La victoria obtenida por el Presidente Chávez este 3 de diciembre ha sido la más amplia y clara de todo el proceso revolucionario y toda la historia venezolana. Nunca una revolución que propone avanzar hacia el socialismo ha tenido tanto apoyo en el La victoria obtenida por el Presidente Chávez este 3 de diciembre ha sido la más amplia y clara de todo el proceso revolucionario y toda la historia venezolana. Nunca una revolución que propone avanzar hacia el socialismo ha tenido tanto apoyo en el terreno electoral. Como el mismo Presidente dijo esa misma noche desde el “Balcón del Pueblo”, fue un voto por él pero también fue un voto porque la revolución acelere el paso y resuelve de manera urgente y decisiva los principales problemas que seguimos sufriendo las masas obreras y populares. Fue un voto consciente por el socialismo.
Voto consciente contra el capitalismo y por el socialismo
Esta victoria apabullante es la mejor respuesta a la contrarrevolución y al imperialismo, que desprecian al pueblo y creen que explotando las contradicciones internas que aún tiene nuestra revolución y prometiendo las cuatro lochas de la tarjeta Mi Negra (bien chimbas, de paso) podían engañar al pueblo. También es una respuesta a todos aquellos que dicen que el pueblo no tiene todavía suficiente madurez y conciencia, que no estamos preparados, que el socialismo, las expropiaciones y la radicalización de la revolución nos pueden restar votos. Es justamente lo contrario: sólo demostrando al conjunto del pueblo que estamos dispuestos a llevar la revolución hasta el final y resolver sus problemas podremos mantener y seguir ampliando este gigantesco apoyo que el pueblo venezolano ha dado a la propuesta del Presidente Chávez de que la revolución bolivariana avance hacia el socailismo.
Pero este avance sólo lo conseguiremos rompiendo el control que los capitalistas siguen manteniendo sobre la economía venezolana y que utilizan para sabotear todas las políticas revolucionarias y progresistas que intenta implementar el Presidente. Junto a ello es imprescindible acabar de manera inmediata –tal como propuso el Presidente en el “Balcón del Pueblo”- con la “contrarrevolución burocrática”, esa quinta columna que día a día intenta frenar y desviar la revolución, impidiendo que seamos los trabajadores y el pueblo los que tengamos realmente el poder, así como con la corrupción, que es un cáncer político, social y moral para cualquier revolución.
Frente a los sectores reformistas que elogian la supuesta madurez y talante democrático de Rosales y llama a la negociación con él, debemos estar claros: Si la contrarrevolución y el imperialismo no fueron con todos los hierros el 3 de diciembre no es porque hayan aceptado la revolución, porque haya cambiado su talante o porque, de repente, hayan decidido respetar la constitución, “dialogar” y actuar por las vías democráticas. Fue la movilización decidida y masiva del pueblo, y sólo eso -primero el domingo 26 de noviembre, respondiendo a su marcha contrarrevolucionaria del 25, y después durante toda la semana y en la propia jornada electoral- la que les hizo engavetar (¡por ahora¡) sus planes contrarrevolucionarios. Fue el pueblo desde abajo, una vez más, con su instinto revolucionario y su movilización, el que les dejó claro que si se atrevían el huracán revolucionario les arrasaría. Sólo el miedo a que una confrontación frontal desembocase en una radicalización de la revolución que amenazase su control de la economía empujó a los sectores determinantes de la burguesía y el imperialismo a imponer a su títere Rosales una nueva estrategia contrarrevolucionaria.
La contrarrevolución se viste de seda
Felicitar a Rosales por (dizque) aceptar la derrota y mucho menos negociar con él significa “lavarle la cara” a estos contrarrevolucionarios, que si tuviesen fuerza para ello no dudarían en aplastarnos y reprimirnos. Rosales fue el primero que salió hablando de las famosas papeletas en blanco, sembrando dudas e intentando generar desestabilización. Sólo cuando (él o sus amos imperialistas) vieron que esta táctica podía ser contraproducente para sus intereses de clase decidieron cambiar de estrategia.
Su estrategia sigue siendo la misma pero con otra forma y otros ritmos. Mantener engañados y movilizados a una parte de su base social y lanzar una ofensiva contrarrevolucionaria a medio plazo. Intentarán combinar la negociación con los sectores de derecha del movimiento bolivariano para frenar la revolución con el saboteo de la economía y las calumnias intentando sembrar dudas tanto a nivel nacional como internacionalmente contra la revolución e impedir que ésta siga desarrollándose como un punto de referencia para los explotados en todo el mundo. Su objetivo , mientras no tengan fuerza suficiente para intentar derrotar abiertamente la revolución, es frenarla y desviarla de sus objetivos anticapitalistas con el fin desmoralizar a una parte de las masas y que esto les permita pasar de nuevo a la ofensiva. Pero la correlación de fuerzas es tan favorable que sólo podrán lograrlo si se lo permitimos bajando la guardia y desaprovechando esta nueva oportunidad de completar la revolución expropiando a los capitalistas.
