Los paralelismos entre la caída del Imperio Romano y la decadencia y declive del imperialismo norteamericano no pasan inadvertidos para un sector de la clase dominante estadounidense.
El declive de Roma fue el efecto natural e inevitable de su grandeza inmoderada. La prosperidad alimentó el comienzo de la decadencia; la ampliación de sus conquistas multiplicó las causas de la destrucción; y cuando en el transcurso del tiempo algún accidente minó los soportes artificiales, esa estupenda construcción se derrumbó por la presión de su propio peso". (Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano).
Los paralelismos entre la caída del Imperio Romano y la decadencia y declive del imperialismo norteamericano no pasan inadvertidos para un sector de la clase dominante estadounidense. David Walker, interventor general de EEUU, y por tanto jefe del Tribunal de Cuentas del país, utilizó esta analogía en un reciente informe de doce páginas publicado por el Financial Times (14/8/07) y destacó las "llamativas similitudes" que tiene la situación actual de EEUU con los umbrales de la caída de Roma.
Cuando falta un año para las elecciones presidenciales, George W. Bush y la clase dominante estadounidense se enfrentan a una crisis sin precedentes, las últimas encuestas publicadas por Associated Press-Ipsos Poll muestran que la tasa de aprobación de la gestión de Bush es del 31%, convirtiéndole, aparte de Nixon, en el presidente más impopular desde 1945.
En el frente externo, la posición del imperialismo norteamericano cada vez es más débil, es incapaz de controlar y mira con impotencia la oleada revolucionaria que recorre América Latina y que llega hasta sus propias fronteras. En Iraq y Afganistán, empantanados en dos guerras en las que tienen todo que perder y nada que ganar, y que se han convertido en un terrible pozo sin fondo por el que se cuelan miles de millones de dólares.
La situación interna
En las elecciones de 2006, los demócratas consiguieron la mayoría tanto en el Senado como en el Congreso; un año después, sólo el 22% de los norteamericanos aprueba su gestión en el Congreso. Han bastado doce meses para demostrar que los dos partidos son la cara de la misma moneda y que en lo fundamental, aparte de algunas reformas como la subida del salario mínimo, defienden lo mismo. Aún así, debido a la ausencia de una alternativa para los trabajadores, según las encuestas con toda probabilidad los demócratas ganarán las próximas elecciones presidenciales, pero no por su programa, sino por el tremendo odio acumulado contra Bush y los republicanos.
Uno de los primeros sectores en reflejar el proceso de radicalización y cambio social es la juventud. El 27 de junio, The New York Times, publicó una encuesta que llevaba como título la siguiente afirmación: "Según las encuestas, los jóvenes norteamericanos están girando a la izquierda". En el artículo podíamos leer: "En un momento en que los demócratas parecen ganar terreno después de años de dominio republicano en Washington, los jóvenes norteamericanos parecen girar más a la izquierda que la población en general". Esta situación se ha reflejado estos últimos meses con la participación de cada vez más jóvenes en el movimiento contra la guerra o con luchas importantes, incluso huelgas, en distintas universidades del país y cortes de carreteras para protestar contra la guerra de Iraq, como ocurrió en la última manifestación en Washington cuando espontáneamente paralizaron la principal avenida de la ciudad (momento que recoge la foto de debajo).
Pero este proceso de radicalización no sólo afecta a la juventud. En agosto, The Economist, publicaba un artículo titulado "¿Está girando a la izquierda EEUU?" y se podía leer lo siguiente: "La población estadounidense parece reaccionar a la sobrerreacción conservadora con un giro a la izquierda. La mayoría quiere sanidad universal; desconfía en la fuerza como una manera de conseguir la paz (…) e incluso desaprueba la intolerancia frente a las cuestiones sociales" (The Economist, 9/8/2007)
Estos dos artículos, publicados en dos periódicos poco sospechosos de ser "subversivos", demuestran que todas esas ideas sobre el "conservadurismo" innato de la sociedad norteamericana son sólo una estupidez.
Riqueza para unos pocos, miseria para la mayoría
Durante los últimos treinta años en EEUU se ha producido una caída sin precedentes de los niveles de vida, ajustada la inflación, hoy el salario medio de un trabajador es inferior al de los años setenta. El boom económico de los últimos años se ha basado, entre otros factores, en un aumento de la explotación de la clase obrera: jornadas laborales más largas, menos salarios, peores condiciones laborales…
Uno de cada tres trabajadores (47 millones) cobran salarios dos tercios por debajo del salario medio, apenas para mantener a una familia de 4 miembros (2 adultos con dos hijos); uno de cada cuatro trabajadores (35 millones) gana salarios de pobreza y 70 millones de norteamericanos viven con menos de 7 dólares diarios (datos del Center For Economic Policy Research). Aunque los últimos datos oficiales de pobreza dicen que hay 500.000 pobres menos respecto al año pasado, la realidad es que un 10% de la población (30 millones) pasa hambre o tiene riesgo de pasarla y hay 16 millones de pobres severos, ¡todo esto pasa en el país más rico del mundo y paradigma del sistema capitalista!
Al otro lado tenemos una concentración obscena de riqueza: el 1% más rico (tres millones) tiene unos ingresos iguales a los que tienen 150 millones de estadounidenses juntos. Estas son las causas del descontento y la rabia acumulada en la sociedad norteamericana.
