La expropiación por parte de la Alcaldía Metropolitana de Caracas de los campos de golf del Country Club y Valle Arriba despertó entusiasmo y expectación en amplios sectores del movimiento revolucionario bolivariano y provocó una campaña histérica po La expropiación por parte de la Alcaldía Metropolitana de Caracas de los campos de golf del Country Club y de Valle Arriba despertó entusiasmo y expectación en amplios sectores del movimiento revolucionario bolivariano y provocó una campaña histérica por parte de distintos medios de comunicación burgueses contra la medida y contra el propio Alcalde Metropolitano, Juan Barreto. La declaración firmada por el Vicepresidente Rangel en la que, hablando en nombre del gobierno y del Presidente Chávez, afirma no compartir esta medida ha causado preocupación, perplejidad y confusión en las bases del movimiento bolivariano.

Los marxistas de la CMR apoyamos esta expropiación y llamamos a Barreto y al Gobierno bolivariano a mantenerse firmes en la misma y a extender las expropiaciones ,pese a la brutal campaña mediática que ha desatado la burguesía. Como explicaba correctamente en su presentación de la medida el Alcalde Barreto esta medida no resuelve el problema habitacional pero es un paso importante hacia la solución del mismo. Según el proyecto hecho público por Juan Barreto, en los terrenos expropiados -actualmente un coto privado para el lujo, la diversión y el deporte de unos pocos oligarcas- se construirían de 50.000 a 70.000 viviendas y se desarrollarían proyectos recreativos (parques, iniciativas culturales, etc). La medida obedece ,además, a la recogida masiva de firmas (50.000 según Barreto) en distintas zonas de Caracas, habitadas preferentemente por capas medias, demandando viviendas dignas y apoyando que el proceso de expropiaciones, iniciado hace algunos meses con varios inmuebles caraqueños, continúe. Además, según el Alcalde, los propietarios del Country Club han cometido toda una serie de irregularidades (compra fraudulenta de los terrenos en 1955 y 1983 a nombre de una persona fallecida en 1949, etc) que justifican su intervención.

¿Porqué la campaña histérica de la burguesía?

De por sí, estos serían motivos más que suficientes para que los revolucionarios apoyemos la expropiación de estos espacios. Pero, además, la medida tiene un alto contenido simbólico. Este es uno de los aspectos que más ha indignado y preocupado a los capitalistas. En un contexto revolucionario como el que vive nuestro país, la expropiación de un icono de la burguesía caraqueña para intentar satisfacer necesidades sociales cuando, además, la burguesía (con la colaboración de sectores burocráticos y reformistas que existen dentro del proceso) había conseguido que el proceso de expropiaciones iniciado por el Presidente Chávez hace algo más de un año se frenase (o al menos se ralentizase de forma importante) puede convertirse en un punto de referencia y estimular la movilización de las bases revolucionarias para seguir impulsando las expropiaciones y de este modo completar la revolución hacia el socialismo.

El enfrentamiento de Barreto con la oligarquía había tenido su prólogo, unos días antes, cuando el Alcalde Metropolitano en un acto de masas en el Teatro Teresa Carreño de la Capital había atacado duramente a los alcaldes escuálidos de los Municipios Chacao y Baruta, los golpistas Capriles Radonsky y Leopoldo López, por sabotear el trabajo de la Alcaldía Mayor, adeudar a ésta importantes cantidades y otras actividades contrarrevolucionarias. En la propia expropiación de los campos de golf, Barreto planteaba que indemnizaría la expropiación con el billón de bolívares adeudado por estos municipios. Las acusaciones a López y Radonsky primero, y la expropiación después, apoyadas por amplios sectores de las bases revolucionarias, han sido duramente criticadas por los sectores más a la derecha del movimiento bolivariano porque según ellos rompen su estrategia de "inclusión" y "diálogo institucional" con sectores de la oposición.