¡Ni pactos ni concesiones a la derecha¡
Sólo expropiando a los capitalistas tendremos una Venezuela libre, soberana y socialista
El único camino posible para la revolución bolivariana es el de la guerra a la corrupción y la contrarrevolución burocrática, al capitalismo y la pobreza, proclamada por el Presidente Chávez. El camino es hacer lo que hemos hecho en los últimos días: actuar rápidamente, con decisión y contundencia. El camino es el que proponen los 20.000 campesinos que tomaron Caracas hace dos semanas convocados por el Frente nacional campesino “Ezequiel Zamora” (FNCEZ) en apoyo a Chávez y por una “agenda zamorana” que lleve la guerra contra el latifundio hasta el final y expropie a los terratenientes para poner la tierra en manos de los campesinos y el pueblo. El camino es el que están siguiendo los trabajadores de Sanitarios Maracay, que ante la decisión del empresario, el golpista Pocaterra, de cerrar la empresa han tomado la misma, la han puesto a funcionar bajo control obrero, dirigida por un Consejo de Fábrica compuesto por voceros elegibles y revocables en todo momento por la asamblea de trabajadores y están vendiendo materiales de baño a precio solidario a las comunidades de Maracay. El camino es el que está proponiendo el Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en cogestión y Ocupadas (FRETECO): hacer avanzar la cogestión revolucionaria hacia el control obrero y que las expropiaciones iniciadas con Invepal e Inveval se trasladen al conjunto de la economía: estatizando la banca, grandes empresas y la tierra bajo control de los trabajadores y el pueblo.
Pero este camino no lo puede hacer un hombre sólo. Es necesaria la organización, movilización y unidad de acción de las bases revolucionarias por abajo para llevar a cabo estas tareas y derrotar la resistencia de la burocracia y los capitalistas. La CMR ha participado en unidad de acción con otras organizaciones revolucionarias y movimientos sociales en el Plan de Contingencia Popular “Oligarcas Temblad”. Esta unidad de acción debe continuar ahora para avanzar hacia la expropiación de los capitalistas y la creación de un estado revolucionario.
La principal amenaza a la revolución en estos momentos es la conciliación que un sector de dirigentes que no creen en el socialismo ni en el pueblo intenta imponer en nuestras filas. Estos líderes ven con pánico una victoria como la obtenida porque genera entusiasmo entre las masas y deseos de que la revolución avance ya hasta el final, lo que pone en cuestión sus privilegios y poder. Están planteando que el apoyo a Rosales significa que un porcentaje alto de la población adversa a la revolución y al socialismo y que hay que seguir frenando lo que ya no admite freno. ¡Falacias¡ El apoyo al socialismo es mayor incluso al 56% que logramos en 1998 para acabar con la IV República. Con esos argumentos la revolución bolivariana nunca habría empezado. Sólo en la medida en que demostremos a todo el mundo, incluida la clase media, que el socialismo no es una abstracción sino la única solución concreta a sus problemas venceremos.
Las principales empresas del país deben estar en manos del estado y el estado no en manos de la burocracia sino de la clase obrera y de todo el pueblo trabajador organizados. De este modo podremos planificar democráticamente la economía y resolver problemas como la pobreza y la exclusión, el desempleo, el défict habitacional, la inseguridad, etc. Debemos terminar el trabajo llevando hasta el final la revolución. Eso significa concretar los objetivos estratégicos propuestos por el Presidente y apoyados masivamente por el pueblo en un programa de transición al socialismo que resuelva los problemas fundamentales del país. Desde la CMR pensamos que algunos ejes centrales irrenunciables de este programa deben ser:
-Empleo, salud, vivienda y educación dignas para todos. Sustitución de las leyes capitalistas que todavía predominan por leyes socialistas que garanticen los derechos de los trabajadores y el pueblo.
-Expropiación y estatización de todas las empresas cerradas, infrautilizadas y en crisis bajo control de los trabajadores, así como de la banca, los grandes monopolios nacionales (CANTV, Polar, etc) e internacionales y la tierra bajo control obrero.
-Plan democrático nacional elaborado por consejos formados por voceros elegibles y revocables en cada barrio, centro de trabajo, etc para resolver todos los problemas sociales pendientes
-Expropiación de las empresas constructoras e infraestructuras necesarias para llevar a cabo una Misión Vivienda bajo el control de los trabajadores y el pueblo
-Introducción del control obrero en las empresas privadas para luchar contra el saboteo, especulación, etc.
-Contra la corrupción y el burocratismo: Elegibilidad y revocabilidad de todos los cargos públicos, rotación de todas las tareas burocráticas en que eso sea posible y que el salario de ningún cargo público supere el de un trabajador cualificado
-Contraloría social en las Misiones por locros elegibles y revocables por los beneficiarios y trabajadores de las mismas. Monopolio del comercio exterior para garantizar la soberanía productiva y alimentaria