El final del sueño americano
Recientemente Change to Win, la nueva central sindical que se formó a partir de una escisión en el AFL-CIO, publicó un informe titulado La ansiedad económica y el sueño americano. El informe explica cómo "la furia y ansiedad tienen sus raíces en la preocupación por las necesidades básicas (sanidad, jubilación, endeudamiento personal…)". También acaba con el mito de una sociedad formada por una amplia clase media: "Cada vez son menos los que se consideran clase media". El sueño americano, durante décadas identificado con el individualismo y el enriquecimiento personal, ya no es así para el 80% que lo identifica con recibir un salario que le permita mantener dignamente a su familia. La situación económica y social deja poco espacio para el optimismo, el 74% piensa que conseguir ese sueño americano hoy es más difícil de conseguir que en otras épocas, el 64% cree que lo tendrá más difícil que sus padres y el 69% que será aún más complicado para la siguiente generación. Y según la encuesta ¿qué preocupa de la economía?, que los salarios no cubran el coste de la vida.
La encuesta también demuestra que los trabajadores norteamericanos tienen muy claro quién es el responsable de su situación, el 69% piensa que el gobierno favorece a los ricos frente a la clase obrera. "Los trabajadores creen que las empresas y los intereses de los ricos tienen demasiado poder y es una barrera para que la clase obrera consiga el sueño americano".
La huelga de General Motors: un ejemplo de lo que vendrá
Durante los últimos años hemos tenido ejemplos de la combatividad de la clase obrera norteamericana (estibadores, conserjes, trabajadores agrícolas, enseñanza, sanidad, metro de Nueva York…), pero este mes de septiembre 73.000 trabajadores de General Motors realizaron una huelga de 48 horas. Era la primera huelga nacional del automóvil en 31 años y la primera de GM desde la huelga de 67 días de 1970. Los motivos, las condiciones laborales, las amenazas de cierres de fábricas, la reducción de salarios y los fondos de pensiones. La cúpula sindical del UAW (sindicato del automóvil) intentó por todos los medios no convocar esta huelga, el día de antes del inicio de la misma, el presidente del sindicato, Ron Gottelfinger, garantizó a la empresa que no ocurriría nada parecido y, cuando finalmente no les quedó más remedio que convocarla debido a la presión de los trabajadores, salió públicamente a pedir disculpas: "nadie lo quería".
A las 48 horas el sindicato anunció que habían llegado a un acuerdo y desconvocó la huelga. El acuerdo parecía un secreto de estado, nadie quería revelar su contenido, aunque poco a poco se supo que era una capitulación ante la empresa, un titular de AFP lo resumía perfectamente: El sindicato hace concesiones a GM mayores de lo que inicialmente se pensaba. El acuerdo establece dos categorías salariales, los nuevos trabajadores cobrarán un 50% menos de salario, teóricamente impide el cierre de fábricas pero sí aceptan el cierre en caso de reducción de ventas en el mercado y, lo más importante, el traspaso de los fondos destinados al cuidado sanitario de los trabajadores que pasarán al VEBA, un fondo fiduciario que estará controlado por el sindicato y que gestionará casi 60.000 millones de dólares, seguirá las mismas reglas que cualquier fondo de pensiones privado que cotiza en Wall Street. Un ejemplo de lo que puede suceder es lo que ocurrió a los trabajadores de Caterpillar que tenían un plan similar y quebró en 2004. Ahora los trabajadores de esta empresa, además de perder todo lo cotizado para su jubilación, deben pagar 200 dólares mensuales por la cobertura sanitaria además de otros gastos que antes estaban cubiertos por la empresa.
La burocracia del UAW ha realizado una intensa campaña de propaganda en los medios de comunicación para vender el acuerdo entre los trabajadores y conseguir que éstos lo aprueben. Muchos dirigentes locales del UAW han expresado públicamente su oposición al acuerdo. En el momento de escribir este artículo (6 y 7 de octubre) los trabajadores votan el acuerdo, todo apunta a que saldrá aprobado aunque por un estrecho margen, con mucha oposición entre la base y con la amenaza de escisión en el sindicato. La huelga tuvo repercusiones incluso más allá de EEUU, plantas de GM de Canadá y México tuvieron que cerrar, además despertó las simpatías de otros sectores, el sindicato de Camioneros anunció que no transportaría nada de GM. El acuerdo tiene su importancia y quieren extenderlo a Ford y Chrysler, la dirección de esta última empresa animada por el acuerdo de GM ha anunciado la aceleración de las negociaciones, pero también se enfrenta a la amenaza de una posible huelga anunciada ya por los dirigentes sindicales.
Aunque el acuerdo finalmente sea aceptado, gracias a una campaña que explota el miedo de los trabajadores a quedarse en el paro, este acuerdo no va a solucionar ninguno de los problemas que sufren los trabajadores de GM y no descarta nuevas huelgas en el futuro. Tampoco significa que la clase obrera norteamericana esté dispuesta a seguir sufriendo un ataque tras otro. A lo largo de la historia del movimiento obrero norteamericano, las huelgas en el sector del automóvil han sido el presagio del despertar de la lucha de clases en EEUU, y en esta ocasión no va a ser diferente. Las condiciones de vida en el Imperio Romano provocaron una rebelión de los esclavos y en este imperio moderno ocurrirá lo mismo.