La oposición de los reformistas a las expropiaciones

Estos dirigentes reformistas están convencidos de que el discurso socialista de Chávez, las expropiaciones llevadas a cabo por éste o la cogestión revolucionaria implementada tras esas expropiaciones son errores que ahuyentan a la clase media, “provocan al imperialismo” y debilitan el apoyo a la revolución.

En realidad, ocurre todo lo contrario. Lo que provoca al imperialismo es cualquier medida que no sea lo que ellos necesitan para sojuzgar a las masas y seguir explotando las riquezas de nuestro país, como siempre han hecho. Hablar de socialismo sólo hará perder apoyo a Chávez si ese discurso no se concreta rápidamente en hechos, si deja el poder económico en manos de los capitalistas para que estos sigan saboteando y no le garantiza a la base social de la revolución, los trabajadores y el pueblo, una vivienda y un empleo digno y una participación real y decisoria dirección del estado. En definitiva, si las masas “no le ven el queso a la tostada” y el socialismo no logra demostrar a los sectores populares, a los trabajadores y a las capas medias, con hechos concretos, que no es una esperanza lejana sino una solución inmediata a sus problemas.

Como dice correctamente Juan Barreto en su comunicado de respuesta: "Ningún evento político de la naturaleza que sea, puede perder de vista el problema ético: o estamos a favor de las mayorías del pueblo y actuamos en correspondencia con ella; o por el contrario guardamos silencio y optamos por la inacción o ausencia política (lo cual también es una política), para evitar cualquier ruido o confrontación, como nos ocurrió en la campaña de diputados y concejales. Esto desmoralizó a nuestro pueblo. No vamos a bajar la cabeza ante los atropellos que se llevan a cabo en el Este de Caracas y asumir la necesidad de una paz sin principio que en nada beneficia al proceso revolucionario, porque supuestamente afecta las encuestas y asusta a un sector de la clase media."

¿Cómo se gana y cómo se pierde el apoyo de la clase media?

Este es un punto cardinal que ha resultado decisivo para todas las revoluciones. La clase obrera debe ganar el apoyo de los demás explotados y de la pequeñla burguesía, las llamadas capas medias. Los reformistas creen que su punto fuerte es éste. Que sólo moderando el discurso y las medidas revolucionarias es posible ganar a la "clase media", pero es al contrario. Todas las revoluciones que se han moderado en el momento decisivo, cuando han despertado las expectativas de las masas y tenían que dar solución urgente a las mismas, lo único que han logrado es desanimar a los trabajadores y sectores populares que las apoyaban y empujar a la pequeña-burguesía en los brazos de la reacción. Con ello han empezado a cavar su tumba.

La llamada “clase media” no tiene una política independiente y en épocas revolucionarias oscila entre la clase obrera y la burguesía, entre la revolución y la contrarrevolución. Cómo suele decir a menudo uno de los principales defensores a nivel internacional de la revolución venezolana, Alan Woods, (destacado teórico marxista y dirigente de la Corriente Marxista Internacional, de la que formamos parte la CMR venezolana) “Sea cual sea su Biblia, el Dios de la clase media es el poder”.

La clase media en épocas de crisis y revolución en lugar de buscar moderación tiende a oscilar entre los extremos políticos. Busca “un campeón” al que apoyar, una alternativa que demuestre fuerza, sobre todo que deje absolutamente claro que está dispuesta a ir hasta el final y que le demuestre, no en discursos sino en hechos, que puede resolver sus problemas. Muchos sectores de las capas medias votaron por Chávez en 1998 pero tras varios años de saboteo capitalista, agitación contrarrevolucionaria y sin que la revolución diese solución a sus problemas giraron hacia la derecha en abril de 2002. Las derrotas de la contrarrevolución a manos de las masas populares y la clase obrera rompió este giro a la derecha por todo un periodo y creó las condiciones políticas para que algunos sectores de la clase media giraran nuevamente hacia la izquierda y en su mayor parte se mantengan a la expectativa, viendo en qué se concreta eso del socialismo del que habla Chávez.

