Un nuevo aniversario del Golpe genocida del 24 de marzo de 1976 nos encuentra en pleno auge de luchas obreras con una situación social explosiva, herencia indiscutible del Argentinazo. Y con una fuerte tendencia reivindicadora de la lucha revolucio Un nuevo aniversario del Golpe genocida del 24 de marzo de 1976 nos encuentra en pleno auge de luchas obreras con una situación social explosiva, herencia indiscutible del Argentinazo. Y con una fuerte tendencia reivindicadora de la lucha revolucionaria de los años 60 y 70 que es, a la vez, reflexiva y exigente de replanteos y respuestas para enfrentar el presente. Todo ello, junto a la ejemplar lucha permanente por encarcelar a todos los genocidas y sus cómplices, recuperando la memoria de los compañeros caídos.

Es así que hoy, en este contexto, las nuevas generaciones de activistas y militantes sociales y políticos, pueden apreciar un proceso revolucionario incipiente en toda Latinoamérica, donde las amplias capas de trabajadores van girando furiosamente hacia posiciones de izquierda, poniéndose de pie luego de las derrotas de los últimos 30 años.

Este clima es muy similar al que se vivía en la región para fines de la década del 60 y mediados de la del 70. En Argentina en particular, este ímpetu revolucionario había retomado su cauce a fines de los 60, haciendo temblar los cimientos del orden burgués.

La revolución en Cuba, Centroamérica, Bolivia, Chile, Uruguay, Brasil, más el pantano en el que estaba embarcado el imperialismo yanqui en Vietnam, no hacían más que contornear un paisaje aterrador para la cobarde burguesía nacional y sus partidos que, arrinconados por la lucha revolucionaria de los trabajadores, golpearían una vez más en los cuarteles genocidas, en busca del golpe salvador.

La burguesía nacional y el imperialismo diseñaron el Golpe

El golpe del 76, venía a poner fin a un enfrentamiento crucial entre la clase obrera y la burguesía argentina, que desde el golpe del 55 no encontraba una definición contundente, aún cuando el movimiento obrero viviera momentos de grandes zozobras, que supo resistir.

Sin embargo esa resistencia fue una escuela que dio los mejores cuadros revolucionarios y a su vez gestaría el proceso irreversible de lucha política y social franca contra el orden capitalista que, claro está, no estaría exenta de grandes contradicciones.

Este proceso despierta con el Cordobazo, en 1969, que arrasaría a la dictadura de Onganía. Luego vendría una alternancia constante en el gobierno de un régimen que no daba más y andaba a la deriva política y económicamente, con sumo rechazo social.

Poco después, esa marea revolucionaria llegó a un punto que obligó a la burguesía a ofrecer una benemérita, aunque fría, bienvenida a Perón como último recurso para que el viejo caudillo frenara y desarticulara una lucha que amenazaba el corazón del sistema capitalista en Argentina.

Sin embargo, la biología no ayudaría al régimen y, al poco tiempo de asumir, Perón fallece. Pero aún el breve tiempo en el poder, dejó indicios claros de que su principal objetivo -desarticular el proceso revolucionario en curso- sería harto difícil, y que seguramente hubiera fracasado en su política de conciliación de clases, si hubiera vivido más tiempo.

El Golpe era una cuestión de supervivencia para el régimen. La lucha de los trabajadores era total: sindical, social y especialmente política; por lo tanto, o se hacían con el poder e iniciaban un cambio que desembocara en el socialismo, o el orden burgués aplastaba contrarrevolucionariamente el proceso en curso, y también a los mejores cuadros revolucionarios, asestando una lección pavorosamente inolvidable para el resto de la sociedad y las nuevas generaciones.

Eso no quita que a la burguesía argentina la «democracia burguesa», en esos marcos, le resultaba cara: la clase obrera absorbía casi la mitad del PBI y peleaba cada vez más. La razón de ser de la burguesía es agrandar su tasa de ganancia a expensas de la clase obrera, y normalmente lo hace dentro de un régimen democrático burgués. La apelación a una dictadura policíaco-militar, con métodos fascistas, viene determinada por instancias concretas de la lucha de clases, cuando la clase obrera pone en cuestión la validez de la propiedad privada y quién tiene el poder en la sociedad.

Por supuesto, el imperialismo yanqui propiciaba el ascenso de dictaduras militares y hacía años que preparaba genocidas en su Escuela de las Américas. Aunque es sabido que Francia también enseñó técnicas de tortura que aplicaba contra los independentistas de sus colonias.

Pero no se puede decir que el imperialismo tenía un plan acabado para sentar las bases del saqueo que, al retorno de la democracia burguesa en la región, también iba a sufrir el movimiento obrero de Argentina. Eso se dio después, como resultado necesario de la terrible derrota que sufrió la clase obrera argentina, y en alianza con la burguesía nacional.

El mito de la guerra antisubversiva y el papel de la clase obrera

La guerrilla, como tal, no ayudó a realizar la necesaria experiencia que los trabajadores debían hacer con el régimen capitalista y sus partidos, haciendo eje en acciones armadas aisladas de las masas.

En vez de actuar como brazo y complemento de un poderoso movimiento político revolucionario, actuaba en los hechos como un sustituto del mismo, incluso avanzando a veces a contramano de la iniciativa de los trabajadores. Desde ya rescatamos como válido el intento de algunas organizaciones por insertarse como parte del movimiento obrero y estudiantil ganando importantes y valiosos cuadros revolucionarios, que sin embargo mayormente serían comprometidos en la lucha armada sin mayor efecto, salvo el de ser eliminados aun antes de la dictadura, al permanecer aislados del movimiento obrero.

