La tarde del jueves 7 de diciembre se celebró otra exitosa reunión con Alan Woods como orador ante aproximadamente 200 personas en el impresionante edificio moderno de la Cámara de Vesadoria en Joinville. Entre los presentes estaban dirigentes de la La tarde del jueves 7 de diciembre se celebró otra exitosa reunión con Alan Woods como orador ante aproximadamente 200 personas en el impresionante edificio moderno de la Cámara de Vesadoria en Joinville. Entre los presentes estaban dirigentes de la Federación de Mineros Bolivianos, incluido el secretario general, Roberto Chávez.
La reunión fue presentada por el compañero Serge Goulart, que una vez hizo la tarea de traducción del español al portugués. Alan habló sobre la situación mundial general, explicando que la inestabilidad general era un reflejo del callejón sin salida del capitalismo a escala mundial.
Criticó los “movimientos sociales” de clase media (pacifistas, ONG, feministas, ecologistas…) que, aunque atacaban los síntomas, eran incapaces de comprender las causas ni ofrecer soluciones serias:
“Si vas al médico con un dolor de estómago”, dijo en medio de las risas generalizadas, “no esperas que el médico te de la mayo y comience a llorar. Vas al médico a que te haga un diagnóstico de la naturaleza de la enfermedad y te prescriba una cura. Sólo el marxismo nos puede dar una explicación científica de las causas de la crisis capitalista y una guía de cómo actuar”.
Alan después atacó sin piedad a todos aquellos “ex – marxistas, ex – comunistas, ex – trotskistas, ex – maoístas, etc.,” que han abandonado la idea de la revolución socialista y se dedican a extender la confusión y el escepticismo entre la nueva generación. Los asemejó con el pez muerto que uno se encuentra en la playa cuando la marea baja. “La lucha de clases es como la marea que sube y baja, y es necesaria una nueva pleamar para que arrastre toda esta basura y cree las nuevas condiciones para la lucha revolucionaria”.
Después analizó la situación actual de la economía mundial y la naturaleza, débil y frágil, del boom actual. “Brasil se ha beneficiado de los elevados precios de las mercancías durante el boom, pero ¿qué ocurrirá a Brasil si llega una recesión y caigan los precios?”
“La victoria de Lula, Chávez, Ortega, Correa y Evo Morales, todo esto representa algo. ¿Qué significa? Significa que las masas desean un cambio de sociedad. ¿Proporcionará Lula este cambio?” Para responder citó La Biblia: “No puedes servir a dos amos: no puedes servir a Dios y a Mammón (el dios de la riqueza). Es decir, no puedes servir a los intereses de los trabajadores y los capitalistas. Debes elegir: o Lula defiende los intereses de los capitalistas y traiciona los intereses de los trabajadores y campesinos que le votaron, o defiende los intereses de las masas, en cuyo caso, entrará directamente en conflicto con los terratenientes, banqueros y capitalistas. Lula parece creer que hay una tercera vía, pero no existe tal alternativa”. (Aplausos)
“Lo que hace falta es organizar a los trabajadores y campesinos a nivel de la base para luchar por la transformación del PT, para luchar por una política socialista. Es necesario nacionalizar la tierra, los bancos y las grandes industrias. De otra manera no hay salida posible para Brasil”.
Alan criticó duramente a aquellos intelectuales reformistas que desprecian a la clase obrera y hablan del “bajo nivel de conciencia” de las masas, eso significa que el socialismo es imposible. “Me produce dolor de estómago tener que escuchar este tipo de argumentos, que constantemente he oído repetir a estos elementos en Venezuela. En Venezuela las masas son la fuerza motriz de la revolución desde el primer día y las que la han salvado en tres ocasiones de la contrarrevolución. ¿Era bajo nivel de conciencia cuando en abril de 2002 los trabajadores derrotaron el golpe? ¿O el cierre patronal, cuando los trabajadores ocuparon las fábricas, echaron a los empresarios y los burócratas, y comenzaron a dirigir la industria bajo control obrero? ¡No! Ese era un alto nivel de conciencia revolucionaria de los trabajadores y los campesinos. Y eso es todo lo que necesitamos para realizar la revolución socialista”.