A pesar de que entre 1998 y 2002 no hubo ninguna expropiación y de que el Presidente y el gobierno garantizaron una y otra vez la defensa de la propiedad privada, cuando la clase media empezó a perder la paciencia y a ver que su situación empeoraba no fue la moderación lo que la ganó sino la radicalización del discurso de la derecha. La ausencia de expropiaciones no impidió que el discurso acerca del “castrocomunismo” e ideas absurdas como que la revolución significaba quitarle un carro al que tiene dos o una casa al que tiene dos penetrasen en la cabeza de estos sectores. No son las palabras ni los llamados abstractos a defender la propiedad privada lo que evitará que ese discurso pueda volver a ganar terreno sino el demostrar con medidas concretas a estos sectores (y no sólo a ellos sino a todos los explotados) que el socialismo y las expropiaciones no tienen nada que ver con el caos o dictadura de las que les habla la burguesía y les benefician.

Las expropiaciones benefician también a la clase media

Los primeros beneficiados por la expropiación de edificios o de los bancos, junto a los sectores populares, serían sectores de clase media que verían desaparecer sus hipotecas, tendrían acceso a créditos mucho más baratos, a viviendas dignas y de calidad y a otras mejoras cualitativas.En ese sentido, todos los que hemos asistido a las asambleas de inquilinos en lucha por la expropiación de sus inmuebles (compuestas en su mayoría por sectores de lo que la sociología burguesa definiría como clase media baja) hemos visto como la decisión de la Alcaldía Metropolitana de expropiar algunos de estos edificios (propiedad de empresas especuladoras) para ofrecer los apartamentos a pecios asequibles a sus inquilinos ha despertado el entusiasmo generalizado en estos sectores.

Vecinos que reconocían haber firmado contra Chávez o participado en marchas opositoras se declaraban ahora “resteados” con éste porque veían una medida concreta que les garantizaba un cambio en sus condiciones de vida. Esta es una forma concreta de ganar el apoyo de las capas medias y no los llamados al diálogo a los empresarios, que en nada benefician a estos sectores. Aún así, debemos estar claros en que esas expropiaciones sólo han despertado una expectativa. Si esta expectativa no se cumple, si se retrasan o se frenan las expropiaciones, si se producen los desalojos de inquilinos, esta expectativa se transformará en frustración y estos sectores podrán pasar de ser aliados a engrosar nuevamente las filas de la contrarrevolución.

Y esto no es válido sólo para la clase media. Incluso la base social más decidida y consecuente de la revolución, los trabajadores y los explotados todos, necesitamos –tras años de lucha y sacrificios- que la revolución acelere el paso y muestre que es capaz de satisfacer las expectativas que ha despertado y construir un mudo diferente. Hemos logrado cosas muy importantes en estos siete años: las misiones, diferentes mejoras, un incremento general de la participación y movilización popular y sobre todo un despertar del sentimiento de dignidad y del ansia de participar en la dirección del estado, de la economía, de las empresa, de los barrios, por parte de todos los que siempre habíamos sido excluidos de esos espacios. El papel del presidente Chávez en ese despertar de millones de conciencias y voluntades no se le escapa a nadie. Sin embargo, como el mismo Presidente ha repetido, la revolución no puede frenarse y no ha hecho más que una pequeña parte de su trabajo.

Si la revolución no expropia a los capitalistas será derrotada

Para completar su tarea la revolución necesita llevar a cabo cuanto antes dos tareas inaplazables:
1) Poner los recursos que hoy despilfarran y desaprovechan un puñado de oligarcas en manos del estado mediante la expropiación general de los capitalistas como único modo de implementar un Plan nacional de Desarrollo Endógeno Rumbo al Socialismo, discutido democráticamente con todos los trabajadores y los sectores populares, en asambleas de voceros de los Consejos Comunales y Consejos de trabajadores elegibles y revocables democráticamente para determinar todas las necesidades y prioridades existentes y satisfacerlas.
2) Desmantelar la actual estructura estatal y sustituirla por un estado obrero, basado en esas asambleas de voceros elegibles y revocables en todo momento por Consejos de Trabajadores, de cada Fábrica, de las comunidades, de campesinos, etc. Esto debe ir acompañado por la sustitución del actual marco jurídico y leyes procedentes de la IV República por una legislación a favor de os trabajadores y los demás explotados que permita avanzar verdaderamente hacia el socialismo.
Si estos dos aspectos decisivos no son afrontados por la revolución en el corto plazo la actual correlación de fuerzas , tan favorable a la revolución, pude cambiar y la contrarrevolución empezará a aumentar sus fuerzas. Eso es lo que han conseguido las políticas reformistas de moderación una y otra vez a lo largo de toda la historia.