En términos militares la guerrilla no significaba en el 76 un peligro serio para el sistema, hasta podría haber sido controlada fácilmente sin un golpe militar. Para marzo del 76, la guerrilla en sus distintas variantes había sido diezmada y prácticamente desarticulada. La honestidad y heroísmo de estos compañeros es intachable, pero sus concepciones y errores políticos, merecen ser revisados de cara a las nuevas generaciones de luchadores.

Ya un año antes, el movimiento obrero doblegaba el plan económico del gobierno de Isabelita, y las medidas conocidas como «El Rodrigazo», con una impresionante huelga de masas.
El enemigo principal estaba en las fábricas, en los sindicatos, en el fenómeno del clasismo, en las llamadas «coordinadoras obreras», en la ideología que anidaba en las cabezas de importantes capas de los asalariados, en el compromiso político y la movilización de las masas, en los jóvenes estudiantes de las escuelas secundarias y especialmente de las universidades.

Desde el Cordobazo en adelante el auge de la lucha de los trabajadores, las innumerables huelgas de masas, el clasismo, la participación masiva en los sindicatos, y dentro del partido peronista y sus corrientes de izquierda, inundaba el aire que se respiraba.

El golpe apuntaba a ese enemigo, ni más ni menos que al enemigo de clase de la burguesía. Desgraciadamente, la falta de un partido marxista que proyectara la perspectiva del poder obrero, actuando en el seno de las organizaciones sindicales y políticas del movimiento obrero, para barrer con los elementos más a la derecha, conciliadores y reformistas de toda calaña, ganando el apoyo de las bases, impidió aprovechar una oportunidad histórica que se transformaría en su contrario.

Con los mejores cuadros revolucionarios muertos, presos, desaparecidos y exiliados, bajo una feroz represión, y con la burguesía, la iglesia y sectores de la burocracia sindical apoyando la dictadura y complaciéndola, entregando dirigentes de oposición, militantes y activistas, pronto el movimiento obrero tuvo que bajar los brazos, diezmado por el último gran esfuerzo realizado en los 8 años previos.
Sin embargo, lo que se dice de la débil memoria de los trabajadores y su conformismo material, es una mentira de los personeros burgueses que pretende cargar sobre los hombros de la clase obrera los años bajo dictadura, deslindando propias responsabilidades y la complicidad de una burguesía rastrera.

Durante toda la dictadura se siguieron registrando medidas de fuerza menores, y pequeños sabotajes diarios por parte de los trabajadores, ofreciendo una resistencia solapada, nada despreciable tal como estaban las cosas. Rescatamos el valor de miles de compañeros que siguieron militando en la clandestinidad, transmitiendo tradiciones de un gran valor para el campo revolucionario. Qué más se le podía pedir a los trabajadores.

El movimiento obrero fue sencillamente vencido, luego de una pelea muy valiente que liquidó a una generación entera, joven y lúcida, honesta y combativa. Esa generación fue la que dejó sentir su ausencia en los últimos 20 años.

Las víctimas… ¿qué víctimas?

Aquellos compañeros que cayeron en aquel proceso, que desaparecieron, fueron detenidos, torturados… ¿fueron víctimas de la represión, mal llamada «ilegal»? Obviamente, si hablamos del propio hecho de ser objeto de la represión estatal bajo cualquier forma, no caben dudas que es válido y necesario hablar de víctimas.

Pero no está claro que la cuestión de fondo por la que cayeron -el compromiso en la lucha por el cambio social, la construcción del socialismo- los encuentre como víctimas. La mayoría de ellos -desde los que asistían a los pobres en las villas, curas y monjas tercermundistas, militantes de izquierda, peronistas de base, y los que optaron por la lucha armada-, sabían lo que hacían, lo que querían, tenían claras sus ideas y que, si eran consecuentes con ellas, les podía costar la vida. Tal vez ninguno pensó que la magnitud de la masacre sería tan grande… ¿pero quién podría vaticinar y cuantificar un genocidio con algo de acierto?
El mejor homenaje que hoy les podemos tributar es retomar sus banderas, su lucha, su anhelo de cambio, con espíritu crítico para encontrar una síntesis superadora que nos permita enfrentar al capitalismo con éxito esta vez; que estudiemos con seriedad, como ellos lo hacían, la realidad, la lucha de clases, profundizando en el estudio del marxismo, que era común a la mayoría de los compañeros, más allá de las distintas interpretaciones.

Por encima de las diferentes concepciones de lucha revolucionaria, rescatamos el carácter de militantes convencidos ideológica y políticamente de la lucha de clases, de la construcción de una sociedad socialista que acabara con la explotación del hombre por el hombre, pagando si ello fuera necesario con sus propias vidas. Al contrario, el orgullo más grande, es ser hoy continuadores de su lucha.
Treinta años después, pese a la nulidad de las leyes de impunidad, los genocidas y sus cómplices siguen sin ser juzgados ni castigados. La burguesía argentina no tiene el más mínimo interés en castigar a quienes le salvaron el pellejo. Será la lucha revolucionaria obrera y popular la que ajuste las cuentas finales con ellos y al sistema capitalista que los sustenta.

30.000 COMPAÑEROS DETENIDOS-DESAPARECIDOS…
!!!PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE!!!