones y mayor determinación en la prosecución de la lucha.

Como no podía ser de otra manera, los apoyos más significativos a favor de Mesa vinieron de afuera. Kirchner y Lula actuaron como los perros falderos del imperialismo ofreciendo sin fisuras su apoyo a Mesa.

De esta manera, la pantomima que montó no sirvió para nada. Las bases sociales de la reacción, particularmente en el Altiplano y el occidente del país demostraron ser enormemente débiles.

El problema es que Mesa no puede hacer ninguna concesión seria en el tema de hidrocarburos porque eso irritará a las compañías, pero los trabajadores y campesinos no están dispuestos a aceptar otra cosa que la nacionalización de los recursos que pertenecen al pueblo. Morales y Solares, dirigentes del MAS y de la COB respectivamente, no pueden contentarse con simples migajas para ofrecer a sus bases. Por lo tanto, una agudización en el enfrentamiento es inevitable.

Falta una perspectiva revolucionaria para la toma del poder

Después de año y medio, nos encontramos de nuevo en la misma situación que el 17 de octubre del 2003. El gobierno de Mesa fue incapaz en todo este tiempo de dar satisfacción a ninguna de las demandas de los obreros y campesinos bolivianos, como ya advertimos desde el primer día desde El Militante.

Mesa era un hombre del riñón de Sánchez de Lozada, como miembro de su gobierno y Vicepresidente de la república, cargos que tuvo la viveza de abandonar una semana antes del derrocamiento de Goñi por el movimiento de masas de octubre del 2003.

Sin embargo, careciendo de una real estrategia revolucionaria y de la perspectiva de la revolución socialista, los dirigentes del MAS y la COB le entregaron a Mesa el poder que los trabajadores y campesinos bolivianos empezaban a tocar con sus manos. No solamente eso, sino que llamaron a los trabajadores, campesinos y amplios sectores de las capas medias que simpatizaban con la revolución a confiar en Mesa, dándole una primera tregua de 90 días que luego la dirección del MAS extendió durante más de un año para que, ilusoriamente, llevara a la práctica la Agenda de Octubre, cuya demanda principal era la nacionalización de los hidrocarburos.

Esto fue un error muy grave, como ahora se demostró. Mesa jamás atenderá los reclamos populares. Sólo un gobierno obrero y campesino que expropie a las multinacionales y la oligarquía estará en condiciones de hacerlo.

En la medida que la lucha del último año no condujo a ningún resultado decisivo, contándose en innumerables los bloqueos, cortes de ruta y movilizaciones, muchas de ellas aisladas, descoordinadas y desconectadas entre sí, esto permitió dar un respiro a la clase dominante para agrupar a sectores importantes de las clases medias tras de sí, cansadas de convulsiones, huelgas y movilizaciones, y necesitadas de “orden” y “mano firme” como se expresó en los últimos días y en las movilizaciones de masas en Santa Cruz y Tarija a favor de la “autonomía”.

El peligro a medio plazo es que esta situación de indefinición se prolongue demasiado en el tiempo, se extienda el cansancio y el escepticismo entre los obreros y campesinos en la medida que sus luchas no conduzcan a ninguna salida y la crisis siga golpeando, debilitándose la lucha popular. Si llegara ese momento la reacción no dudaría en intentar descargar un golpe decisivo contra el movimiento de masas al que tomaría con la guardia baja por medio de un levantamiento militar, basándose en el apoyo más o menos activo de sectores las capas medias de la sociedad.

Afortunadamente, todavía estamos lejos de esa situación. El movimiento de masas está demostrando una inquebrantable vitalidad y ante el primer intento serio de la reacción de levantar la cabeza desde la caída de Goñi la respuesta popular está siendo realmente inspiradora. Si Mesa no se atreve a reprimir los bloqueos ni las movilizaciones no es por humanismo, sino porque es consciente que la represión sangrienta del movimiento, como ocurrió en Octubre del 2003, no haría sino radicalizar aún más la lucha y provocar una nueva insurrección popular.

Estamos ahora en un momento decisivo, como en vísperas del derrocamiento revolucionario de Goñi. Millones de trabajadores y campesinos debaten qué camino tomar en charlas y reuniones, en las plazas públicas, en los talleres y empresas y en las lomas desnudas de los campos. La mayoría miran a sus dirigentes buscando una orientación. Por eso es importante sacar las lecciones correctas de la experiencia de los últimos 15 meses.

Reforma o Revolución

La principal debilidad de la revolución boliviana es la ausencia de una dirección audaz que, dotada de la táctica, el programa y las consignas adecuadas dirija las energías revolucionaria de las masas hacia la toma del poder.

Mientras que los obreros y campesinos ansían la unidad y así lo demuestran en todas las movilizaciones, a nivel de las organizaciones dirigentes predomina la dispersión, las vacilaciones y la ausencia de un objetivo claro.

En líneas generales, en el movimiento está dividido en un ala reformista representado por la dirección del MAS y un ala más a la izquierda en la que se encuadra la actual dirección de la COB y que, al menos en palabras, habla de la necesidad de formar un gobierno revolucionario obrero-campesino.