En el fondo, lo que está detrás de las referencias por parte de ciertos sectores reformistas del proceso a la "crispación" que genera Barreto, o a la supuesta "inconstitucionalidad" de las expropiaciones, es que estos dirigentes desconfían de la movilización de las masas y de la capacidad de la clase obrera y los explotados para cambiar la sociedad. Siempre han estado convencidos de que el discurso socialista y antiimperailista de Chávez y muchas de las medidas que éste ha tomado (expropiaciones, cogestión,…) "provocan" al imperialismo, ahuyentan a la "clase media" y son la razón de que los capitalistas no se sumen a un proyecto nacional bolivariano que se mantenga dentro del capitalismo. Sin embargo, la razón de que el proceso revolucionario se haya ido radicalizando y de que los capitalistas y el imperialismo hayan intentado tumbar una y otra vez a Chávez, a pesar de los llamados del Presidente a dialogar, es que el capitalismo, en decadencia senil en todo el mundo como ha explicado el propio Chávez, no puede tolerar ninguno de los objetivos que se ha propuesto la revolución bolivariana (desarrollo endógeno, justicia social, resolver el déficit habitacional, etc) y lo que menos puede tolerar es la existencia de un pueblo y una clase obrera movilizados, conscientes y decididos a seguir luchando por hacer avanzar su revolución.

La Batalla de Miranda y las expropiaciones

El principal temor que tienen hoy los capitalistas, que la movilización y organización de las masas que componen la base del movimiento bolivariano empujen nuevamente la revolución hacia delante, como ya ocurriera después de la batalla de Santa Inés en 2004. Lamentablemente, como ya hemos explicado los marxistas de la CMR en otros materiales, hay sectores dentro de la dirigencia del movimiento bolivariano que aunque se declaren socialistas y digan compartir el objetivo del socialismo propuesto por el Presidente Chávez, tienden a reproducir dentro del movimiento la presión polìtica e ideológica de la burguesía. Estos sectores no creen realmente en el socialismo. Además, estos sectores se entrelazan y combinan sus intereses cada vez más claramente con un sector del aparato del estado que combate la movilización y organización popular y està reproduciendo, bajo un leve barniz bolivariano, muchas de las viejas prácticas y una buena parte de la ideología de la vieja burocracia.

Los reformistas quieren una campaña electoral clásica de cualquier país capitalista en el que no haya una situación revolucionaria, están presionando al Presidente para frenar cualquier medida socialista con el argumento de que sería contraproducente electoralmente hasta después de las elecciones, han planteado una campaña (Batalla Miranda) controlada desde arriba, con un Comando designado a dedo que recuerda mucho más al Comando Ayacucho que al soplo de aire fresco y participación desde abajo que representó la Batalla de Santa Inés, el surgimiento desde la base de las UBEs y la imposición en muchos lugares de Comandos Maisanta elegidos desde abajo.