Dirigiéndose a los dirigentes de la Federación de Mineros Bolivianos, sentados en la primera fila, Alan dijo: “La respuesta final a todos estos escépticos fue dada por la clase obrera boliviana, que en menos de dos años protagonizó dos huelgas generales y dos insurrecciones, derrocando a dos gobiernos. Yo os pregunto: ¿qué más se le puede pedir a la clase obrera? ¿Qué más podían hacer los trabajadores de Bolivia? Si no tomaron el poder no fue por sus fallos, sino porque carecían de algo que es esencial para garantizar la victoria: un partido y dirección revolucionarios”.
En un discurso breve pero efectivo el secretario general de la Federación de Mineros Bolivianos, Roberto Chávez, estuvo de acuerdo con los puntos fundamentales planteados por Alan. Estuvo totalmente de acuerdo con que la única solución para la clase obrera boliviana era tomar el poder. “La clase obrera debe ponerse a la cabeza del movimiento revolucionario”. También que el proletariado podía y debería haber tomado el poder en el período insurreccional que Alan había mencionado.
“Quiero dejar una cosa clara, que nuestro sindicato, como organización proletaria basada en un programa de clase, no está participando en el gobierno de Evo Morales”, aunque sí defendió el proceso contra la reacción. “Exigimos que el gobierno aplique la política acordada en octubre de 2003. La revolución boliviana no ha terminado, continuaremos luchando hasta la revolución socialista”.
Al final se hicieron varias preguntas interesantes pero el tiempo de respuesta era muy limitado. Uno de los oradores preguntó sobre el estalinismo y los regímenes burocráticos de Europa del Este. Alan respondió que en la Unión Soviética y Europa del Este lo que fracasó no fue el socialismo, sino una caricatura burocrática y totalitaria del socialismo. Citó las palabras de León Trotsky: una economía planificada y nacionalizada necesita la democracia como el cuerpo humano necesita el oxígeno.
Otro de los oradores preguntó qué régimen transicional al socialismo tendría Brasil. Alan dijo: “Si quieres una respuesta concreta a tu pregunta, ve y mira CIPLA. Verás como los trabajadores son capaces de dirigir una fábrica con absoluta democracia, sin burocracia ni privilegios. Y si los trabajadores son capaces de dirigir CIPLA, ¿por qué no deberían ser capaces de dirigir de la misma manera todo un país? Brasil no es un país atrasado como la Rusia zarista en 1917. La introducción de una economía nacionalizada y planificada en Brasil, con su poderosa base industrial y una clase obrera grande y culta, no llevaría a una degeneración burocrática particularmente si (y seguramente sería así) triunfan otras revoluciones en el resto de América Latina.
“Mirad este maravilloso país vuestro”, concluyó Alan, “es un coloso, casi un continente dentro de un continente. Tiene todo lo necesario para construir una vida nueva y mejor para todos: industria, rica tierra agrícola, petróleo, minerales, agua, bosques, un pueblo enérgico y vibrante. Si todos estos recursos se movilizaran bajo una economía socialista planificada, ¿qué no podríais conseguir? En dos planes quinquenales, todo hombre, mujer y niño tendría un nivel de vida muy superior al del ciudadano medio de EEUU. Después no sería una cuestión de EEUU invadiendo Brasil, sino del capitalismo norteamericano luchando por evitar una revolución socialista en EEUU.
“Los capitalistas han tenido 200 años para demostrar de lo que son capaces de conseguir en este gran continente de América Latina. ¿Qué han conseguido? Han convertido lo que podría ser un paraíso sobre el planeta en un infierno vivo para millones de personas. Los capitalistas han tenido su oportunidad. Es el momento de arrojarlos al cubo de basura de la historia al que pertenecen. No soy religioso y creo que sólo tenemos una vida. Debemos luchar para que sea adecuada para los hombres y mujeres que la viven. Bajo el socialismo, convertiremos Brasil y América Latina en un jardín maravilloso, un paraíso en este mundo”.
Joinville, 7 de diciembre de 2006