Toda la política del MAS y de Evo Morales en particular se ha estrellado contra el muro de la realidad. Han sido utilizados por Mesa para dar una cobertura “por izquierda” a su política, llevando la confusión y la desorientación a los cuadros honestos del MAS y a gran parte de sus bases. Finalmente, esto terminó con una crisis en el propio MAS en donde cristalizó un ala “derecha” dentro de la bancada parlamentaria cada vez más adicta a Mesa. Ahora Morales, presionado desde abajo, se unió a la COB y otras organizaciones campesinas y populares pasando a una oposición activa a Mesa lo que le valió la crítica del ala derecha de su partido, que no tiene ninguna influencia en las bases.

Sin embargo, Morales sigue sin plantear una alternativa por afuera del capitalismo. Incluso en el tema de los hidrocarburos Morales ya no habla de cancelar los contratos con las multinacionales sino de exigirles regalías del 50%, que si bien es un paso adelante frente a al 18% que plantea Mesa, sigue sin poner en cuestión la propiedad efectiva de estos recursos en manos de las compañías extranjeras.

Por su parte, los dirigentes de la COB vienen denunciando desde hace tiempo a Mesa, e impulsando las principales movilizaciones contra su política. Incluso, Solares (máximo dirigente de la COB) está hablando de tomar el poder e instalar un gobierno obrero y campesino.

Esto es totalmente correcto, es lo que hace falta. Pero Solares debería pasar de las palabras a los hechos. La COB está utilizando las movilizaciones para presionar a Mesa y obligarlo a cambiar de política. Pero esto por sí solo es insuficiente. La experiencia ha demostrado que la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos y para sacar a la mayoría de la población de la miseria y la pobreza es incompatible con el dominio de la sociedad por la oligarquía y las transnacionales, que son quienes dictan su política a Mesa.

De lo que se trata es de utilizar las movilizaciones para implicar en las mismas a la mayor cantidad posible de obreros y campesinos que combine las demandas parciales por salario, empleo, contra la suba de tarifas, por más impuestos a los ricos, etc con las demandas más generales por la nacionalización de los hidrocarburos, la reforma agraria, la nacionalización de los bancos y de los principales sectores productivos del país. Se trata de elevar el nivel de conciencia de los trabajadores explicando que sólo la toma del poder por los de abajo podría solucionar los problemas que tenemos. Al mismo tiempo, se deberían organizar comités de lucha y asambleas populares en cada pueblo y ciudad, barrio, lugar de trabajo y comunidad campesina que sean un cauce de participación consciente de millones en la lucha. Junto a esto, deberían formarse Comités de autodefensa para defender nuestras comunidades, barrios y movilizaciones de los ataques de las bandas reaccionarias y de la policía.

Una verdadera estrategia revolucionaria para la toma del poder debería basarse en estos comités y asambleas locales para que se vayan transformando de organismos de lucha a auténticos organismos de poder obrero en Bolivia.

Dependiendo del nivel de amplitud, madurez y conciencia política alcanzado por la lucha de masas, llegado el momento lo que habría que hacer es convocar a una Asamblea Popular formada por representantes elegidos en estos organismos de base, como verdadero órgano representativo del pueblo pobre de Bolivia, y que sea esta Asamblea Popular la que tome el poder soberano en el país, como debió hacerse en octubre del 2003.

La trampa de la Asamblea Constituyente

La Asamblea Constituyente ha pasado a convertirse en una de las demandas más importantes en el proceso revolucionario boliviano. Lo realmente sorprendente es que esta consigna sea defendida casi sin excepción por todos los grupos y tendencias políticas de Bolivia: desde la derecha a la izquierda, desde los partidos y políticos patronales e imperialistas a las organizaciones obreras y campesinas ¿Cómo puede ser esto? la verdad es que esta consigna fue introducida artificialmente desde afuera al interior del movimiento revolucionario. No nació como una necesidad del propio movimiento. En concreto, la demanda de Asamblea Constituyente no jugó absolutamente ningún papel para sacar a las masas a la lucha ni para estimular la movilización insurreccional que derrocó a Goñi. Este es un hecho que no admite discusión. Es más, esta consigna es tan inofensiva para la burguesía boliviana y el imperialismo que hasta Mesa llamó a la convocatoria de tal Asamblea Constituyente para este mismo año.

Lamentablemente, en la medida que los dirigentes obreros, campesinos y de la izquierda no hacen más que insistir en esta consigna como panacea para solucionar los problemas de las masas, inevitablemente éstas han dado crédito a la misma y actualmente forma parte de sus banderas de lucha.