Estos sectores comprenden perfectamente que una Batalla de Santa Inés 2, en el contexto de la revolución que tenemos hoy, abierto el debate sobre el socialismo, con empresas expropiadas y recuperadas por los trabajadores, con la idea de la expropiación viva en la conciencia de las masas y un movimiento obrero en ascenso, tendría un efecto incomparablemente superior a la hora de radicalizar la revolución. El surgimiento nuevamente de organismos desarrollándose desde abajo como las UBEs , Consejos Comunales, podría generar embriones de poder obrero y popular que podrían aparecer ante los ojos de las masas, y hasta es posible que del propio Presidente Chávez, como una posible estructura de poder y dirección de la revolución alternativa a la que hoy integran muchos de esos sectores reformistas. Cualquier medida que anime la autoorganización y movilización popular y revitalice la idea de expropiar a los capitalistas en su mente debe ser combatida. Esta es la razón de que estos sectores, en plena campaña salvaje de la oposición contra las expropiaciones anunciadas por Barreto, estén intensificando también su presión sobre Chávez y en todo el circulo dirigente para frenar ese tipo de medidas.

Hoy el argumento es que mermarán votos de la clase media y los sectores “más moderados”, mañana –si logran imponer su objetivo de una campaña controlada por los aparatos frente a la única campaña que puede acercarnos a una victoria aplastante y sin paliativos: una Batalla de Miranda dirigida por las bases, acompañada por medidas económicas, políticas y sociales que le den un contenido concreto al socialismo- utilizarán un resultado más ajustado de lo previsto para plantear que hay mucha oposición al socialismo en la sociedad venezolana y que no estamos maduros para ir todavía hacia el socialismo y continuar las expropiaciones. Es la vieja melodía reformista tantas veces escuchada, y que siempre que se ha impuesto –inevitablemente- se ha convertido en canto fúnebre de cuantas revoluciones le han prestado oídos.

En los casos en los que los dirigentes revolucionarios estatizaron las palancas económicas fundamentales (banca. Monopolios, latifundios…) y pusieron en marcha un plan económico para toda la economía, la revolución triunfó (la URSS, Cuba, China, etc). Los problemas que hoy enfrenta Cuba o la contrarrevolución capitalista que ha triunfado décadas después en Rusia y China, como hemos explicado en otros artículos, son resultado de que estas revoluciones quedasen aisladas en un sólo país. Independientemente de la opinión que se tenga sobre cada uno de esos procesos revolucionarios y del tipo de estado que surgió de ellos una cosa está clara: allí donde la revolución se ha limitado a tomar posesión del viejo aparato estatal e intentar realizar transformaciones económicas manteniendo sectores fundamentales de la economía en manos de los capitalistas (desde la revolución española en los años 30 hasta la revolución chilena de 1970-73 o la revolución sandinista) han sido derrotada por el saboteo capitalista, el burocratismo, la corrupción y la quinta columna.

Este es el principal peligro que hoy enfrenta la revolución bolivariana. Nuestra revolución no es irreversible. Sólo lo será si logra resolver los problemas sociales de las masas y hacer sentir a estas que tienen verdaderamente el poder. Todos los bolivarianos y socialistas debemos levantar nuestras voces y defender que el proceso de expropiaciones tanto de empresa, como de edificios con los que se intenta especular, o de tierras improductivas y ociosas debe continuar y no sólo eso generalizarle. Una cosa es la propiedad privada de una vivienda particular, un carro o un pequeño negocio y otra muy diferente la propiedad privada de los medios de producción. Es imposible tener justicia social y desarrollo endógeno si los medios de producción continúan en manos de los capitalistas y las transnacionales.

Los revolucionarios debemos apoyar el paso dado por Barreto pero además debemos plantear que las expropiaciones deben extenderse a toda la economía, realizarse sin indemnización o con indemnización sólo en caso de necesidad comprobada y formar parte de un Plan nacional democrático de desarrollo endógeno rumbo al socialismo basado en la participación y organización de las masas en Consejos elegibles y revocables en cada fábrica, comunidad, edificio, sector, etc. Este es el único modo de dar satisfacción a las demandas concretas de cada sector en lucha (inquilinos en lucha, empresas en cogestión y recuperadas, trabajadores de empresa públicas y privadas, campesinos, desempleados, vendedores ambulantes, clase media, etc) y de que cada lucha forme parte de la lucha general por completar la revolución hacia el socialismo.