Históricamente la convocatoria de una Asamblea Constituyente se justificaba para conseguir derechos democráticos para la población: libertad de expresión, derecho de manifestación, de organización, etc. Todos estos derechos existen ya en Bolivia. ¿Qué papel puede jugar la agitación de la consigna de una Asamblea Constituyente en esta situación? Solamente el de confundir y desorientar a las masas de sus verdaderos objetivos revolucionarios. Con esta consigna lo que se hace es derivar a una solución parlamentaria lo que sólo se puede resolver de una forma revolucionaria con las masas en la calle, y como si una nueva Constitución (que es para lo único que tiene sentido demandar un organismo de este tipo) pudiera resolver los problemas sociales sin la expropiación previa de la tierra, los monopolios y los bancos en poder de la oligarquía, la burguesía nacional y las multinacionales extranjeras, lo que igualmente nos lleva a la necesidad de la toma del poder por la clase obrera y los campesinos pobres.

Mesa va a utilizar la convocatoria de la Asamblea Constituyente para engañar una vez más a las masas como ya hizo con el referéndum tramposo del gas hace unos meses. Cuando la situación social esté a punto de desbordarse nuevamente exigirán a las masas que se detengan y aguarden unos meses a la convocatoria de tal organismo. Como ocurre actualmente con la Ley de Hidrocarburos, la oligarquía y Mesa llevan ya más de un año con idas y venidas parlamentarias retrasando la aprobación definitiva de esta ley. Pero mientras tanto, las transnacionales siguen explotando los recursos y llevándose las regalías, mientras que las discusiones parlamentarias se extienden en el tiempo. Con la Constituyente pasará lo mismo. Cada nuevo artículo de la ley llevará semanas o meses de interminables discusiones antes de ser aprobado, mientras se pedirá a las masas que sean pacientes hasta que todo el articulado sea discutido o aprobado. Pero mientras tanto, las viejas leyes seguirán funcionando. Lo que la clase dominante trata es de ganar tiempo, agotar a las masas con interminables trucos parlamentarios y esperar la mejor ocasión para dar un golpe decisivo.

Por el contrario, en Bolivia se da un contexto inmejorable para explicar a las masas los límites del parlamentarismo burgués, su falsedad, sus trampas, etc ¿Por qué insistir, entonces, en alternativas parlamentarias como la Constituyente? El “apoyo” actual a Mesa en el parlamento es un calco fiel de la representatividad y funcionamiento de los órganos de la democracia burguesa. Los partidos que hoy lo dominan formaron la mega coalición goñista que la insurrección de octubre derribó. Carecen de una base social y de prestigio, solamente mantenidos por el automatismo de la sociedad burguesa. Es un reducto de cobardes contrarrevolucionarios, que por ahora no tienen la fuerza para intentar disciplinar a las masas. Son lacayos del imperialismo, esta gente no puede seguir al frente de la sociedad. Hay que derribarlos.

Estamos a favor de la mas amplia democracia. Pero explicamos que el régimen más democrático que puede existir es uno basado en la democracia directa desde abajo a través de asambleas y comités que elijan sus representantes a una Asamblea Popular nacional; que garantice la propiedad común de los recursos de la nación y su control democrático por los trabajadores y campesinos; es decir, un verdadero régimen de democracia obrera, de democracia socialista, donde cualquier representante obrero y campesino o funcionario pueda ser revocado inmediatamente por quienes lo eligieron, y cuyo salario no sea superior al salario medio de un trabajador calificado, donde las tareas de administración y gestión sean ejercidas por toda la población por turnos para evitar el arribismo y la burocratización y donde no haya un ejército separado del pueblo sino que sea éste quien tenga las armas a través de milicias obreras y campesinas.

Posiblemente cualquier trabajador o campesino boliviano de manera intuitiva identifica la Asamblea Constituyente con la idea del poder obrero. Pero ambas cosas son organismos totalmente diferentes. Seamos sinceros, la verdad es que algunos dirigentes, a pesar de su honestidad y entrega a la lucha, se agarran a esta consigna para ocultar su falta de confianza en la capacidad revolucionaria de los obreros y campesinos, y en su carencia de un programa claro y de una estrategia para el triunfo de la revolución socialista. Esta consigna les permite utilizar una verborragia revolucionaria sobre la necesidad del poder obrero, mientras que en la práctica no explican la manera concreta cómo tal poder debe organizarse y conseguirse. Pero eso, independientemente de su sinceridad y devoción a la causa, su accionar los lleva a jugar con la revolución, pero no ayuda al triunfo mismo de la revolución.

Es urgente, por lo tanto, que los cuadros revolucionarios dirigentes de Bolivia reexaminen honestamente la situación y emprendan un cambio de rumbo en dirección hacia las consignas, las tácticas y la estrategia revolucionaria correctas que hagan posible en Bolivia el triunfo del poder obrero.

La revolución obrera y campesina es la única alternativa: para acabar con el hambre, la desocupación y los salarios de miseria, para terminar con la opresión a los pueblos originarios, y para cortar de raíz los planes reaccionarios de la clase dominantes y el imperialismo. Una Bolivia revolucionaria y socialista tendría un enorme impacto en toda la región, acelerando el proceso que se está gestando en Perú, Ecuador y en toda Latinoamérica. El imperialismo norteamericano quedaría paralizado e incapaz de intervenir porque se enfrentaría a insurrecciones en todas partes y con un movimiento de masas dentro de sus propias fronteras. Lo único que hace falta es una dirección audaz armada con una política y un programa correctos.